Débora cumplió con su cometido: estar con David. La maestra se fue antes del mediodía, buscó a Daniel, pero este no estaba en la casa, así que comió con el niño. Aprovechó la siesta del pequeño para colocar su ropa en el vestidor que compartía con Daniel. Y luego pasaron el resto de la tarde jugando en el jardín. Encontraron el lugar era perfecto para hacer navegar al barquito de madera: Se trataba de un surtidor redondo con un salto de agua que daba a un pequeño estanque. El juguete daba vueltas arrastrado por la corriente de hasta que caía por el desnivel y quedaba dentro del estanque, la mayoría de las veces boca abajo divirtiendo a David que pedía continuamente a Débora que volviera a colocar a “tronquito”, así habían bautizado al barquito al principio del recorrido y vuelta a empezar.El pequeño se encariñaba con Débora a marchas forzada, obvio ella le hacía caso. Antes de su llegada, el niño se pasaba muchas horas o bien jugando sólo, con alguna de las muchachas o con Reme.
Los Montrail cenaron en casa de los Savater ajenos aparentemente al enfado de Daniel. Las dos mujeres se pasaron la mayor parte de la velada ridiculizando a Débora. Una por celos y la otra simplemente por fastidiar. Eddie no pedía detalle de nada. En su cabeza se aparecía una y otra vez la imagen de Débora con la camiseta empapada. Se le hacía la boca agua. Le gustaba esa chiquilla. El condenado Daniel nunca había tenido mal gusto con las mujeres. Mandy su mujer en el Menfis era muy hermosa y una chica que aparecía a veces por la finca y con la que salía a menudo en las revistas también era espectacular. Y ahora su esposa estaba muy bien, aunque aparentase lo contrario. Tenía una figura perfecta, y se intuía que iba a mejorar rápidamente.El veía más allá de esa apariencia de poca cosa. La tranquilidad y su estancia en la finca le sentarían de maravilla, en pocos días estaría a pedir de boca. Su cara era preciosa, con esos lindos ojos verdes y una boca que pedía a gritos ser besa
La vivienda de la familia Oliver, un edificio de dos plantas, era de construcción más moderna que la casa principal del Rancho. Una pequeña escalera daba paso a la entrada principal situada en el primer piso, rodeado de un porche donde destacaba un enorme balancín y en el que se veían un montón de juguetes de niños tirados por todas partes. El matrimonio Oliver ya los estaba esperando en lo alto de la escalera, los dos hombres se encargaron de hacer las oportunas presentaciones.La esposa de Mike era una mujer morena, de altura media y sonrisa agradable. Dos enormes ojos negros iluminaban su agraciado rostro inspirando tranquilidad y confianza. Débora recordó el saludo de Lisbeth y tendió tímidamente la mano para no llevarse un nuevo rechazo. Contrariamente a lo que supuso, Marcia prefirió abrazarla con fuerza, darle dos besos y regalarle una sonrisa. Sin soltarla la introdujo en la casa con la excusa ayudar a preparar la cena. Ya en la cocina sorprendió a Débora al darle gracias
En la cocina, Marcia se dedicaba a sondear disimuladamente a Débora. Mike le había explicado su versión, pero no es que fuera un hombre demasiado meticuloso, la mayoría de las veces se le escapaban detalles importantes y solía quedarse en la superficie, sin hurgar demasiado ni llegar hasta el fondo. Además, la fidelidad que le profesaba a Daniel seguro influía en su percepción de los hechos. No tomaría partido por nadie hasta tener el punto de vista de la protagonista de la historia. Obviamente, no le preguntó directamente por su marido, empezó por curiosear en la vida anterior de Débora. Por lo que pudo deducir se trataba de una buena chica que se encontró en el camino equivocado, no por voluntad propia sino por las circunstancias. Decidió que valía la pena ayudarla y así se lo propuso. A fin de cuentas, a Mike también le caía bien la muchacha, se lo había confesado sinceramente, y pensaba que podía hacerle bien a su amigo. Dan necesitaba un golpe de suerte y si esa suerte ven
Esperó a que la muchacha trajera la bebida, Eddie Montrail sirvió, acercándole uno de los vasos a Dan. – Por las mujeres – Brindó.-No pienses que voy a brindar contigo – Le contestó apurando su bebida de un solo trago. – No soy tu amigo y no te he invitado a sentarte a mi mesa. Si no quieres tener problemas conmigo – ahora si lo amenazó directamente – mejor te vas por donde has venido.-Vaya, amigo. Veo que tienes sed. – Respondió llenándole el vaso de nuevo – No te han servido alcohol en casa de tu perro faldero. – Se mofó el vecino insultando gratuitamente a Mike.Danny optó por hacer que no oía esa nueva burla y repitió por enésima vez que lo dejara en paz y se fuera. Montrail obviamente siguió sin hacer caso e insistió en su provocación, intentó llamar a dos chicas de la barra para que les hicieran compañía. Pero no fue ese gesto lo que provocó la ira de Daniel, sino las palabras que el hombre pronunció a continuación:-Supongo que si estás aquí esta noche es que ya te has ca
- Te he visto trabajar muy duro esta mañana por lo que deberías tener más hambre, pero al ver que revolvías la comida he supuesto que algún problema te ha cerrado el estómago.Daniel salió de su ensimismamiento, con un movimiento de cabeza lo invitó a sentarse y a servirse comida de la cesta. Mike se ofreció como paño de lágrimas, Dan no estaba demasiado convencido, aunque lo intentó.-¿De qué va a servir? Ayer tuve un feo encuentro con Eddie. – Dijo-Por la tarde, ya lo sé – Recordó Mike.-No, ese fue el primero, tuve otro por la noche…, Cuando regresamos a la casa me largué al Menfis… – confesó fastidiado y más fastidiado se sintió por el regaño de su amigo, este tenía razón, estaba loco y parecía no haber escarmentado lo suficiente. Reconoció con enfado que, a pesar de no ser estúpido, en los últimos días sólo estaba cometiendo una estupidez tras otra.-No se que se me ha metido en la cabeza. – Reconoció al terminar su comentario. Fue lo único que acertó a decir, declarándose tota
Por la noche, llegó cansado y tarde a la casa, le dolía la espalda de acarrear cestos repletos de fruta. Gozaba de un físico excelente y estaba en forma, sin duda, pero trabajar de jornalero era una tarea bien dura a la que se debía estar acostumbrado, seguro que mañana amanecería bien molido. Ahora eso sí, no le importaba en absoluto pues había conseguido su objetivo: estaba tan cansado que solo tenía en mente darse una buena ducha, pasar un ratito con su hijo y meterse en la cama. Seguro que dormiría de un tirón.Pero por enésima vez no pudo cumplir sus deseos: Otra vez los vecinos. Lisbeth los había vuelto a invitar, se disgustó a pesar de que no le sorprendió. Molestarlo era el plan de su hermana para que la dejara hacer su antojo. Era la cruz que le tocaba aguantar pues se lo había prometido a su madre. Lo que ya no le gustó tanto fue ver a su mujer en la sala hablando con ellos. Estaban tomando unas copas y Eddie no la dejaba tranquila, lo tenía pegado a sus faldas pendiente
-Pues yo creo que si. – Insistió nuevamente Eddie, antes de confirmarlo directamente y sin hacer caso del rotundo basta que pronunció Daniel - ¡Sí! ¡Yo te he visto en el Menfis! Hasta hace poco trabajabas allí. ¡Estoy seguro! – afirmó con solemnidad mirándola fijamente.Margaret que ya estaba enterada y se había puesto de acuerdo con su hermano para ridiculizar a su rival empezó a reír y aprovechó para dirigirse a Daniel y burlarse más si cabe:-¡Joder Danny! No me lo esperaba de ti, no hace falta casarse con las mujeres del Menfis. Con pagar es suficiente… Además, sabes que muchas mujeres estaríamos encantadas de acostarnos contigo y gratis… - Insinuó descaradamente y sin ningún tipo de pudor mirando directamente a su rival que enrojeció por completo.Lisbeth que era la única que no estaba enterada de nada y tampoco sabía que era el Menfis, puesto que eran pocas las veces que había estado en el rancho, e intentaba no frecuentar demasiado el pueblo cuando no le quedaba más remedio que