-¡Pero si ya le conté todo en Las Vegas!-Te… te conté, recuerda, por favor – reprendió cariño Daniel – además no puedes haberme contado diecisiete años de vida en unas horas…-¿Quiere… quieres que te cuente todo? – preguntó divertida-Todo, absolutamente todo, quiero saber todo de ti…- bromeó también DanielPero no hizo falta, pues a Débora no le costaba demasiado hablar de su vida, al contrario, le encantaba recordar aspectos de su infancia, le habló de su familia, las travesuras de muchachos junto a los otros niños hijos de jornaleros como ellos….., El la escuchaba con atención, y volvía a reírse divertido con las anécdotas que le contaba. Historias que se vieron interrumpidas por la presencia del mayordomo pidiendo permiso para retirar la mesa y ofreciéndose a traer postre.-¿Tenemos helado José? - preguntó sin pensar con una sonrisa que llenaba su rostro completamente relajado.-No lo creo señor, no acostumbramos a tener, de todas formas, preguntaré en la cocina – respondió u
El cansancio, las emociones y todo lo que había vivido en estos últimos días habían pasado factura en Débora, su cuerpo vencido se dejó llevar por un sueño profundo del que despertó ya bien entrada la mañana a causa de unas risas en la habitación y notar que tiraban de la ropa de la cama.-Despierta “bora”..., tarde… – Repetía insistentemente una voz infantil.Abrió los ojos y lo primero que vio fueron unos ojitos de color miel que la estaban mirando fijamente. Tardó unos minutos en ubicarse hasta recordar donde estaba y a quién pertenecían esos ojitos. Intentó incorporarse en la cama, pero una mueca de dolor apareció en su rostro. Le dolía la cabeza. Revivió la cena y el vino de ayer… Volvió a prometerse que nunca más. Carola, la muchacha que estaba con David pidió permiso para entrar en la habitación y llevarse al niño que se le había escapado, se disculpó con ella por haber dejado que el chiquillo la despertara. A Débora no le importaba y lo dijo, enseguida se levantó.-¿Sabe
Dan pasó el resto de la mañana trabajando en su despacho, con la puerta abierta para observar todos los movimientos del vestíbulo y por supuesto vigilar si alguien descendía por la escalera. Esperaba que su hermana se dignase a bajar para poder hablar con ella. Aún no había podido hacerlo y las pocas palabras que se dijeron al llegar no presagiaban nada bueno. Y mucho menos después de haber hablado con su madre. Urgía hablar muy seriamente con ella, pero dudaba obtener algún resultado positivo.No estaba exento de responsabilidad, lo sabía, e iba a apechugar con su culpa. Cuando su padre primero y Rebeca después murieron, tanto él como su madre se refugiaron en sus ocupaciones. ¿Pero que se podía esperar de dos obsesos del trabajo como eran? Se concentraron en sacar adelante la recién fundada corporación y se olvidaron de todo lo demás, familia incluida. Su madre para olvidar la pérdida del marido y él por partida doble: no quería defraudar a su madre y necesitaba borrar de su men
Daniel tenía claro el camino a seguir, Lisbeth sólo tenía veintiún años, así que tenía pocas opciones de momento: O se graduaba, o trabajaba para ganarse el sueldo o esperaba dependiendo del dinero que le pasaban ellos. Dinero que menguaría si les daba demasiados problemas, se lo advirtió, usando el tono más neutro que pudo. No quería enojarla más de lo necesario ni darle oportunidad que hiciera un berrinche.Dinero aparte, había otro tema en el que no estaba dispuesto a ceder: las amistades, le dejó bien claro que no intentase frecuentar compañías poco recomendables, no entraba en sus planes mantener a ningún vago, ni a ningún florero que se pegase a sus faldas.-Sabía que harías eso. Amenazarme, pero no te creo. No pienso volver a estudiar y mucho menos voy a trabajar, así que en voy a estar aquí el menor tiempo posible hasta que mamá se calme y volveré a Nueva York y si intentáis dejarme si dinero, voy a ir de escándalo en escándalo, puedo dedicarme a vender exclusivas a la pren
Hacía más de un año que no se habían visto, pero las cosas seguían igual o peor, Margaret continuaba quejándose de lo aburrido que era el pueblo, bien que lo sabía ella. Odiaba pasar los veranos en el rancho, precisamente la mejor época del año, cuando no tenía ninguna obligación y todo el tiempo del mundo para pasarlo en grande, a su familia no se le ocurría nada mejor que encerrarse en la hacienda. Si, claro, cada año hacían un viaje familiar, pero siempre para visitar monumentos y museos. Le había tocado la familia más aburrida del planeta.-No sabes cómo te envidio chica, daría lo que fuera por estar en tu piel, Nueva York, debe ser lo máximo.-Pues no te creas-¿Y eso? Lisbeth le contó divertida que ya no vivía en Nueva York porque la habían expulsado de la Universidad y que su madre al enterarse le canceló el alquiler del apartamento. Así que de momento se estaba tomando un tiempo. Pensaba dedicarse a no hacer nada hasta que su familia se cansara.-Di que sí amiga, yo perdí c
Débora cumplió con su cometido: estar con David. La maestra se fue antes del mediodía, buscó a Daniel, pero este no estaba en la casa, así que comió con el niño. Aprovechó la siesta del pequeño para colocar su ropa en el vestidor que compartía con Daniel. Y luego pasaron el resto de la tarde jugando en el jardín. Encontraron el lugar era perfecto para hacer navegar al barquito de madera: Se trataba de un surtidor redondo con un salto de agua que daba a un pequeño estanque. El juguete daba vueltas arrastrado por la corriente de hasta que caía por el desnivel y quedaba dentro del estanque, la mayoría de las veces boca abajo divirtiendo a David que pedía continuamente a Débora que volviera a colocar a “tronquito”, así habían bautizado al barquito al principio del recorrido y vuelta a empezar.El pequeño se encariñaba con Débora a marchas forzada, obvio ella le hacía caso. Antes de su llegada, el niño se pasaba muchas horas o bien jugando sólo, con alguna de las muchachas o con Reme.
Los Montrail cenaron en casa de los Savater ajenos aparentemente al enfado de Daniel. Las dos mujeres se pasaron la mayor parte de la velada ridiculizando a Débora. Una por celos y la otra simplemente por fastidiar. Eddie no pedía detalle de nada. En su cabeza se aparecía una y otra vez la imagen de Débora con la camiseta empapada. Se le hacía la boca agua. Le gustaba esa chiquilla. El condenado Daniel nunca había tenido mal gusto con las mujeres. Mandy su mujer en el Menfis era muy hermosa y una chica que aparecía a veces por la finca y con la que salía a menudo en las revistas también era espectacular. Y ahora su esposa estaba muy bien, aunque aparentase lo contrario. Tenía una figura perfecta, y se intuía que iba a mejorar rápidamente.El veía más allá de esa apariencia de poca cosa. La tranquilidad y su estancia en la finca le sentarían de maravilla, en pocos días estaría a pedir de boca. Su cara era preciosa, con esos lindos ojos verdes y una boca que pedía a gritos ser besa
La vivienda de la familia Oliver, un edificio de dos plantas, era de construcción más moderna que la casa principal del Rancho. Una pequeña escalera daba paso a la entrada principal situada en el primer piso, rodeado de un porche donde destacaba un enorme balancín y en el que se veían un montón de juguetes de niños tirados por todas partes. El matrimonio Oliver ya los estaba esperando en lo alto de la escalera, los dos hombres se encargaron de hacer las oportunas presentaciones.La esposa de Mike era una mujer morena, de altura media y sonrisa agradable. Dos enormes ojos negros iluminaban su agraciado rostro inspirando tranquilidad y confianza. Débora recordó el saludo de Lisbeth y tendió tímidamente la mano para no llevarse un nuevo rechazo. Contrariamente a lo que supuso, Marcia prefirió abrazarla con fuerza, darle dos besos y regalarle una sonrisa. Sin soltarla la introdujo en la casa con la excusa ayudar a preparar la cena. Ya en la cocina sorprendió a Débora al darle gracias