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-Tráeme una botella de coñac Rafaela – vociferó Jacques desde su despacho, arrugando con rabia unas cartas que había recibido y tirándolas con furia a la papelera. - Malditos acreedores. Ya nos han encontrado. No tardaran en aparecerse por aquí y no tendremos escapatoria.

Su esposa al oír sus gritos se acercó a la puerta del despacho para detener a la criada que entraba con la botella. – Llévate eso de aquí, y empieza a servir la cena. – Le ordenó tajantemente

-¿Qué ocurre Jacques? Malas noticias ¿cómo siempre? – Ironizó a su marido

-Puedes reírte todo lo que quieras, pero estamos en las últimas. Como va el asunto del vecino – Preguntó.

-Muy lento, demasiado – se lamentó la mujer.

-Pues lo que no tenemos es tiempo. Acabo de tirar un montón de notificaciones de acreedores. Nos han encontrado y no tardaran en presentarse aquí. – Confesó el viejo. Oye – recordó – si no resulta el tema de Daniel, el tipo ese… ¿No tenía una hermana más pequeña?, creo recordar…

Sí, la hermana existía,
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