Pasaron unos poquitos días, Débora aún no había logrado su propósito: hablar con su marido. El siempre le ponía excusas, cuando lo proponía, él cambiaba de conversación: tenía que irse, tenía trabajo…, estaba ya impaciente por aclarar las cosas, pero parecía que a él ahora no le importaba nada. La trataba con dulzura, tiernamente si estaban juntos en las comidas y sobretodo en la cena cuando estaban solos. Al saludarse o despedirse a veces la besaba en la boca, pero eran unos besos cariñosos, dulces y nada más…luego la acompañaba a su habitación y se despedía con un cálido beso en la puerta para después retirarse a su cuarto. Ella lo dejaba hacer, pero no se atrevía a participar demasiado en esos besos, quizá era lo que Dan estaba esperando un pequeño empujón por su parte, una señal para que siguiera, pero tenía miedo de ser malinterpretada y siempre se quedaba con las ganas.Había visitado varias veces a Marcia para explicarle lo que le estaba sucediendo e incluso se atrevió a pr
En verdad era un paraje espectacular. Débora pensó que podría pasarse horas allí sin tener ganas de hacer nada más, relajada, meditando y contemplando el paisaje. Unas rocas escondían una bonita cascada que daba paso a una gran poza al parecer usada como atracción turística pues descansaban en sus orillas algunas canoas de colores, tablas y otros artilugios para navegar. También había algunas plataformas para facilitar el salto al agua y un pequeño embarcadero de madera. En la explanada colindante descubrió las típicas mesas y bancos de campamento construidas con troncos. Pero al parecer el lugar estaba desierto pues no se veía ni se escuchaba a nadie. Atardecía y el contraste de sombras y luces que dibujaban los últimos reflejos del sol que se ponía lentamente la dejaron sin palabras. Desmontaron y subieron encima de las rocas, se sentaron en un recodo a casi tocar del agua. Ella alabó las tierras, confesó que no le extrañaba que él estuviera tan orgulloso y que no quisiera vivir
Dan descubrió con alivio que todos los impedimentos de ella para amarlo eran a su entender superfluos, fruto del que dirán y de la diferencia social. Le confesó y era verdad, ahora se alegraba de no haber sido nunca un esnob que vivía cara a la galería, que jamás le importaron las clases sociales. Prueba de ello era que sus mejores amigos eran Mike y Marcia, hijos de trabajadores de la hacienda, y además prefería vivir en el campo y no solía hacer mucha vida social, al contrario, lo detestaba…-Si…, pero una cosa es tener amigos aquí en el rancho o en esta ciudad pequeña y otra presentarme como tu mujer…, - insistió ella - además proviniendo de dónde vengo…, yo estuve en un burdel, es difícil pero ya pasó con Montrail, quizá alguien me recuerde, algún día alguien podría reconocerme y si llegásemos a tener hijos, no se merecen tener una madre que pueda ser objeto de maledicencia y burlas…Escuchar la palabra hijos inquietó a Daniel, una alarma inconsciente saltó en su cerebro, tensio
A Débora siempre le había intrigado saber cómo era Rebeca físicamente, y se lo preguntó, intuía que saberlo la entristecería, pero necesitaba comprobar si los comentarios que había logrado arrancar a Malena y Carola eran ciertos. Daniel corroboró la opinión de las muchachas. A ojos de Daniel resultó ser una mujer muy guapa, rubia de pelo lacio, de esas mujeres que hacen que los hombres se volteen a verlas cuando pasan, siempre impecable de pies a cabeza. Reconoció que no podría competir con ella físicamente. Él también describió su mal carácter. Fría como el hielo, ambiciosa y sin ningún sentimiento noble. Reconoció con dolor que fue a cazarlo y él cayó como un idiota, no tuvo tiempo de darse cuenta, se acostaron algunas veces, las suficientes para que Rebeca consiguiera su objetivo: embarazo y boda. Pertenecía a una familia de reconocida reputación en Austin. Una vez casados descubrió que solo era una fachada puesto que estaban prácticamente en la ruina. Le confesó que invirtió u
Una vez abierto su corazón, puestos encima de la mesa sus traumas y contradicciones, ya no le quedaba nada más que contar. Daniel se había sincerado, quizá por primera vez en su vida, se sintió aliviado. Ya no tenía nada más que decir, dejaría un tiempo para que Débora lo asimilara. Si ella cumplía y llenaba su casa de amor y alegría no iba a dejarla marchar nunca. De eso estaba seguro. A pesar de que su pequeña creyera lo contrario.Así que decidió cambiar de conversación. – Debbie – comentó – hay otra cosa que te quiero decir… en unos días, va a ser mi cumpleaños, y lo más seguro es que mi madre se aparezca por la casa, así que tendremos que prepararnos para contarle lo nuestro…,-¿Tu madre? – preguntó Débora asustada –-No te preocupes chiquita, mi madre es una buena mujer, le caerás bien…Débora no estaba muy segura, se ofreció a esconderse en cualquier hotel de la ciudad. Al fin y al cabo, más tarde o más temprano se iban a divorciar, no hacía falta que la conociera. Por supue
De todas las reacciones posibles a su mejoría, esa era la que Daniel menos podía esperar, ahora bien, no por inesperada fue menos placentera.-Vaya…, - comentó visiblemente contento– creo que es la primera vez que me das un beso por iniciativa propia…, me parece que voy a dejar que me hieran cada día si así obtengo mi premio…-No digas bobadas – respondió Débora entre asustada y avergonzada al mismo tiempo por su reacción inconsciente… tuvo tanto miedo de perderlo que no se dio cuenta… se llevó las manos a los labios y se sonrojó… - lo siento…-No te sonrojes ni te disculpes…, ¿Puedes volver a hacerlo? Por favor – sonrió él burlonamente.-Estúpido -contestó ella,- nos has tenido tan preocupados…-Lamentablemente todo vuelve a la normalidad…,- se burló- ¿De verdad no quieres volver a besarme en lugar de llamarme estúpido? – bromeó mientras le apretaba la mano fuertemente, esta vez fue él, se la llevó a la boca para besársela - Gracias…, gracias chiquita por preocuparte por mi… Te debo
Por suerte para Dan el doctor no cumplió su palabra de retenerlo más de la cuenta en el hospital y, tal como prometió, al día siguiente le dio el alta por lo que pudo regresar a su casa. Lamentablemente para encontrarse con una desagradable sorpresa, Mike el capataz lo estaba esperando, tenía algo urgente y desagradable que comentarle. Así que, pese a la oposición de Débora, nada más llegar a la casa se metió en su despacho dispuesto a escuchar a su capataz. Su esposa únicamente logró arrancarle una promesa: brevedad. Daniel se sentó en uno de los sillones junto a la ventana, le gustaba estar así con su amigo, más relajadamente, y se preparó para escuchar.-Te escucho. ¿Qué es eso tan urgente?-Las reses que teníamos apartadas en el pasto del norte listas para vender han desaparecido…Daniel meneó la cabeza, contrariado:-¡Mierda! Llevábamos tiempo sin robos por la zona, incluso rebajamos la vigilancia. ¡Qué estupidez! Nunca te puedes fiar… ¿Cuándo te diste cuenta?-Ayer, mandé a do
Daniel era desconfiado por naturaleza, iba en su ADN y además la vida le había demostrado con creces que tomar precauciones nunca estaba de más. Así que, se reservó el control telemático de la cuenta bancaria de su esposa. Lo pensó durante varios días, no era ético lo que iba a hacer, él le había entregado ese dinero a Débora y ahora ya no era suyo, pertenecía única y exclusivamente a Débora. Pero la tentación era demasiado grande. Tentación y curiosidad. Tentación, curiosidad y temor. Tentación, curiosidad, temor y recelo… Un todo incluido qué venció finalmente al pudor que podía tener y consultó los movimientos y saldo de la cuenta.Se inquietó al comprobar que su esposa había retirado grandes cantidades en efectivo o a través de cheques y empezó a preocuparse. ¿Para que precisaba ella tanto dinero? Siempre repetía que no le importaba el dinero y que no necesitaba nada… Obviamente aparecieron nuevamente las sospechas y las dudas, unidas ahora a ese nuevo sentimiento desconoci