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Débora despertó con la sensación de haber dormido mucho, se sentía descansada, relajada…, Al abrir los ojos no reconoció los muebles como los de su cuarto, se incorporó de un salto y vio a Daniel salir del baño, llevaba puestos unos pantalones oscuros y se abrochaba una camisa fina color verde pálido, que resaltaba el moreno de su cuerpo… Iba silbando, parecía de muy buen humor, y ciertamente lo estaba, pues se acercó a ella con una sonrisa de oreja a oreja y la acusó de dormilona antes de darles los buenos días y estamparle un cariñoso beso en la frente.

Contrariamente a lo que pareciera, para Débora el buen semblante de su marido no podía presagiar nada bueno, se empezó a preocupar y esa inquietud borró en un santiamén la sensación de relajación que había experimentado. Instintivamente se puso a la defensiva preocupada por despertar en la cama de él, preguntó porque estaba allí. Daniel seguía sonriendo y le respondió con una obviedad:

-Buenos días, creo que te acabas de despertar
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