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Una vez abierto su corazón, puestos encima de la mesa sus traumas y contradicciones, ya no le quedaba nada más que contar. Daniel se había sincerado, quizá por primera vez en su vida, se sintió aliviado. Ya no tenía nada más que decir, dejaría un tiempo para que Débora lo asimilara. Si ella cumplía y llenaba su casa de amor y alegría no iba a dejarla marchar nunca. De eso estaba seguro. A pesar de que su pequeña creyera lo contrario.

Así que decidió cambiar de conversación. – Debbie – comentó – hay otra cosa que te quiero decir… en unos días, va a ser mi cumpleaños, y lo más seguro es que mi madre se aparezca por la casa, así que tendremos que prepararnos para contarle lo nuestro…,

-¿Tu madre? – preguntó Débora asustada –

-No te preocupes chiquita, mi madre es una buena mujer, le caerás bien…

Débora no estaba muy segura, se ofreció a esconderse en cualquier hotel de la ciudad. Al fin y al cabo, más tarde o más temprano se iban a divorciar, no hacía falta que la conociera. Por supue
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