Débora no podía más, su aguante había llegado al límite, el comentario de su esposo le dolió hasta límites insospechados y no se calló lo que sentía.También se dolió Daniel, y mucho más porque encima cargaba un gran sentimiento de culpabilidad. Desde el momento en que la vio se encariñó con ella, le enterneció su inocencia, su sencillez y simpatía, quiso protegerla, y en lugar de eso la había lastimado, tanto que para ella estaba a la misma altura de ese ser tan despreciable de Eddie Morgan, que había intentado abusar de ella. Pero el era peor, ahora se daba cuenta, la había dañado interiormente, y esas cicatrices tardaban más en curar. Si es que llegaban a sanar algún día. Por suerte había llegado a tiempo de impedir que se fuera, y ya no la dejaría ir, costara lo que costara. Había llegado el momento de terminar de una vez por todas con las tonterías, dejar de esconderse tras la máscara de hombre despechado, dejar de hacerse la víctima y romper de una vez la coraza de ese coraz
Sus ojos, pocos minutos antes sin vida, habían recuperado la fuerza. Danny sonrió complacido, aunque lo que vio no era amor, sino furia, poco a poco... pensó… Dejó que ella se desfogara unos segundos, atento a su reacción… Débora se cansó de gritarle ya que él no contestaba y optó por irse, pero el estaba preparado, apoyado en la puerta de entrada por allí no tenía salida, así que lo intentó por la puerta interior hacia su habitación. Chica lista, pensó, pero corrió más que ella y la detuvo antes de llegar al umbral, la atrajo otra vez hacía si, Débora pensó que iba a volver a besarla y se tensó, el lo notó y optó por abrazarla muy fuertemente, acariciándole el cabello mientras le iba susurrando…, -chiquita…, tranquila… no me rechaces… por favor… mi Debbie querida.-No te entiendo, de verdad que no te entiendo, hace unas horas me has humillado públicamente y ahora ¿Qué es lo que quieres?Hacerte el amor como si no hubiera un mañana, le confesó. Le aclaró que tal como ella le había p
La comida entre risas yacompañada de caras felices sienta mucho mejor. Una vez saciada su sed de amor, Daniel se prometió a si mismo nunca más regresar a la soledad. Iba a pasar el resto de su vida dedicado a ser feliz y a llenar de amor a sus seres queridos. A dos de ellos los tenía delante, con la cara manchada de chocolate, riendo como si no hubiera mañana. -¡Venga va, terminad de comer! hace un día magnífico y será un desperdicio que lo pasemos aquí encerrados. -Cogió a David en brazos – Venga muchachote, vamos a vestirte – luego se dirigió a su esposa - Te esperaremos abajo cariño, ponte pantalones y unas botas, por favor – le dijo-¿Por qué? – Preguntó ella con una sonrisa divertida. Por lo que se veía, su marido no perdía la costumbre de mandar…-Ya es hora de que aprendas a montar.-¿Estás seguro?-Por supuesto, la dueña de dos tercios de un rancho y un criadero de caballos, que pronto será famoso –alardeó - debe saber montar a la perfección. Pienso enseñarte yo personalmente
Pasaron un par de horas y ya oscurecía, Débora aún no había llegado y Daniel empezaba a preocuparse. Preguntó al servicio, pero estos no sabían nada, sólo pudieron informarle que había salido sola.-¿Caminando? – preguntó intrigado Daniel-Supongo que sí señor – aclaró José- pues mi hijo Martín tiene el día libre, y no ha pedido ningún coche.-¿Saben si alguien la ha recogido? –Nadie del servicio pudo responder a esa pregunta. Llamaron a los porteros y estos informaron que la señora salió caminando.-¿Y nadie fue capaz de preguntarle a donde se dirigía?-Señor…. –Los porteros se excusaron como pudieron. Ellos si eran plenamente conscientes de que no tenían potestad para preguntar a la dueña, o a la esposa del dueño donde iba, al parecer a Daniel se le escapaba ese punto. Obviamente nadie osó contradecirlo, otra vez parecía enfadado. Otra vez el fantasma de los celos y el miedo a que se hubiera ido empañaron la razón de Dan, empezó a imaginarse lo peor y se intranquilizaba más y
Los días posteriores a la fiesta de cumpleaños transcurrieron más que apacibles. A Daniel se le antojaba un sueño disfrutar de un mínimo de sosiego en su vida. Incluso la indolencia de Lisbeth con todo y con todos, menos con Débora a la que obsequiaba con más de una grosería, le parecían una pequeñez. Su hermana continuaba frecuentando al doctor, un punto positivo, y a los Montrail, lo que ya desagradaba un poco más a su hermano, pero para no perjudicar más su relación había decidido obviarlo y esperar el devenir de los acontecimientos. En lo referente a su relación con Débora, se decidió finalmente a gozar de la vida de casado. Se habían conocido en lamentables circunstancias, la había desposado creyendo que su matrimonio sería más que breve, pero a pesar de todos los recelos y dudas no había conseguido probar nada en contra de ella, ni encontrado nada en el comportamiento de la joven que lo indujera a pensar que quería aprovecharse de él. Todo lo contrario, lo único que había re
Margaret no tenía ninguna intención de perder el tiempo hablando de muertos, y mucho menos si no los había conocido como era el caso de Jorge y Rebeca, mejor centrarse en los vivos. Además, odiaba aguantar a Lisbeth, a la que toleraba, pero no le caía nada bien, alardeando de su fortuna, una fortuna que ansiaba pero que cada día estaba más lejos de su alcance. Así que decidió reanudar la conversación en el punto que le interesaba: Daniel, y obviar los otros comentarios.-Bueno… no perdamos tiempo en hablar de muertos y centrémonos en los vivos. Y el bomboncito de tu hermano está muy, pero que muy vivo y además es un ejemplar magnífico. No tengo ninguna duda que acorde con su aspecto físico va todo lo demás por lo que debe ser un magnífico amante… Y hablando de acostarse…– desvió la atención – ¿Cómo va tu relación con el doctorcito? ¿Ya te lo has tirado? – preguntó curiosa.-Si…, un par de veces ya. No estuvo mal, aunque no fueron nada del otro mundo – confesó dubitativa Lisbeth, -Da
Débora dudó un momento, pero devolvió el saludo y aceptó sujetar al brioso animal de Margaret. Nunca había tenido miedo de los animales y desde que llegó al rancho compartió enseguida el gusto de su esposo por los caballos. El animal que montaba Margaret era magnífico, no dudó en acariciarlo mientras lo miraba fijamente a los grandes ojos oscuros que reflejaban serenidad, eso era precisamente lo que necesitaba ella. Aprovechó esos segundos para meditar ahora que parecía que la relación con su esposo iba bien no deseaba enturbiarla con rivalidades femeninas. Quizá le haría bien estar a buenas con Margaret, a lo mejor la vecina la ayudaba a comprender porque Lisbeth la trataba tan mal y entre las dos quizás podrían influir en su cuñada para que variara su actitud para con ella… Seguía enfrascada en esos pensamientos que la impulsaban a aceptar la invitación de la vecina, pero aún sin decidirse del todo cuando Lisbeth con sus palabras terminó por decantar la balanza: -Va anímate cuña
Recorrió todo el jardín con su hijo en brazos en busca de su esposa sin hallar el menor rastro de ella. Incluso se acercó al recinto de la piscina que estaba vacío, como esperaba. No era tiempo de baños y además sabía que su esposa nunca iba allí pero ya no le quedaban sitios donde mirar. También llamó a Oso, no encontró a ninguno de los dos, imaginó que estarían juntos, pues se habían hecho inseparables, lo que le dio un mínimo de esperanza. Se acercó finalmente a las cuadras, ella se llevaba bien con todos los animales, quizá estaba alimentando a algún potrillo o mejor aún: Quizá Desdémona, una veterana yegua de cría, se había puesto de parto y estaba distraída con el feliz acontecimiento. Ese breve momento de esperanza se truncó definitivamente al descubrir que la yegua aun no estaba de parto, pero el caballo que usaba su esposa tampoco estaba en su cubículo ¡Dios! Ahora si se preocupó. Intuía problemas y no se equivocó. Ese mal presagio se confirmó cuando un mozo le reveló que