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Recorrió todo el jardín con su hijo en brazos en busca de su esposa sin hallar el menor rastro de ella. Incluso se acercó al recinto de la piscina que estaba vacío, como esperaba. No era tiempo de baños y además sabía que su esposa nunca iba allí pero ya no le quedaban sitios donde mirar. También llamó a Oso, no encontró a ninguno de los dos, imaginó que estarían juntos, pues se habían hecho inseparables, lo que le dio un mínimo de esperanza. Se acercó finalmente a las cuadras, ella se llevaba bien con todos los animales, quizá estaba alimentando a algún potrillo o mejor aún: Quizá Desdémona, una veterana yegua de cría, se había puesto de parto y estaba distraída con el feliz acontecimiento.

Ese breve momento de esperanza se truncó definitivamente al descubrir que la yegua aun no estaba de parto, pero el caballo que usaba su esposa tampoco estaba en su cubículo ¡Dios! Ahora si se preocupó. Intuía problemas y no se equivocó. Ese mal presagio se confirmó cuando un mozo le reveló que
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