En la casa ya los esperaba el transporte médico que trasladaría a Débora al hospital, a Mike le costó gran esfuerzo sujetar a Oso que intentaba subirse también a la ambulancia para permanecer al lado de la joven..., luego de dejarlo en las cuadras se dirigió al hospital. Allí encontró a Daniel hecho una furia gritando como loco a todo el personal que se le ponía delante que localizaran urgentemente al doctor Hatahle. Vanos resultaban los intentos de la administrativa en recordarle que era su día libre y que el doctor que atendía estaba perfectamente capacitado.-¿Qué coño le pasa a este hospital?, ni siquiera podemos tener un doctor entero, ya de por si Dasan es un principiante… pero ahora encima este muchacho que ha entrado para atender a Débora seguro que aún está cursando sus estudios…La sensatez de Mike se impuso nuevamente, recordando que su amigo le había comentado que el doctor estaba cenando con su hermana el mismo llamó a Lisbeth y consiguieron que esta les pasase con el doc
Cuando Mike entró nuevamente en la sala de espera con dos tazas de humeante café encontró a Daniel abatido en uno de los butacones, la cabeza entre las manos y las piernas extendidas cuan largo eran. Se sentó a su lado y le acercó la taza, este la agarró atraído por el olor. Sin ni siquiera mirarlo le preguntó por su hermana.-He llamado a Martín para que viniera a recogerla, acabo de meterla en el coche – le respondió eficiente como siempre el fiel empleado, no sabía si mencionarlo, pero pensó que quitándole un poco de hierro al asunto destensaría la situación, así que le comentó medio en broma – Habéis dado un buen espectáculo hermano.-¡Estoy hasta arriba de Lisbeth! – le respondió su jefe – Lo primero que haré cuando vuelva al rancho será darle su dinero y que se largue, que viva su vida como le plazca. No quiero verla nunca más. ¡Me dan igual el testamento y las disposiciones de mi padre! Estoy harto.-Tu no vas a hacer eso – le recriminó valientemente Mike sin temor a ser repren
No habían transcurrido más de dos horas desde que Débora fue trasladada a la habitación cuando la situación empeoró. Había recobrado el sentido e incluso cruzado varias palabras con su esposo, aunque inconexas. Ese breve despertar sirvió de bálsamo momentáneo a un asustado Daniel, ávido por escuchar nuevamente la voz de su joven esposa. Respiró aliviado en cuanto la vio abrir los ojos, lamentablemente la alegría duró poquísimo, la joven repentinamente empezó a sentir náuseas acompañadas por fuertes convulsiones. Las máquinas a las que estaba conectada iniciaron un concierto de pitos y ruidos que propiciaron la aparición de una enfermera en la habitación, antes incluso que Daniel hubiera tenido tiempo de llamarla. Seguidamente entró el doctor con otros sanitarios y se llevaron a la enferma a toda prisa ante un asustado Daniel que no atinaba a hacer o decir nada. Una media hora más tarde regresó el médico, en su semblante si se mostraba esta vez una honda preocupación. -¿Dónde está
A pesar de su terca negativa la madre no desistió y finalmente logró convencer a Daniel para que saliera un ratito del hospital. Ciertamente necesitaba reponer fuerzas y comer, no sabían cuánto demoraría Débora en recuperarse, si es que salía algún día del coma. Así que obedeció, abandonó la habitación con el corazón en un puño, no sin antes repetirle a su madre hasta la saciedad que lo llamara sin falta en caso de producirse algún cambio.Desoyendo los consejos de Helen de que se lo tomara con calma dejó el hospital solamente el tiempo preciso para darse una ducha, ponerse ropa limpia y comer rápido, pidió a la cocinera que le preparara un sencillo tentempié. La mujer, lo conocía de sobras y no le hizo demasiado caso. Nada más entrar en el comedor el olor del copioso desayuno que le habían preparado le recordó que llevaba más de dos días sin probar comida de verdad. Devoró todo en un santiamén y regresó presto al hospital, no se quería separar por nada del mundo de su esposa. A
Helen maldijo interiormente a su primera nuera, ella era la culpable de todo, la culpable de haber desgraciado la vida de su hijo hasta el punto de convertirlo en un hombre desesperado, un hombre capaz de renunciar a la felicidad y negarse a amar. Escuchaba sin interrumpir la narración de su hijo que seguía en su monólogo descargando y abriendo por primera vez su corazón a su madre:Así pues en lugar de descubrirla como impostora, sucedió todo lo contrario, Débora fue entrando poco a poco en nuestras vidas llenándolas de alegría, en el rancho todos la adoran… Bueno no todos, y ese es el problema. A medida que se afianzaba nuestra relación se convirtió en el blanco de la ira de todos mis enemigos. Primero Montrail que intentó abusar de ella pensando que a mí me importaría, luego Margaret, que desea a toda costa casarse conmigo. Debí haberla desengañado hace tiempo, pero preferí pasar por alto sus intenciones, y lo fui dejando, y ella aún piensa que podrá pescarme…¡Estúpida, sólo me fa
Daniel y su madre se abalanzaron sobre la cama de Débora, la muchacha recuperaba el conocimiento, lentamente, aturdida aún… No sabía dónde estaba, tardó en reconocer a Daniel, si es que llegó a reconocerlo pues solo estuvo consciente unos momentos, insuficientes para aclarar nada, volvió a dormirse nuevamente… Y así estaba cuando entró la enfermera avisada por Helen. Esta, una mujer mayor y paciente que respondió pausadamente a todas las preguntas que le formuló un intranquilo Daniel les aseguró que eran buenas noticias, pero que era normal que despertara y volviera a caer en el sopor. Rehusó la petición insistente de ambos que avisara al doctor explicando que esa situación podía repetirse más veces antes de que despertara definitivamente.Ya no despertó hasta la mañana siguiente. Entonces si se apareció una legión entera de doctores en la habitación para llevarse a la enferma, ante la desesperación de Daniel que volvió a quedarse sólo con sus cavilaciones. Le practicaron más prue
Dan se preparó para asestarle el golpe definitivo. Pero antes de hacerlo le regaló un último intento, quiso preguntarle por su relación en el accidente de Débora. La hermana siguió negando cualquier participación directa en el asunto, siguió escupiendo veneno en contra de su cuñada e incluso se atrevió a exculpar a Margaret insistiendo en que la idea de la vecina era invitarla a ella y que Débora se ofreció a acompañarla para que no montara sola, ofrecimiento que ambas habían rechazado conocedoras del poco dominio que tenía ella encima de un caballo. El colmo del cinismo llegó al punto de achacar todo a la benevolencia de Margaret que no quiso desairar a Débora y hacerle el feo de rechazar su ofrecimiento.-Bien – respondió Dan haciendo verdaderos esfuerzos por controlarse ante la sarta de mentiras que estaba escuchando en boca de su hermana – tú lo has querido.-¿Qué es lo que yo he querido? – preguntó la hermana a la que empezaba a intranquilizar el tono sereno de su hermano, si
Débora tenía la cabeza hecha un lío. Había observado que desde la fiesta de aniversario de Daniel su relación había cambiado. Del comportamiento de su esposo intuía que ya no la tomaba como un accidente con el que se había casado por una temporada, por lo que, si la consideraba su esposa en la cama, también debía tenerla en cuenta para tomar cualquier decisión. Ese no era el caso y se enojó. Su marido, a pesar de que le había prometido cambiar no tenía ninguna intención de hacerlo, estaba demasiado acostumbrado a mandar y a imponer su voluntad que menospreciaba la opinión de los demás. De los dos motivos esgrimidos por su marido, quizá podía darle la razón en uno: quedarse en Houston le evitaría viajar para pasar las oportunas revisiones médicas. Pero no estaba para nada de acuerdo en el segundo motivo: Su seguridad personal. No, eso no lo compraba. Había aprendido la lección, una más de las recibidas en esos meses. Poco a poco y a base de aguantar golpe tras golpe se había curtid