Daniel y su madre se abalanzaron sobre la cama de Débora, la muchacha recuperaba el conocimiento, lentamente, aturdida aún… No sabía dónde estaba, tardó en reconocer a Daniel, si es que llegó a reconocerlo pues solo estuvo consciente unos momentos, insuficientes para aclarar nada, volvió a dormirse nuevamente… Y así estaba cuando entró la enfermera avisada por Helen. Esta, una mujer mayor y paciente que respondió pausadamente a todas las preguntas que le formuló un intranquilo Daniel les aseguró que eran buenas noticias, pero que era normal que despertara y volviera a caer en el sopor. Rehusó la petición insistente de ambos que avisara al doctor explicando que esa situación podía repetirse más veces antes de que despertara definitivamente.Ya no despertó hasta la mañana siguiente. Entonces si se apareció una legión entera de doctores en la habitación para llevarse a la enferma, ante la desesperación de Daniel que volvió a quedarse sólo con sus cavilaciones. Le practicaron más prue
Dan se preparó para asestarle el golpe definitivo. Pero antes de hacerlo le regaló un último intento, quiso preguntarle por su relación en el accidente de Débora. La hermana siguió negando cualquier participación directa en el asunto, siguió escupiendo veneno en contra de su cuñada e incluso se atrevió a exculpar a Margaret insistiendo en que la idea de la vecina era invitarla a ella y que Débora se ofreció a acompañarla para que no montara sola, ofrecimiento que ambas habían rechazado conocedoras del poco dominio que tenía ella encima de un caballo. El colmo del cinismo llegó al punto de achacar todo a la benevolencia de Margaret que no quiso desairar a Débora y hacerle el feo de rechazar su ofrecimiento.-Bien – respondió Dan haciendo verdaderos esfuerzos por controlarse ante la sarta de mentiras que estaba escuchando en boca de su hermana – tú lo has querido.-¿Qué es lo que yo he querido? – preguntó la hermana a la que empezaba a intranquilizar el tono sereno de su hermano, si
Débora tenía la cabeza hecha un lío. Había observado que desde la fiesta de aniversario de Daniel su relación había cambiado. Del comportamiento de su esposo intuía que ya no la tomaba como un accidente con el que se había casado por una temporada, por lo que, si la consideraba su esposa en la cama, también debía tenerla en cuenta para tomar cualquier decisión. Ese no era el caso y se enojó. Su marido, a pesar de que le había prometido cambiar no tenía ninguna intención de hacerlo, estaba demasiado acostumbrado a mandar y a imponer su voluntad que menospreciaba la opinión de los demás. De los dos motivos esgrimidos por su marido, quizá podía darle la razón en uno: quedarse en Houston le evitaría viajar para pasar las oportunas revisiones médicas. Pero no estaba para nada de acuerdo en el segundo motivo: Su seguridad personal. No, eso no lo compraba. Había aprendido la lección, una más de las recibidas en esos meses. Poco a poco y a base de aguantar golpe tras golpe se había curtid
Daniel la acompañó a todas las revisiones médicas hasta que le dieron el alta definitiva, y tal como le había prometido se ocupó de tenerla entretenida pues casi todas las noches salieron a cenar y luego a bailar. Disfrutaron de la gran diversidad de espectáculos artísticos que ofrece la ciudad de Houston que cuenta con una actividad teatral destacada, un teatro de ópera y de ballet. Junto a David visitaron varios parques de atracciones y asistieron a eventos deportivos (estuvieron en el Minute Maid Park, estadio donde juegan los Astros a beisbol, el Toyota Center, hogar de los Rockets y como no vieron también un partido de futbol americano en el Reliant Stadium)-¿También tienes un palco reservado en este estadio? – preguntó intrigada Débora, pues era el tercer evento deportivo al que asistían y siempre habían visto los partidos desde un reservado…-Los sponsors pagamos gran parte de los gastos de estos clubs Débora, y a los más importantes nos ofrecen estas ventajas…-Pero si tu es
Daniel se disculpó con su esposa. Explicarle a su esposa la relación que mantuvo con Chloé era un tema pendiente que debía haber resuelto mucho antes..., se excusó como pudo, le dijo sinceramente que primero no se atrevió para no enturbiar con discusiones que no venían al caso su incipiente buena relación y luego al suceder su accidente ocupó su mente con otras preocupaciones y lo olvidó por completo.-Eso no es excusa - le reclamó la muchacha.Aceptó su parte de culpa, su esposa tenía todo el derecho de estar molesta y ahora comprendía porque se había comportado extrañamente durante los últimos días. Había malinterpretado su actitud creyendo que estaba cohibida por las visitas. y en realidad estaba molesta únicamente por una de las visitas: Chloé. Lo lamentaba mucho y le dolía mucho más no haberse dado cuenta a tiempo. De todas formas, insistió en saber quién se lo había contado.-Qué más da quien fuera – replicó Débora. A él solo le importaba quien se lo había contado, no lo que
Daniel no podía retrasarlo más, así que días más tarde reunió el valor suficiente para hablar otra vez con su hermana. De Margaret no habían tenido noticias, le preguntó a Lisbeth si aún seguían relacionándose y se sintió algo aliviado cuando ella le confesó que creía que la vecina se había ido por un tiempo. Nuevamente negó ser conocedora de los planes de Margaret. Saber que no se habían vuelto a ver ni mantenido contacto lo alegró algo, aunque no terminó de creerla, pero tampoco podía ponerle vigilancia las veinticuatro horas del día. Se lo dijo y Lisbeth aprovechó para burlarse nuevamente de él, se ofreció para buscar una buena agencia de detectives con la que podría tenerlas vigiladas a las dos, a ella y a su esposa.Sin entrar al trapo en esa burla y para destensar un poco la situación le ofreció una mensualidad, no tan elevada como la que tenía, pero si suficientemente cuantiosa para cubrir todos sus caprichos, por la manutención no debía preocuparse pues mientras estuviera e
Juárez, Doris y también Monna descubrieron que ahora sí tenían todo a su favor, nadie sospecharía de ellos pues era el propio Savater quien recelaba de su esposa, sólo les quedaba hacer recaer la sospecha sobre ella. Doris se sintió satisfecha por esa ocurrencia, si encima conseguía romper ese matrimonio mejor que mejor. Redactaron una pequeña nota, Monna la dejaría en el despacho, los celos y el miedo de Daniel harían el resto.Al día siguiente, Daniel entró en el despacho para revisar unos papeles antes de cenar, había estado jugando, como acostumbraba últimamente, en el jardín con su hijo y su esposa. Débora se retiró con su hijo para bañarlo y darle de cenar, quedaron en reencontrarse en el comedor pequeño, le gustaba pasar la velada en esa sala tumbados en el suelo junto al hogar, muchas noches ni siquiera llegaban a la habitación pues se amaban delante del cálido fuego. Un papel blanco boca abajo resaltaba encima de la oscura mesa, le dio la vuelta y lo sorprendió su compo
Esa fue la primera de muchas noches idénticas. Por el día apenas cruzaban alguna palabra sin demasiado interés, él actuaba como un autómata, sólo se dirigía a ella para darle órdenes. Y sobre todo para advertirle que tratara bien a David. La amenazaba continuamente con consecuencias terribles, nunca decía cuáles, si su hijo se daba cuenta de los problemas que tenían como pareja. ¿Cómo podía llegar a pensar que ella usaría al niño para hacerle daño? ¿Es qué aún no la conocía suficiente? Todo ese tiempo, su entrega, sus demostraciones de cariño, su amor incondicional no había servido de nada. Intentó razonar con él, pero no consiguió que la escuchara. Al final vencida dejó pasar el tiempo en espera de descubrir que causaba ese profundo malestar en su esposo y si ese era el caso, ayudarlo todo lo que estuviera en sus manos.Necesitaba descargar esa pena, hablarlo con alguien, pero ¿con quién? Con la madre de Daniel no podía, aún no tenía la suficiente confianza para explicarle la forma