Débora dudó un momento, pero devolvió el saludo y aceptó sujetar al brioso animal de Margaret. Nunca había tenido miedo de los animales y desde que llegó al rancho compartió enseguida el gusto de su esposo por los caballos. El animal que montaba Margaret era magnífico, no dudó en acariciarlo mientras lo miraba fijamente a los grandes ojos oscuros que reflejaban serenidad, eso era precisamente lo que necesitaba ella. Aprovechó esos segundos para meditar ahora que parecía que la relación con su esposo iba bien no deseaba enturbiarla con rivalidades femeninas. Quizá le haría bien estar a buenas con Margaret, a lo mejor la vecina la ayudaba a comprender porque Lisbeth la trataba tan mal y entre las dos quizás podrían influir en su cuñada para que variara su actitud para con ella… Seguía enfrascada en esos pensamientos que la impulsaban a aceptar la invitación de la vecina, pero aún sin decidirse del todo cuando Lisbeth con sus palabras terminó por decantar la balanza: -Va anímate cuña
Recorrió todo el jardín con su hijo en brazos en busca de su esposa sin hallar el menor rastro de ella. Incluso se acercó al recinto de la piscina que estaba vacío, como esperaba. No era tiempo de baños y además sabía que su esposa nunca iba allí pero ya no le quedaban sitios donde mirar. También llamó a Oso, no encontró a ninguno de los dos, imaginó que estarían juntos, pues se habían hecho inseparables, lo que le dio un mínimo de esperanza. Se acercó finalmente a las cuadras, ella se llevaba bien con todos los animales, quizá estaba alimentando a algún potrillo o mejor aún: Quizá Desdémona, una veterana yegua de cría, se había puesto de parto y estaba distraída con el feliz acontecimiento. Ese breve momento de esperanza se truncó definitivamente al descubrir que la yegua aun no estaba de parto, pero el caballo que usaba su esposa tampoco estaba en su cubículo ¡Dios! Ahora si se preocupó. Intuía problemas y no se equivocó. Ese mal presagio se confirmó cuando un mozo le reveló que
Mentiras y más mentiras, usadas única y exclusivamente para hacer perder un tiempo valioso a los dos hombres, enfrascados en un inútil interrogatorio mientras Débora seguía tirada en el fondo de un barranco -¿Estás segura Margaret? – Preguntó Daniel cruzando una expresiva mirada con su amigo que estaba meneando la cabeza en señal de desaprobación. -Por supuesto que estoy segura. ¿Qué pasa?, Otra esposa que huye de ti – agregó burlona…- Sabes que yo nunca lo haría… -No estoy para bromas, el caballo de Débora regresó sólo… - inició una explicación que detuvo enseguida, mejor no dar a esa mujer más motivos de burla, si como decía no sabía nada, pues obvio era que no le importaba para nada lo que había pasado. -Pues yo no puedo decirte más. Nos separamos en el cruce cerca de la entrada de tu finca… ya lo conoces. Si puedo hacer algo, estoy dispuesta a ayudarte a buscar… -No.., creo que ya has hecho bastante. Hace un tiempo te pedí que no te acercaras a ella, a partir de ahora te lo pr
En la casa ya los esperaba el transporte médico que trasladaría a Débora al hospital, a Mike le costó gran esfuerzo sujetar a Oso que intentaba subirse también a la ambulancia para permanecer al lado de la joven..., luego de dejarlo en las cuadras se dirigió al hospital. Allí encontró a Daniel hecho una furia gritando como loco a todo el personal que se le ponía delante que localizaran urgentemente al doctor Hatahle. Vanos resultaban los intentos de la administrativa en recordarle que era su día libre y que el doctor que atendía estaba perfectamente capacitado.-¿Qué coño le pasa a este hospital?, ni siquiera podemos tener un doctor entero, ya de por si Dasan es un principiante… pero ahora encima este muchacho que ha entrado para atender a Débora seguro que aún está cursando sus estudios…La sensatez de Mike se impuso nuevamente, recordando que su amigo le había comentado que el doctor estaba cenando con su hermana el mismo llamó a Lisbeth y consiguieron que esta les pasase con el doc
Cuando Mike entró nuevamente en la sala de espera con dos tazas de humeante café encontró a Daniel abatido en uno de los butacones, la cabeza entre las manos y las piernas extendidas cuan largo eran. Se sentó a su lado y le acercó la taza, este la agarró atraído por el olor. Sin ni siquiera mirarlo le preguntó por su hermana.-He llamado a Martín para que viniera a recogerla, acabo de meterla en el coche – le respondió eficiente como siempre el fiel empleado, no sabía si mencionarlo, pero pensó que quitándole un poco de hierro al asunto destensaría la situación, así que le comentó medio en broma – Habéis dado un buen espectáculo hermano.-¡Estoy hasta arriba de Lisbeth! – le respondió su jefe – Lo primero que haré cuando vuelva al rancho será darle su dinero y que se largue, que viva su vida como le plazca. No quiero verla nunca más. ¡Me dan igual el testamento y las disposiciones de mi padre! Estoy harto.-Tu no vas a hacer eso – le recriminó valientemente Mike sin temor a ser repren
No habían transcurrido más de dos horas desde que Débora fue trasladada a la habitación cuando la situación empeoró. Había recobrado el sentido e incluso cruzado varias palabras con su esposo, aunque inconexas. Ese breve despertar sirvió de bálsamo momentáneo a un asustado Daniel, ávido por escuchar nuevamente la voz de su joven esposa. Respiró aliviado en cuanto la vio abrir los ojos, lamentablemente la alegría duró poquísimo, la joven repentinamente empezó a sentir náuseas acompañadas por fuertes convulsiones. Las máquinas a las que estaba conectada iniciaron un concierto de pitos y ruidos que propiciaron la aparición de una enfermera en la habitación, antes incluso que Daniel hubiera tenido tiempo de llamarla. Seguidamente entró el doctor con otros sanitarios y se llevaron a la enferma a toda prisa ante un asustado Daniel que no atinaba a hacer o decir nada. Una media hora más tarde regresó el médico, en su semblante si se mostraba esta vez una honda preocupación. -¿Dónde está
A pesar de su terca negativa la madre no desistió y finalmente logró convencer a Daniel para que saliera un ratito del hospital. Ciertamente necesitaba reponer fuerzas y comer, no sabían cuánto demoraría Débora en recuperarse, si es que salía algún día del coma. Así que obedeció, abandonó la habitación con el corazón en un puño, no sin antes repetirle a su madre hasta la saciedad que lo llamara sin falta en caso de producirse algún cambio.Desoyendo los consejos de Helen de que se lo tomara con calma dejó el hospital solamente el tiempo preciso para darse una ducha, ponerse ropa limpia y comer rápido, pidió a la cocinera que le preparara un sencillo tentempié. La mujer, lo conocía de sobras y no le hizo demasiado caso. Nada más entrar en el comedor el olor del copioso desayuno que le habían preparado le recordó que llevaba más de dos días sin probar comida de verdad. Devoró todo en un santiamén y regresó presto al hospital, no se quería separar por nada del mundo de su esposa. A
Helen maldijo interiormente a su primera nuera, ella era la culpable de todo, la culpable de haber desgraciado la vida de su hijo hasta el punto de convertirlo en un hombre desesperado, un hombre capaz de renunciar a la felicidad y negarse a amar. Escuchaba sin interrumpir la narración de su hijo que seguía en su monólogo descargando y abriendo por primera vez su corazón a su madre:Así pues en lugar de descubrirla como impostora, sucedió todo lo contrario, Débora fue entrando poco a poco en nuestras vidas llenándolas de alegría, en el rancho todos la adoran… Bueno no todos, y ese es el problema. A medida que se afianzaba nuestra relación se convirtió en el blanco de la ira de todos mis enemigos. Primero Montrail que intentó abusar de ella pensando que a mí me importaría, luego Margaret, que desea a toda costa casarse conmigo. Debí haberla desengañado hace tiempo, pero preferí pasar por alto sus intenciones, y lo fui dejando, y ella aún piensa que podrá pescarme…¡Estúpida, sólo me fa