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Por suerte para Dan el doctor no cumplió su palabra de retenerlo más de la cuenta en el hospital y, tal como prometió, al día siguiente le dio el alta por lo que pudo regresar a su casa. Lamentablemente para encontrarse con una desagradable sorpresa, Mike el capataz lo estaba esperando, tenía algo urgente y desagradable que comentarle. Así que, pese a la oposición de Débora, nada más llegar a la casa se metió en su despacho dispuesto a escuchar a su capataz. Su esposa únicamente logró arrancarle una promesa: brevedad. Daniel se sentó en uno de los sillones junto a la ventana, le gustaba estar así con su amigo, más relajadamente, y se preparó para escuchar.

-Te escucho. ¿Qué es eso tan urgente?

-Las reses que teníamos apartadas en el pasto del norte listas para vender han desaparecido…

Daniel meneó la cabeza, contrariado:

-¡Mierda! Llevábamos tiempo sin robos por la zona, incluso rebajamos la vigilancia. ¡Qué estupidez! Nunca te puedes fiar… ¿Cuándo te diste cuenta?

-Ayer, mandé a do
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