Y por si las dudas, los celos y la desconfianza no fueran ya demasiado, faltaba la guinda para coronar el pastel, sucedió esa misma noche, justo la noche la anterior a la fiesta…, Desesperado como estaba, temeroso de tener otro encontronazo con Lisbeth, para eludir a Débora y evitar una nueva pelea entre ambos, y con miedo de que Monna volviera a las andadas e intentara colarse de nuevo en su habitación, no cenó en la casa, salió. En ese pueblo no había muchos sitios donde ir para tomar una copa, así que se acercó al Menfis. Era el Menfis o el local anexo dedicado a la música country, como lo último que deseaba era estar rodeado de vaqueros borrachos bailando y cantando lo descartó y se dirigió al club de alterne. Por otro lado, también deseaba ver cómo iban las cosas por ahí. Dudaba de su mujer y temía que parte del dinero que había sacado hubiera ido a parar a manos de alguien de ese local, ya fuera por gusto o porque la estaban chantajeando y eso aún lo enfurecía más ya que le dol
Débora se había arreglado para la ocasión todo lo mejor que pudo, usó el mismo vestido verde de su boda, al menos sabía que a Daniel le gustaba y que era lo suficientemente elegante para no desentonar delante del resto de invitadas que seguramente acudirían con sus mejores galas. Lo combinó con el collar y los pendientes que él le había regalado. Era la primera vez que los usaba, junto al anillo que le había regalado para la boda y que tampoco lucía nunca.Dudó, no sabía si iba demasiado arreglada o por el contrario no lo suficiente. Nada acostumbrada a usar joyas temía parecer un joyero andante, o si era verdad que las joyas no eran de demasiado valor como le había reprochado Lisbeth verse demasiado vulgar. Le hubiera gustado poder confiar en Lisbeth y preguntarle, que la aconsejara..., pero eso era imposible a día hoy por hoy. Al menos intuyó que si lucía su regalo a Danny le gustaría y no se fijaría demasiado si vestía adecuadamente o no. Peor le fue con su pelo. Intentó peinar
Se refrescó la cara y la cabeza en un pequeño servicio situado al lado de la cocina antes de dirigirse al despacho. Se hundió en una de las butacas, su amigo le puso la mano en el hombro al pasar por su lado para sentarse a su vez, mientras su madre los miraba con curiosidad desde el sofá en el que también había tomado asiento. Tomó una de las tazas que le ofrecía José-Supongo que Débora ha contratado servicio externo para que ustedes puedan disfrutar de la fiesta ¿verdad?-No se equivoca señor.-Lo imaginaba, siendo así, busque a su esposa y disfruten de la velada.-Gracias, señor.Al intentar llevarse el café a la boca topó con la mirada divertida de Mike que degustaba una copa de champaña enfrente de él.-¡Va... lo estas deseando, lo veo en tus ojos! Sabes que no es café lo que necesito, sino que me rompas la cara de un puñetazo. – espetó de repente-Bueno primero deja que termine mi copa. – respondió Mike con una sonrisa de oreja a oreja. -Este champaña es excelente.-¡Me lo t
Débora no podía más, su aguante había llegado al límite, el comentario de su esposo le dolió hasta límites insospechados y no se calló lo que sentía.También se dolió Daniel, y mucho más porque encima cargaba un gran sentimiento de culpabilidad. Desde el momento en que la vio se encariñó con ella, le enterneció su inocencia, su sencillez y simpatía, quiso protegerla, y en lugar de eso la había lastimado, tanto que para ella estaba a la misma altura de ese ser tan despreciable de Eddie Morgan, que había intentado abusar de ella. Pero el era peor, ahora se daba cuenta, la había dañado interiormente, y esas cicatrices tardaban más en curar. Si es que llegaban a sanar algún día. Por suerte había llegado a tiempo de impedir que se fuera, y ya no la dejaría ir, costara lo que costara. Había llegado el momento de terminar de una vez por todas con las tonterías, dejar de esconderse tras la máscara de hombre despechado, dejar de hacerse la víctima y romper de una vez la coraza de ese coraz
Sus ojos, pocos minutos antes sin vida, habían recuperado la fuerza. Danny sonrió complacido, aunque lo que vio no era amor, sino furia, poco a poco... pensó… Dejó que ella se desfogara unos segundos, atento a su reacción… Débora se cansó de gritarle ya que él no contestaba y optó por irse, pero el estaba preparado, apoyado en la puerta de entrada por allí no tenía salida, así que lo intentó por la puerta interior hacia su habitación. Chica lista, pensó, pero corrió más que ella y la detuvo antes de llegar al umbral, la atrajo otra vez hacía si, Débora pensó que iba a volver a besarla y se tensó, el lo notó y optó por abrazarla muy fuertemente, acariciándole el cabello mientras le iba susurrando…, -chiquita…, tranquila… no me rechaces… por favor… mi Debbie querida.-No te entiendo, de verdad que no te entiendo, hace unas horas me has humillado públicamente y ahora ¿Qué es lo que quieres?Hacerte el amor como si no hubiera un mañana, le confesó. Le aclaró que tal como ella le había p
La comida entre risas yacompañada de caras felices sienta mucho mejor. Una vez saciada su sed de amor, Daniel se prometió a si mismo nunca más regresar a la soledad. Iba a pasar el resto de su vida dedicado a ser feliz y a llenar de amor a sus seres queridos. A dos de ellos los tenía delante, con la cara manchada de chocolate, riendo como si no hubiera mañana. -¡Venga va, terminad de comer! hace un día magnífico y será un desperdicio que lo pasemos aquí encerrados. -Cogió a David en brazos – Venga muchachote, vamos a vestirte – luego se dirigió a su esposa - Te esperaremos abajo cariño, ponte pantalones y unas botas, por favor – le dijo-¿Por qué? – Preguntó ella con una sonrisa divertida. Por lo que se veía, su marido no perdía la costumbre de mandar…-Ya es hora de que aprendas a montar.-¿Estás seguro?-Por supuesto, la dueña de dos tercios de un rancho y un criadero de caballos, que pronto será famoso –alardeó - debe saber montar a la perfección. Pienso enseñarte yo personalmente
Pasaron un par de horas y ya oscurecía, Débora aún no había llegado y Daniel empezaba a preocuparse. Preguntó al servicio, pero estos no sabían nada, sólo pudieron informarle que había salido sola.-¿Caminando? – preguntó intrigado Daniel-Supongo que sí señor – aclaró José- pues mi hijo Martín tiene el día libre, y no ha pedido ningún coche.-¿Saben si alguien la ha recogido? –Nadie del servicio pudo responder a esa pregunta. Llamaron a los porteros y estos informaron que la señora salió caminando.-¿Y nadie fue capaz de preguntarle a donde se dirigía?-Señor…. –Los porteros se excusaron como pudieron. Ellos si eran plenamente conscientes de que no tenían potestad para preguntar a la dueña, o a la esposa del dueño donde iba, al parecer a Daniel se le escapaba ese punto. Obviamente nadie osó contradecirlo, otra vez parecía enfadado. Otra vez el fantasma de los celos y el miedo a que se hubiera ido empañaron la razón de Dan, empezó a imaginarse lo peor y se intranquilizaba más y
Los días posteriores a la fiesta de cumpleaños transcurrieron más que apacibles. A Daniel se le antojaba un sueño disfrutar de un mínimo de sosiego en su vida. Incluso la indolencia de Lisbeth con todo y con todos, menos con Débora a la que obsequiaba con más de una grosería, le parecían una pequeñez. Su hermana continuaba frecuentando al doctor, un punto positivo, y a los Montrail, lo que ya desagradaba un poco más a su hermano, pero para no perjudicar más su relación había decidido obviarlo y esperar el devenir de los acontecimientos. En lo referente a su relación con Débora, se decidió finalmente a gozar de la vida de casado. Se habían conocido en lamentables circunstancias, la había desposado creyendo que su matrimonio sería más que breve, pero a pesar de todos los recelos y dudas no había conseguido probar nada en contra de ella, ni encontrado nada en el comportamiento de la joven que lo indujera a pensar que quería aprovecharse de él. Todo lo contrario, lo único que había re