Siempre en peligro.

Aleck había dejado el aquelarre con una irremediable amargura en la boca, se sintió traicionado, se suponía que ellos eran su aquelarre, que, si los necesitaba, estarían ahí para él, pero no fue así, lo habían dejado de lado por su propio egoísmo y miedo y él esperó que sobrevivieran la próxima arremetida de Jábico, porque claro que regresarían.

Pasaron la noche en una cueva cercana y él utilizó en la mañana el celular que le había dado Karina, la Alpha de la manada que había traído Kerr, para darle las noticias y le alegró saber que Vanya y Kerr habían logrado escapar, fue ella quien contestó el celular.  

— Con él hay muchas posibilidades — le dijo Sebastián dándole un beso en el hombro y Aleck asintió con la cabeza, claro que eran buenas noticias, pero también malas, significaba que Jábico sería más osado a la hora de atacarlos, ellos necesitaban a Kerr y no le dejarían escapar así tan fácil mente. En los huesos Aleck podía sentir una extraña sensación, un presentimiento incómodo, la guerra ya estaba sobre ellos y eso lo asustó.

La última vez que Jábico había peleado en el campo de batalla contra Moira habían perdido, y después Elisa Valencia y Ana Avendaño les habían dado certeros golpes finales junto a sus esposos, y ya solo existía de ellos lo que comandaba el padre de Vanya, solo eso y serían libres por siempre, y si perdían pues entonces los sacrificios que habían hecho las anteriores mujeres que los enfrentaron y sus amigos habían sido en vano.

Mientras caminaba al lado de Sebastián tropezó con una rama y de no ser por el hombre casi cae de bruces al suelo.

— Pensé que los vampiros eran como los gatos — le dijo Sebastián — y no que se tropezaban con ramas — Aleck le dio un cariñoso golpe en el hombro — ¿estás bien? — el menor ladeó la cabeza. Exequiel marchaba frente a ellos, guiándolos hacia el aquelarre de la cascada y Aleck susurró para que no lo escuchara, pero el hombre era un transformista, claro que lo oiría.

— Necesitábamos este aquelarre — le dijo y Sebastián le rodeó los hombros con su brazo y lo atrajo hacia él.

— Con Kerr a la cabeza tendremos toda las de ganar — Aleck negó.

— Claro que no, Jábico y el doctor Saúl Quiroz sabe bien de lo que Kerr es capaz, ya inventaron un sonido al que ni él es inmune, no sabemos qué otro as tenga bajo la manga la organización, necesitamos más — Sebastián apretó los labios.

— La gente del bosque — susurró — ¿hay gente del bosque en este bosque? Valga la redundancia — Aleck se apretó el mentón, no se le había ocurrido pensar en ellos.

— Hay unas pequeñas aldeas, pero la gente del bosque es… complicada, la verdad, siempre se mantienen lejos de las otras especies del submundo, pero sí podrían ser de utilidad — Sebastián lo abrazó más fuerte.

— ¿Ves? Sí se puede — Aleck frunció el ceño.

— Es casi imposible encontrarlos, sus lugares están protegidos con hechizos y salvaguardas, a demás no sabemos cuanto tiempo tenemos antes de que Jábico ataque a las manadas, lo más probable es que ya sepa donde están — Sebastián se detuvo y agarró al vampiro por los hombros.

— Pude hablar un rato con uno de los hombres de la manada de Karina, uno que peleó en la guerra de Moira — le comentó el lobo — una princesa de la gente del bosque le dijo que podían contar con su gente, este es el momento — los ojos de Aleck se abrieron, si tenían razón, esa sería una excelente oportunidad. No se conocía mucho sobre la gente del bosque, solo que quien se metiera con ellos, la pagaba.

— Genial, llamaré a Karina para que hable con Moira — sacó el celular, le quedaba poca batería. Tecleó el número de la pelirroja cuando Sebastián se alejó de él un poco.

— ¡Exequiel! — llamó al transformista que se les había adelantado con tono preocupado — escuché algo —le comentó a Aleck que colgó la llamada y extendió los sentidos, más allá, a unos diez metros, logró escuchar al menos una decena de corazones acelerados.

— Es Jábico — dijo y le temblaron las rodillas. Sin pensárselo, ambos hombres comenzaron a correr hacia donde se escuchaba el ruido y cuando terminaron de subir una colina el aire fuerte casi los derriba. Sobre el bosque había una maquina enorme, parecía un aerodeslizador potente y, bajo él, el cuerpo del transformista estaba siendo atado por una mujer con fuertes arneses.

— Eso no pasará — le dijo Sebastián a la mujer e hizo ademán de saltar hacia el frente para transformarse, pero cuando ella levantó la cabeza el hombre se quedó paralizado.

— Luana — dijo y los ojos se le abrieron de la sorpresa, Aleck miró a la mujer, era atractiva, con el cabello castaño y de unos cincuenta años de edad, pero se veía en buena forma, como toda una militar.

— Al fin un rostro conocido — le dijo la mujer a Sebastián, él parecía paralizado.

— ¿Qué diablos haces aquí? — le preguntó él, luego abrió aún más los ojos, como si entendiera una gran revelación — tú fuiste quien delató a Kerr — le dijo y la mujer terminó de atar las correas alrededor del transformista, parecía que estuviera inmovilizado con algo, los ojos rojos le brillaban de la rabia.

— Después de que dejé la manada entendí cual era mi propósito en la vida — Sebastián escupió en el suelo.

— Nuestra manada te dio la bienvenida, te hicimos parte de nosotros, y ¿ahora trabajas en la organización que matará a tu hijo y a tus nietos? — Aleck no entendía quien era la mujer, pero se notaba que había sido parte importante de la manada de Sebastián, tal vez ella era la mamá de Víctor, había escuchado que la mujer lo había abandonado.

— Tú no entiendes — le dijo la mujer y no te lo explicaré, tu sucia mente canina no lo entenderá — Sebastián saltó hacia el frente y cayó trasformado, corrió hacia la mujer, pero ella sacó algo de la parte trasera de su bolsillo y le apuntó, un sonido estresante salió del arma y el cuerpo de Sebastián se desplomó en el suelo en medio de convulsiones de dolor.

El aerodeslizador comenzó a alejarse, elevando el cuerpo del transformista en el aire y la mujer también se elevó, estaba conectada al aparato con otro arnés y otra línea.

Los pies de Aleck se movieron sin que él lo pensara, corrió tan rápido como pudo pasando por encima de Sebastián, saltó y se apoyó en el tronco de un árbol, luego rebotó como un gato y cayó sobre el cuerpo del vampiro, había algo que producía un sonido eléctrico, como si lo estuvieran electrocutando.

La mujer colgaba de otra línea, pero sacó un cuchillo que le lanzó con fuerza hacia la cara de Aleck, pero él lo agarró por la hoja sin ningún daño, su piel era más fuerte de lo que la mujer pensaba y utilizó el mismo cuchillo para comenzar a cortar la línea que unía al transformista al aparto, pero la mujer no pensaba darse por vencida.

Ya estaban por encima de las copas de los árboles y la línea del vampiro le quedaba apenas un hilo por ser cortado pero la mujer se balanceó con los pies llegó con Aleck y le lanzó una patada a la cara que el vampiro esquivó.

Jábico estaba desesperado por conseguir transformistas para aumentar su ejército, era una necesidad que podían utilizar a su favor.

 La mujer, a pesar de su edad, tenía muy buenos movimientos, pero Aleck era tres veces más fuerte que ella, pero por más que intentó acertarle con el el cuchillo no logró alcanzarla.

Por esquivar una patada se le resbaló la mano que estaba agarrada a la línea y casi cae, quedó colgando del arnés de Exequiel y miró hacia abajo, ahí, sobre las copas de los árboles, había varias personas que saltaban de un árbol en otro como perfectos simios, era el aquelarre de la cascada y eso le dio ánimos, de un salto subió dos metros hasta que estuvo a la altura de la mujer, pero ella le apuntó con un arma oscura y rara y sonrió de lado.

— Se acabó el juego, gato — le disparó, y el proyectil salió tan rápido que Aleck no logró esquivarlo y le impactó en el estómago con tanta fuerza que lo arrancó de la línea. Aleck vio como la sangre de su cuerpo se escapaba en el aire, como una lluvia roja y m*****a y los árboles se acercaron a él.

Las ramas le golpearon el cuerpo y por más que trató de agarrarse no pudo, tenía el cuerpo entumecido y adolorido y cuando miró hacia el suelo lo último que vio antes de que llegara la oscuridad fue el pelaje del lobo de Sebastián que estaba ahí para atraparlo, y pensó que se estaba hartando de estar siempre en peligro. Luego nada más.    

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