Cuando Aleck despertó lo primero que sintió fue un tremendo dolor en todo el cuerpo, su organismo sanaba bastante rápido, así que durante su vida cualquier herida era curada en minutos, por eso no estaba muy acostumbrado al dolor. Un gemido fuerte se escapó de su seca garganta y cuando abrió los ojos logró ver los de Sebastián, esos iris verdosos tenían impresos tanta preocupación que lo hicieron sentir más temeroso.
Estaban en una cueva, de techo amplo y paredes pintadas de colores artificiales y brillantes, un poco más allá había una cascada cristalina y tan serena que parecía una pared de hielo congelado y tras de ella se lograba otear lo verdoso del bosque.
— Jábico — dijo, pero solo hablar le producía un fuerte dolor, Sebastián le posó el pulgar sobre los resecos labios.
— No hables, estamos a salvo, encontraron a Exequiel por un rastreador, pero logramos rescatarlo y se lo quitamos, estamos en el aquelarre de la cascada — Aleck intentó levantar la cabeza, pero solo pudo ver borrosas siluetas de personas que se movían a su alrededor.
— Necesita sangre para sanar su herida — dijo una mujer, Aleck intentó mirarla, pero Sebastián lo tenía bien agarrado y no le permitió moverse mucho. Sintió como el hombre le levantó la camisa y cuando con la yema de los dedos le rozó la piel un fuerte dolor lo hizo estremecer.
— Lo siento — le dijo, luego se dirigió a la mujer — pero sus heridas ya sanaron, ¿qué pasa? — la mujer se acercó entrando en el campo de visión de Aleck, tenía ropa colorida y por lo menos unos sesenta años.
— Su piel sanó, todo lo externo es lo primero que sana, nos recuperamos de afuera hacia adentro, peor él ya no tiene la fuerza suficiente para sanar las heridas de adentro, si no bebe sangre, morirá — Sebastián miró hacia Aleck, tenía los ojos verdosos brillosos.
— Entonces denle sangre — dijo y le acarició la mejilla al menor. La mujer negó con la cabeza y las cuentas que tenía atadas al cabello se contonearon.
— No tenemos, acá nos alimentamos de sangre animal, así, solo necesitamos sangre humana una vez cada dos o tres meses — la cara de Sebastián se enrojeció.
— Exequiel es un transformista — le dijo con rabia — él solo puede beber sangre humana, ¿Cómo hacían?
— La comprábamos, pero desde que Jábico se lo llevó no tuvimos motivos para seguirlo haciendo — Aleck comenzó a sentir mareo.
— Tengo dinero, un poco, hay que comprar —le dijo Sebastián a la mujer comenzando a alterarse.
— Es un día de ida y otro de regreso, no le dará tiempo, morirá.
— ¡Entonces qué hago? — le gritó el lobo, tan fuerte y con la voz tan rota que Aleck se sobresaltó, estiró la mano y acarició la mejilla de Sebastián.
— Está bien — le dijo, no quería morir, no había pensado en eso, pero el dolor era demasiado intenso, como si tuviera un carbón ardiente dentro de las entrañas. Sebastián lo miró con los ojos abiertos y una lágrima rodó por su esbelto rostro, luego negó con la cabeza.
— No te dejaré morir, no lo haré — Aleck negó, quiso decirle algo, pero la voz de Exequiel llegó desde atrás.
— Tú sangre lo puede alimentar — le dijo y Sebastián negó.
— Una vez bebió de mi sangre y la vomitó — el transformista apareció, tenía los ojos rojos más brillantes que nunca.
— Es por que la sangre de los lobos es amarga, pero es muy nutritiva para nosotros, si tuviéramos algo para hacer una trasfusión no tendría que pasar por su boca, pero no hay nada — la mujer que estaba con ellos miró a su transformista y negó con la cabeza.
— Sé que estás pensando — le dijo — es muy peligroso.
— El lobo dijo que estaba dispuesto a hacer lo que sea para salvarlo — Sebastián los miró y les habló con autoridad.
— Claro que lo haré, ¿de qué se trata? — el transformista se aclaró la garganta.
— Endulzar tu sangre — Sebastián abrió los ojos.
— ¿Cómo se hace eso? — Aleck estiró la mano y agarró el mentón del lobo para que lo mirara.
— No — le dijo, tenía que hacer mucho esfuerzo para hablar — no, prometeme que no lo harás — él sabía muy bien como se endulzaba la sangre de un lobo, y casi nunca salía bien. Sebastián negó con la cabeza y los ojos llenos de lágrimas.
— No te puedo prometer eso — miró a la mujer — ¿cómo se hace?
— Con mi veneno — le dijo Exequiel y se arrodilló a su lado — pero tienes que conocer los riesgos — Sebastián asintió — cuando te muerda y mi veneno entre en tu organismo sentirás muchísimo dolor, pero después, las consecuencias pueden ser complicadas.
— Te pueden pasar tres cosas — le interrumpió la mujer a Exequiel — la primera y la más probable, que mueras, pero te vi transformado, eres un lobo fuerte y tus genes te ayudarán, eso espero.
— ¿Y las otras dos? — preguntó Sebastián, parecía que tenía prisa.
— Que tu sangre se endulce, sin ninguna consecuencia o que te conviertas en un híbrido — Aleck se removió.
— No — dijo en un susurro airoso pero los demás lo ignoraron.
— Híbrido — susurró Sebastián.
— No te emociones — le dijo Exequiel — hace cientos de años los lobos y los vampiros eran más unidos, cuando un lobo se casaba con un vampiro, tenía la obligación de pasar por este proceso para que su pareja se alimentara, los que sobrevivían y terminaban con la sangre dulce sin ninguna consecuencia eran muy pocos, siempre se hacían híbridos, algunos solo adquirían parte de las habilidades de un vampiro, pero otros.
— Unos perdían por completo a su lobo y se convertían en zombis sedientos de sangre — continuó la mujer, Aleck se removió, había escuchado decenas de historias con estos lobos híbridos, todas eran de terror.
— Lo haré — dijo Sebastián y miró a Aleck — si llego a convertirme en algo… quiero que me maten y le den mi sangre.
— No, no, no — comenzó a decir Aleck una y otra vez, pero Sebastián lo soltó y lo dejó delicadamente sobre el suelo de piedra.
Aleck levantó la cabeza, el lobo estaba de pie junto al transformista y le tendió la muñeca, luego lo volteó a mirar.
— Te quiero — le dijo y Aleck gritó, y el grito le produjo aún más dolor, vio como Exequiel se llevaba la muñeca de Sebastián a su boca y como los dientes filosos se le enterraban en la piel.
Gritó de nuevo y aprovechó el último impulso de supervivencia que le quedaba para ponerse de pie, todo el lugar le daba vueltas, pero él solo miraba hacia donde la muñeca de Sebastián se juntaba con la boca del transformista, él no permitiría que muriera por su culpa.
Corrió con las pocas fuerzas que tenía dispuesto a separarlos, pero la mujer de ropas coloridas se interpuso en su camino y todas las fuerzas lo abandonaron cuando chocó con ella.
— Él tomó su decisión — le dijo — no es tu responsabilidad — lo recostó en el suelo, Aleck ya no tenía fuerzas ni para hablar — acepta el sacrificio que está haciendo por ti — Aleck quiso decirle que preferiría morir a ver que él lo hiciera para salvarlo, pero la oscuridad le llegó y lo que escuchó en medio de ese duermevela extraño y perturbador fueron los agónicos gritos de Sebastián.
Después de lo que para él fue una eternidad, alguien le golpeó la mejilla un par de veces.
— Mi gatito — escuchó una voz que le hablaba, pero no la reconoció, sonaba muy ronca y herida. Cuando Aleck abrió los ojos se encontró con Sebastián que lo miraba desde arriba —funcionó — le dijo, tenía los ojos hinchados y la piel pálida, muy pálida. Estiró la mano y colocó la muñeca sobre la boca de Aleck y cuando el vampiro sintió una gota de sangre sobre su lengua perdió el control.
Estiró las manos y agarró la muñeca de Sebastián, comenzó a succionar con fuerza. La sangre, en efecto, era muy dulce, la más deliciosa sangre que él hubiera podido probar en su vida, y por más que quiso detenerse, no pudo hacerlo, no era él quien actuaba, era su instinto.
Sintió como una ráfaga de energía le llenó el cuerpo, el estómago se le llenó del preciado líquido y después de unos minutos la mujer del vestido colorido y Exequiel los separaron.
— Con eso es suficiente — le dijo la mujer y le limpió la boca ensangrentada, Aleck se acostó de lado, permitiendo que el dolor desapareciera poco a poco, y al cabo de lo que creyó era una hora se sintió bastante bien.
Se sentó en el frio suelo y miró a Sebastián que estaba un poco más allá, casi no creyó reconocerlo, como si las facciones de su cara ya no fueran las suyas.
Aleck se arrastró hacia él y lo abrazó, y le agradó saber que seguía teniendo ese mismo sexy olor.
— No debiste hacerlo — le dijo y el lobo le devolvió el abrazo.
— Por ti haría lo que fuera — le dijo, su voz sonaba diferente y Aleck lo miró, había en su expresión una sensación de dolor que le apretó el alma.
— ¿Qué pasó? — le preguntó Aleck, pero Sebastián le apartó la mirada. Aleck lo tomó del mentón para que lo mirara — dime qué pasó —Sebastián se aclaró la garganta.
— Hay que perder unas cosas para ganar otras — dijo — y hoy te gané a ti — Aleck quiso preguntar qué había perdido, pero las palabras no le salieron de la boca. Miró alrededor, todos los vampiros de la cueva estaban cabizbajos y en silencio y en todo el lugar se respiraba una atmosfera triste y depresiva. Aleck abrió los ojos con terror.
— ¿Tu lobo? — preguntó temiendo la respuesta y Sebastián le sonrió con tristeza.
— Pero no te perdí a ti — Aleck se lanzó sobre él y lloró amargamente, como nunca había llorado en la vida, se sintió socio y culpable y deseó estar muerto.
Después del momento de conmoción, Kerr logró entregarle su pequeño sobrino a Lina que observó el cadáver de Lair con horror y Víctor ordenó sacarlo de la tienda.Pasaron el resto del día creando estrategias de defensa y ataque, pero en definitiva todas dependían de los vampiros que Sebastián y Aleck deberían de ser capaces de convencer, pero suerte para todos, Kerr había logrado encontrar la manera de que el sonido de los laboratorios no lo afectara, pero de igual forma disminuiría las fuerzas de sus ejércitos a aun noventa y nueve por ciento.Trataron de comunicarse con Aleck, pero el teléfono estaba apagado, y no tenían de otra que confiar en que los dos serían capaz de encontrar la ayuda suficiente.— Hay que tener consideradas todas las posibilidades — les dijo Karina — prácticamente no podemos contar con las habilidades de Kerr, los laboratorios ya tomaron muestras de su sangre, conocen a la raza superior y así como crearon el sonido también crearán algo para inutilizarlo — Kerr
Aleck no pudo evitar una y otra vez sentirse culpable, incluso después de que la mujer le dijera que esa había sido la decisión de Sebastián y él tenía que respetarla, pero cuando sentía en el cuerpo esa energía que la sangre del lobo le había proporcionado un nudo se le formaba en el estómago.Pasaron la noche en la cueva, que era tan amplia como una catedral, bien escondida detrás de la cascada, y a la mañana siguiente el rostro de Sebastián parecía haber recuperado gran parte de su habitual apariencia.Según le comentaron, el lobo pasó mas de dos horas asimilando el veneno en medio de un dolor agónico, y Aleck no estaba seguro de si él valía tanto sufrimiento.Cuando terminó de desayunar caminó hasta la cascada, Sebastián estaba sentado en una piedra observando el agua caer.— Se llama flujo laminar — le dijo y Aleck se sentó a su lado — ese efecto que hace que el agua parezca tan quieta, como si estuviera petrificada — Aleck estiró la mano y le agarró la pierna, a pesar de todo, p
Salieron esa mañana del aquelarre de la cascada por un túnel que los dejó detrás de un árbol enorme y grueso que escondía bien la entrada, la mujer de vestidos coloridos los acompañó a los tres hasta la entrada y antes de que se fueran le dio una última mirada a los ojos de Sebastián. Lo tomó por el mentón y miró dentro de sus iris verdosos.— Él sigue ahí — le dijo y Aleck supuso que habla de su lobo — pero no serás capaz de alcanzarlo, no de nuevo — Sebastián le quitó la cara y le dio la espalda.— Usted dijo que moriría, y aquí estoy, con mis poderes de humano intactos — le dijo él — espero que no se moleste si dejo de creer en sus interpretaciones — la mujer se despidió únicamente con una fría mirada superficial a los tres hombres y regresó por la cueva.— Es un poco dramática — les dijo Exequiel encogiéndose de hombros, pero Sebastián no contestó, ¿y si tenía razón? Podía sentir la presencia de su lobo, pero… tan lejana, y cada vez que trataba de alcanzarlo sentía que se alejaba
Sebastián tuvo un irremediable instinto de transformarse y atacar, pero por más que lo intentó no pudo llegar a sacar su lobo de donde estaba oculto y tuvo que aguantar el impulso de atacar a los seres extraños que se cernían sobre ellos.Eran extraños, a pesar de su común aspecto humano, por lo menos media decena, tenían cuernos en la cabeza agachados hacia atrás, como carneros, unos más largos que otros y las caras llenas de tatuajes extraños en forma de enredaderas.La gente del bosque, a lo largo de la historia habían sido llamados de miles de formas: brujas, hechiceros, hadas. Una de ellas tenía unas amplias alas de libélulas que brillaban reflejando la luz del atardecer.— No queremos problemas — les dijo Aleck poniéndose de pie y metiéndose entre ellos y Sebastián, para protegerlo, pero él lo vio como que lo hacia para que no se metiera en problemas y eso aumentó su malgenio.— Osan irrumpir en nuestros bosques — le dijo uno de ellos dando un paso al frente, tenía los cuernos d
Aleck se quedó mirando el camino por donde desapareció el lobo, con la cabeza gacha las mejillas enrojecidas, no era capaz de entender qué le pasaba, temprano en la mañana parecía tan contento, y ahora era toda una mole de estrés y rabia. «es por mi culpa» se dijo, si lo hubiera dejado morir su lobo no se hubiera perdido y estuviera bien.— ¿Entonces qué es lo que quieren? — le preguntó la muchacha de las alas y Aleck se volvió hacia ella después de limpiarse las lágrimas.— ¿Me dejarán hablar con su señor el cuervo? — preguntó el vampiro. Según lo que había notado, la chica de las alas tenía alto control de los demás. Si lo que había aprendido en la escuela del aquelarre cuando era niño era verdad, de seguro la chica tendría la sangre pura. En los vampiros los convierte en transformistas una línea ininterrumpida, a los lobos en raza superior, tal vez a la gente del bosque una sangre lo suficientemente pura los haría alados.— Yo decidiré si merece la pena que él te vea — le dijo ella
Kerr caminó sigilosamente, poco a poco se acercó enterrando las patas en la tierra debido a su gran peso mientras acechaba al lobo pequeño que estaba frente a él, pero Benjamín hacía demasiado ruido.— Despacio — Le dijo Kerr en su mente, parecía que el niño estaba cansado y también nervioso. Víctor los observaba desde la sombra de un árbol, con las manos atrás y la mirada apretada. A Kerr le agradó ver como su hermano ya no era tan exigente con el niño, pero la guerra tocaba a sus puertas y todos debían aprender a defenderse, sobre todo el hijo del Alpha y el sobrino del único lobo superior de la jauría.— Desde acá puedo oírte — le dijo Víctor y las orejas del pequeño lobo se hicieron hacia atrás.— No sé por qué hacemos esto — Dijo estresado y se sentó — ¿no deberían enseñarme a atacar y defenderme como ayer? — Kerr negó con la cabeza.— No subestimes ninguna habilidad, pelear te puede salvar la vida tanto como irte en silencio — Antes de que el menor pudiera decir algo, Kerr saltó
Aleck había intentado dormir durante la noche en el frio y duro suelo de la celda, estaba hecha de maderera negra cubierta con barro que al secarse se había transformado con los años en un duro cemento irregular que le producía dolor en la espalda. Deseó ser como los vampiros de los libros, que no tenían necesidad de dormir, pero él tenía que hacerlo.Si luchaba un rato con los barrotes estaba seguro que podría llegar a doblarlos lo suficiente como para poder pasar entre ellos, pero, aunque no había guardias imaginó que no era la única forma que tenía esa gente extraña para vigilar a un prisionero.Pensó en la palabra, «prisionero» se sentía tan estúpido, de verdad que deseó haber dado la vuelta y haber corrido detrás de Sebastián por la ladera de esa pequeña colina, pero pensó que esa era la única salida que tenían para poder librarse de Jábico. Tal vez lo era, la muchacha de las alas de libélula, Klemiska, le había dicho que el cuervo lo hubiera matado si no le hubiera agradado, así
Aleck pensó que el arrebato que le había dado en la mañana podría costarle mucho, se había dejado llevar por la rabia y el ataque de intuición manipuladora que le dio, pero ya estaba cayendo la noche y Klemiska no aparecía para contarle cual era el plan que tenían, ni tampoco había podido ver a Sebastián. La muchacha le pudo haber arrancado el mechón a su frio cadáver y eso lo asustó.Respiró profundo muchas veces y trató de meditar, la oscuridad estaba llenando el aire y de no ser por la sangre de Sebastián estuviera muriendo de hambre en aquel momento, pero era soportable.La puerta se abrió y Aleck trató de guardar la compostura cuando vio a la chica alada, tenía que seguir conservando la seguridad que había mostrado en su arrebato.— ¿Ya es hora? — le preguntó él y ella asintió con la cabeza, se veía insegura y el carácter que había adquirido el vampiro había desaparecido de ella. Aleck se puso de pie y caminó hasta los barrotes — Todo va a salir bien — le dijo y ella asintió — ah