Max Empresas Müller —Me gustaría confirmar la reservación, gracias—había llamado al restaurante favorito de Emma, hoy era su cumpleaños. Y aunque ella no solía festejarlo, desde que estaba a mi lado, yo lo hacía totalmente especial. Así que me ha pedido algo tranquilo, sin alboroto y si era posible, solo nosotros dos. Solté un largo suspiro, este año quería hacerlo más emotivo. Habían pasado bastantes cosas en estos últimos cinco años desde que nos habíamos dado el sí, cinco años siendo esposos, amigos y los mejores amantes. Tenía mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón de vestir, estaba de pie, frente aquella vista panorámica desde mi oficina, pero mis cinco minutos de descanso, fueron interrumpidos por el toque de la puerta de mi oficina. —Adelante—anuncié, me giré hacia mi escritorio a mi espalda entonces apareció mi pequeño ángel. — ¡Papá! —Emily vino corriendo hacia a mí con sus brazos abiertos para que la alzara, y como súper papá, lo hice sin pensarlo, me rodeó del
New York, Estados Unidos.Emma encendió la cafetera a la misma hora de siempre, quince minutos antes de las seis en lo que ella se daba una ducha y se arreglaba, tomaría la primera taza del día antes de marcharse a la empresa. Emma era un analista de riesgo en una importante empresa internacional que tenía la cede en Alemania, era la mejor en su trabajo, había sido la mejor empleada consecutiva durante más de un año. Era implacable, estricta, obsesiva con la limpieza, el orden, perfeccionista y…era una mujer excepcional. Todas las personas que la conocían, la admiraban, pero no todos.— ¡¿Dónde está mi corbata?! —gritó Jamie, su prometido, este salió de la habitación en ropa interior y aporreó la puerta del baño. Emma debajo del agua estaba concentrada masajeando su cuero cabelludo durante el minuto que siempre usaba para hacerlo por las mañanas. — ¿Estás aun con lo de tu cabello? Voy a llegar tarde, mujer. —volvió aporrear la puerta irritado. Emma abrió los ojos y presionó su mandíbu
Al día siguiente Jamie esperaba en la puerta principal de la empresa a que apareciera Emma, pero era extraño no verla, nunca llegaba tarde, siempre exacta, miró de nuevo el reloj y ya habían pasado cinco minutos después de la hora que solía llegar.— ¿Dónde estará si siempre es estrictamente puntual al llegar? —arrugó su ceño y entró al edificio, durante el camino al elevador pensó que quizás para no encontrárselo en la entrada, subió antes a su oficina. Así que antes de empezar labores, iría a intentar tener una conversación decente, estaba a nada ya de la boda y tenía que celebrarse. Al llegar al piso, varios empleados especialistas en riesgo tomaban sus escritorios, Jamie se acercó a la jefa de Emma. —Buenos días, señora Byrne, estoy buscando a Emma, ¿Sabe de casualidad donde puedo encontrarla? ¿Y ha llegado? —la señora Byrne arrugó su ceño.— ¿Emma? —extrañada a su pregunta—A Emma le di el día de ayer y hoy para que tuviese más tiempo para revisar los últimos detalles de su boda,
Hawái, Estados UnidosLa habitación prenupcial era de las mejores de ese hotel que en el que había hecho reservación, suspiró cuando se retiró el collar de flores silvestres que le regalaron al llegar al aeropuerto, revisó el itinerario que en su mayoría era en pareja por obviedad, pero decidió pedir uno nuevo que se adaptara a ella, hacerlo sola y explorar cada actividad. La primera que apareció en la lista, era la aventura de buceo de superficie en Molokini a bordo de Calypso, leyó que se vería cara a cara con las tortugas verdes hawaianas, desayuno y almuerzo mientras se navega en la costa, el catamarán tenía toboganes que claramente ella no se subiría y menos se vería con las tortugas. Así qué lo descartó.—Tiene que haber algo más…—murmuró bajando su mirada a la lista del itinerario. —Aventura en scooter en submarino en Oahu, danza de cuchillos en la ceremonia de bienvenida, bailar hula, hula, tejer diadema con hoja de coco, festín hawaiano. —siguió leyendo—Tour por las cataratas
Hotel Paradise, Hawái.Suite presidencialLa luz del sol entró por aquella ventana, las cortinas blancas ondeaban por la brisa fresca, el ruido de las olas estrellarse se escuchó de fondo. Emma se movió y buscó a tientas la sábana para tirar de ella y cubrirse al sentir un escalofrío. Pero no la encontró. Encontró el dorso desnudo de alguien que estaba a su lado aún dormido y con la boca entreabierta. Retiró sus dedos lentamente, abrió su ojo un poco para mirar y entonces abrió los dos. Pasó saliva con dificultad, “¿Quién es?” Las imágenes de la noche anterior, desfilaron rápidamente una por su mente. Cerró los ojos y los apretó con fuerza, el recordarlo despertó el calor que anoche había surgido con el hombre alemán. Negó para sí misma, “¿Cómo es posible sentir algo así por un extraño a quien tenía unas cuantas horas de conocer?” Era como si un apetito sexual que ni ella conocía hubiera despertado por primera vez.—Buenos días, leona. —la voz ronca, adormilada y sexy del hombre a su
Max caminó de un lado a otro mientras esperaba subir al avión, cuatro amigos lo miraron empezando a ponerse nerviosos.— ¿Qué es lo que vas a hacer? —preguntó Alex, este se mordió distraídamente su uña del pulgar sin dejar de ver a su amigo que no dejó de caminar.—No lo sé, venir a Hawái para cubrir las apariencias de que yo no sé nada, creo que ha sido un error. Debo de estar ahí y enfrentarlos. —Gus, negó.—No me digas que venir y salir del infierno en el que estabas es un error. Somos tus amigos y aunque sea te has divertido, ¿No? —Max dejó de caminar y sonrió débilmente, miró a sus cuatro amigos: Gustavo y Alejandro, estos dos americanos, Viktor y Sasha, alemanes que vinieron a trabajar con él desde Berlín.— ¡Claro que se ha divertido él sin vergüenza! —todos soltaron las carcajadas al ver a su amigo enrojecer del rostro delatándolo.—Callen, malditos. —estos rieron más fuerte en aquella sala privada de abordaje.—Yo quiero saber, —dijo el hombre alto, corpulento y elegante, mie
Domingo por la tarde y Emma ya estaba empacando su ropa en la maleta, preparando todo para salir en una hora hacia el aeropuerto y tomar su vuelo a New York. Aún le quedaba una semana en el lugar, pero sintió que era suficiente, ya estaba bronceada, descansada, solo quería regresar y avanzar. Había pensado vender su departamento y comprarse uno nuevo con sus ahorros, también vender su auto y comprar otro, quería todo nuevo, nada que Jamie haya tocado… O su amante.****Las siguientes horas fueron eternas para ella, pensó en todo el trabajo que le esperaba el lunes, y solo hacerlo, la relajó. Emma era adicta al trabajo, centrar su mente en algo productivo y que generaría, era algo que muchos no entenderían. Cuando desvió la mirada por la ventanilla, visualizó a lo lejos las luces de la ciudad, una sonrisa apareció en sus labios y su corazón latió a toda prisa. Ya estaba llegando a casa.Había dejado el auto en el aeropuerto guardado, el hombre subió la segunda maleta que se había compra
Días después…Emma firmó finalmente la compra de su nuevo departamento, había tomado de sus ahorros para amueblarlo a su gusto, ya que todo lo que tenía en su antiguo departamento, se vendió junto con él. Miró por la ventana de su nueva sala y la vista era impresionante, se cruzó de brazos y contempló la estatua de la libertad a lo lejos, la luz que entró, bañó todo el espacio.—Finalmente, un nuevo comienzo. —dijo una vez que acomodó de nuevo el portarretrato que estaba al lado de la televisión de última generación, empotrada. Era ella graduándose de la universidad, posó sola, con un gesto de seriedad que solía siempre usar en las fotos. Sonrió y luego suspiró. El celular a lo lejos sonó, estaba en su nueva habitación. Cuando lo tomó, miró la pantalla un número desconocido, entrecerró sus ojos pensando que podría ser Jamie y había bloqueado todo número desconocido, ahora era uno nuevo. — ¿Tendré que cambiar de número?—el número desconocido insistió, así que respondió. — ¿Sí?—contestó