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Capítulo 5. |Un viaje de regreso|

Max caminó de un lado a otro mientras esperaba subir al avión, cuatro amigos lo miraron empezando a ponerse nerviosos.

— ¿Qué es lo que vas a hacer? —preguntó Alex, este se mordió distraídamente su uña del pulgar sin dejar de ver a su amigo que no dejó de caminar.

—No lo sé, venir a Hawái para cubrir las apariencias de que yo no sé nada, creo que ha sido un error. Debo de estar ahí y enfrentarlos. —Gus, negó.

—No me digas que venir y salir del infierno en el que estabas es un error. Somos tus amigos y aunque sea te has divertido, ¿No? —Max dejó de caminar y sonrió débilmente, miró a sus cuatro amigos: Gustavo y Alejandro, estos dos americanos, Viktor y Sasha, alemanes que vinieron a trabajar con él desde Berlín.

— ¡Claro que se ha divertido él sin vergüenza! —todos soltaron las carcajadas al ver a su amigo enrojecer del rostro delatándolo.

—Callen, malditos. —estos rieron más fuerte en aquella sala privada de abordaje.

—Yo quiero saber, —dijo el hombre alto, corpulento y elegante, mientras cruzó una pierna sobre su rodilla y recargaba su espalda contra la silla. — ¿Tan intenso ha sido que te has perdido en esos muslos durante toda la noche y parte de la mañana? —Max no era de contar sus cosas personales y lo peor del caso es que ellos lo sabían, la única novia que había tenido y que la había hecho su prometida, estaba en New York en estos momentos y era parte del equipo legal de su padre.

—Nunca he hecho esto. Lo saben. —todos asintieron lentamente y borrando la burla en sus rostros.

—Pero a ti si te lo han hecho y no sabemos por cuanto tiempo. Ese vil bastardo te la hizo y esperamos todos nosotros que encuentre su karma. Y claro, le ayudes. —todos recordaron que Horacio, otro amigo del grupo, que aún no sabía este qué era ex amigo, se acostaba con la prometida de Max, y en sus narices. Max había quedado decepcionado por aquella traición de ambos, quienes creían que estaban cubriendo su amorío a la perfección, pero no era así, Max los había descubierto y había seguido los planes de boda como si nada, solo para poder darles una lección y que nunca en su vida olvidarían. Max odiaba la infidelidad, su madre se lo hizo a su padre, y él siempre creció que ser infiel no era de hombres y que cuando uno amaba, podría causar mucho dolor, y aunque amaba a su prometida, él no la perdonaría por nada del mundo.

—Ya suelta—dijo Alejandro curioso al igual que los demás.

—Solo diré esto: Una verdadera leona. —todos abrieron los ojos impresionados por la respuesta de Max, y luego comenzaron a aplaudir emocionados y divertidos, pero la voz por la bocina anunciando que ya era hora de abordar, cortó el momento. —ahora vamos a New York. —anunció Max tomando su maletín.

***Las horas de vuelo hacia la ciudad neoyorquina, se hicieron rápidas, Max había repasado constantemente las imágenes de la noche anterior y esta mañana, pero luego se esfumaba al recordar que ella era casada y era su luna de miel, “Tranquilo, solo ha sido sexo casual” se sintió molesto y decepcionado de sí mismo, él había sido aquel hombre quien había usado para una infidelidad, bueno, quizás y estaba al tanto el esposo, luego negó, tenía que centrarse en la fusión que sería el lunes a primera hora y todavía tenía que prepararse para esa junta a lado de su padre, esta fusión en sí, era importante para la familia, pero más para su padre, ya que este tomaría finalmente su retiro de los negocios y sería cerrar con broche de oro. Él sería cabeza principal de todo lo que su padre dejaría, aunque era bastante presión y responsabilidad, la asumiría. Pero sin una esposa a su lado como estaba planeado. Y él no lo sabía.

Durante el trayecto del aeropuerto al hotel donde estaba hospedado su padre de manera temporal, pensó en sus siguientes pasos para lograr lo que se había propuesto, un botones cargó su maleta y se dirigieron al elevador y antes de entrar se volvió a sus cuatro amigos.

— ¿En el bar a las nueve? —todos asintieron cansados del viaje y las desveladas que tenían durante la semana que estuvieron en Hawái. Max entró al elevador y luego las puertas se cerraron frente a él, cerró los ojos y suspiró. “Que termine esto rápido” suplicó para sí mismo en su interior. Al llegar a la suite, dejó sus cosas para luego ir a buscar a su padre, eran más de las dos de la tarde y entonces asumió que estaría en su hora de almuerzo, tecleó un mensaje al asistente de él para saber dónde estaba su padre. “Restaurante” respondió, sonrió al ver que aun las costumbres no las dejaba. Se dirigió al lugar y lo encontró en la mesa privada con la mejor vista de la ciudad.

—Finalmente, llegas, hijo. —mostró emoción al verlo, lo saludo y se sentó en la silla frente a él en la mesa, — ¿Qué tal la despedida de soltero? —preguntó su padre bastante curioso llevándose un trozo de filete a la boca. Max le hizo señas al mesero, ordenó lo mismo que su padre y luego lo miró comer quien estaba esperando una respuesta de su parte.

—Bien, divertida. —dijo Max desviando la mirada al paisaje. Luego soltó un largo suspiro.

—Ese suspiro es algo extraño de escuchar en ti. ¿Qué es lo que te preocupa? —Max quería contarle que no habría boda, pero sería en otro momento. Regresó la mirada a su padre.

—Nada me preocupa, es solo que estoy cansado y desvelado por el viaje, pero no hablemos de mí, —hizo una pausa— ¿Estás listo para la nueva fusión?

Su padre terminó de comer y dio un sorbo a su copa de vino, luego se limpió los labios con la servilleta de tela.

—Estoy finalmente tranquilo, cierro este último negocio y todo pasa a tus manos, espero que sigas mis pasos mientras pueda servirte yo.

—No empieces con el tema de la muerte y eso, estás sano, tus últimos análisis están estables, solo hay que bajarle a la carne. —su padre soltó un bufido.

—Jamás. Amo la carne. —él sonrió a su respuesta.

—Bueno, como quieras. —sonrió ahora su padre.

—Llegó mi otra invitada. —dijo el padre de Max mirando más allá de él, este giró su rostro por encima de su hombro para mirar a quien se refería, y ahí estaba, caminando hacia su mesa de manera elegante: Irina, su actual e infiel prometida.

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