Max caminó de un lado a otro mientras esperaba subir al avión, cuatro amigos lo miraron empezando a ponerse nerviosos.
— ¿Qué es lo que vas a hacer? —preguntó Alex, este se mordió distraídamente su uña del pulgar sin dejar de ver a su amigo que no dejó de caminar.
—No lo sé, venir a Hawái para cubrir las apariencias de que yo no sé nada, creo que ha sido un error. Debo de estar ahí y enfrentarlos. —Gus, negó.
—No me digas que venir y salir del infierno en el que estabas es un error. Somos tus amigos y aunque sea te has divertido, ¿No? —Max dejó de caminar y sonrió débilmente, miró a sus cuatro amigos: Gustavo y Alejandro, estos dos americanos, Viktor y Sasha, alemanes que vinieron a trabajar con él desde Berlín.
— ¡Claro que se ha divertido él sin vergüenza! —todos soltaron las carcajadas al ver a su amigo enrojecer del rostro delatándolo.
—Callen, malditos. —estos rieron más fuerte en aquella sala privada de abordaje.
—Yo quiero saber, —dijo el hombre alto, corpulento y elegante, mientras cruzó una pierna sobre su rodilla y recargaba su espalda contra la silla. — ¿Tan intenso ha sido que te has perdido en esos muslos durante toda la noche y parte de la mañana? —Max no era de contar sus cosas personales y lo peor del caso es que ellos lo sabían, la única novia que había tenido y que la había hecho su prometida, estaba en New York en estos momentos y era parte del equipo legal de su padre.
—Nunca he hecho esto. Lo saben. —todos asintieron lentamente y borrando la burla en sus rostros.
—Pero a ti si te lo han hecho y no sabemos por cuanto tiempo. Ese vil bastardo te la hizo y esperamos todos nosotros que encuentre su karma. Y claro, le ayudes. —todos recordaron que Horacio, otro amigo del grupo, que aún no sabía este qué era ex amigo, se acostaba con la prometida de Max, y en sus narices. Max había quedado decepcionado por aquella traición de ambos, quienes creían que estaban cubriendo su amorío a la perfección, pero no era así, Max los había descubierto y había seguido los planes de boda como si nada, solo para poder darles una lección y que nunca en su vida olvidarían. Max odiaba la infidelidad, su madre se lo hizo a su padre, y él siempre creció que ser infiel no era de hombres y que cuando uno amaba, podría causar mucho dolor, y aunque amaba a su prometida, él no la perdonaría por nada del mundo.
—Ya suelta—dijo Alejandro curioso al igual que los demás.
—Solo diré esto: Una verdadera leona. —todos abrieron los ojos impresionados por la respuesta de Max, y luego comenzaron a aplaudir emocionados y divertidos, pero la voz por la bocina anunciando que ya era hora de abordar, cortó el momento. —ahora vamos a New York. —anunció Max tomando su maletín.
***Las horas de vuelo hacia la ciudad neoyorquina, se hicieron rápidas, Max había repasado constantemente las imágenes de la noche anterior y esta mañana, pero luego se esfumaba al recordar que ella era casada y era su luna de miel, “Tranquilo, solo ha sido sexo casual” se sintió molesto y decepcionado de sí mismo, él había sido aquel hombre quien había usado para una infidelidad, bueno, quizás y estaba al tanto el esposo, luego negó, tenía que centrarse en la fusión que sería el lunes a primera hora y todavía tenía que prepararse para esa junta a lado de su padre, esta fusión en sí, era importante para la familia, pero más para su padre, ya que este tomaría finalmente su retiro de los negocios y sería cerrar con broche de oro. Él sería cabeza principal de todo lo que su padre dejaría, aunque era bastante presión y responsabilidad, la asumiría. Pero sin una esposa a su lado como estaba planeado. Y él no lo sabía.
Durante el trayecto del aeropuerto al hotel donde estaba hospedado su padre de manera temporal, pensó en sus siguientes pasos para lograr lo que se había propuesto, un botones cargó su maleta y se dirigieron al elevador y antes de entrar se volvió a sus cuatro amigos.
— ¿En el bar a las nueve? —todos asintieron cansados del viaje y las desveladas que tenían durante la semana que estuvieron en Hawái. Max entró al elevador y luego las puertas se cerraron frente a él, cerró los ojos y suspiró. “Que termine esto rápido” suplicó para sí mismo en su interior. Al llegar a la suite, dejó sus cosas para luego ir a buscar a su padre, eran más de las dos de la tarde y entonces asumió que estaría en su hora de almuerzo, tecleó un mensaje al asistente de él para saber dónde estaba su padre. “Restaurante” respondió, sonrió al ver que aun las costumbres no las dejaba. Se dirigió al lugar y lo encontró en la mesa privada con la mejor vista de la ciudad.
—Finalmente, llegas, hijo. —mostró emoción al verlo, lo saludo y se sentó en la silla frente a él en la mesa, — ¿Qué tal la despedida de soltero? —preguntó su padre bastante curioso llevándose un trozo de filete a la boca. Max le hizo señas al mesero, ordenó lo mismo que su padre y luego lo miró comer quien estaba esperando una respuesta de su parte.
—Bien, divertida. —dijo Max desviando la mirada al paisaje. Luego soltó un largo suspiro.
—Ese suspiro es algo extraño de escuchar en ti. ¿Qué es lo que te preocupa? —Max quería contarle que no habría boda, pero sería en otro momento. Regresó la mirada a su padre.
—Nada me preocupa, es solo que estoy cansado y desvelado por el viaje, pero no hablemos de mí, —hizo una pausa— ¿Estás listo para la nueva fusión?
Su padre terminó de comer y dio un sorbo a su copa de vino, luego se limpió los labios con la servilleta de tela.
—Estoy finalmente tranquilo, cierro este último negocio y todo pasa a tus manos, espero que sigas mis pasos mientras pueda servirte yo.
—No empieces con el tema de la muerte y eso, estás sano, tus últimos análisis están estables, solo hay que bajarle a la carne. —su padre soltó un bufido.
—Jamás. Amo la carne. —él sonrió a su respuesta.
—Bueno, como quieras. —sonrió ahora su padre.
—Llegó mi otra invitada. —dijo el padre de Max mirando más allá de él, este giró su rostro por encima de su hombro para mirar a quien se refería, y ahí estaba, caminando hacia su mesa de manera elegante: Irina, su actual e infiel prometida.
Domingo por la tarde y Emma ya estaba empacando su ropa en la maleta, preparando todo para salir en una hora hacia el aeropuerto y tomar su vuelo a New York. Aún le quedaba una semana en el lugar, pero sintió que era suficiente, ya estaba bronceada, descansada, solo quería regresar y avanzar. Había pensado vender su departamento y comprarse uno nuevo con sus ahorros, también vender su auto y comprar otro, quería todo nuevo, nada que Jamie haya tocado… O su amante.****Las siguientes horas fueron eternas para ella, pensó en todo el trabajo que le esperaba el lunes, y solo hacerlo, la relajó. Emma era adicta al trabajo, centrar su mente en algo productivo y que generaría, era algo que muchos no entenderían. Cuando desvió la mirada por la ventanilla, visualizó a lo lejos las luces de la ciudad, una sonrisa apareció en sus labios y su corazón latió a toda prisa. Ya estaba llegando a casa.Había dejado el auto en el aeropuerto guardado, el hombre subió la segunda maleta que se había compra
Días después…Emma firmó finalmente la compra de su nuevo departamento, había tomado de sus ahorros para amueblarlo a su gusto, ya que todo lo que tenía en su antiguo departamento, se vendió junto con él. Miró por la ventana de su nueva sala y la vista era impresionante, se cruzó de brazos y contempló la estatua de la libertad a lo lejos, la luz que entró, bañó todo el espacio.—Finalmente, un nuevo comienzo. —dijo una vez que acomodó de nuevo el portarretrato que estaba al lado de la televisión de última generación, empotrada. Era ella graduándose de la universidad, posó sola, con un gesto de seriedad que solía siempre usar en las fotos. Sonrió y luego suspiró. El celular a lo lejos sonó, estaba en su nueva habitación. Cuando lo tomó, miró la pantalla un número desconocido, entrecerró sus ojos pensando que podría ser Jamie y había bloqueado todo número desconocido, ahora era uno nuevo. — ¿Tendré que cambiar de número?—el número desconocido insistió, así que respondió. — ¿Sí?—contestó
Emma miró a su madre en la cama, su sonrisa y el brillo de aquellos ojos le recordó todo el pasado, todo lo que había hecho para evitarla a toda costa, pero al parecer nada sirvió para nada. Ella estaba aquí. Buscando dinero. Y algo más, quizás.—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma acercándose al pie de la cama, la mujer sonrió más a la frialdad con la que su hija la recibía.—Bien. Este hospital es un asco, pero bien. ¿Por qué has tardado tanto en venir por mí? —preguntó, Emma se tensó y negó lentamente.—¿Venir por ti? Primero que todo, ¿Qué es lo que quieres? Podemos solucionarlo en este momento. No es necesario que vengas conmigo. Dime, y cada quien sigue su camino.—Vaya, sigues como un témpano aun al ver a tu madre en esta situación. ¿No te duele el corazón tratarme de esta manera? —Emma reconoció de inmediato el tono de sarcasmo en aquellas palabras.—¿Cuánto es lo que quieres? Ya he pagado el hospital. Y habla de una vez por qué tengo cosas que hacer.—Bueno, quiero unos miles de
Emma se miró en el nuevo espejo que había adquirido en una prestigiosa tienda de muebles y decoración, notó lo poco bronceada que estaba, se regañó a sí misma no haber disfrutado del sol en la playa un poco más, entonces cerró los ojos y sonrió débilmente, recordando aquel cuerpo alto, fornido, con acento alemán, labios carnosos y que había besado cada rincón de ese cuerpo. Soltó un largo y pesado suspiro. «¿Quién se iba a imaginar que Emma Spencer iba a hacer algo así tan descabellado en su vida?» Se había confesado a sí misma que nunca había tenido tantos orgasmos en su vida sexual y en unas horas nada más que lo que duró con Jamie de pareja. Al abrir los ojos, se aclaró la garganta y se tocó las mejillas que se habían tornado un color rosa intenso, el recordar lo bien que había pasado esa noche con el alemán, era imposible volver a tener algo así en su vida. Después de eso, no volvería a tener una relación por nada del mundo. La experiencia con Jamie la dejó sin ganas de volver a te
Enfrente de una hermosa casa, dentro de los terrenos más lujosos, Max estaba en su auto con su prometida, Irina, esta no dejó de hablar del tema de la boda mientras los dedos de él tamborearon impacientes en su pierna intentó mostrar interés, pero realmente estaba acabando con la paciencia que le quedaba.“Infiel descarada” pensó.—No quiero arruinar el momento, querida, pero necesito marcharme. —la mujer arqueó la ceja y lo miró de manera irritante. Se cruzó ella de brazos contra su pecho haciendo que este resaltara a la vista con ese escote descarado. —Tenemos que ultimar los detalles de nuestra boda, querido. —Max tomó una bocanada de aire de manera discreta y lo soltó entre dientes. Luego puso una gran sonrisa fingida.—Lo sé, pero recuerda que con la fusión de la empresa, tendré más trabajo, y en estos momentos estoy perdiendo dinero hablando de un tema que al final siempre vas a decidir lo que TÚ quieres, no yo, ¿Sabes por qué?—Porque soy la mejor y porque te amo. —respondió c
«… Y faltas solo tú…» las palabras de su jefa se quedaron retumbando en su cabeza. ¿Cómo le haría para escapar? ¿Cómo podría ser posible que el alemán fuese un empleado en su misma empresa? ¿Esto era algún tipo de venganza de su vida pasada? ¿Algo de karma? «Imposible» no había hecho nada malo como para que el destino le estuviese cobrando algo. —Voy en un momento, no me siento bien. —dijo Emma sincera, el estómago se le había tensado por lo que había visto. —¿En serio? ¿Quieres que te lleve al hospital?—Emma negó como si ella la hubiese visto cara a cara. —Es solo que algo debí de haber comido que me debió de caer mal. Solo tengo un poco de náusea. —Pero si no has almorzado, ¿Qué es lo que vas a vomitar, mujer? ¿No será que…?—detuvo sus palabras. —¿Qué?—preguntó Emma alertada. —¿Estás embarazada?—preguntó su jefa, Emma abrió sus ojos de par en par, y negando rápidamente. —No, no, no, no. Claro que no. Imposible—Emma siempre se había cuidado. Siempre. Imposible que pueda quedar
Max llegó a su departamento que tenía para sus visitas a la ciudad, eso le recordó que tenía que venderlo de inmediato y buscar una casa, ya que él soñaba con un lugar con jardín, una área de parrilla, una piscina, una cocina grande, una sala de entretenimiento, y con una vista a un lago y claro, con muchas habitaciones incluyendo para sus futuros retoños. Un ambiente familiar es con lo que soñaba.Ese era uno de su sueño con Irina una vez casados, aunque ella prefería un ático en algún edificio famoso y costoso con vista a la estatua de la libertad, Max estaba seguro de que la podría haber convencido de tener una casa fuera del barullo de la ciudad, o eso esperaba antes, ahora todo había cambiado, así como sus planes de tener una vida juntos en un futuro. Caminó por el pasillo mientras se desabrochaba la corbata con el nudo más perfecto que podía hacer, al abrir la puerta de su habitación, se detuvo, Irina estaba en la cama vestida en un conjunto de Victoria Secret, se podía ver des
Emma cerró la puerta detrás de sí y luego recargó la espalda, poco a poco, comenzó a deslizarse hasta que quedó sentada en la duela oscura. Levantó las piernas contra su pecho y las rodeó con sus brazos, dejando su barbilla en las rodillas. Repasó el encuentro con el alemán, una y otra vez, perdiendo la cuenta de las veces que lo había hecho en ese rato. Cerró los ojos y negó lentamente, ¿Cómo trabajar con alguien con quien había tenido una aventura sexual en Hawái? Y para rematar, era el jefe de su jefa directa. —Ya tengo bastante con lo de mi madre, lo de Jamie y ahora esto…—murmuró entre dientes, se levantó y caminó hasta su habitación, tomó su toalla y un cambio de ropa para después meterse al baño, después de una larga ducha, salió para descansar, aún tenía tiempo para leer un rato. Con la toalla en su cabello envuelto a la totalidad, empezó a ponerse sus cremas nocturnas, hasta que el timbre del departamento se escuchó. Abrió sus ojos de par en par, alertada. Nadie sabía su n