«… Y faltas solo tú…» las palabras de su jefa se quedaron retumbando en su cabeza. ¿Cómo le haría para escapar? ¿Cómo podría ser posible que el alemán fuese un empleado en su misma empresa? ¿Esto era algún tipo de venganza de su vida pasada? ¿Algo de karma? «Imposible» no había hecho nada malo como para que el destino le estuviese cobrando algo. —Voy en un momento, no me siento bien. —dijo Emma sincera, el estómago se le había tensado por lo que había visto. —¿En serio? ¿Quieres que te lleve al hospital?—Emma negó como si ella la hubiese visto cara a cara. —Es solo que algo debí de haber comido que me debió de caer mal. Solo tengo un poco de náusea. —Pero si no has almorzado, ¿Qué es lo que vas a vomitar, mujer? ¿No será que…?—detuvo sus palabras. —¿Qué?—preguntó Emma alertada. —¿Estás embarazada?—preguntó su jefa, Emma abrió sus ojos de par en par, y negando rápidamente. —No, no, no, no. Claro que no. Imposible—Emma siempre se había cuidado. Siempre. Imposible que pueda quedar
Max llegó a su departamento que tenía para sus visitas a la ciudad, eso le recordó que tenía que venderlo de inmediato y buscar una casa, ya que él soñaba con un lugar con jardín, una área de parrilla, una piscina, una cocina grande, una sala de entretenimiento, y con una vista a un lago y claro, con muchas habitaciones incluyendo para sus futuros retoños. Un ambiente familiar es con lo que soñaba.Ese era uno de su sueño con Irina una vez casados, aunque ella prefería un ático en algún edificio famoso y costoso con vista a la estatua de la libertad, Max estaba seguro de que la podría haber convencido de tener una casa fuera del barullo de la ciudad, o eso esperaba antes, ahora todo había cambiado, así como sus planes de tener una vida juntos en un futuro. Caminó por el pasillo mientras se desabrochaba la corbata con el nudo más perfecto que podía hacer, al abrir la puerta de su habitación, se detuvo, Irina estaba en la cama vestida en un conjunto de Victoria Secret, se podía ver des
Emma cerró la puerta detrás de sí y luego recargó la espalda, poco a poco, comenzó a deslizarse hasta que quedó sentada en la duela oscura. Levantó las piernas contra su pecho y las rodeó con sus brazos, dejando su barbilla en las rodillas. Repasó el encuentro con el alemán, una y otra vez, perdiendo la cuenta de las veces que lo había hecho en ese rato. Cerró los ojos y negó lentamente, ¿Cómo trabajar con alguien con quien había tenido una aventura sexual en Hawái? Y para rematar, era el jefe de su jefa directa. —Ya tengo bastante con lo de mi madre, lo de Jamie y ahora esto…—murmuró entre dientes, se levantó y caminó hasta su habitación, tomó su toalla y un cambio de ropa para después meterse al baño, después de una larga ducha, salió para descansar, aún tenía tiempo para leer un rato. Con la toalla en su cabello envuelto a la totalidad, empezó a ponerse sus cremas nocturnas, hasta que el timbre del departamento se escuchó. Abrió sus ojos de par en par, alertada. Nadie sabía su n
Departamento de Emma Spencer, New York, Estados Unidos El sonido de su respiración agitada, el ruido que hacía cuando sus cuerpos chocaban, el olor a vainilla que desprendía la piel de Emma, lo estaban volviendo adicto. Entró y salió de su interior de manera impecable, mientras que al mismo tiempo, los pechos bailaban, la posición que había encontrado donde la fricción era más intensa, la repitió volviéndola a llevar a su cuarto orgasmo. Sintió como su cuerpo tembló al llegar a su propio clímax al mismo tiempo que ella. El aire sintió que se escapaba, tomó con esfuerzo otra bocanada de aire y se dejó caer a lado de ella, totalmente desnudos. Ambos respiraban agitados y sudados, como si hubiesen corrido un gran maratón. —Eso ha sido…—apenas podía hablar Max.—Lo mejor de lo mejor. —Emma estaba igual, apenas podía llevar aire a sus pulmones, su piel estaba completamente erizada, cerró los ojos y disfrutó el hormigueo que le provocaba después de un orgasmo, cuando era raro que los alcan
Max había recorrido a temprana hora la empresa que era de su padre, pero que ahora estaba a su mando desde la fusión. Era un hack en todo lo que era el tema financiero, y sabía que podría llevar a esa empresa más allá de lo que en la actualidad era reconocida. Una mujer alta, robusta, cabello negro llamada Katharina, venía desde Alemania para formar parte del personal directo de Max, y en esos momentos estaba acomodando todos los libros de finanzas, y otros libros de distintos temas que suele leer su jefe. ―¿Está mi oficina lista?―preguntó a la mujer, ella terminó de enlistar por orden alfabético todos los libros que venían en las cajas de mudanza desde Alemania. Se levantó de su posición, y asintió. ―Ya casi esta todo, solo falta que le surtan el minibar y quedará completamente lista. No tarda en subir el personal que se ha encargado de comprar lo que ha enviado en la lista. Max caminó hasta el gran librero de piso a techo que abarcaba una de las paredes de su oficina nueva, y
Jamie abrió sus ojos de par en par cuando escuchó decir al hombre de traje elegante que era su jefe. «¿Qué broma es esta?» Sabía que después de la fusión solo habría un jefe, pero pensó que solo sería como siempre el señor Müller, no un tipo así de alto como si fuese un luchador de las grandes ligas, pero en traje de diseñador. —¿Mi jefe?—balbuceó, si solo hubiese llegado a la reunión a tiempo, sabría quien era realmente este hombre. —Sí, así que le pido más respeto a la señorita. ¿Qué forma de hablar a una mujer es esa? En mi empresa, no toleraré esto. —¿Es de verdad que es el jefe?—Jamie no se lo podía creer, Max se acercó y le puso frente a su nariz la credencial que cargaba en el interior de su americana, luego lo retiró. —No sabía que el señor Müller tuviese un hijo, solo una hija y…—detuvo sus palabras—, por favor, solo en esta ocasión, déjelo pasar, prometo que no volverá a pasar. Solo me he dejado llevar por mi molestia. —Jamie dijo en un tono preocupado, no podría perde
Emma había necesitado varios minutos dentro su auto para poder reponerse de lo sucedido en el elevador con Max. Su celular comenzó a sonar con una llamada entrante, por el número dedujo que era su madre. Se pasó ambas manos por su rostro y pensó detenidamente lo que tenía que hacer, ella no solía perder los estribos. Siempre había tenido la mente clara y decidida, pero en estos momentos todo era neblina. Tomó el celular y deslizó el botón para contestar.—Ya voy en camino. —contestó irritada.—Hace frío, apúrate, por favor, —colgó la llamada y encendió el auto, aquella dos palabras «Por favor» resonaron dentro de su cabeza. Encendió el auto y luego salió del edificio. Estaba a diez minutos de distancia según el GPS de la ubicación donde estaba su madre esperando. A cierta distancia, la vio, vio cuando esta se frotó las manos y caminó de un lado a otro, Emma puso las luces intermitentes y bajó del auto hasta ella, entonces se dio cuenta de su presencia. —Finalmente. —dijo irritada, per
Departamento de Max, New York, Estados Unidos.Max despidió al cerrajero quien había cambiado la chapa de la puerta del departamento, no quería más sorpresas de Irina mientras él no estuviese. No quería que encontrara nada sospechoso y arruinara su venganza. Tiró de su corbata y caminó hasta el armario de su habitación, abrió uno de los cajones y con cuidado, enrolló y acomodó la corbata en el pequeño cubículo vacío. Tenía acomodado a la perfección varias corbatas por colores, una sonrisa apareció en sus labios cuando recordó lo que había visto en aquel armario de la suite en Hawái, Emma tenía algo similar con él y eso lo había dejado sorprendido, ya que con Irina, todo era un caos, era desordenada e indisciplinada. El celular de Max sonó una vez que salió de la ducha, cuando se dio cuenta quien era, torció su labio. Se sentó en la orilla de la cama y regresó la llamada, al segundo tono es que la otra persona contestó.—¿Te acuerdas que tienes una prometida?—se escuchó a Irina al otr