Emma había necesitado varios minutos dentro su auto para poder reponerse de lo sucedido en el elevador con Max. Su celular comenzó a sonar con una llamada entrante, por el número dedujo que era su madre. Se pasó ambas manos por su rostro y pensó detenidamente lo que tenía que hacer, ella no solía perder los estribos. Siempre había tenido la mente clara y decidida, pero en estos momentos todo era neblina. Tomó el celular y deslizó el botón para contestar.—Ya voy en camino. —contestó irritada.—Hace frío, apúrate, por favor, —colgó la llamada y encendió el auto, aquella dos palabras «Por favor» resonaron dentro de su cabeza. Encendió el auto y luego salió del edificio. Estaba a diez minutos de distancia según el GPS de la ubicación donde estaba su madre esperando. A cierta distancia, la vio, vio cuando esta se frotó las manos y caminó de un lado a otro, Emma puso las luces intermitentes y bajó del auto hasta ella, entonces se dio cuenta de su presencia. —Finalmente. —dijo irritada, per
Departamento de Max, New York, Estados Unidos.Max despidió al cerrajero quien había cambiado la chapa de la puerta del departamento, no quería más sorpresas de Irina mientras él no estuviese. No quería que encontrara nada sospechoso y arruinara su venganza. Tiró de su corbata y caminó hasta el armario de su habitación, abrió uno de los cajones y con cuidado, enrolló y acomodó la corbata en el pequeño cubículo vacío. Tenía acomodado a la perfección varias corbatas por colores, una sonrisa apareció en sus labios cuando recordó lo que había visto en aquel armario de la suite en Hawái, Emma tenía algo similar con él y eso lo había dejado sorprendido, ya que con Irina, todo era un caos, era desordenada e indisciplinada. El celular de Max sonó una vez que salió de la ducha, cuando se dio cuenta quien era, torció su labio. Se sentó en la orilla de la cama y regresó la llamada, al segundo tono es que la otra persona contestó.—¿Te acuerdas que tienes una prometida?—se escuchó a Irina al otr
Por la mañana, Emma hizo su rutina matutina antes de irse a trabajar, cuando salió de su habitación, se encontró con la sala ordenada, no había nada fuera de lugar, esta se sorprendió al ver que había hecho Elaine su cama y había doblado las cobijas. El olor a tocino le abrió el apetito, pero negó para sí misma. Tenía que marcharse ahora si quería terminar su día a tiempo. No quería volver a salir tarde como el día anterior. —Siéntate, ya está el desayuno listo. —Elaine anunció mirando a Emma que estaba recogiendo el maletín de su portátil y su bolso. —Tengo que irme ahora, desayuna tú. —iba a cruzar para llegar a la puerta cuando Elaine bloqueó su camino. —Lo hice con el corazón, anda, llévate algo en el estómago. —la mujer ya estaba arreglada, excepto por el par de mechones que salían de su recogido. No dejó que diera replica y tiró de su brazo para acercarla a la mesa. Esta, estaba con comida, menos platos de los que había cocina la mañana anterior Max, pero al final era comid
Max estaba mirando las últimas fotos que el investigador privado había entregado hace un par de minutos atrás, había muchas fotos de Irina y de Horacio, descubrió que Irina estaba yendo constantemente a una casa a las afueras de la ciudad, el señor Bradford le informó que era la casa de descanso de la familia de Horacio. Lanzó las fotos encima de la superficie del escritorio y luego suspiró dejándose caer contra el respaldo de la silla. —Así que esa casa es donde tiene sus encuentros. —dijo confirmando algo muy obvio, el señor Bradford, asintió. —He hablado con el personal de manera discreta y conseguí información, —hizo una pausa el investigador—Al parecer no salen de la habitación, dicen que Horacio los despacha una vez que llega su prometida, pero que en contadas ocasiones se ha quedado personal de la cocina y piden a la habitación, una de las mucamas, vio desnuda en la habitación a su prometida, otra persona que los ha visto teniendo relaciones en la alberca, y que eso le ocasi
El tramo del recorrido en el elevador hasta el estacionamiento subterráneo, fue en total silencio. Desde su lugar, Max miró a Emma, quien estaba mirando las puertas del elevador frente a ella. Había notado como su rostro se había relajado momentos después que se habían puesto en marcha. Quería preguntarle realmente como se sentía, quizás palmear su espalda en señal de entenderla, o tomarla ahí mismo y hacerla venirse un par de veces hasta que se les olvidara el mundo a ambos.Pero no sucedió ninguna de las dos una vez que el elevador abrió sus puertas. Emma salió dando las gracias, pero sin mirarlo, Max se quedó un momento ahí, mirándola marchar, se armó de valor y caminó detrás de ella, solo para asegurarse de que estaba bien para manejar.Entonces se detuvo Emma al lado de un pilar con la letra A en mayúscula marcado en azul oscuro. Max hizo lo mismo, y ahí estaba a un par de metros de distancia de ella, callado, esperando a que se diera la vuelta y lo mirase a él, que le dijera que
El cálido agarre de la mano de Max, se intensificó una vez que ambos caminaron hacia el servicio de caballeros. Detuvo a Emma a cierta distancia para él entrar a revisar que tanta gente estaba en el interior, cuando revisó, solo se encontró con dos personas con cabello largo que hablaban acerca del próximo concierto de rock en la ciudad, mientras se lavaban las manos, cuando estos salieron, tocó las cuatro puertas de los cubículos y ninguno contestó del otro lado, no se quiso arriesgar y miró por encima de las puertas al interior, arriesgándose que alguien no hubiese querido contestar y encontrárselo ahí sentado. Al confirmar finalmente que no había nadie, fue por Emma quien estaba claramente eufórica y excitada por lo que venía. Cerraron la puerta y se preocupó de que alguien los pillara, además, Max era alto, podría verse su cabeza. Entraron al último espacio y cerraron la puerta a toda prisa. —¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —preguntó Emma al ver la cara de Max. —Sí, quiero
Max no dejó de sonreír cuando llegó al edificio de su departamento, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y acarició la tela de encaje. Repasó una y otra vez lo que habían hecho en el cubículo del servicio de caballeros de aquel bar, sería sin duda, material para recordar cuando no la viese. Cuando las puertas del elevador se abrieron, ya tenía en su mente la rutina que haría, ducha y a la cama. Le había enviado un mensaje de texto a Emma preguntando si había llegado bien, de inmediato respondió que, si y que esperaba que él también, le mandó un emoji de una sonrisa y le dijo que acababa de llegar, que pasara buenas noches, y ella respondió con un “Igualmente” notó que había levantado aquel muro, pero la entendía. Cuando levantó la mirada para ir hacia su departamento, se encontró con Irina, Max se detuvo y abrió sus ojos de par en par. —Hasta que el señor Müller aparece. —escupió con ira, él quería cantarle sus verdades, pero se contuvo. —Buenas noches, Irina. ¿Qué haces en el
Hotel Four Seasons, Downtown, New York Emma entró al lobby del hotel casi diez minutos antes de la hora acordada con el señor Bradford, miró su reloj y luego suspiró agradecida por el tremendo tráfico de esa zona que tuvo que esquivar. —¿Señorita Spencer?—una voz masculina se escuchó a su espalda, se volvió hacia la persona y se encontró con un hombre alto, elegante, y su tensión en el rostro era visible, sin querer calculó en su mente que debía de tener pasado los cincuenta años. Las canas nos la cubría, al contrario, pareció estar orgulloso de cargar con ellas. —¿Sí?—Emma sonrió. —¿Es el señor…?—no la dejó terminar la oración. —Bradford, Jack Bradford. —Emma se preguntó por qué imaginó que podría ser ella, luego recordó el uniforme con un pequeño logo en su lado izquierdo y otro discreto en el maletín de su laptop. —Mucho gusto, Emma Spencer. —él le ofreció su mano en saludo y le sonrió, quitando la tensión en su mirada, ella respondió igual. —¿Ya ha desayunado?—preguntó él gui