Emma llegó molesta a la empresa, no se podría creer que Max hubiese llegado a un desayuno de trabajo solo porque sí, pero se recordó que él había entregado ese cliente y claro, él era el dueño de la empresa. Ladeó su cuello y lo masajeó cuando se sentó en su silla, la tensión en ella era mucha. Así que se enfocó en trabajar y poner su mente en ese tema una vez que terminara, pero media hora después, Max había citado a Emma en la oficina principal. —¿Está todo bien?—preguntó la señora Byrne al enterarse de que el señor Müller la había citado. Emma estaba levantándose de su silla para ir a la oficina de Max. Ella asintió. —¿Pero todo bien con el señor Müller?—Byrne quiso saber. —Sí, jefa. —¿Y por qué te ha citado en su oficina?—Emma no le sorprendió que ella lo supiese, siempre está al tanto de todo lo que pasa en su piso y en la empresa. —No lo sé, desconozco el motivo, señora Byrne. —salieron de la oficina y luego desviaron sus caminos. Las puertas del elevador se abrieron en el
Max cedió el paso a Irina para que entrara a la oficina, cerró la puerta sin antes lanzar una mirada a Katharina quien de inmediato le articuló que lo sentía. —¿Qué haces en la empresa?—preguntó Max en un tono cargado de total frialdad, ella no era de hacer visitas y menos sin avisar, sabía que eso no le gustaba a él. Irina se sentó en uno de los sillones y se tomó el tiempo para acomodarse en el sillón. —No contesta mi prometido las llamadas, te fuiste sin decir nada, desperté desnuda en tu cama. —luego miró hacia él que se había quedado a lado de la puerta. —No voy a renunciar a ti, Max. —Eso lo hablaremos en la noche, pero en este momento, tengo mucho trabajo. —No tardaré, —dijo Irina como si la frialdad de la mirada de Max, no fuese absolutamente nada para ella. —Quiero hablar acerca de tu infidelidad. —él se tensó.—Primero hablemos de la tuya. —dijo Max caminando hacia donde estaba ella, se sentó en el sillón a lado de donde se encontraba, sus ojos se abrieron de par en par.
Irina detuvo el auto frente aquella casa de descanso a las afueras de la ciudad de New York, bajó, y con furia, cerró la puerta de golpe de su Lamborghini, Horacio bajó las escaleras trotando con una gran sonrisa en sus labios, al ver a Irina que estaba furiosa, la borró de inmediato. ―¿Qué pasa? ¿Quién ha hecho enojar a mi conejita?―dijo Horacio acercándose a ella, Irina le lanzó una mirada de odio. ―Max lo sabe. ―solo esas tres palabras hicieron que Horacio palideciera por completo, alzó sus cejas y se pasó una mano por su cabello.―¿Cómo es que se ha enterado?―preguntó de inmediato quedando frente a ella, Irina se recargó contra la puerta del auto, se cubrió el rostro con sus dos manos y comenzó a llorar. ―Tranquila, tranquila, conejita, si quieres que yo vaya a hablar y decirle que yo fui quien te sedujo o algo así, tendrás tu boda del siglo, ―él acarició sus brazos e intentó consolarla, pero era lo menos que quería hacer Horacio, la quería para él y no para Max, pero estaba tan
Max miró a Emma, notó el gesto frío y distante, pero no le importó, ella tenía que darle oportunidad de hablar y aclarar.―Sí, eres mi amiga. ―replicó Max recargándose a su lado, la miró desde su lugar y ella solo levantó la mirada. ―¿Qué haces aquí? ¿A quién esperas? ¿A tu ex prometido?―soltó molesto, Emma solo negó. ―El menos indicado para decirme algo, ¿Sabías? ―se quejó Emma, se hizo un breve silencio―Se ha roto mi tacón cuando estaba dispuesta a esquivarte en el elevador, pero he alcanzado a escuchar tus gritos contra mi jefa.―No le grité. ―se defendió Max.―Pues parecía que estabas molesto.―replicó Emma. ―No debiste darle más información de la que tenía, ahora pensará que pasa algo entre nosotros. ―Pero es que está pasando algo entre nosotros. ¿No lo ves?―No es así. Solo…―no siguió cuando él se sentó sobre sus talones e intentó tomar el pie de ella.―A ver, deja ver tu tacón―ella negó impidiendo que la tocara. ―Se supone que no debemos vernos, señor Müller. Y menos portarse
Emma hizo menos tiempo del que normal hace al regresar a su departamento, se había quedado en el interior de su auto pensando en lo que Max había dicho en las escaleras, “Había terminado su compromiso” pero seguía siendo el dueño de la empresa para la que ella trabajaba. Cerró los ojos y apretó el puente de su nariz, quería volver a sentir el control, su cuerpo estaba reaccionando de manera impulsiva con la presencia de él, y no debería. Había reglas que tenía que seguir. ¿Entonces? Retiró sus dedos de su nariz y abrió sus ojos, se sobresaltó al ver que la mujer que estaba frente a su auto era Elaine.— ¿Qué es lo que haces aquí sola?—preguntó Elaine arrugando su ceño. Emma bajó del auto y puso la alarma, se encaminó al elevador que la llevaría al departamento, las chanclas de Elaine se escuchó por todo el lugar, Emma solo negó.—Tienes zapatos, ¿Por qué andas con eso afuera? ¿Sabes que te ves mal? ¿Qué es lo que haces en el estacionamiento?—se quejó Emma, pero realmente no le importa
Max se había quedado debajo de la ducha fría, con la cabeza baja, ojos cerrados y con la imagen de Emma cuando tuvieron sexo en el comedor de aquella mañana. Habían pasado tres días desde que la vio en su departamento y no la pudo besar, lo peor para él, es que no se la había vuelto a cruzar y esta tarde, salió antes. Sí que estaba siendo intenso y necesitaba tranquilizarse, era finalmente viernes y se estaba preparando para ir a casa de su padre. Era su cumpleaños. Soltó un suspiro y cerró la llave, para después salir desnudo en busca de una toalla, cuando llegó frente al espejo, limpió el vapor con su mano finalmente viendo su imagen húmeda.—Du bist am Arsch, Max. —se dijo en alemán y que significaba: «Estás jodido, Max» —luego empezó a prepararse para ir a casa de su padre quien ya había llamado en varias ocasiones para confirmar si ya iba en camino. Una vez que él estacionó su auto frente a la gran mansión que era de la propiedad de su padre, se dijo a sí mismo que aún no le d
La conversación entre los invitados del padre de Max, fue trivial para él, no le interesaba hablar de negocios ni de nada más, su mirada se desvió a la copa de agua casi terminada de Irina, era algo que jamás vería en una cena familiar con ella, no recordó un momento donde hubiese una copa de agua a lado de su plato desde que estaban juntos, incluso, desde que eran amigos. —¿Qué pasa?—preguntó en un susurro Irina a Max, él desvió la mirada de manera sutil de su copa para mirar hacia los demás invitados. —¿Max?—le llamó junto con un pequeño toqué en su brazo, él miró a Irina. —¿Sí?—preguntó Max fingiendo que no había escuchado su primer llamado. —¿Por qué miras tanto mi copa de agua?—Max sabía por qué ella preguntaba. —Lo sabes. —contestó Max mirándola. —¿Verdad?—ella se tensó y desvió su mirada. —¿Estás enferma?—Irina lo miró. —Debo de tener una virus estomacal y no se me antoja tomar vino, pero no es de preocuparse. —sus ojos se quedaron en él. —¿Cómo has estado estos días?—susu
Emma se había quedado muda cuando Elaine le mostró lo que le entregaría al hombre con el que se encontraría en una hora, con la yema de sus dedos acarició sutilmente la superficie. El diamante era muy hermoso y cuando levantó la mirada hacia su madre, ella le sonrió. —¿Qué tal se ve?—preguntó.—¿Cómo es que tiene un collar con tremendo y exuberante diamante? ¿Segura que te lo dio la anciana hace años atrás?—ella asintió.—Fue un regalo que me entregó. —su rostro cambió. —En fin, ahora se lo regresaré, pero debería de recordar que nadie da y luego quita, más si fue un regalo de…—Elaine detuvo su oración y luego presionó sus labios—Bueno, —soltó un bufido—Me dará el dinero y te daré un millón de dólares para ti.—Yo no quiero dinero, Elaine. —Emma le dijo segura de sí misma. —Quiero que si consigues el dinero, ya hagas una vida lejos, que puedas tener tranquilidad y dejar de estarte metiendo en problemas. Eso incluye, involucrarme.—Bueno, —soltó un bufido—No seré una madre…—Emma la in