Emma estaba esperado en aquel restaurante caro y famoso de la quinta avenida, estaba en el interior de uno de los edificios más elegantes de la zona y por supuesto, tenía la mejor vista a la ciudad nocturna. —¿Quiere algo de beber, señorita?—preguntó el mesero que estaba asignado a atenderla. Emma negó con una sonrisa a medias. —Estoy bien, gracias. —él asintió retirándose de manera educada, mientras que ella, solo regresó la mirada a la ciudad, viendo de vez en cuando su reflejo en el espejo. Se escuchó de fondo la música clásica, las voces de los comensales comenzaron a desaparecer poco a poco, sin darse cuenta de que el lugar había quedado totalmente vacío. —Buenas noches—se escuchó una voz ronca y masculina, pero un poco familiar, Emma arrugó su ceño y volvió su rostro hacia la persona que acababa de hablar, sus cejas se alzaron con bastante sorpresa. Ella de inmediato, casi de manera torpe se puso de pie y extendió su mano para saludarlo. —Buenas noches, señor Bradford, ¿Ha v
El olor a café recién colado se impregnó en aquella habitación de descanso, tomó el periódico y comenzó su rutina, las noticias sobre el dólar y el euro, luego la sección de sociales para después terminar con los obituarios. Muchos de sus amigos habían fallecido en los últimos cinco años, y era por ese medio que él se enteraba quién se había ido. —Señor Bradford, —se anunció uno de sus hombres de confianza, el señor Min, su secretario personal. Jack levantó la mirada del periódico y lo miró. —Dame buenas noticias, Min. —aquel hombre coreano hizo una reverencia por educación. —Han llegado los resultados del ADN. —el corazón de Jack latió apresurado, este intentó no exaltarse. —Bien. Confirmemos oficialmente lo que ya sé…—le entregó un sobre blanco con el logo de su hospital, luego lo abrió y empezó a leerlo detenidamente hasta que llegó a aquel porcentaje: «99.97% paternidad altamente probable» Jack cerró sus ojos y sonrió. —Claro que es mi hija. —al abrirlos miró emoción en su
Momentos antes…Max había ido a trotar para tranquilizar la ansiedad que le había provocado saber que Irina estaba embarazada, estuvo a punto de ir a buscar a Horacio y partirle su cara, pero, ahora todo había cambiado. Le dolió de manera temporal lo que le hicieron, la confianza que habían traicionado ambos nunca lo perdonaría, lo único que lo mantuvo cuerdo, era las imágenes de lo que estuvo viviendo últimamente con Emma, todo detalle que se había grabado de ella lo tenía a flor de piel, había algo que lo había hechizado por completo, ni Irina que fue la primera y única mujer que había tenido una relación formal que había tenido en su vida le hacía sentir así. «No es solo deseo carnal, es algo más, Max» ¿Cómo podría ser eso posible con el corto tiempo de conocerse? Siguió trotando por varios kilómetros alejándose por completo de su departamento y de la zona donde suele trotar por las mañanas. Cruzó semáforos, cruzó un par de parques, casi más de una hora, se detuvo finalmente frent
El sudor se deslizó por la espalda de Emma, gimoteó cuando Max la levantó y la puso contra el vidrio de la ventana de la sala, la embistió de manera impecable, él tenía sus manos en su trasero y sus dedos se incrustaron en su piel, el lugar se había llenado de jadeos, gemidos y gruñidos, estos últimos de parte de Max; No habían dejado de tocarse desde que empezaron la primera vez, habían pasado un par de horas y ambos parecían no saciarse aún del uno y del otro. Habían tenido sexo en la sala, en la habitación de ella, en el baño, y por último, en la encimera de la cocina, Emma se había aferrado con sus dedos a la orilla mientras él desde atrás, entró en su interior sin darle tregua, hasta que tocó ese botón que la lanzaría a su propio orgasmo, él era brusco cuando ella lo pedía, y eso le estaba volviendo fascinación. La excitaba como nadie más podría hacerlo, Jamie había sido su primera y única pareja para ella antes de estar con Max, había descubierto posiciones que la dejaba dudand
Adler miró la cara del doctor una vez que había revisado su corazón, suspiró y presionó sus labios. Esto podría ser una mala noticia. El hombre se sentó en la silla de madera vintage a lado de la gran cama. —¿Sabes que tienes que estar yendo a revisión, Adler?—el hombre mayor, asintió y desviando la atención hacia otro lado. Desde el viernes no se había sentido bien, descubrir que su única nuera que tanto quería y había querido como otra hija más, le había traicionado, no solo a Max, sino también a él. —¿Por qué no has llamado antes? Sabes que te pude haber atendido aquí en tu casa si no querías permanecer en el hospital. —Adler regresó su mirada al doctor y amigo de hace muchos años. —Odio los hospitales, —hizo una pausa—¿Mi presión ya está estable?—el hombre asintió, se levantó para meter sus cosas a su maletín que estaba al pie de la cama, luego miró a Adler. —Debes de tener mucho cuidado. No puedes alterarte, no puedes hacer corajes, esto alteraría tu presión. —Está bien. Solo
Lunes por la mañana y Emma estaba de un buen humor que ni ella se lo creía, pensó «¿Cuándo fue la vez que he estado de este humor?» No recordó que fuese así un día. Sentada, con la mirada en la pantalla de su computadora, agilizó todo el trabajo que quería adelantar para tener el resto de la tarde sin pendiente. Separó todas las imágenes de lo que había pasado el sábado con Max, la forma en que besó cada centímetro de su cuerpo, así como el cómo la había empotrado contra el azulejo de la bañera para volver a hacerla suya, esta mañana había notado un chupete marcado cerca de uno de sus pechos y había por un momento sonreído, pero eso no se había quedado así, tomó su celular y le tomó una foto para enviarla a Max con la leyenda: «Primero y último, señor Müller» acompañado de una emoticono sonriendo, había recibido de inmediato una respuesta, pareció como si Max estuviese esperando por un mensaje de ella, «Así será, señorita Spencer» y con emoticono saludando de manera militar, (Mano en
Max había llegado al piso donde se encontraba Emma trabajando, quería investigar acerca del cliente Jack Bradford y saber que es lo que había decidido, así aprovecharía para hablar con la señora Byrne de la próxima junta. Cuando cruzó las puertas del elevador, notó a lo lejos una reunión de empleados cerca de la oficina de Emma, al llegar, se encontró con la escena de una discusión, entre ella y Jamie, el de personal, sus ojos se abrieron cuando Emma le soltó un golpe contra su cara y este cayó, caminó ella hacia él y se sentó sobre sus talones y algo le dijo, todos estaban atentos y lo sorprendente para Max fue ver a la señora Byrne con una sonrisa que intentó disimular. —¿Qué es lo que está pasando aquí?—Max preguntó y todos se giraron a mirarlo, para después desaparecer, la señora Byrne se aclaró la garganta y se acercó a la oficina de Emma, esta última se puso de pie y esperó a lado de Jamie a que él entrara. —Yo he visto todo, —dijo la señora Byrne—El señor ha insultado a la se
Max dejó a Emma en su piso, se trataron como dos desconocidos cuando un par de empleados tomaron el elevador, él siguió hasta que llegó al piso donde estaba la oficina de personal, estaba dispuesto a hablar y darle una lección a Jamie para que fuese la primera y última vez que le hablara de esa manera a Emma o a cualquier empleado de su empresa, pero más por ella. —Señor Müller—se levantó una joven mujer detrás de su escritorio y se limpió las comisuras de sus labios, señal de que estaba comiendo, él miró su reloj y era la hora del almuerzo, luego suspiró cuando levantó la mirada a ella. —¿El gerente de personal?—preguntó Max impaciente, quería comer algo antes de regresar a trabajar. —Está en enfermería revisándose la nariz, señor Müller. —él presionó sus labios con dureza—No tarda en…—pero fue interrumpida por la llegada del elevador y Jamie venía saliendo con unos tapones dentro de sus orificios para evitar que dejara de sangrar. —Señor Müller, ¿Necesita algo?—preguntó Jamie