Adler miró la cara del doctor una vez que había revisado su corazón, suspiró y presionó sus labios. Esto podría ser una mala noticia. El hombre se sentó en la silla de madera vintage a lado de la gran cama. —¿Sabes que tienes que estar yendo a revisión, Adler?—el hombre mayor, asintió y desviando la atención hacia otro lado. Desde el viernes no se había sentido bien, descubrir que su única nuera que tanto quería y había querido como otra hija más, le había traicionado, no solo a Max, sino también a él. —¿Por qué no has llamado antes? Sabes que te pude haber atendido aquí en tu casa si no querías permanecer en el hospital. —Adler regresó su mirada al doctor y amigo de hace muchos años. —Odio los hospitales, —hizo una pausa—¿Mi presión ya está estable?—el hombre asintió, se levantó para meter sus cosas a su maletín que estaba al pie de la cama, luego miró a Adler. —Debes de tener mucho cuidado. No puedes alterarte, no puedes hacer corajes, esto alteraría tu presión. —Está bien. Solo
Lunes por la mañana y Emma estaba de un buen humor que ni ella se lo creía, pensó «¿Cuándo fue la vez que he estado de este humor?» No recordó que fuese así un día. Sentada, con la mirada en la pantalla de su computadora, agilizó todo el trabajo que quería adelantar para tener el resto de la tarde sin pendiente. Separó todas las imágenes de lo que había pasado el sábado con Max, la forma en que besó cada centímetro de su cuerpo, así como el cómo la había empotrado contra el azulejo de la bañera para volver a hacerla suya, esta mañana había notado un chupete marcado cerca de uno de sus pechos y había por un momento sonreído, pero eso no se había quedado así, tomó su celular y le tomó una foto para enviarla a Max con la leyenda: «Primero y último, señor Müller» acompañado de una emoticono sonriendo, había recibido de inmediato una respuesta, pareció como si Max estuviese esperando por un mensaje de ella, «Así será, señorita Spencer» y con emoticono saludando de manera militar, (Mano en
Max había llegado al piso donde se encontraba Emma trabajando, quería investigar acerca del cliente Jack Bradford y saber que es lo que había decidido, así aprovecharía para hablar con la señora Byrne de la próxima junta. Cuando cruzó las puertas del elevador, notó a lo lejos una reunión de empleados cerca de la oficina de Emma, al llegar, se encontró con la escena de una discusión, entre ella y Jamie, el de personal, sus ojos se abrieron cuando Emma le soltó un golpe contra su cara y este cayó, caminó ella hacia él y se sentó sobre sus talones y algo le dijo, todos estaban atentos y lo sorprendente para Max fue ver a la señora Byrne con una sonrisa que intentó disimular. —¿Qué es lo que está pasando aquí?—Max preguntó y todos se giraron a mirarlo, para después desaparecer, la señora Byrne se aclaró la garganta y se acercó a la oficina de Emma, esta última se puso de pie y esperó a lado de Jamie a que él entrara. —Yo he visto todo, —dijo la señora Byrne—El señor ha insultado a la se
Max dejó a Emma en su piso, se trataron como dos desconocidos cuando un par de empleados tomaron el elevador, él siguió hasta que llegó al piso donde estaba la oficina de personal, estaba dispuesto a hablar y darle una lección a Jamie para que fuese la primera y última vez que le hablara de esa manera a Emma o a cualquier empleado de su empresa, pero más por ella. —Señor Müller—se levantó una joven mujer detrás de su escritorio y se limpió las comisuras de sus labios, señal de que estaba comiendo, él miró su reloj y era la hora del almuerzo, luego suspiró cuando levantó la mirada a ella. —¿El gerente de personal?—preguntó Max impaciente, quería comer algo antes de regresar a trabajar. —Está en enfermería revisándose la nariz, señor Müller. —él presionó sus labios con dureza—No tarda en…—pero fue interrumpida por la llegada del elevador y Jamie venía saliendo con unos tapones dentro de sus orificios para evitar que dejara de sangrar. —Señor Müller, ¿Necesita algo?—preguntó Jamie
Jamie no se podía creer lo que estaba escuchando, «¿Despedido?», este arrugó su ceño, se levantó de su silla y siguió mirando a Max. —No puede despedirme. —fue lo primero que dijo. —He trabajado por años para esta empresa, no puede venir solo a despedirme por qué le dije a esa vieja loca sus verdades.—Max tensó su mandíbula con fuerza al escuchar como había llamado a Emma.—Más respeto para la señorita Spencer, señor Stevenson. —Jamie arrugó su ceño.—¿Respeto? Esa mujer es el mismísimo diablo, —Max apretó el respaldo de la silla con sus dedos, intentó contenerse. —MÁS RESPETO—dijo Max en un tono cargado de frialdad que Jamie ignoró.—Creo que ha ignorado usted las reglas de la empresa, si ha trabajado tantos años para nosotros, debe tener en claro que está prohibido el hostigamiento y la falta de respeto entre los empleados.—Lo aceptaré—dijo Jamie—Pero sería una llamada de atención para mí como para ella. —Max se enderezó y se cruzó de brazos.—Usted es quien ha ido a buscarla, ust
Una vez que dijo eso Emma, dejó sin palabras a Max, quien aún estaba masticando cada palabra que salió de su boca. ¿Por qué sintió desilusión? Ella estaba siendo clara y todavía se lo estaba dando a saber, ¿No debería de agradecer su sinceridad? —Bien, entendido, agradezco que seas sincera conmigo y decirme que el ser madre no es lo tuyo. Algo que choca con lo que deseo a futuro. —ella se sorprendió, agitó sus pestañas rápidamente por un momento, arrugó su ceño e intentó comprender aquellas palabras. —¿Quieres decir que tú deseas tener familia?—preguntó Emma. —Sí. —contestó sincero, retomó su comida, pero con la mirada en su plato, «Ella no quiere tener hijos» ¿Entonces? ¿Por qué se vio visualizado con ella? No tienen el mes de conocerse y ya estaba pensando en que ella podría ser aquella mujer a quien se entregaría en cuerpo y alma, con la que podría formar una familia algún día, en algún momento. «Calma, Max, no seas intenso» Levantó su mirada y sonrió a medias. —Cuéntame, ¿Ten
—Tienes miedo, pero la pregunta correcta sería: ¿A qué le tienes miedo, Emma?—Emma se quedó callada al escuchar aquella pregunta. —No le tengo miedo a nada, Max. —Ven, —dijo él levantándose de un movimiento elegante y ofreciéndole la mano para que la aceptara. —No voy a tomar tu mano, no quiero que nadie vea que…—él presionó sus labios con dureza. —Max—usó su nombre en advertencia. —Quiero presentarte a mi padre. —Emma alzó sus cejas con sorpresa. —Ya conozco a tu padre, gracias. —Anda, demuéstrame que no tienes miedo. —ella mordió su labio y negó. —No tengo por qué demostrarte absolutamente nada. —ella replicó empezando a molestarse de verdad.—Así que ella es Emma—escucharon la voz de Adler, Emma se puso de pie de un movimiento rápido, cuando miraron hacia ellos, estaba Jack sonriendo y le señaló a ella. —Ya he escuchado muchas cosas muy buenas de ti, señorita—ella le sonrió y le aceptó la mano en saludo. —Le estaba invitado para que la conocieras. —dijo Max con una sonrisa
Emma se quedó mirando como Max subió a su auto y la miró en espera de que ella hiciera lo mismo, pero en el suyo que había aparcado detrás de él, ella soltó un suspiro y negó.—¿Qué se traerá entre manos?—murmuró para sí misma, subió al auto y lo siguió, pareció emocionado Max desde su lugar una vez que se estacionó a su lado en el primer semáforo. Bajó el vidrio y miró hacia Emma. —No me pierdas de vista, pervertida—alzó Emma una de sus cejas, el escuchar como la había llamado era el recordatorio de todas las veces que habían tenido sexo, apretó sus muslos y negó a sí misma. —Cuerpo traicionero—murmuró, el semáforo cambió a verde y lo siguió, esquivó el tráfico a la perfección, casi veinte minutos después, Max sacó la mano para señalarle por donde iba a entrar, era un edificio alto, elegante, era una zona exclusiva de la ciudad, Emma arrugó su ceño cuando entró al estacionamiento subterráneo. Se estacionó a lado del auto de él que estaba a un par de metros de distancia del elevado