Departamento nuevo de Max—Bueno, ha sido un placer cerrar este trato contigo, amigo. —Sasha le estrechó la mano a Max y este asintió emocionado, Emma le sonrió y le aceptó la despedida, una vez que él se fue y los dejó a solas, hubo un silencio que estaba empezando a hacerse incómodo entre los dos. —Es hora de marcharme—anunció Emma para después aclararse la garganta, él la miró, tomó un poco de aire sutilmente sin dejar de mirarla y pasó saliva después. —Ni se te ocurra, Max. —dijo Emma negando. —Tengo que marcharme, no quiero que la señora Byrne…—y de un movimiento rápido, la tomó por la cintura y la puso contra las puertas frías del elevador, Emma sintió como el calor nació de nuevo y comenzó su recorrido por debajo de su piel, ella no pudo evitar no sonreír. —Tengo que marcharme, —Max se inclinó y comenzó a besarle el cuello, mientras que ella lo ladeó, él sonrió contra su piel, comenzó a desabotonar la camisa de vestir de Emma, pero ella lo detuvo, haciendo que él también lo hi
Emma se miró de nuevo en aquel espejo de cuerpo completo, se había debatido en ponerse ese vestido negro, que le quedaba a medio muslo, estilo jumper sin mangas y que se adhería a sus curvas que usualmente siempre ocultaba, zapatillas de aguja, escote V dejando a la vista la línea de entre los dos pechos, ahora, se sentía poderosa, se sintió deseada y por primera vez, decidió mostrar un poco más de aquella mujer que siempre ocultó. Se había dejado el cabello liso y un maquillaje sencillo. Caminó con su abrigo colgando de su brazo, pensando ya por donde marcharse para evitar el tráfico. —Buenas noches, Emma—ella se tensó cuando escuchó que alguien le había llamado, cuando se volvió, miró a Jamie. Lució distinto, el cabello revuelto, corbata aflojada, la mitad de su camisa fuera de su pantalón de vestir, y en su brazo, colgó el saco del traje. —¿Qué haces aquí?—preguntó arrugando su ceño, se aferró a la llave del auto que tenía en su mano, había detenido su camino para mirarlo. —¿Cómo
Horacio tomó de su vaso de cristal aquel whisky que tanto le gustaba a su padre y que mantenía una reserva en la casa de descanso. Las palabras de Max lo habían acribillado mentalmente cuando le dijo: «Cuando nazca ese bebé, veremos si será así.» —¿No vas a cenar, hijo?—la madre de Horacio interrumpió sus pensamientos. —Desde que llegaste no has dejado de beber, ¿Algo te preocupa?—él tomó el resto de su vaso y lo dejó en la mesa de cristal frente a él, se levantó y miró a su madre. —Me tengo que ir madre, —le puso una sonrisa, pero la mujer, entrecerró sus ojos. —¿Cuándo nos vas a presentar a esa mujer que te tiene todo distraído? —él sonrió apenas de manera débil. —No lo sé, espero pronto. —se acercó a ella y puso sus manos en los hombros para inclinarse a mirarla a los ojos. —Pronto espero darles una nuera, una boda y un nieto—la mujer abrió sus ojos y estos se cristalizaron. —Hazlo pronto, a esta mujer no le queda mucho tiempo, hijo, tu padre se volvería loco con un nieto, ¿Sab
Cuando las puertas del elevador se abrieron ante Emma y Max, todo el ambiente cambió, la pizza la dejó en la mesa del recibidor y luego, él la puso contra la pared más cercana y atrapó su boca con la suya de forma posesiva, la devoró como si no hubiese un mañana, ella tuvo que frenarlo, ya que estaba a nada de quedarse sin aire. —Espera, espera, —jadeó Emma separándose del beso, ambas respiraciones eran inestables, el calor había aumentado tanto que pareció que sucedería una combustión espontánea ahí mismo. —Tengo hambre, pero de comida, comida. —Max sonrió y asintió rápidamente.—Claro, claro, que falta de educación, soy el anfitrión y no te he ofrecido nada, —se aclaró la garganta, aquellas palabras lo habían pillado y bajado de su nube de excitación, luego tomó una bocanada de aire e intentó controlarse, la miró y dejó un beso contra su frente, al separarse, tomó su mano y la guio al sillón, había creado un ambiente romántico para los dos, había música de fondo instrumental, la ch
—Mi propia madre. —cuando Max escuchó aquella confesión, se le erizó la piel, no se podía imaginar que tanto era el daño en Emma como para pensar que no era una buena mujer y que podría matar por su hijo, «¿Qué padre no haría algo así si le lastiman a su propio hijo?» Pensó Max, pero miró la copa destruida en el regazo de Emma y un poco de cristal en su mano, no había soltado el cristal aún y se preocupó. —Todo padre haría eso, Emma. Así que yo también no sería una buena persona si deseo que el mundo arda cuando me entere de que le han hecho daño a mi propio hijo, —Max tiró de la orilla de su camisa para rasgarla y tomar un poco para limpiar la palma de Emma. —Deja revisarla. —cuando Emma reaccionó, abrió su mano y no había una herida, solo cristal mojado. —¿Por qué mi madre no lo hizo?—la voz de ella en un susurro cargado de dolor, hizo que Max mirara a los ojos a Emma. —¿Qué es lo que te hizo, Emma?—ella aún tenía muros a su alrededor, quizás y derrumbando un par más, podría solta
Emma abrió sus ojos de par en par al escuchar aquellas palabras susurradas en su oído, la piel de sus brazos se habían erizado. Pasó saliva con dificultad, y luego tomó un poco de aire para poder tranquilizarse así también como su corazón.—¿Tu novia?—preguntó en un tono bajo que perfectamente él podría haber escuchado.—Sé que es algo pronto, pero no quiero perder el tiempo, quiero disfrutar contigo esto, poder salir a lugares sin tener que escondernos o ir al otro lado de la ciudad para evitar que nos reconozcan, quiero irnos de viaje, ir a cenar con mi familia, con mis amigos. Quiero hacer cosas que nunca he hecho con nadie, y quiero hacerlo contigo. —Emma sonrió. —¿Estás sonriendo, señorita Spencer?—ella sonrió más y él comenzó a hacerle cosquillas que hicieron que le arrancará un par de carcajadas, se removió como pez fuera del agua, hasta que de un movimiento la puso debajo de él, sobre la alfombra, ella estaba agitada, sonrojada, y ahora por la forma en la que él la miró, podría
Edificio Müller, New York, Estados Unidos.Viernes por la mañana y Max ya tenía lista su maleta de equipaje para volar con Emma a la casa de descanso que tenía en las islas Canarias. Estaba realmente emocionado porque estaría con ella sin que nadie los molestara. Katharina tocó a la puerta de su oficina, él anunció que podía entrar y levantó la mirada hacia ella, cuando la mujer alta y robusta apareció, Max se tensó al ver la mirada de su empleada. —¿Qué es lo que ha pasado?—preguntó poniéndose lentamente de pie de su silla. —Su señor padre está subiendo en el elevador hacia acá. Llegará en dos minutos. —Max arrugó su ceño—Ha pasado desapercibido, el contador se lo ha encontrado y ha pasado mensaje en el grupo de empleados que estaba aquí su padre. —Bien, está bien, —tomó una bocanada de aire. —Está bien—repitió Max intentando no pensar algo malo solo por qué su padre ha llegado de manera imprevista y sin querer ser visto.—Toma tu lugar y hazlo pasar de inmediato. —Sí, señor. —lu
Emma llegó a su oficina con aquel amargo sabor en su boca, miró la maleta a lado del sillón que estaba oculta a los ojos ajenos. «¿Crees que cederé a casarme con Irina solo por qué está embarazada después de todo lo que me hizo?» Las palabras de Max se repetían una y otra vez, él sería padre pronto, ¿Por qué callar algo tan importante? —Emma—ella se sobresaltó cuando escuchó a Max llamarla a su espalda, ella se repuso de inmediato y caminó hasta su escritorio. —¿Sí, señor Müller?—ella se giró para mirarlo, él ya estaba frente al escritorio. —Katharina me informó que estabas en la oficina, ¿Por qué no me avisaste?—preguntó Max con un escudo de seriedad, quería saber cómo estaba realmente Emma. Ella, se dejó caer en su silla giratoria. —Te envié un mensaje informando que subiría para ver algo del viaje, así que por primera vez decidí ir yo misma y así poder mirarte aunque sea un momento, pero estabas ocupado así que regresé. —Emma tenía un porte serio y elegante al mismo tiempo, des