Adler estaba terminando de ajustar su abrigo para salir de la casa y dirigirse al hospital, al cruzar el pasillo, su empleada doméstica, se acercó.—Señor Müller, ha llegado un señor que dice que necesita hablar con usted. —Adler alzó sus cejas con sorpresa.— ¿Te ha dicho cuál es el asunto? Tengo que marcharme ahora al hospital.—Dice que es importante. —él soltó un suspiro.—Hazlo pasar a la sala. —ella asintió y él llamó a Jack que llegaría tarde al hospital, pero que se adelantara. Al terminar, se dirigió a la sala. Cuando llegó, estaba una figura de un hombre dando la espalda hacia él. —Buenos días, ¿En qué puedo ayudarlo? Tengo que salir. —el hombre se dio la vuelta y no dijo nada por el momento, solo hubo un poco de silencio, entonces Adler, supo quién era. — ¿Cómo es que después de tantos años te atreves a pararte en mi casa? —el hombre se quedó callado por un breve momento antes de decir algo.—Hola, Adler.— ¿Qué quieres? ¿Ahora qué es lo que quieres llevarte de aquí? —Adler
Emma se aferró a la mano de Max mientras en la misma camilla iba siendo trasladada a quirófano, tenía miedo, mucho miedo de que no saliera algo bien.—Todavía no es tiempo, no aun no es tiempo, —dijo Emma entre sollozos, el dolor en cada contracción, aumentó más y más. Y Max, con impotencia de no poder aliviar su dolor, de poder evitarlo, pero Emma había decidido hacerlo sin medicamentos.— ¿Estás segura que no quieres algo para el dolor?—un último intento, pero Emma no contestó, la vena de su sien, resaltó, era la primera vez que él lo había notado.Una enfermera detuvo a Max cuando Emma cruzó en la camilla aquellas puertas que la llevaría al quirófano.—Acompáñeme, señor Müller. —Max no quitó la mirada por dónde Emma había desaparecido. Luego siguió a la enfermera, le dijo lo que tenía que hacer para poder entrar al quirófano y acompañar a Emma, se puso el gorro azul, la bata, y el cubre bocas, al escuchar las indicaciones, finalmente, entró:— ¡Me duele! —Gritó— ¡DIOS MÍO!—gritó Em
Max estaba sentado en uno de los sillones de la sala mientras tenía a la pequeña Emily en brazos, ella acaba de dormirse por fin. Había estado llorando por un buen rato, pensó que podría tener hambre pero lo que quería era estar en brazos. Una sonrisa apareció en sus labios, era una pequeña extensión de él y de Emma, momentos después, un suspiro llegó a él.— ¿Está dormida?—preguntó Emma bajando las escaleras de la segunda planta, Max asintió y miró embelesado en su dirección. Se veía hermosa en aquellos jeans ajustados, se notó como su cuerpo había cambiado, tenía más caderas, y sus pechos, más grandes, pero esos eran por la leche, se remangó hasta los codos la camisa holgada de vestir, disimulaba los kilos extras que había ganado en el embarazo y aunque, nunca fue fiel al gimnasio, pensó detenidamente en empezar una rutina.Mientras avanzaba hacia ellos, se levantó una coleta en lo alto de su cabeza, dejando a la vista su largo cuello, y la curva de sus hombros. Max pasó saliva con
Los sentimientos estaban a flor de piel, pero Emma hacía lo posible por ser la mejor versión de ella misma. Terminó de cambiar el pañal de la pequeña, y sonrió al verla tranquila. Recordó las palabras de Elaine de hace días atrás en aquel restaurante. Era algo raro de ver en su madre, ella intentando ser maternal. O quizás siempre lo fue pero nunca lo demostró.— ¿Quién es la princesa de mamá? —comenzó a hacerle cariños a Emily. — ¿Quién es princesa de mamá? —y la llenó de pequeños besos.— ¿Señora? —llamó el ama de llaves, Emma se enderezó y miró hacia la puerta.—Dime, —dijo tomando el resto de las cosas de la bebé que había sacado para ponerlas de regreso en el cajón.—Le ha llegado un paquete, —luego se lo entregó. Emma le dio las gracias y miró el remitente. Pero no había nada, solo el nombre de ella. Regresó a la cuna y Emily estaba empezando a hacer pucheros de querer llorar.—No, señorita, no puede imponerse a estar solo en brazos. No, señorita, —Emily empezó a llorar, Emma so
Dos meses después…Día de la boda.Jardines de la mansión de los Müller.Emma se ajustó de nuevo el tirante de su hombro, este lentamente se bajaba, torció sus labios en desaprobación. En la muestra para revisar detalles, todo estaba perfecto, no entendía que había pasado en una semana, ¿Por qué el tirante estaba flojo? Eda entró vestida en un vestido color dorado, escote recto y caía hasta sus pues. Un recogido debajo de la nuca y un rol de su cabello cayó por el costado de su rostro.—Traje la aguja y el hilo. Arreglemos esto. —dijo decidida a arreglar aquel tirante.— ¿Está todo listo? —quiso saber, Emma. Estaba nerviosa. No había podido dormir mucho últimamente.—Sí, Emily ya está vestida, la tiene Max. Pero yo seré quien la cargue en la ceremonia. Aunque Sasha está obsesionado con hacerlo él, le he dado un ultimátum de que seré yo quien la lleve. —Emma sonrió, Sasha había sido el hombre que había cortejado a Eda desde hace un mes, y ahora, eran novios recién. Serían la pareja más
Max Empresas Müller —Me gustaría confirmar la reservación, gracias—había llamado al restaurante favorito de Emma, hoy era su cumpleaños. Y aunque ella no solía festejarlo, desde que estaba a mi lado, yo lo hacía totalmente especial. Así que me ha pedido algo tranquilo, sin alboroto y si era posible, solo nosotros dos. Solté un largo suspiro, este año quería hacerlo más emotivo. Habían pasado bastantes cosas en estos últimos cinco años desde que nos habíamos dado el sí, cinco años siendo esposos, amigos y los mejores amantes. Tenía mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón de vestir, estaba de pie, frente aquella vista panorámica desde mi oficina, pero mis cinco minutos de descanso, fueron interrumpidos por el toque de la puerta de mi oficina. —Adelante—anuncié, me giré hacia mi escritorio a mi espalda entonces apareció mi pequeño ángel. — ¡Papá! —Emily vino corriendo hacia a mí con sus brazos abiertos para que la alzara, y como súper papá, lo hice sin pensarlo, me rodeó del
New York, Estados Unidos.Emma encendió la cafetera a la misma hora de siempre, quince minutos antes de las seis en lo que ella se daba una ducha y se arreglaba, tomaría la primera taza del día antes de marcharse a la empresa. Emma era un analista de riesgo en una importante empresa internacional que tenía la cede en Alemania, era la mejor en su trabajo, había sido la mejor empleada consecutiva durante más de un año. Era implacable, estricta, obsesiva con la limpieza, el orden, perfeccionista y…era una mujer excepcional. Todas las personas que la conocían, la admiraban, pero no todos.— ¡¿Dónde está mi corbata?! —gritó Jamie, su prometido, este salió de la habitación en ropa interior y aporreó la puerta del baño. Emma debajo del agua estaba concentrada masajeando su cuero cabelludo durante el minuto que siempre usaba para hacerlo por las mañanas. — ¿Estás aun con lo de tu cabello? Voy a llegar tarde, mujer. —volvió aporrear la puerta irritado. Emma abrió los ojos y presionó su mandíbu
Al día siguiente Jamie esperaba en la puerta principal de la empresa a que apareciera Emma, pero era extraño no verla, nunca llegaba tarde, siempre exacta, miró de nuevo el reloj y ya habían pasado cinco minutos después de la hora que solía llegar.— ¿Dónde estará si siempre es estrictamente puntual al llegar? —arrugó su ceño y entró al edificio, durante el camino al elevador pensó que quizás para no encontrárselo en la entrada, subió antes a su oficina. Así que antes de empezar labores, iría a intentar tener una conversación decente, estaba a nada ya de la boda y tenía que celebrarse. Al llegar al piso, varios empleados especialistas en riesgo tomaban sus escritorios, Jamie se acercó a la jefa de Emma. —Buenos días, señora Byrne, estoy buscando a Emma, ¿Sabe de casualidad donde puedo encontrarla? ¿Y ha llegado? —la señora Byrne arrugó su ceño.— ¿Emma? —extrañada a su pregunta—A Emma le di el día de ayer y hoy para que tuviese más tiempo para revisar los últimos detalles de su boda,