Edificio Müller, New York, Estados Unidos.Viernes por la mañana y Max ya tenía lista su maleta de equipaje para volar con Emma a la casa de descanso que tenía en las islas Canarias. Estaba realmente emocionado porque estaría con ella sin que nadie los molestara. Katharina tocó a la puerta de su oficina, él anunció que podía entrar y levantó la mirada hacia ella, cuando la mujer alta y robusta apareció, Max se tensó al ver la mirada de su empleada. —¿Qué es lo que ha pasado?—preguntó poniéndose lentamente de pie de su silla. —Su señor padre está subiendo en el elevador hacia acá. Llegará en dos minutos. —Max arrugó su ceño—Ha pasado desapercibido, el contador se lo ha encontrado y ha pasado mensaje en el grupo de empleados que estaba aquí su padre. —Bien, está bien, —tomó una bocanada de aire. —Está bien—repitió Max intentando no pensar algo malo solo por qué su padre ha llegado de manera imprevista y sin querer ser visto.—Toma tu lugar y hazlo pasar de inmediato. —Sí, señor. —lu
Emma llegó a su oficina con aquel amargo sabor en su boca, miró la maleta a lado del sillón que estaba oculta a los ojos ajenos. «¿Crees que cederé a casarme con Irina solo por qué está embarazada después de todo lo que me hizo?» Las palabras de Max se repetían una y otra vez, él sería padre pronto, ¿Por qué callar algo tan importante? —Emma—ella se sobresaltó cuando escuchó a Max llamarla a su espalda, ella se repuso de inmediato y caminó hasta su escritorio. —¿Sí, señor Müller?—ella se giró para mirarlo, él ya estaba frente al escritorio. —Katharina me informó que estabas en la oficina, ¿Por qué no me avisaste?—preguntó Max con un escudo de seriedad, quería saber cómo estaba realmente Emma. Ella, se dejó caer en su silla giratoria. —Te envié un mensaje informando que subiría para ver algo del viaje, así que por primera vez decidí ir yo misma y así poder mirarte aunque sea un momento, pero estabas ocupado así que regresé. —Emma tenía un porte serio y elegante al mismo tiempo, des
Emma estaba pensativa una vez que empezó a recoger sus cosas, Max había enviado un texto informándole que los autos se quedarían en la empresa y que un chófer los recogería en el estacionamiento subterráneo para marcharse al aeropuerto. Los nervios la habían invadido, había ido en la hora de almorzar a la farmacia para comprar sus anticonceptivas y por si acaso, la pastilla del día siguiente, no sabía qué podría pasar y tenía que ir preparada para cualquier cosa. Estaba esperando frente al elevador de su piso y cuando miró que este venía bajando, se imaginó que en el interior, vendría Max con su maleta ansioso por marcharse. Las puertas se abrieron y la sonrisa que tenía en sus labios se borró de inmediato al ver a un hombre que no conocía, este la miró con el ceño arrugado. —¿Va a subir?—preguntó en un tono ronco y remarcado, como si fuese extranjero.—Claro, —Emma reaccionó y tiró de su maleta para entrar al elevador, este se hizo a un lado para que entrara, luego se hizo a un lado
Islas Canarias, España.Después de seis horas y cincuenta minutos, el auto se detuvo frente a las puertas rústicas de madera color marrón, Max estaba al volante y extendió su mano para presionar el botón y anunciar al personal que cuida la casa de que han llegado. Las puertas se abrieron automáticamente dejando a la vista un camino lleno de flores silvestres coloridas que se podían ver por las luces que estaban al ras del suelo. —Es hermoso—susurró Emma.—Espera verlo al amanecer, es simplemente impresionante. —dijo deteniendo el auto frente a la casa de dos pisos. Tenía un acabado de piedra lisa y unas escaleras rústicas con un corto barandal que llevaba a la puerta doble. Bajaron del auto al mismo tiempo que las puertas se abrieron, de ellas apareció una mujer madura con una gran sonrisa en sus labios, dijo algo en alemán al saludar a Max, este le respondió y dejó un beso contra su frente, Emma parpadeó varias veces, no entendía de que hablaban, pero al parecer, hace mucho no se ve
Hola queridos lectores, Paso a contarles que estoy empezando a preparar un maratón para esta historia, serán varios capítulos que iré escribiendo y cuando lo tenga completo, se los publicaré, en ese maratón vendrá ya el final de esta historia así como su epílogo y sus capítulos extras, dando fin a una historia de romance y pasión. No será un maratón de cinco capítulos, no, serán aproximadamente quince capítulos largos en el que se plasmará todooooo y no quedará ningún cabo suelto. Espero les guste la noticia, así ya no me esperan con las actualizaciones, ya que tengo trabajo nuevo y eso reduce mi tiempo de escritura, quiero escribirles este maratón y puedan disfrutarlo desde el primero, hasta el último capítulo extra. Les cuento que valdrá la pena la espera. Se los prometo. Mara Caballero.
New York, Estados Unidos. Irina caminó de un lado a otro con muchos nervios, sus manos habían empezado a sudar como nunca en su vida lo había hecho. Se limpió con las palmas abiertas a los costados de su vestido y luego miró hacia la entrada de la casa de sus padres. No había boda. No tenía a Max. Y no tendría el prestigio de los Müller y mucho menos parte de la herencia, había sido la mejor mujer ante los ojos de Adler, pero todo había dado un giro inesperado. Estaba embarazada y no sabía realmente de quién era. No quería que fuese de Horacio, aunque lo manejaba a su gusto y lo manipulaba, ella quería a Max, él tenía todo lo que ella deseaba. Pero había dado un traspié y ahora estaba a punto de ser exiliada de su propia familia. —Lo tenía todo, ¿Cómo es que lo has perdido todo, tonta? —se dijo a sí misma cuando se dispuso a entrar a la casa, sus padres esperaban por ella en el gran comedor para la cena. Habían regresado esa mañana de compras por Europa y aún no estaban al tanto de
Islas Canarias, España.Habían pasado dos horas desde que Max y Emma detuvieron su maratón sexual de fin de semana por el festejo de su cumpleaños. Mientras aún él dormía, ella había bajado a la cocina para preparar algo de comer, tenía bastante hambre que juró que podría devorar a una vaca completa. Se recogió el cabello largo y rubio en una coleta alta, se acomodó la camiseta de algodón de Max -la orilla le quedó debajo de su trasero dejando a la vista sus largas piernas- y se dedicó a preparar un par de sandwiches. Había carne, bastante, así que se puso dos porciones más que había freído para rellenar. —Hola, pervertida—Emma dio un pequeño sobresalto al escuchar su voz ronca y adormilada, cuando se volvió, Max se estaba acercando por detrás de ella para rodearla con sus grandes brazos y dejar su barbilla en el hombro de ella. Algo extraño de ver, ya que era bastante alto. Max dejó un par de besos en la curva de su cuello haciendo que Emma se estremeciera y soltara un suspiro. —Ho
Islas Canarias, EspañaMax tenía la palma de su mano contra la boca de Emma mientras la embistió despiadadamente, los gemidos ahogados, crecieron conforme entró en ella. Tocó aquel punto de su interior que la hizo explotar de nuevo, sus uñas se clavaron en la piel de la espalda de Max provocando un poco de dolor, un dolor que era soportable, entonces, se vino después de ella, retiró la mano y la besó apasionadamente, no habían detenido su maratón de sexo de fin de semana, todo el día habían estado encerrados en la habitación principal, lo habían hecho por todo el lugar en cuanto se había ido la mujer que cuidaba la casa. Entrada la noche, se dieron un segundo baño después de volverlo a hacer en la ducha, finalmente habían detenido la actividad para cenar a la una de la madrugada. —¿Te falta mucho?—preguntó Max entrando a la habitación, Emma asintió poniéndose de pie para caminar hacia él y bajar a cenar, tenía mucha, pero mucha hambre, se sintió algo adolorida de ahí abajo lo cual nu