Emma miró a su madre en la cama, su sonrisa y el brillo de aquellos ojos le recordó todo el pasado, todo lo que había hecho para evitarla a toda costa, pero al parecer nada sirvió para nada. Ella estaba aquí. Buscando dinero. Y algo más, quizás.—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma acercándose al pie de la cama, la mujer sonrió más a la frialdad con la que su hija la recibía.—Bien. Este hospital es un asco, pero bien. ¿Por qué has tardado tanto en venir por mí? —preguntó, Emma se tensó y negó lentamente.—¿Venir por ti? Primero que todo, ¿Qué es lo que quieres? Podemos solucionarlo en este momento. No es necesario que vengas conmigo. Dime, y cada quien sigue su camino.—Vaya, sigues como un témpano aun al ver a tu madre en esta situación. ¿No te duele el corazón tratarme de esta manera? —Emma reconoció de inmediato el tono de sarcasmo en aquellas palabras.—¿Cuánto es lo que quieres? Ya he pagado el hospital. Y habla de una vez por qué tengo cosas que hacer.—Bueno, quiero unos miles de
Emma se miró en el nuevo espejo que había adquirido en una prestigiosa tienda de muebles y decoración, notó lo poco bronceada que estaba, se regañó a sí misma no haber disfrutado del sol en la playa un poco más, entonces cerró los ojos y sonrió débilmente, recordando aquel cuerpo alto, fornido, con acento alemán, labios carnosos y que había besado cada rincón de ese cuerpo. Soltó un largo y pesado suspiro. «¿Quién se iba a imaginar que Emma Spencer iba a hacer algo así tan descabellado en su vida?» Se había confesado a sí misma que nunca había tenido tantos orgasmos en su vida sexual y en unas horas nada más que lo que duró con Jamie de pareja. Al abrir los ojos, se aclaró la garganta y se tocó las mejillas que se habían tornado un color rosa intenso, el recordar lo bien que había pasado esa noche con el alemán, era imposible volver a tener algo así en su vida. Después de eso, no volvería a tener una relación por nada del mundo. La experiencia con Jamie la dejó sin ganas de volver a te
Enfrente de una hermosa casa, dentro de los terrenos más lujosos, Max estaba en su auto con su prometida, Irina, esta no dejó de hablar del tema de la boda mientras los dedos de él tamborearon impacientes en su pierna intentó mostrar interés, pero realmente estaba acabando con la paciencia que le quedaba.“Infiel descarada” pensó.—No quiero arruinar el momento, querida, pero necesito marcharme. —la mujer arqueó la ceja y lo miró de manera irritante. Se cruzó ella de brazos contra su pecho haciendo que este resaltara a la vista con ese escote descarado. —Tenemos que ultimar los detalles de nuestra boda, querido. —Max tomó una bocanada de aire de manera discreta y lo soltó entre dientes. Luego puso una gran sonrisa fingida.—Lo sé, pero recuerda que con la fusión de la empresa, tendré más trabajo, y en estos momentos estoy perdiendo dinero hablando de un tema que al final siempre vas a decidir lo que TÚ quieres, no yo, ¿Sabes por qué?—Porque soy la mejor y porque te amo. —respondió c
«… Y faltas solo tú…» las palabras de su jefa se quedaron retumbando en su cabeza. ¿Cómo le haría para escapar? ¿Cómo podría ser posible que el alemán fuese un empleado en su misma empresa? ¿Esto era algún tipo de venganza de su vida pasada? ¿Algo de karma? «Imposible» no había hecho nada malo como para que el destino le estuviese cobrando algo. —Voy en un momento, no me siento bien. —dijo Emma sincera, el estómago se le había tensado por lo que había visto. —¿En serio? ¿Quieres que te lleve al hospital?—Emma negó como si ella la hubiese visto cara a cara. —Es solo que algo debí de haber comido que me debió de caer mal. Solo tengo un poco de náusea. —Pero si no has almorzado, ¿Qué es lo que vas a vomitar, mujer? ¿No será que…?—detuvo sus palabras. —¿Qué?—preguntó Emma alertada. —¿Estás embarazada?—preguntó su jefa, Emma abrió sus ojos de par en par, y negando rápidamente. —No, no, no, no. Claro que no. Imposible—Emma siempre se había cuidado. Siempre. Imposible que pueda quedar
Max llegó a su departamento que tenía para sus visitas a la ciudad, eso le recordó que tenía que venderlo de inmediato y buscar una casa, ya que él soñaba con un lugar con jardín, una área de parrilla, una piscina, una cocina grande, una sala de entretenimiento, y con una vista a un lago y claro, con muchas habitaciones incluyendo para sus futuros retoños. Un ambiente familiar es con lo que soñaba.Ese era uno de su sueño con Irina una vez casados, aunque ella prefería un ático en algún edificio famoso y costoso con vista a la estatua de la libertad, Max estaba seguro de que la podría haber convencido de tener una casa fuera del barullo de la ciudad, o eso esperaba antes, ahora todo había cambiado, así como sus planes de tener una vida juntos en un futuro. Caminó por el pasillo mientras se desabrochaba la corbata con el nudo más perfecto que podía hacer, al abrir la puerta de su habitación, se detuvo, Irina estaba en la cama vestida en un conjunto de Victoria Secret, se podía ver des
Emma cerró la puerta detrás de sí y luego recargó la espalda, poco a poco, comenzó a deslizarse hasta que quedó sentada en la duela oscura. Levantó las piernas contra su pecho y las rodeó con sus brazos, dejando su barbilla en las rodillas. Repasó el encuentro con el alemán, una y otra vez, perdiendo la cuenta de las veces que lo había hecho en ese rato. Cerró los ojos y negó lentamente, ¿Cómo trabajar con alguien con quien había tenido una aventura sexual en Hawái? Y para rematar, era el jefe de su jefa directa. —Ya tengo bastante con lo de mi madre, lo de Jamie y ahora esto…—murmuró entre dientes, se levantó y caminó hasta su habitación, tomó su toalla y un cambio de ropa para después meterse al baño, después de una larga ducha, salió para descansar, aún tenía tiempo para leer un rato. Con la toalla en su cabello envuelto a la totalidad, empezó a ponerse sus cremas nocturnas, hasta que el timbre del departamento se escuchó. Abrió sus ojos de par en par, alertada. Nadie sabía su n
Departamento de Emma Spencer, New York, Estados Unidos El sonido de su respiración agitada, el ruido que hacía cuando sus cuerpos chocaban, el olor a vainilla que desprendía la piel de Emma, lo estaban volviendo adicto. Entró y salió de su interior de manera impecable, mientras que al mismo tiempo, los pechos bailaban, la posición que había encontrado donde la fricción era más intensa, la repitió volviéndola a llevar a su cuarto orgasmo. Sintió como su cuerpo tembló al llegar a su propio clímax al mismo tiempo que ella. El aire sintió que se escapaba, tomó con esfuerzo otra bocanada de aire y se dejó caer a lado de ella, totalmente desnudos. Ambos respiraban agitados y sudados, como si hubiesen corrido un gran maratón. —Eso ha sido…—apenas podía hablar Max.—Lo mejor de lo mejor. —Emma estaba igual, apenas podía llevar aire a sus pulmones, su piel estaba completamente erizada, cerró los ojos y disfrutó el hormigueo que le provocaba después de un orgasmo, cuando era raro que los alcan
Max había recorrido a temprana hora la empresa que era de su padre, pero que ahora estaba a su mando desde la fusión. Era un hack en todo lo que era el tema financiero, y sabía que podría llevar a esa empresa más allá de lo que en la actualidad era reconocida. Una mujer alta, robusta, cabello negro llamada Katharina, venía desde Alemania para formar parte del personal directo de Max, y en esos momentos estaba acomodando todos los libros de finanzas, y otros libros de distintos temas que suele leer su jefe. ―¿Está mi oficina lista?―preguntó a la mujer, ella terminó de enlistar por orden alfabético todos los libros que venían en las cajas de mudanza desde Alemania. Se levantó de su posición, y asintió. ―Ya casi esta todo, solo falta que le surtan el minibar y quedará completamente lista. No tarda en subir el personal que se ha encargado de comprar lo que ha enviado en la lista. Max caminó hasta el gran librero de piso a techo que abarcaba una de las paredes de su oficina nueva, y