Hawái, Estados Unidos
La habitación prenupcial era de las mejores de ese hotel que en el que había hecho reservación, suspiró cuando se retiró el collar de flores silvestres que le regalaron al llegar al aeropuerto, revisó el itinerario que en su mayoría era en pareja por obviedad, pero decidió pedir uno nuevo que se adaptara a ella, hacerlo sola y explorar cada actividad. La primera que apareció en la lista, era la aventura de buceo de superficie en Molokini a bordo de Calypso, leyó que se vería cara a cara con las tortugas verdes hawaianas, desayuno y almuerzo mientras se navega en la costa, el catamarán tenía toboganes que claramente ella no se subiría y menos se vería con las tortugas. Así qué lo descartó.
—Tiene que haber algo más…—murmuró bajando su mirada a la lista del itinerario. —Aventura en scooter en submarino en Oahu, danza de cuchillos en la ceremonia de bienvenida, bailar hula, hula, tejer diadema con hoja de coco, festín hawaiano. —siguió leyendo—Tour por las cataratas, volcanes…—tocaron a la puerta interrumpiendo su lectura, se acercó para abrir la puerta.
—Buenas madrugadas, señora Hall.
—No soy Hall, soy Spencer y no, no soy señora, vengo sola sin esposo, bueno, no me casé. —Emma habló de más por el cansancio por el vuelo de once horas, el hombre delante de ella alzó sus cejas.
—Lo siento, bienvenida, señorita Spencer, por la mañana tendrá el nuevo itinerario que pidió.
—Oh, sí, estaba leyendo el anterior…—dijo pensativa, era más actividad de pareja así que no lo quería. —Pero prefiero hacer actividades individuales.
—Perfecto, bienvenida de nuevo a nuestro hotel, le informo que aún no cierra el bar y la cocina, por si gusta algo de comer.
—Bien, gracias. —Emma pensó que como se sentía cansada, no estaría mal probar una bebida antes de dormir y así descansar. Se dio un baño para quitarse el olor a avión, para después ponerse un vestido de manta delgado de colores que le quedaba holgado, y tirantes amarrados a su cuello, el clima era húmedo así que imaginó como se pondría su cabello en el tiempo de su estancia. Su cabellera rubia y larga se lo ató en un moño en lo alto, tomó su celular, la tarjeta de la habitación y su tarjetero. Cuando las puertas del elevador se abrieron ante ella, había gente en lobby riendo, bailando, conversando, no parecía la una de la madrugada, normalmente en un hotel de New York hay silencio y no tanto alboroto como lo que estaba viendo sus ojos en ese momento, “Emma, no es New York” se dijo mentalmente.
Caminó hasta el bar-restaurante y buscó la barra, se sentó y aceptó el menú de bebidas, se debatió en un Martini o una piña colada, entonces eligió la primera opción. Miró el lugar, no imaginó por qué Jamie había elegido ese lugar, ¿Qué era lo que le gustaba? entonces pensó que necesitaba un poco más de alcohol en el sistema para evitar seguir pensando en todo lo que le hizo su ex prometido infiel, un Martini se multiplicó por un número al que había puesto un poco ebria a Emma, pero se sentía en las nubes, pensó que llegaría a la habitación de su hotel y quedaría dormida por las dos semanas de estancia que tenía planificada antes de regresar a la empresa y retomar su vida.
Dos horas después, Emma reía con el bartender, un hombre de unos treinta años que lució lleno de tatuajes en sus brazos y cuello, le había contado la historia de cada uno de ellos.
— ¿Así que te fueron infiel? —ella asintió decepcionada y controlando la molestia.
— ¡Pero deja tú! ¡Tenía una gran mujer a su lado! —hipó, —Lo siento—se llevó la mano a su boca para evitar que se escuchara otro hipo saliendo de ella.
—Sin duda, ¿Pero por qué venir aquí cuando podías ir a las playas de Europa? Es hermosa la isla, pero prefiero las de aquel continente europeo.
Emma se recargó en la barra y contempló la copa de su Martini casi vacío.
— ¿Por qué no siento algo de dolor? —preguntó, el bartender llamado Claudio, de origen mexicano, miró con el ceño arrugado a la rubia frente a él.
— ¿Quieres sentir dolor? —preguntó extrañado, los ojos de ella se volvieron hacia a él.
—No lloré cuando él...—detuvo sus palabras por un momento—...me engañó, cuando se fue del departamento, tampoco, quería llorar, pero no pude. Era para que doliera, que quemara, pero pareciera que no tuviera corazón y estuviera lleno de hielo.
— ¿Cuánto llevabas con Jamie? —preguntó el bartender limpiando los vasos de cristal de cuello alto.
—Cinco años, él me lo propuso, pero algo me decía que no, pero fue la primera vez que seguí mi instinto, y ahora cuando finalmente nos íbamos a casar, algo en mi estaba inquieto, y ya está, soltera de nuevo.
—Eres hermosa, podrás encontrar a alguien que te acelere el corazón y puedas compartir una vida a su lado. —comenzó a decir el hombre. —Cuando menos lo pienses, llegará…—negó Emma.
—Las probabilidades de volver a tener interacción con alguien de manera sentimental, ha disminuido. —hizo una pausa recordando—De niña solía lanzar una moneda al aire cuando no podía decidirme, pero si era de un lado y sentía decepción, entonces entendía que era lo que quería…—el bartender asintió curioso.
— ¿Y cuándo fue la última vez que lanzaste una moneda al aire? —preguntó.
—Tenía diez años cuando la lancé, y desde entonces… ninguna vez más.
— ¿Crees en el destino? —dijo el bartender dejando sus manos en la orilla de la mesa.
—No. —Emma le señaló la novena copa de Martini, algo que le hizo darse cuenta es que los parpados empezaban a pesar por el cansancio. El bartender puso un caballito de tequila y le sonrió. — ¿Qué es? Eso no parece un Martini. —el hombre de la barra le sonrió.
—Es caballito de tequila y del mejor, corre por mi cuenta—dijo el hombre, le mostró como podría tomarlo, le mostró el limo y la sal. Entonces lo hizo…
— ¡Dios mío! —Le quemó la garganta—Está muy bueno, bastante, —las palabras las siguió arrastrando y luego soltó un largo suspiro. El hombre se fue a atender a otros clientes, entonces Emma pensó en algo. Tomó una moneda de su cartera de marca y la tuvo en sus dedos. — ¿Destino? ¿Existes? Si es así, lanzaré esta moneda al aire, si sale cara, me levantaré y me iré a dormir, y si sale cruz, —torció su labio y luego sonrió. —Me llevaré a la cama al primer hombre desconocido que me compre mi bebida. —se levantó de un movimiento torpe con su Martini nuevo en la mano, pero la silla fue lanzada hacia a atrás, ella tambaleó por el largo de su vestido que había pisado y su bebida se cayó, se escuchó unas maldiciones, cuando se volvió hacia su espalda, estaba un hombre levantándose y luego alzó la silla bruscamente para acomodarla, luego dijo algo en alemán que entendió Emma perfectamente. —No puedes decirme de ese modo, grandulón. —dijo Emma sorprendida por la maldición que soltó, pero era en contra de la silla. —Mi Martini. —dijo Emma mirando la copa hecha añicos en el suelo, el hombre alto y fornido, miró a la rubia delante de él.
—Lo siento, usted ha lanzado la silla hacia a atrás y me ha hecho tropezar, terminando también con mi bebida. —Emma se mordió el labio al ver su bebida en el suelo de nuevo. —Pero me refería a la silla, no a usted...
—Lo siento, —ella se tambaleó y el hombre desconocido la alcanzó del brazo para evitar que cayera. —Te debo una bebida, —él arrugó su ceño.
—Creo que la bebida es lo de menos, ¿Se encuentra bien? —ella asintió lentamente algo mareada. “No debí de tomarme el tequila” el hombre volvió hacia el bartender, —Otra bebida para la señorita, la he derramado. Y cóbrame las dos copas quebradas. —Emma alzó una ceja al escucharlo, pero negó, el hombre le hizo señas al bartender para que se lo apuntara en la cuenta.
—Comprará mi bebida—Emma susurró por lo más bajito para sí misma, luego recordó que tiró la de él también. —Otra bebida para el también, no sé qué estás tomando. —él sonrió hacia la mujer.
—Estoy bien, es una señal de que me detenga. —Emma alzó una ceja de nuevo, “Señal” entonces soltó un suspiro.
—Aquí está la bebida—dijo el bartender sonriendo ampliamente viendo que el hombre alto aun la tenía del brazo para evitar que cayera, luego ambos siguieron la mirada y entonces se dieron cuenta.
—Lo siento, —dijo el desconocido y la soltó lentamente para que ella tuviera el tiempo para regresar a la silla que había acomodado, Emma se sostuvo del respaldo y sonrió.
—Eres alemán. —él se sonrojó levemente. —Sí, me di cuenta por las groserías que dijiste.
— ¿Y tú americana? —Emma sonrió y asintió.
—Bien, tengo que irme, me espera mi grupo de amigos. —el hombre se despidió y comenzó a caminar entre los demás, por un momento se detuvo para mirar a la mujer rubia, ella negó para no tomarla bebida, pagó para después retirarse, el hombre se acercó a uno de sus amigos y susurró algo a su oído, luego asintió. —Los veo en un rato, —luego se regresó al bar, pero la rubia no estaba, miró alrededor y la encontró, caminó para acercarse a ella. —Hola—ella miró al hombre alto y sonrió recordando lo de la moneda al aire y el destino.
—Hola—notó él el sonrojó en sus mejillas.
— ¿Me permites ayudarte a llegar a tu habitación? No quiero que pienses que quiero hacer algo, no, no, pero he notado que está un poco mal. Creo que eso ha sonado a un acosador...pero no lo soy. Soy un hombre comprometido, y no quiero pensar si mi novia esté así, no reciba ayuda. —Emma se decepcionó.
—Oh, estoy bien, estoy en la suite presidencial, así que solo entraré a ese elevador y subiré a.… dormir creo. ¿Sabes que es lo que hice? —preguntó al hombre y luego negó contestando su pregunta. —Lancé una moneda al aire y dije que, si caía cara, me iría a dormir...
— ¿Y si caía cruz? —preguntó el hombre con una sonrisa y mucha curiosidad.
—Que me llevaré a la cama al primer hombre desconocido que me compre mi bebida.
—Y yo he sido ese hombre…—susurró, luego sonrió, era la primera vez que le pasaba algo así.
—Sí, —dijo ella, —Solo una noche sin compromiso, sin ataduras, sin nombres, sin información de nada. —el hombre alzó sus cejas.
— ¿Quién no estaría tentando con esa propuesta? —Emma sonrió.
— ¿Te tienta a ti? —el hombre alemán tomó una bocana de aire y asintió, su corazón se había agitado por la manera en que ella lo miró, era como si viera a través de él.
—Bastante. —Emma fue la primera en dar el paso hacia a él, levantó su mirada hacia a él y sin darse cuenta, aspiró su aroma. Él sintió estremecerse, y cuando sus ojos hicieron conexión con los de ella, decidió arriesgarse. Ella solo lo supo. Tomó su mano y entrelazó sus dedos y sonrió pícaramente.
—Ven, sígueme. —él asintió, la siguió y entraron al elevador, en cuanto las puertas cerraron, él la tomó de la cintura y la puso contra la pared del elevador, se soltó de la mano que tenían entrelazada, y tomó su barbilla para levantarla hacia a él, Max se perdió en sus ojos azules un breve momento, sintió como su corazón con más fuerza latió, acercó su boca a la suya y fue un manjar de dioses para él, los labios suaves de Emma lo volvieron loco, al separarse se miraron, ella apenas reaccionó. Lo que le había recorrido por debajo de la piel fue algo indescriptible que la sacudió por dentro.
—Si haremos esto, quiero que sea lo mejor de lo mejor…
— ¿Inolvidable? —dijo Emma jadeando.
—Inolvidable. —contestó Max devorando su boca con más empeño...
“El destino haciendo de las suyas...”
Hotel Paradise, Hawái.Suite presidencialLa luz del sol entró por aquella ventana, las cortinas blancas ondeaban por la brisa fresca, el ruido de las olas estrellarse se escuchó de fondo. Emma se movió y buscó a tientas la sábana para tirar de ella y cubrirse al sentir un escalofrío. Pero no la encontró. Encontró el dorso desnudo de alguien que estaba a su lado aún dormido y con la boca entreabierta. Retiró sus dedos lentamente, abrió su ojo un poco para mirar y entonces abrió los dos. Pasó saliva con dificultad, “¿Quién es?” Las imágenes de la noche anterior, desfilaron rápidamente una por su mente. Cerró los ojos y los apretó con fuerza, el recordarlo despertó el calor que anoche había surgido con el hombre alemán. Negó para sí misma, “¿Cómo es posible sentir algo así por un extraño a quien tenía unas cuantas horas de conocer?” Era como si un apetito sexual que ni ella conocía hubiera despertado por primera vez.—Buenos días, leona. —la voz ronca, adormilada y sexy del hombre a su
Max caminó de un lado a otro mientras esperaba subir al avión, cuatro amigos lo miraron empezando a ponerse nerviosos.— ¿Qué es lo que vas a hacer? —preguntó Alex, este se mordió distraídamente su uña del pulgar sin dejar de ver a su amigo que no dejó de caminar.—No lo sé, venir a Hawái para cubrir las apariencias de que yo no sé nada, creo que ha sido un error. Debo de estar ahí y enfrentarlos. —Gus, negó.—No me digas que venir y salir del infierno en el que estabas es un error. Somos tus amigos y aunque sea te has divertido, ¿No? —Max dejó de caminar y sonrió débilmente, miró a sus cuatro amigos: Gustavo y Alejandro, estos dos americanos, Viktor y Sasha, alemanes que vinieron a trabajar con él desde Berlín.— ¡Claro que se ha divertido él sin vergüenza! —todos soltaron las carcajadas al ver a su amigo enrojecer del rostro delatándolo.—Callen, malditos. —estos rieron más fuerte en aquella sala privada de abordaje.—Yo quiero saber, —dijo el hombre alto, corpulento y elegante, mie
Domingo por la tarde y Emma ya estaba empacando su ropa en la maleta, preparando todo para salir en una hora hacia el aeropuerto y tomar su vuelo a New York. Aún le quedaba una semana en el lugar, pero sintió que era suficiente, ya estaba bronceada, descansada, solo quería regresar y avanzar. Había pensado vender su departamento y comprarse uno nuevo con sus ahorros, también vender su auto y comprar otro, quería todo nuevo, nada que Jamie haya tocado… O su amante.****Las siguientes horas fueron eternas para ella, pensó en todo el trabajo que le esperaba el lunes, y solo hacerlo, la relajó. Emma era adicta al trabajo, centrar su mente en algo productivo y que generaría, era algo que muchos no entenderían. Cuando desvió la mirada por la ventanilla, visualizó a lo lejos las luces de la ciudad, una sonrisa apareció en sus labios y su corazón latió a toda prisa. Ya estaba llegando a casa.Había dejado el auto en el aeropuerto guardado, el hombre subió la segunda maleta que se había compra
Días después…Emma firmó finalmente la compra de su nuevo departamento, había tomado de sus ahorros para amueblarlo a su gusto, ya que todo lo que tenía en su antiguo departamento, se vendió junto con él. Miró por la ventana de su nueva sala y la vista era impresionante, se cruzó de brazos y contempló la estatua de la libertad a lo lejos, la luz que entró, bañó todo el espacio.—Finalmente, un nuevo comienzo. —dijo una vez que acomodó de nuevo el portarretrato que estaba al lado de la televisión de última generación, empotrada. Era ella graduándose de la universidad, posó sola, con un gesto de seriedad que solía siempre usar en las fotos. Sonrió y luego suspiró. El celular a lo lejos sonó, estaba en su nueva habitación. Cuando lo tomó, miró la pantalla un número desconocido, entrecerró sus ojos pensando que podría ser Jamie y había bloqueado todo número desconocido, ahora era uno nuevo. — ¿Tendré que cambiar de número?—el número desconocido insistió, así que respondió. — ¿Sí?—contestó
Emma miró a su madre en la cama, su sonrisa y el brillo de aquellos ojos le recordó todo el pasado, todo lo que había hecho para evitarla a toda costa, pero al parecer nada sirvió para nada. Ella estaba aquí. Buscando dinero. Y algo más, quizás.—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma acercándose al pie de la cama, la mujer sonrió más a la frialdad con la que su hija la recibía.—Bien. Este hospital es un asco, pero bien. ¿Por qué has tardado tanto en venir por mí? —preguntó, Emma se tensó y negó lentamente.—¿Venir por ti? Primero que todo, ¿Qué es lo que quieres? Podemos solucionarlo en este momento. No es necesario que vengas conmigo. Dime, y cada quien sigue su camino.—Vaya, sigues como un témpano aun al ver a tu madre en esta situación. ¿No te duele el corazón tratarme de esta manera? —Emma reconoció de inmediato el tono de sarcasmo en aquellas palabras.—¿Cuánto es lo que quieres? Ya he pagado el hospital. Y habla de una vez por qué tengo cosas que hacer.—Bueno, quiero unos miles de
Emma se miró en el nuevo espejo que había adquirido en una prestigiosa tienda de muebles y decoración, notó lo poco bronceada que estaba, se regañó a sí misma no haber disfrutado del sol en la playa un poco más, entonces cerró los ojos y sonrió débilmente, recordando aquel cuerpo alto, fornido, con acento alemán, labios carnosos y que había besado cada rincón de ese cuerpo. Soltó un largo y pesado suspiro. «¿Quién se iba a imaginar que Emma Spencer iba a hacer algo así tan descabellado en su vida?» Se había confesado a sí misma que nunca había tenido tantos orgasmos en su vida sexual y en unas horas nada más que lo que duró con Jamie de pareja. Al abrir los ojos, se aclaró la garganta y se tocó las mejillas que se habían tornado un color rosa intenso, el recordar lo bien que había pasado esa noche con el alemán, era imposible volver a tener algo así en su vida. Después de eso, no volvería a tener una relación por nada del mundo. La experiencia con Jamie la dejó sin ganas de volver a te
Enfrente de una hermosa casa, dentro de los terrenos más lujosos, Max estaba en su auto con su prometida, Irina, esta no dejó de hablar del tema de la boda mientras los dedos de él tamborearon impacientes en su pierna intentó mostrar interés, pero realmente estaba acabando con la paciencia que le quedaba.“Infiel descarada” pensó.—No quiero arruinar el momento, querida, pero necesito marcharme. —la mujer arqueó la ceja y lo miró de manera irritante. Se cruzó ella de brazos contra su pecho haciendo que este resaltara a la vista con ese escote descarado. —Tenemos que ultimar los detalles de nuestra boda, querido. —Max tomó una bocanada de aire de manera discreta y lo soltó entre dientes. Luego puso una gran sonrisa fingida.—Lo sé, pero recuerda que con la fusión de la empresa, tendré más trabajo, y en estos momentos estoy perdiendo dinero hablando de un tema que al final siempre vas a decidir lo que TÚ quieres, no yo, ¿Sabes por qué?—Porque soy la mejor y porque te amo. —respondió c
«… Y faltas solo tú…» las palabras de su jefa se quedaron retumbando en su cabeza. ¿Cómo le haría para escapar? ¿Cómo podría ser posible que el alemán fuese un empleado en su misma empresa? ¿Esto era algún tipo de venganza de su vida pasada? ¿Algo de karma? «Imposible» no había hecho nada malo como para que el destino le estuviese cobrando algo. —Voy en un momento, no me siento bien. —dijo Emma sincera, el estómago se le había tensado por lo que había visto. —¿En serio? ¿Quieres que te lleve al hospital?—Emma negó como si ella la hubiese visto cara a cara. —Es solo que algo debí de haber comido que me debió de caer mal. Solo tengo un poco de náusea. —Pero si no has almorzado, ¿Qué es lo que vas a vomitar, mujer? ¿No será que…?—detuvo sus palabras. —¿Qué?—preguntó Emma alertada. —¿Estás embarazada?—preguntó su jefa, Emma abrió sus ojos de par en par, y negando rápidamente. —No, no, no, no. Claro que no. Imposible—Emma siempre se había cuidado. Siempre. Imposible que pueda quedar