Amelia sintió que se le estrujaba el corazón al oír las palabras de Alexander. Una mezcla de tristeza y conmoción la inundó de lágrimas. Se llevó las manos al vientre, como buscando la confirmación de aquella pérdida irreparable. Benjamin se acercó y le puso suavemente una mano en el hombro en un gesto de consuelo. El dolor y el vacío parecían consumir a Amelia mientras intentaba asimilar la noticia. - Lo siento mucho, Amelia. Ojalá pudiera hacer algo para cambiar esto, para evitar este dolor que sientes. Era nuestro bebé. - dijo Alexander con la voz entrecortada y le cogió la mano. Amelia lo miró, con la mirada llena de tristeza e interrogantes. Sentía como si el mundo se hubiera derrumbado a su alrededor. La esperanza y la alegría que habían llenado sus días durante los últimos meses habían sido arrancadas cruel y bruscamente. Y lo que era peor, justo cuando pensaba que Barth ya no podía hacerle más daño, le arrancó lo único que quería, lo único puro que le había dado, ese bebé.
Cuando se despertó horas después, Amelia vio que Alexander seguía tumbado en el sofá a su lado, dormido. Miraba al techo, con los ojos verdosos apagados y sin vida después de todo lo que había pasado. A pesar de la medicina que le entraba por las venas a través de los tubos, su cuerpo seguía dolorido por las agresiones de Barth.Amelia se llevó la mano a la boca al pensar en Barth, sintiendo cómo los sollozos brotaban de su garganta mientras lloraba suavemente. Estaba muerto. La había secuestrado y ahora estaba muerto, y por muy malo que fuera, por muy mala persona que fuera, ella nunca había deseado su muerte. Se llevó la mano al vientre, pero retrocedió en cuanto recordó que ya no había un bebé creciendo allí. Y aunque intentara llorar, las lágrimas ya no saldrían.Amelia suspiró pesadamente, buscó el botón de la cama que llamaba a la enfermera y lo pulsó. Luego pulsó el botón que levantaba parte de la cama y se sentó con un poco de dificultad. Al cabo de unos minutos, la enfer
Todos guardaron silencio un momento, procesando las palabras de Amelia. Dylan fue el primero en romper el silencio.- ¿Nueva York? ¿Pero tu familia está aquí, en Charleston? - preguntó, confuso. - Ya se ha acabado, nadie volverá a hacerte daño.- Sé que es difícil de entender, pero necesito empezar de nuevo. Necesito empezar de nuevo, lejos de todos los malos recuerdos que me trae esta ciudad. - respondió Amelia, mirando a cada uno de ellos con determinación. - Y yo ya estaba construyendo una vida allí.El Sheriff suspiró y se acercó a su hija, cogiéndole la mano con cariño.- Hija, sólo queremos tu bien. Si eso es lo que crees que es mejor para ti, entonces te apoyaremos. - dijo mirándola a los ojos.Amelia sintió una mezcla de alivio y gratitud al escuchar las palabras de su padre. Sabía que no todo el mundo entendería su decisión, pero contar con el apoyo de su familia significaba mucho para ella.- Gracias, papá. Significa mucho para mí contar con tu apoyo. Te prometo que me cuida
Dos días después, Alexander y Ethan ya habían organizado el viaje de vuelta a Nueva York. El padre y el hermano de Amelia se estaban recuperando bien y ella podría viajar sin problemas. La señora Smith cuidaría de Amelia durante el tiempo necesario para que se recuperara. Esa mañana, todos los Jones se reunieron en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Charleston, donde estaba el avión de la familia Alderidge. Amelia fue llevada allí todavía en su silla de ruedas, pero en cuanto bajó del coche, hizo ademán de levantarse y caminar. Seguía sintiendo dolor, pero lo disimulaba todo lo que podía.- Prométeme que volverás cuando te encuentres bien. - le pidió el padre de Amelia mientras la abrazaba. - No quiero volver a perder a mi hija. - Suplicó, dejando a Amelia emocionada.Sabía que había hecho daño a su padre y a sus hermanos cuando se marchó el día de su boda, pero ahora todos sabían la verdad y no tenía nada ni a nadie que se interpusiera en su camino. - Volveré, sólo necesito a
Pasó un mes y Amelia seguía en el mismo estado de apatía. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero sentía que el dolor persistía dentro de su pecho, desgarrando su carne y sangrando cada vez más.Había pocos días buenos para ella y Alexander estaba cada vez más preocupado.Cuando no estaba en la cama, se encontraba en la biblioteca del piso, sumergida en algún libro. Y la Sra. Smith sospechaba que para finales de mes probablemente se habría leído todos los libros que había allí. El terapeuta de Alexander venía a verle a casa durante las semanas, al igual que Peter, su fisioterapeuta. Cada vez se implicaba más, y eran raras las veces que necesitaba el bastón.Incluso intentó invitar a Amelia a cenar un par de veces para celebrarlo, pero ella nunca estaba dispuesta. Aquella mañana, Amelia bajó a desayunar y se topó con Elisa Campbell, la terapeuta de Alexander. - Buenos días, Amelia. - Elisa la saludó con una sonrisa amable.- Buenos días, Amelia. - respondió Amelia. - Creía que la cita
Elisa estaba sentada frente a Amelia con el diario en las manos, leyéndolo tranquilamente.En cuanto llegó al piso, las dos fueron a la biblioteca y Amelia le entregó el diario inmediatamente, queriendo que lo leyera entero.Amelia caminó de un lado a otro de la biblioteca, con las uñas doloridas. Un paseo que duró al menos veinte minutos. Cuando por fin Elisa cerró el diario, Amelia la miró con curiosidad.- ¿Qué te ha parecido? - preguntó Amy al borde de un ataque de nervios.- ¿Cómo te sentiste al terminar? - preguntó Elisa, ignorando su pregunta.- Agotada. - respondió Amelia. - Tan agotada que me acosté temprano y dormí toda la noche.- ¿No tuviste pesadillas? - le preguntó Elisa.- ¿Cómo sabes lo de las pesadillas? - preguntó Amy nerviosa.- Alexander me las contó. - Contestó ella.Amelia suspiró.- No hay pesadillas. - contestó finalmente Amelia.- Creo que estamos progresando. - Concluyó Elisa mientras sonreía. - Y Amelia, todos me han parecido magníficos. La forma en que has
Alexander continuó el resto de la tarde en la oficina. Aunque estaba casi completamente recuperado tras el estado de Amelia, prefirió quedarse en casa un tiempo hasta que ella se sintiera mejor.Sin embargo, su deseo de volver al colegio le animó un poco más, sobre todo porque así Amelia pasaría un poco de tiempo fuera de casa.Pasó la mayor parte de la tarde pensando en ello hasta que volvió a coger el teléfono.- ¿Benjamin? - preguntó, poniendo el teléfono en altavoz.- Sí, Alex. ¿Le ha pasado algo a Amy? - preguntó Ben preocupado al otro lado de la línea.- No, está bien. - respondió Alex. - Pero es precisamente de ella de quien quiero hablar.- Vale, te escucho. - respondió Ben.- Le pedí a Elisa que viniera a hablar con ella, y parece que ha funcionado. - empezó a explicar. - No ha tenido pesadillas y hoy parecía más animada con algunas cosas.- Eso es estupendo, Alex. Cuando nuestra madre desapareció en el mar, Amelia estaba igual y tardamos meses en recuperarla. - comentó Benja
- Alex. - Amelia susurró su nombre nerviosa y confusa por aquel anillo.Él sonrió, cogió su mano y la besó.- Tranquila, no voy a pedirte que te cases conmigo. - Respondió con una media sonrisa en los labios. - Al menos no ahora. Ella soltó un suspiro, sin saber si aliviada o triste.- 'Vas a ser mi mujer, pero quiero proponértelo con todo lo que te mereces. - le explicó Alex, besándole los labios. - Con flores, corazones y todos los tópicos.- ¿Y qué es este anillo? - preguntó con curiosidad.- Es un anillo de compromiso. - dijo él poniéndoselo en el dedo. - Era de mi madre y le gustaría que se lo diera a la mujer que amo. Amelia sonrió, mirando el anillo en su dedo y abrazando cariñosamente a Alex.- Pero, ¡espera! - dijo mientras lo soltaba. - ¿Y no llevas anillo? - preguntó, mirándolo con una ceja levantada en señal de sospecha.Alex se limitó a sonreír, metiendo la mano en el bolsillo y sacando un anillo mientras se lo enseñaba a Amy.- ¿Quién dice que no? - preguntó poniéndose