Capítulo Cuarenta y nueve

Cuando se despertó horas después, Amelia vio que Alexander seguía tumbado en el sofá a su lado, dormido.

Miraba al techo, con los ojos verdosos apagados y sin vida después de todo lo que había pasado. A pesar de la medicina que le entraba por las venas a través de los tubos, su cuerpo seguía dolorido por las agresiones de Barth.

Amelia se llevó la mano a la boca al pensar en Barth, sintiendo cómo los sollozos brotaban de su garganta mientras lloraba suavemente.

Estaba muerto.

La había secuestrado y ahora estaba muerto, y por muy malo que fuera, por muy mala persona que fuera, ella nunca había deseado su muerte.

Se llevó la mano al vientre, pero retrocedió en cuanto recordó que ya no había un bebé creciendo allí. Y aunque intentara llorar, las lágrimas ya no saldrían.

Amelia suspiró pesadamente, buscó el botón de la cama que llamaba a la enfermera y lo pulsó. Luego pulsó el botón que levantaba parte de la cama y se sentó con un poco de dificultad.

Al cabo de unos minutos, la enfer
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