Dos días después, Alexander y Ethan ya habían organizado el viaje de vuelta a Nueva York. El padre y el hermano de Amelia se estaban recuperando bien y ella podría viajar sin problemas. La señora Smith cuidaría de Amelia durante el tiempo necesario para que se recuperara. Esa mañana, todos los Jones se reunieron en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Charleston, donde estaba el avión de la familia Alderidge. Amelia fue llevada allí todavía en su silla de ruedas, pero en cuanto bajó del coche, hizo ademán de levantarse y caminar. Seguía sintiendo dolor, pero lo disimulaba todo lo que podía.- Prométeme que volverás cuando te encuentres bien. - le pidió el padre de Amelia mientras la abrazaba. - No quiero volver a perder a mi hija. - Suplicó, dejando a Amelia emocionada.Sabía que había hecho daño a su padre y a sus hermanos cuando se marchó el día de su boda, pero ahora todos sabían la verdad y no tenía nada ni a nadie que se interpusiera en su camino. - Volveré, sólo necesito a
Pasó un mes y Amelia seguía en el mismo estado de apatía. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero sentía que el dolor persistía dentro de su pecho, desgarrando su carne y sangrando cada vez más.Había pocos días buenos para ella y Alexander estaba cada vez más preocupado.Cuando no estaba en la cama, se encontraba en la biblioteca del piso, sumergida en algún libro. Y la Sra. Smith sospechaba que para finales de mes probablemente se habría leído todos los libros que había allí. El terapeuta de Alexander venía a verle a casa durante las semanas, al igual que Peter, su fisioterapeuta. Cada vez se implicaba más, y eran raras las veces que necesitaba el bastón.Incluso intentó invitar a Amelia a cenar un par de veces para celebrarlo, pero ella nunca estaba dispuesta. Aquella mañana, Amelia bajó a desayunar y se topó con Elisa Campbell, la terapeuta de Alexander. - Buenos días, Amelia. - Elisa la saludó con una sonrisa amable.- Buenos días, Amelia. - respondió Amelia. - Creía que la cita
Elisa estaba sentada frente a Amelia con el diario en las manos, leyéndolo tranquilamente.En cuanto llegó al piso, las dos fueron a la biblioteca y Amelia le entregó el diario inmediatamente, queriendo que lo leyera entero.Amelia caminó de un lado a otro de la biblioteca, con las uñas doloridas. Un paseo que duró al menos veinte minutos. Cuando por fin Elisa cerró el diario, Amelia la miró con curiosidad.- ¿Qué te ha parecido? - preguntó Amy al borde de un ataque de nervios.- ¿Cómo te sentiste al terminar? - preguntó Elisa, ignorando su pregunta.- Agotada. - respondió Amelia. - Tan agotada que me acosté temprano y dormí toda la noche.- ¿No tuviste pesadillas? - le preguntó Elisa.- ¿Cómo sabes lo de las pesadillas? - preguntó Amy nerviosa.- Alexander me las contó. - Contestó ella.Amelia suspiró.- No hay pesadillas. - contestó finalmente Amelia.- Creo que estamos progresando. - Concluyó Elisa mientras sonreía. - Y Amelia, todos me han parecido magníficos. La forma en que has
Alexander continuó el resto de la tarde en la oficina. Aunque estaba casi completamente recuperado tras el estado de Amelia, prefirió quedarse en casa un tiempo hasta que ella se sintiera mejor.Sin embargo, su deseo de volver al colegio le animó un poco más, sobre todo porque así Amelia pasaría un poco de tiempo fuera de casa.Pasó la mayor parte de la tarde pensando en ello hasta que volvió a coger el teléfono.- ¿Benjamin? - preguntó, poniendo el teléfono en altavoz.- Sí, Alex. ¿Le ha pasado algo a Amy? - preguntó Ben preocupado al otro lado de la línea.- No, está bien. - respondió Alex. - Pero es precisamente de ella de quien quiero hablar.- Vale, te escucho. - respondió Ben.- Le pedí a Elisa que viniera a hablar con ella, y parece que ha funcionado. - empezó a explicar. - No ha tenido pesadillas y hoy parecía más animada con algunas cosas.- Eso es estupendo, Alex. Cuando nuestra madre desapareció en el mar, Amelia estaba igual y tardamos meses en recuperarla. - comentó Benja
- Alex. - Amelia susurró su nombre nerviosa y confusa por aquel anillo.Él sonrió, cogió su mano y la besó.- Tranquila, no voy a pedirte que te cases conmigo. - Respondió con una media sonrisa en los labios. - Al menos no ahora. Ella soltó un suspiro, sin saber si aliviada o triste.- 'Vas a ser mi mujer, pero quiero proponértelo con todo lo que te mereces. - le explicó Alex, besándole los labios. - Con flores, corazones y todos los tópicos.- ¿Y qué es este anillo? - preguntó con curiosidad.- Es un anillo de compromiso. - dijo él poniéndoselo en el dedo. - Era de mi madre y le gustaría que se lo diera a la mujer que amo. Amelia sonrió, mirando el anillo en su dedo y abrazando cariñosamente a Alex.- Pero, ¡espera! - dijo mientras lo soltaba. - ¿Y no llevas anillo? - preguntó, mirándolo con una ceja levantada en señal de sospecha.Alex se limitó a sonreír, metiendo la mano en el bolsillo y sacando un anillo mientras se lo enseñaba a Amy.- ¿Quién dice que no? - preguntó poniéndose
Tras un rato más en el baño, Alex y Amelia volvieron al dormitorio. Él corrió las cortinas y pronto quedó al descubierto toda la habitación cubierta por interminables ventanas que mostraban la ciudad. Amelia yacía desnuda a su lado, apoyando la cabeza en su pecho y acariciando los pocos pelos que allí existían mientras su mirada era distante.- ¿En qué estás pensando? - preguntó Alex, acariciándole la espalda.- Se acerca la Navidad. - Comentó ella. - Quería pasarla con mi familia. Todos los años la pasamos juntos.- Podemos ir a Charleston si quieres. - sugirió Alexander. - 'O podríamos traerlos a todos aquí. Tenemos habitaciones de sobra en el piso y apuesto a que a la señora Smith le encantaría la casa llena de gente. Amelia sonrió, levantando la mirada hacia ella.- Ojalá estuvieran aquí también los hijos de Ron y ella. - comentó. - Recuerdo que Helena comentó que hacía tiempo que no los veía.- Es una idea estupenda. Yo crecí con sus hijos, son prácticamente mis hermanos. - Com
Amelia y Alexander disfrutaron juntos de un paseo matutino por Central Park y tomaron un café en uno de los muchos bancos. - Podríamos venir aquí más a menudo. - comentó ella, levantando la vista para verle la cara mientras apoyaba la cabeza en su regazo.- Cuando quieras. - replicó él, acariciando con la mano el oscuro cabello de ella mientras sorbía su café.- Y también puedes venir sola. - sugirió. - Es agradable salir un rato del piso y tomar el sol. Al menos mientras no nieve.Era finales de verano y el tiempo era perfecto para pasear y hacer picnics en el parque.- ¿Has patinado alguna vez sobre hielo? - preguntó Alex con curiosidad.- No, pero de pequeña patinaba en la calle. - contestó ella sonriendo.- Cuando llegue el invierno, vamos a patinar. - Sugirió.- Pero Alex, no deberías forzarte tanto. - Advirtió ella, él aún estaba recuperando sus movimientos.- 'No te preocupes, nena. Peter se está ocupando de ello. - dijo. - 'La semana que viene empezaremos a hacer ejercicio en
Cuando llegó a casa, Amelia estaba exultante.Esa misma tarde ya había presentado su solicitud de ingreso en la Universidad de Nueva York con la ayuda del decano y del profesor Brown. Empezaría el curso académico en la NYU dentro de una semana. Necesitaba comprar sus útiles y se sentía como una niña, emocionada por elegir colores y texturas de bolígrafos, papeles y todo lo demás.Subió corriendo las escaleras, dejando el bolso en el recibidor del piso y, nada más entrar en el dormitorio, se encontró a Alexander tumbado con un libro en las manos.- Supongo que no sabe leer, señor Alderidge. - Habló mientras se metía con él, se quitaba los zapatos y se tumbaba a su lado en la cama. - 'Muy gracioso. - Contestó él, cerrando el libro y abrazándola. - ¿Qué tal ha ido?- Pues sí. - Amelia hizo un cierto suspense. - Fue increíble. Les encantó mi poesía. Hice la entrevista con el Decano y uno de los profesores de Literatura. ¡Empezaré la semana que viene! - respondió emocionada.- Estupendo,