Capítulo Cincuenta y ocho

Cuando llegó a casa, Amelia estaba exultante.

Esa misma tarde ya había presentado su solicitud de ingreso en la Universidad de Nueva York con la ayuda del decano y del profesor Brown. Empezaría el curso académico en la NYU dentro de una semana.

Necesitaba comprar sus útiles y se sentía como una niña, emocionada por elegir colores y texturas de bolígrafos, papeles y todo lo demás.

Subió corriendo las escaleras, dejando el bolso en el recibidor del piso y, nada más entrar en el dormitorio, se encontró a Alexander tumbado con un libro en las manos.

- Supongo que no sabe leer, señor Alderidge. - Habló mientras se metía con él, se quitaba los zapatos y se tumbaba a su lado en la cama.

- 'Muy gracioso. - Contestó él, cerrando el libro y abrazándola. - ¿Qué tal ha ido?

- Pues sí. - Amelia hizo un cierto suspense. - Fue increíble. Les encantó mi poesía. Hice la entrevista con el Decano y uno de los profesores de Literatura. ¡Empezaré la semana que viene! - respondió emocionada.

- Estupendo,
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