La semana transcurrió lentamente. Amelia participaba cada vez más en las clases del profesor Brown y, poco a poco, había perdonado a Sarah y Rose la broma que le habían gastado, acercándose cada vez más a las chicas. El viernes, un murmullo recorría el campus de Literatura de la NYU. Mientras paseaba, Amelia se fijó en unas cuantas personas que hacían comentarios emocionadas mientras sostenían un sobre negro como si fuera de oro.Amelia estaba sentada en uno de los bancos del campus, mirando uno de los muchos libros que el profesor Brown había repartido durante la semana. Apenas se dio cuenta del movimiento que había cerca, pero cuando los susurros de la gente a su alrededor se convirtieron en gritos, levantó la vista y buscó el origen de la conmoción. Un grupo de cuatro personas cubiertas con capas negras y máscaras venecianas doradas caminaban hacia ella. Parecían flotar en el aire, haciéndola sentir a la vez aprensiva y particularmente impresionada. Los cuatro se detuvieron alr
Minutos después, Alex y Amelia estaban sentados semidesnudos en el suelo de la cocina, jadeando después del sexo.Ella miraba pensativa al techo mientras él la llamaba un par de veces. Amelia tardó unos minutos en darse cuenta y miró a Alex.- Estás demasiado distraída. - dijo él. - ¿Ha pasado algo? No es que me importe ser tu juguete sexual. - Contestó divertido.- Hoy he recibido una invitación para un acto en la universidad. Una velada poética. - Empezó a decirle ella. - Pero no sé si debería ir.- ¿No deberías o no quieres? - preguntó con curiosidad.Amelia se quedó callada, pensando.Finalmente, Alexander se levantó y le tendió la mano, que se levantó con su ayuda. - ¿Qué te parece si nos damos una ducha y luego me cuentas qué pasa? - sugirió.Ella aceptó, recogiendo las bragas rotas del suelo y la americana de él. En cuanto llegaron al cuarto de baño, se quitaron el resto de la ropa y se metieron en la bañera. Tumbada sobre el pecho de Alex, le habló de la velada, de la invita
Cuando terminó de hablar, Amelia jadeaba, le ardía la cara y le pesaba el pecho. Miró a los presentes, todos en silencio mientras asimilaban sus palabras sobre su dolor por el hijo que nunca volvería a sentir. El profesor Brown la observaba atentamente, sus analíticos ojos azules fijos en los movimientos corporales de Amelia, en cómo su cuerpo temblaba ante las mismas palabras pronunciadas con tanta fiereza y llenas de rencor.Cuando salió de la espiral, los demás alumnos que la rodeaban la observaron mientras se dirigía a la barra, donde divisó a Rose con una copa de vino en la mano.- Toma. - Le ofreció la copa a Amy. - Tú lo necesitas más que yo.Amelia no pestañeó mientras se bebía todo el líquido de un trago, y volvió a llenar el vaso.- Tranquila, Amy. - le ordenó Rose, pero Amelia se sentía como si no hubiera bebido agua en años, con la garganta completamente seca.Al cuarto vaso, por fin dejó de respirar mientras Rose la miraba confundida.- ¿Te encuentras bien? - preguntó p
Cuando llegó a casa, intentó no hacer ruido para no despertar a nadie.En silencio, subió al dormitorio donde Alexander ya dormía plácidamente en la cama, tan plácidamente que contuvo el nudo en la garganta para no llorar allí mismo.Amelia entró en el cuarto de baño, quitándose toda la ropa y la chaqueta del profesor Brown, que aún la cubría. Cuando se la quitó, notó las marcas de sus dedos en los brazos y se negó a llorar. También tenía las rodillas magulladas por la caída cuando él la tiró al suelo.Siempre lloraba.Ya había llorado tanto ese año, había sido la víctima tantas veces que no podía permitirse serlo de nuevo.No podía ser víctima de otro maltratador.Al entrar en la cabina de ducha y dejar que el agua fría corriera por su cuerpo, Amelia se limpió toda la suciedad que aquel hombre le había causado. Entonces se fijó en su propia mano. El anillo de casada ya no estaba en su dedo.Había perdido el anillo que le había regalado Alexander.Tenía que recuperarlo. Iba a ir al c
Era la semana del cumpleaños de Amelia y estaba aún más tensa.Benjamin estaba trabajando duro para que acusaran al profesor Brown. Alexander había cerrado un pub para celebrar el cumpleaños de Amelia, incluso en contra de su voluntad, ya que ella había insistido en no celebrarlo. - Bueno, tampoco es que tuvieras muchas opciones, Amelia Jones. - dijo Alex mientras le rodeaba la cintura con los brazos, apoyaba la barbilla en su hombro y le besaba el cuello. - Sí, vamos a celebrar tu cumpleaños y nos vamos a emborrachar muchísimo. Ella sonrió mientras lo escuchaba, sabiendo que era una batalla perdida. - Vale, pero prométeme que será algo pequeño. - Le pidió, volviéndose hacia él y besándole los labios.- No te prometo nada. - Contestó él, sonriéndole.Cuando llegó la noche, Amelia se arregló con Alexander. Con un vestido sencillo pero elegante y el pelo cuidadosamente arreglado, Amelia sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Estaba agradecida de tener a alguien como Alexander a s
Amelia permaneció en silencio todo el camino de vuelta a casa mientras Alex conducía. Él le apoyó la mano en el muslo, dándole el tiempo que necesitaba para contarle lo que fuera que estuviera pasando con aquel hombre. Cuando llegaron al garaje del edificio, Amelia hizo ademán de bajarse del coche, pero Alexander no se lo permitió. Necesitaba saber qué estaba pasando.- Dime, ¿qué ha hecho ese hombre? - preguntó de inmediato.Amelia miró fijamente los serios ojos azules de su novio y respiró hondo mientras intentaba articular las palabras.- El día del Nox Daemonum, me atacó. - dijo por fin.Alex agarró con fuerza el volante, furioso y a punto de romperlo.- ¡Maldita sea, Amelia! ¡Deberías habérmelo dicho! - Dijo con rabia.- Lo sé... - Contestó ella con la cabeza gacha.- ¡Ese asqueroso aún tuvo la osadía de venir a tu cumpleaños! - Perdí mi alianza la noche que me atacó, sabía que estaba con él, pero no quise cuestionarlo por miedo a que intentara algo más... -dijo en voz baja. -
Aquella noche, Amelia estaba tumbada junto a Alexander en la alfombra de la biblioteca mientras le leía Macbeth.Tenía los ojos fijos en el libro mientras él la observaba atentamente, acariciando con una mano su cabello oscuro mientras lo besaba.Cuando terminó el libro, Amelia se levantó para guardarlo y cogió el suyo, sosteniéndolo entre las manos como si fuera precioso. Volvió a sentarse en la alfombra junto a él, miró por la ventana y notó que empezaba a llover. Estaban a mitad del otoño y pronto llegaría el invierno.Volviendo su atención hacia Alexander, colocó el libro sobre su regazo.- Toma. - Habló con calma. - Quiero que leas todo lo que está escrito aquí.Alex se sentó y cogió el libro entre las manos.- ¿Estás segura de esto, Amy? - preguntó con cierta inquietud.- Completamente. Quiero que lo sepas todo. - respondió ella.Alexander se levantó con el libro en las manos y se dirigió al escritorio para sentarse.Cuando abrió el libro, empezó a leer atentamente los poemas de
La mirada de Amelia se cruzó con la de Alexander en el altar.Ella sostenía un hermoso ramo de magnolias blancas que dejaban flotar su perfume por el salón de la residencia Alderidge de Nueva York.Era enero y hacía poco que había dejado de nevar. El frío y los jardines cubiertos por el manto helado daban a la boda un ambiente más acogedor.Todos estaban reunidos en el gran salón, con la chimenea encendida y algunas sillas decoradas para los pocos invitados.Alexander le guiñó un ojo a Amelia, dedicándole una sonrisa encantadora.El juez de paz estaba delante, sosteniendo el libro de firmas para que los novios lo firmaran una vez finalizada la boda.- ¿Tú, Ethan Alderidge, aceptas a Benjamin Jones como legítimo esposo? - preguntó el juez.Ethan sonrió junto a Benjamin; ambos vestían trajes de color gris oscuro, y sus padrinos, Alexander y Amelia, iban vestidos de gris claro.- Sí. - respondió Ethan, acercándose a la mano de Benjamin para besarla.- Y tú, Benjamin Jones, ¿aceptas a Eth