Cuando llegó a casa, intentó no hacer ruido para no despertar a nadie.En silencio, subió al dormitorio donde Alexander ya dormía plácidamente en la cama, tan plácidamente que contuvo el nudo en la garganta para no llorar allí mismo.Amelia entró en el cuarto de baño, quitándose toda la ropa y la chaqueta del profesor Brown, que aún la cubría. Cuando se la quitó, notó las marcas de sus dedos en los brazos y se negó a llorar. También tenía las rodillas magulladas por la caída cuando él la tiró al suelo.Siempre lloraba.Ya había llorado tanto ese año, había sido la víctima tantas veces que no podía permitirse serlo de nuevo.No podía ser víctima de otro maltratador.Al entrar en la cabina de ducha y dejar que el agua fría corriera por su cuerpo, Amelia se limpió toda la suciedad que aquel hombre le había causado. Entonces se fijó en su propia mano. El anillo de casada ya no estaba en su dedo.Había perdido el anillo que le había regalado Alexander.Tenía que recuperarlo. Iba a ir al c
Era la semana del cumpleaños de Amelia y estaba aún más tensa.Benjamin estaba trabajando duro para que acusaran al profesor Brown. Alexander había cerrado un pub para celebrar el cumpleaños de Amelia, incluso en contra de su voluntad, ya que ella había insistido en no celebrarlo. - Bueno, tampoco es que tuvieras muchas opciones, Amelia Jones. - dijo Alex mientras le rodeaba la cintura con los brazos, apoyaba la barbilla en su hombro y le besaba el cuello. - Sí, vamos a celebrar tu cumpleaños y nos vamos a emborrachar muchísimo. Ella sonrió mientras lo escuchaba, sabiendo que era una batalla perdida. - Vale, pero prométeme que será algo pequeño. - Le pidió, volviéndose hacia él y besándole los labios.- No te prometo nada. - Contestó él, sonriéndole.Cuando llegó la noche, Amelia se arregló con Alexander. Con un vestido sencillo pero elegante y el pelo cuidadosamente arreglado, Amelia sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Estaba agradecida de tener a alguien como Alexander a s
Amelia permaneció en silencio todo el camino de vuelta a casa mientras Alex conducía. Él le apoyó la mano en el muslo, dándole el tiempo que necesitaba para contarle lo que fuera que estuviera pasando con aquel hombre. Cuando llegaron al garaje del edificio, Amelia hizo ademán de bajarse del coche, pero Alexander no se lo permitió. Necesitaba saber qué estaba pasando.- Dime, ¿qué ha hecho ese hombre? - preguntó de inmediato.Amelia miró fijamente los serios ojos azules de su novio y respiró hondo mientras intentaba articular las palabras.- El día del Nox Daemonum, me atacó. - dijo por fin.Alex agarró con fuerza el volante, furioso y a punto de romperlo.- ¡Maldita sea, Amelia! ¡Deberías habérmelo dicho! - Dijo con rabia.- Lo sé... - Contestó ella con la cabeza gacha.- ¡Ese asqueroso aún tuvo la osadía de venir a tu cumpleaños! - Perdí mi alianza la noche que me atacó, sabía que estaba con él, pero no quise cuestionarlo por miedo a que intentara algo más... -dijo en voz baja. -
Aquella noche, Amelia estaba tumbada junto a Alexander en la alfombra de la biblioteca mientras le leía Macbeth.Tenía los ojos fijos en el libro mientras él la observaba atentamente, acariciando con una mano su cabello oscuro mientras lo besaba.Cuando terminó el libro, Amelia se levantó para guardarlo y cogió el suyo, sosteniéndolo entre las manos como si fuera precioso. Volvió a sentarse en la alfombra junto a él, miró por la ventana y notó que empezaba a llover. Estaban a mitad del otoño y pronto llegaría el invierno.Volviendo su atención hacia Alexander, colocó el libro sobre su regazo.- Toma. - Habló con calma. - Quiero que leas todo lo que está escrito aquí.Alex se sentó y cogió el libro entre las manos.- ¿Estás segura de esto, Amy? - preguntó con cierta inquietud.- Completamente. Quiero que lo sepas todo. - respondió ella.Alexander se levantó con el libro en las manos y se dirigió al escritorio para sentarse.Cuando abrió el libro, empezó a leer atentamente los poemas de
La mirada de Amelia se cruzó con la de Alexander en el altar.Ella sostenía un hermoso ramo de magnolias blancas que dejaban flotar su perfume por el salón de la residencia Alderidge de Nueva York.Era enero y hacía poco que había dejado de nevar. El frío y los jardines cubiertos por el manto helado daban a la boda un ambiente más acogedor.Todos estaban reunidos en el gran salón, con la chimenea encendida y algunas sillas decoradas para los pocos invitados.Alexander le guiñó un ojo a Amelia, dedicándole una sonrisa encantadora.El juez de paz estaba delante, sosteniendo el libro de firmas para que los novios lo firmaran una vez finalizada la boda.- ¿Tú, Ethan Alderidge, aceptas a Benjamin Jones como legítimo esposo? - preguntó el juez.Ethan sonrió junto a Benjamin; ambos vestían trajes de color gris oscuro, y sus padrinos, Alexander y Amelia, iban vestidos de gris claro.- Sí. - respondió Ethan, acercándose a la mano de Benjamin para besarla.- Y tú, Benjamin Jones, ¿aceptas a Eth
El taxi dejó a Amelia frente a su residencia de los Hamptons. La chica bajó del vehículo concentrándose en meter el pie derecho en la propiedad junto al mar. Arrastró la maleta de ruedas hasta la puerta y no tardó en llamar al timbre que sonaba silenciosamente en el exterior. - Buenos días. - Dijo el ama de llaves en cuanto abrió la puerta de la residencia.- Buenos días, el señor Alderidge me pidió que viniera. - contestó Amelia.El ama de llaves se limitó a sonreír y cedió el paso a Amelia, guiándola por la casa hasta el salón.- Se lo diré al señor Alderidge, por favor espere aquí. - Dijo el ama de llaves, saliendo del salón y dejándola sola. Observó el lugar, acercándose a la pared principal donde colgaban algunos cuadros. Se sobresaltó al escuchar el ruido metálico de un encendedor, notando a un hombre sentado frente a la chimenea, justo cuando el humo y el olor a cigarrillo iban tomando poco a poco el lugar. - Buenos días. - habló Amelia mientras se acercaba, pero el hombre pa
Amelia siguió a Ethan en silencio hasta su despacho y entró justo después de que él le abriera la puerta.Ethan indicó uno de los sillones para que Amelia se sentara, aún se sentía tensa por su primera y mala impresión de Alexander.En cuanto se sentó, Amelia abrió la boca.- Lo siento, señor Alderidge. Pero creo que no soy la persona más adecuada para este trabajo. - Ella lo miró fijamente, pero Ethan levantó rápidamente la mano para que ella lo escuchara.- Sé que mi hermano es una persona muy difícil, Amelia. - replicó Ethan, y podía ver el agotamiento en su expresión-. - Pero antes de que te rindas, quiero que me escuches, ¿vale?Amelia asintió.- Alexander no siempre fue así. Era un hombre activo, que criaba la empresa él solo desde que murieron nuestros padres. Hace un año tuvo un accidente de coche con su difunta prometida. Por desgracia, Morgan estaba embarazada y ella y el bebé murieron en el accidente. - Ethan empezaba a contarlo.- Estuvo tres meses en coma y llegamos a pen
Esa misma tarde, Amelia envió a Benjamin un correo electrónico explicándole lo sucedido. Él le compró inmediatamente otro móvil y se lo entregó al día siguiente.A la mañana siguiente, Amelia salió de su habitación y se fue a la playa. Necesitaba deshacerse de aquel teléfono móvil, pues creía que, aunque estuviera roto, podía enviar algún tipo de señal. Por suerte, la residencia Alderidge tenía un embarcadero que daba al mar. Amelia disfrutó de su paseo por la playa, aún era demasiado temprano para que nadie allí estuviera despierto. Rápidamente, se dirigió al embarcadero y arrojó su teléfono móvil al mar. Respiró hondo y creyó que estaría a salvo.Al volver a la casa, Amelia encontró abierta una de las ventanas del segundo piso y tuvo la extraña sensación de ser observada. Apurando sus pasos, regresó a su habitación, se cambió de ropa y se dirigió a la habitación del señor Alderidge.- Buenos días. - le saludó Amelia, entrando en la habitación y dirigiéndose a la ventana, pero al no