Esa misma tarde, Amelia envió a Benjamin un correo electrónico explicándole lo sucedido. Él le compró inmediatamente otro móvil y se lo entregó al día siguiente.
A la mañana siguiente, Amelia salió de su habitación y se fue a la playa. Necesitaba deshacerse de aquel teléfono móvil, pues creía que, aunque estuviera roto, podía enviar algún tipo de señal. Por suerte, la residencia Alderidge tenía un embarcadero que daba al mar. Amelia disfrutó de su paseo por la playa, aún era demasiado temprano para que nadie allí estuviera despierto. Rápidamente, se dirigió al embarcadero y arrojó su teléfono móvil al mar. Respiró hondo y creyó que estaría a salvo.Al volver a la casa, Amelia encontró abierta una de las ventanas del segundo piso y tuvo la extraña sensación de ser observada. Apurando sus pasos, regresó a su habitación, se cambió de ropa y se dirigió a la habitación del señor Alderidge.
- Buenos días. - le saludó Amelia, entrando en la habitación y dirigiéndose a la ventana, pero al notar que ya estaba abierta.
- ¿Acabas de despertarte? - preguntó, dirigiendo su atención a la cama donde yacía Alexander.A continuación miró por la ventana, fijándose en la vista del muelle. La misma vista que había observado minutos antes cuando estaba fuera de la casa. Pero al mirar a la cama, dudó de que Alexander pudiera haberse levantado y acostado de nuevo.- ¿Quieres que te ayude a bañarte? - preguntó mientras lo miraba.- Bueno, para eso estás aquí, ¿no? - habló por primera vez, con la voz grave y ese tono arrogante.Amelia asintió y acercó la silla de ruedas a la cama. Alexander se apoyó en ella y luego se sentó en la silla. Fue rápidamente al baño, abrió el agua de la bañera y regresó a la habitación cuando oyó que alguien llamaba a la puerta.- Señorita Jones, un pedido para la señorita Jones. - dijo el ama de llaves al entrar, entregándole a Amelia una caja.
- Gracias, pero puede llamarme Amy. - respondió Amelia sonriendo.Alexander observó en silencio y pronto el ama de llaves se alejó de los dos.- ¿Qué es esto? - preguntó, con los ojos azules tensos en una línea de sospecha.- Un teléfono móvil. - respondió ella, dejando la caja a un lado.- ¿No tienes móvil? - preguntó él.- El mío se rompió. Mi hermano me compró otro. - respondió Amelia, acercándose a Alexander para ayudarle a quitarse la ropa.- Puedo hacerlo yo solo. - replicó él, quitándole la mano de encima del hombro. Amelia asintió.- ¿Y cómo se te ha roto el móvil? - volvió a preguntar él, dándose cuenta de que la estaba molestando.- Se cayó y se rompió. - respondió ella, entrecerrando los ojos y apartando la mirada. Pero él se dio cuenta cuando empezó a chasquear los dedos.Él la observó con desconfianza, midiéndola con la mirada.Luego guió la silla de ruedas hasta el cuarto de baño y Amelia la siguió. Tomó la temperatura, cerró el grifo y vertió sales de baño en el agua. Ayudó a Alexander a quitarse el resto de la ropa y lo sostuvo mientras se metía en la bañera. Evitando, por supuesto, mirar más de cerca su cuerpo, o mejor dicho, sus partes más íntimas. Pero por lo poco que pude ver de sus piernas estiradas en la bañera, pude darme cuenta de lo alto que era Alexander. - ¿Piensas quedarte mirándome? - Enarcó una de sus cejas.Amelia no contestó, sus ojos seguían fijos en Alexander mientras continuaba observándolo.- ¿Cuánto hace que no te lavas el pelo? - preguntó.Alexander pareció no entender la pregunta de Amelia.- Es que tienes el pelo fatal. - respondió ella, pero él murmuró rápidamente algo que ella no entendió.- ¿Y a ti qué te importa, Jones? - preguntó él, claramente molesto.- Que podría lavármelo si dejaras de ser tan desconfiado. - replicó Amelia, cruzándose de brazos.- Me parece muy bien. - replicó Alexander, concediendo. Amelia cogió champú y acondicionador del armario, así como un peine. Aprovechando el reposacabezas, se sentó en una esquina del escalón que llevaba a la bañera y cogió la manguera de la ducha.Mientras mojaba el pelo de Alexander, Amelia depositó un poco de champú y luego empezó a masajearle el cuero cabelludo. Podía oír sus gemidos de satisfacción, lo que la hizo sonreír mientras él abría los ojos y la miraba de abajo arriba.- Cierra los ojos, el champú caerá. - Le ordenó y así lo hizo.Cuando él apartó la espalda, ella pudo ver la cicatriz en su espalda, imaginando que era de la cirugía. Su mirada viajó por su cuerpo, encontrando otras cicatrices en sus piernas.- ¿Qué le pasa? - oyó preguntar a Alexander cuando se dio cuenta de que la estaba mirando.- Las cicatrices. ¿Son del accidente? - preguntó Amelia.- Por lo visto Ethan ya te ha contado lo que pasó. - Contestó él, observándola.- Solo me ha hablado de tus heridas. - Amelia habló, pero quería oírlo de él.Alexander analizó aquella conversación, examinándola.- Tuve una lesión en la L3, los herrajes me comprimieron la columna y parte de ellos me causaron fracturas en la tibia y el peroné. - Estaba contando, mostrando las cicatrices en las piernas. - Tengo plaquetas en ambas piernas, además de clavos. Al cabo de un tiempo dejaron de molestarme.
- ¿Y tus sesiones de fisioterapia? - preguntó.- Paul viene tres veces por semana, hace los ejercicios de movimiento para que no se me atrofien las piernas. - explicó Alexander.- ¿Y no has tenido ninguna mejoría? - preguntó ella, muy curiosa.- No, Amelia. - respondió él, tuteándola mientras cerraba el tema.Ella siguió masajeándole el pelo, luego terminó y empezó a aclarar los mechones rubios que ya tenían mucho mejor aspecto.
- Y tú, Amelia Jones. ¿Qué debo saber de ti? - preguntó él, con aquellos profundos ojos azules inquisitivos. - No hay mucho que saber. - respondió ella, encogiéndose de hombros mientras se enjuagaba el acondicionador.- Siempre hay algo que saber. - insistió él.- Necesitaba un cambio en mi vida. No tenía mucho futuro en mi ciudad, así que vine a Nueva York para quedarme con mi hermano mayor. - respondió Amelia, sin querer profundizar más.- ¿Y qué más? - volvió a insistir.- ¿Qué quieres saber? - Se cruzó de brazos.- No sé, cuéntame algo de ti. Algo íntimo. - preguntó Alexander con rotundidad.Amelia lo miró pensativa y luego sonrió.- Navegaba cuando era más joven. Era una afición mía y de mi madre. Cuando era pequeña, me regaló un velero de juguete y lo llamé Pequeño Abejorro. - me decía riendo. - Desde entonces, mis hermanos y hermanas me llaman Abejorro. - Te toca a ti. Cuéntame algo sobre ti que nadie sepa. - preguntó Amelia, terminando de peinarse. Podía oler el acondicionador, sonriendo satisfecha.- Tengo que terminar de ducharme, quiero que me dejes en paz. - habló Alexander, acercándose inmediatamente a ella. - Por favor.Amelia salió a continuación del cuarto de baño y pronto Alexander terminó de ducharse. Se vistió y cogió el móvil que tenía sobre la cama.Alexander se quedó mirando por la ventana durante unos minutos hasta que por fin se decidió a hacer lo que pretendía. Tecleó un número en la pantalla del móvil y entonces le contestó la voz al otro lado.- Jonas, quiero que investigues a alguien por mí. - Alexander empezó a hablar. - Se llama Amelia Jones. Te enviaré la información por correo electrónico más tarde.Los fuertes y desesperados golpes despertaron a Amelia de inmediato. Corrió a la puerta para abrirla y se encontró a la señora Smith llorando, completamente fuera de sí.- Helen, ¿qué ha pasado? - preguntó Amelia, sin entender por qué.- Es el señor Alderidge, está inconsciente en el suelo del dormitorio. Inmediatamente, Amelia cogió su bolsa de primeros auxilios y corrió a la habitación de Alexander.Cuando llegó, encontró al señor Smith intentando despertarlo, pero sin éxito. Amelia se acercó rápidamente a él, comprobando la respiración debilitada y los latidos del corazón de Alexander.- ¡LLAMEN A UNA AMBULANCIA YA! - gritó Amelia, dejando el pesado cuerpo de Alexander en el suelo.Al abrirle los ojos, vio que tenía las pupilas dilatadas y desenfocadas y que de la boca, que empezaba a ponerse azul, le salía una espuma blanca.- Ron, busca algo en el baño, ¿dónde están sus medicinas? - preguntó Amelia, cogiendo su estetoscopio y comprobando una vez más los latidos de su corazón.El
Cuando Alexander por fin volvió a dormirse, Amelia aprovechó para hacer lo mismo. Durante la madrugada oyó un movimiento en la habitación, imaginando que era una de las enfermeras.En cuanto amaneció, Amelia sintió que una mano la agarraba del brazo y la sacudía para despertarla. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que era Ethan.- Amelia, buenos días. ¿Me acompañas afuera? - preguntó en voz baja y tranquila, y Amelia asintió rápidamente y se levantó.En cuanto salieron de la habitación, se dio cuenta de que Ben también estaba allí e inmediatamente lo abrazó.- ¿Cómo está? - preguntó Ethan, que podía ver el cansancio en su rostro.- Está descansando, pero se encuentra bien. Conseguí que vomitara la mayor parte de los medicamentos y cuando llegamos le hicieron un lavado. - informó Amelia, volviendo a centrar su atención en Benjamin.- Pero, ¿por qué estás aquí? - preguntó con curiosidad.- Ben estaba conmigo. Estábamos cenando cuando llamó la señora Smith y cogimos el coche hasta aquí.
Después de desayunar, Amelia volvió a su habitación y esperó la visita del médico.Ni siquiera podía mirar a Alexander en la cama sin que aquellos mensajes volvieran a ella.Se sentía traicionada por él. No tenía derecho a enviar a alguien a investigar su vida. No cuando ella acababa de salvarle la suya.Alexander se movió en la cama, buscando a Amelia, que estaba sentada cerca de la ventana. Sonrió al verla, pero ella no le correspondió cuando se dio cuenta de que estaba despierto.- Buenos días, Jones. - Habló y Amelia se le acercó, tendiéndole un vaso de agua con pajita.No tardó en darse cuenta de que algo iba mal, de que estaba furiosa. Podía ver la mirada en sus ojos, aunque su expresión intentara ocultarlo.- ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así? - preguntó inocentemente.Amelia se apartó y se acercó a la mesa, cogió el móvil de Alexander y lo dejó caer sobre su regazo.- Has enviado a alguien a investigarme. - respondió ella, y cuando él intentó replicar, ella lo interrumpió. - No
- ¡¡¡Buenos días!!! - Dijo Amelia nada más entrar en la habitación de Alexander aquella mañana, emocionada y sonriente. Llevaba una bandeja con el desayuno y no llevaba el habitual pijama de lactancia, optando en su lugar por unas deportivas marrones y un vestido de flores que dejaba un suave escote en sus pequeños pechos.- ¿A qué viene tanta excitación? - preguntó Alexander mientras se estiraba, ya duchado y con una sudadera puesta.- Porque vamos a dar un paseo. - Contestó ella, dirigiéndose a su armario. - No sé tú, pero yo estoy un poco cansado de estas paredes. Volvió con una camisa de botones y unos vaqueros, así como un par de zapatillas blancas.- Vale, se acabaron las sudaderas. - dijo Amelia, dejándolas sobre la cama. - Me gustan estas paredes. - contestó Alexander mientras tomaba un sorbo de café.- Estarán en el mismo sitio cuando volvamos. - Contestó ella, cogiéndole el vaso de zumo mientras se sentaba frente a él.- ¿Qué pretendes, Jones? - Él entrecerró sus ojos azu
Amelia llegó a la consulta cinco minutos más tarde. Nada más entrar, notó a Alexander un poco tenso al estar acompañado por la analista.- ¿Qué tal? ¿Qué tal ha ido? - preguntó Amelia a la analista, posando luego la mano en el hombro de Alexander.- Ha estado bien para ser el primer día. - respondió la Dra. Campbell mientras sonreía.- Ha sido interesante. - Era el turno de Alexander.Amelia los observó a los dos, imaginando ya que no conseguiría sonsacarles nada más, sobre todo porque se trataba de un secreto de consulta.- 'Bien, señor Alderidge ¿podemos concertar la próxima cita para la semana que viene? - preguntó el doctor Campbell y Alex asintió con un movimiento de cabeza.Amelia y Alexander subieron al coche y lo arrancaron. Ella volvió a encender la radio del coche mientras Alexander observaba la carretera que seguían, que era totalmente opuesta a la casa. Con desconfianza, se fijó en la sonrisa traviesa de Amelia mientras tamborileaba con los dedos en el volante.- No vamos
- ¿Os conocéis desde hace mucho? - preguntó Amelia mientras paseaba a Alex por el parque. Aún sostenía el pingüino de peluche en sus brazos.- Sí, era amigo de Megan. - respondió Alex sin mucho entusiasmo. Ella notó que su expresión era cerrada e irritada.- Ah... - se le escapó. - Y no os caéis muy bien al parecer. - comentó Amelia, investigando muy despacio.- ¿Cambiamos de tema? Tengo hambre y me encantaría una salchicha con mucha mostaza. - Se acercó al puesto de salchichas.Amelia estuvo de acuerdo, pero no estaba convencida y hablaría de ese tema más tarde. Siguió a Alexander y buscó su cartera en el bolso.- Dos salchichas y dos refrescos. - preguntó al dependiente, sonriéndole.- ¿No me va a dejar pagar? - preguntó Alex, cruzándose de brazos.- En teoría, pagas tú. Estoy usando tu dinero. - Amelia parpadeó.- Entonces, si estoy pagando, quiero una cerveza. - Contestó, mirando al dependiente.- No puedes beber. - Amelia estuvo a punto de reñirle, pero Alex la ignoró.- Tú cond
- ¿A qué debo el placer de tu visita tan temprano, Henry? - Amelia oyó la voz de Alexander al detenerse en lo alto de la escalera.Henry estaba de pie en la puerta con un paquete en la mano mientras Alexander lo miraba con los brazos cruzados.- No es asunto tuyo, Alderidge. Quiero darle esto a Amelia. - respondió Henry, Amelia pudo notar su mirada de desdén mientras miraba a Alex.- Amelia no está de humor para recibir tu visita. - replicó Alex, con un tono de voz cargado de ira.- Eso lo dirá ella. - replicó Henry.Amelia estaba escondida entre una columna para escuchar su discusión.- ¿Qué es lo que quieres? Dile la verdad. - exigió Alex. - ¿Acercarte a Amelia para hacer lo mismo que le hiciste a Megan? Olvídalo. No le harás daño a Amelia como se lo hiciste a Megan.Henry se limitó a sonreír, acercándose.- Ese es el hombre que mató a Megan y a mi hijo. - replicó Henry, con toda la amargura en la voz-.- El bebé no era suyo. ¡Pedazo de mierda sádica! - gruñó Alex-. - Huiste a la pr
- ¿Amelia? - Los golpes en la puerta y la voz de Alexander despertaron a Amelia del instante de náuseas en que yacía en la cama.- Está abierta. - Informó, sin ganas de levantarse y continuando tumbada boca abajo en la cama. Notó el movimiento de la silla de ruedas cuando Alex abrió la puerta y entró en la habitación. El motor empezó a hacer un suave ruido mientras las ruedas se arrastraban hacia ella. Ella sonrió débilmente, sus ojos verdes fijos en los azules de él que la miraban.- Estás un poco verde. - habló Alex, sonriendo en un rincón.- Me siento verde. - Contestó ella, sin hacer ningún esfuerzo por levantarse y seguir allí de pie.- ¿Todavía tienes náuseas? - Preguntó preocupado mientras acercaba su mano a la pálida mejilla de Amelia, acariciándola suavemente.- Sí, creo que es el cansancio. - comentó ella. - Cuidar de ti a veces es agotador. - Replicó ella, burlándose de él.- Deberías pedir cita. - Sugirió él.- Lo haré, en algún momento. - replicó Amelia.Notó que él obse