- ¡¡¡Buenos días!!! - Dijo Amelia nada más entrar en la habitación de Alexander aquella mañana, emocionada y sonriente. Llevaba una bandeja con el desayuno y no llevaba el habitual pijama de lactancia, optando en su lugar por unas deportivas marrones y un vestido de flores que dejaba un suave escote en sus pequeños pechos.- ¿A qué viene tanta excitación? - preguntó Alexander mientras se estiraba, ya duchado y con una sudadera puesta.- Porque vamos a dar un paseo. - Contestó ella, dirigiéndose a su armario. - No sé tú, pero yo estoy un poco cansado de estas paredes. Volvió con una camisa de botones y unos vaqueros, así como un par de zapatillas blancas.- Vale, se acabaron las sudaderas. - dijo Amelia, dejándolas sobre la cama. - Me gustan estas paredes. - contestó Alexander mientras tomaba un sorbo de café.- Estarán en el mismo sitio cuando volvamos. - Contestó ella, cogiéndole el vaso de zumo mientras se sentaba frente a él.- ¿Qué pretendes, Jones? - Él entrecerró sus ojos azu
Amelia llegó a la consulta cinco minutos más tarde. Nada más entrar, notó a Alexander un poco tenso al estar acompañado por la analista.- ¿Qué tal? ¿Qué tal ha ido? - preguntó Amelia a la analista, posando luego la mano en el hombro de Alexander.- Ha estado bien para ser el primer día. - respondió la Dra. Campbell mientras sonreía.- Ha sido interesante. - Era el turno de Alexander.Amelia los observó a los dos, imaginando ya que no conseguiría sonsacarles nada más, sobre todo porque se trataba de un secreto de consulta.- 'Bien, señor Alderidge ¿podemos concertar la próxima cita para la semana que viene? - preguntó el doctor Campbell y Alex asintió con un movimiento de cabeza.Amelia y Alexander subieron al coche y lo arrancaron. Ella volvió a encender la radio del coche mientras Alexander observaba la carretera que seguían, que era totalmente opuesta a la casa. Con desconfianza, se fijó en la sonrisa traviesa de Amelia mientras tamborileaba con los dedos en el volante.- No vamos
- ¿Os conocéis desde hace mucho? - preguntó Amelia mientras paseaba a Alex por el parque. Aún sostenía el pingüino de peluche en sus brazos.- Sí, era amigo de Megan. - respondió Alex sin mucho entusiasmo. Ella notó que su expresión era cerrada e irritada.- Ah... - se le escapó. - Y no os caéis muy bien al parecer. - comentó Amelia, investigando muy despacio.- ¿Cambiamos de tema? Tengo hambre y me encantaría una salchicha con mucha mostaza. - Se acercó al puesto de salchichas.Amelia estuvo de acuerdo, pero no estaba convencida y hablaría de ese tema más tarde. Siguió a Alexander y buscó su cartera en el bolso.- Dos salchichas y dos refrescos. - preguntó al dependiente, sonriéndole.- ¿No me va a dejar pagar? - preguntó Alex, cruzándose de brazos.- En teoría, pagas tú. Estoy usando tu dinero. - Amelia parpadeó.- Entonces, si estoy pagando, quiero una cerveza. - Contestó, mirando al dependiente.- No puedes beber. - Amelia estuvo a punto de reñirle, pero Alex la ignoró.- Tú cond
- ¿A qué debo el placer de tu visita tan temprano, Henry? - Amelia oyó la voz de Alexander al detenerse en lo alto de la escalera.Henry estaba de pie en la puerta con un paquete en la mano mientras Alexander lo miraba con los brazos cruzados.- No es asunto tuyo, Alderidge. Quiero darle esto a Amelia. - respondió Henry, Amelia pudo notar su mirada de desdén mientras miraba a Alex.- Amelia no está de humor para recibir tu visita. - replicó Alex, con un tono de voz cargado de ira.- Eso lo dirá ella. - replicó Henry.Amelia estaba escondida entre una columna para escuchar su discusión.- ¿Qué es lo que quieres? Dile la verdad. - exigió Alex. - ¿Acercarte a Amelia para hacer lo mismo que le hiciste a Megan? Olvídalo. No le harás daño a Amelia como se lo hiciste a Megan.Henry se limitó a sonreír, acercándose.- Ese es el hombre que mató a Megan y a mi hijo. - replicó Henry, con toda la amargura en la voz-.- El bebé no era suyo. ¡Pedazo de mierda sádica! - gruñó Alex-. - Huiste a la pr
- ¿Amelia? - Los golpes en la puerta y la voz de Alexander despertaron a Amelia del instante de náuseas en que yacía en la cama.- Está abierta. - Informó, sin ganas de levantarse y continuando tumbada boca abajo en la cama. Notó el movimiento de la silla de ruedas cuando Alex abrió la puerta y entró en la habitación. El motor empezó a hacer un suave ruido mientras las ruedas se arrastraban hacia ella. Ella sonrió débilmente, sus ojos verdes fijos en los azules de él que la miraban.- Estás un poco verde. - habló Alex, sonriendo en un rincón.- Me siento verde. - Contestó ella, sin hacer ningún esfuerzo por levantarse y seguir allí de pie.- ¿Todavía tienes náuseas? - Preguntó preocupado mientras acercaba su mano a la pálida mejilla de Amelia, acariciándola suavemente.- Sí, creo que es el cansancio. - comentó ella. - Cuidar de ti a veces es agotador. - Replicó ella, burlándose de él.- Deberías pedir cita. - Sugirió él.- Lo haré, en algún momento. - replicó Amelia.Notó que él obse
Amelia olvidó absolutamente todo lo que la rodeaba mientras besaba a Alexander. Su lengua buscaba la de ella llena de ansia y deseo. Sucedió lenta y profundamente, entre suaves gemidos ahogados mientras sus lenguas se entrelazaban con urgencia y calor, como debía ser.Ella había besado a otros hombres antes, pero ninguno la besó como él lo hizo. Con ese sentimiento de pertenencia, el mismo sentimiento que Amelia quería negar y del que quería huir con todas sus fuerzas. - ¿Va todo bien? - Sonó el ronco susurro de Alexander y Amelia abrió los ojos.Se encontró con su mirada azul y sintió que sus dedos le acariciaban la mejilla.- ¿Por qué lo preguntas? - preguntó ella.- Estás temblando, Amy. - Él se quedó pensativo y sólo entonces ella se dio cuenta de que era cierto: estaba temblando en su regazo.Lo miró fijamente y volvió a sellar los labios. - No pasa nada, te lo juro. - replicó ella, rozando la punta de su nariz con la de él-. - No era mi intención, ¿sabes?- ¿Qué pretendías? -
Amelia miró su propio vómito en el retrete, sintiéndose aún más enferma. Había sido una semana infernal, nada se asentaba en su estómago. Y para variar, se le había retrasado la regla.Todas las emociones de los últimos días estaban alterando violentamente sus hormonas. - Amelia, ¿está todo bien? ¿Puedo pasar? - preguntó la señora Smith al entrar en la habitación.Amelia salió del baño, visiblemente asqueada.- ¡Por el amor de Dios, Amelia! ¡Estás pálida! - dijo Helena mientras Amelia se acercaba a la cama. - Voy a pedirte cita con el médico ahora mismo. - Helena cogió el móvil que llevaba en el bolsillo y llamó a la consulta del médico.Amelia vio desde lejos cómo Helena se acercaba a la ventana y hablaba por teléfono con la secretaria del médico.Unos minutos después, Helena colgó y se volvió hacia ella en la cama.- Ya está, han conseguido hacerte un hueco esta tarde. Ve y ten la seguridad de que yo cuidaré del señor Alderidge. - Helena la tranquilizó, sonriendo a Amelia.- Graci
Amelia se sobresalta al oír los golpes en la ventanilla del coche y se da cuenta de que era Benjamin. Él abre la puerta del coche y la ayuda a salir de él. En cuanto la coge de la mano, Amelia pierde la fuerza en las piernas y él la sostiene, sosteniéndola en su regazo y colocándola sentada de nuevo en un banco frente a la playa. La abraza y Amelia llora. Llora como no ha podido llorar en todos estos años. Llora al recordarlo todo, todas las veces que Barth la ha golpeado, la ha roto. De lo mucho que le rompió el alma y de que ella aún intentaba juntar todas las piezas.Sólo que ahora estaba embarazada de él. Embarazada del hijo de ese monstruo.Pasó algún tiempo antes de que dejara de llorar. Benjamin aún la abrazaba protectoramente.- Amy, cuéntamelo todo. - Le preguntó con paciencia, pero ella pudo ver el odio en sus ojos azules.Amelia se quedó pensativa unos minutos antes de hablar. Tenía miedo de lo que pudiera hacer Benjamin y, lo que era peor, de lo que haría su familia si lo