El viaje duró un poco menos de lo esperado. Las dos mujeres pasaron todo el trayecto hablando, El pequeño Carlos dormido en las piernas de Yadira. Ésta a su vez, se pasó todo el viaje mirando por la ventanilla, a ningún lado en específico, más bien como si su mente abandonase su cuerpo a algún recuerdo o lugar desconocido para Carlos, que no sabía que hacer en ese coche sin poder hablar con nadie. La única persona de su edad que podría darle conversación parecía totalmente indiferente a su presencia y eso era algo que no le importaba, pero habría agradecido algunas palabras de cortesía.
Al entrar al pueblo, Carlos miró por la ventanilla como podía, ya que estaba llena de nieve y hielo.
Todas las casas parecían formar parte de algún ejército militar; tan bien camufladas tras esos gorros de nieve que cubría techos incluso paredes.
Las cadenas en los neumáticos era algo habitual, incluso vio un pequeño taller donde el lodo era un neumático con cadenas.
Salvo eso, no vio nada más que nieve, hielo, y algunas casas que por algún capricho del destino, eran medianamente visibles tras aquella capa helada que las cubría.
El coche se detuvo al final de la avenida principal por dónde habían entrado, y frente a ellos, varias casas daban fin a esa calle, y se habría a ambos lados. Carlos vió que toda esa hilera de casas una al lado de la otra estaban construidas sobre la ladera de la montaña. Las carreteras que se abrían hacía el interior del pueblo dejo ver que era mucho más grande de lo que imaginaba, ya que había casas a ambos lados. «Eso no venía en Google» pensaba él mientras se paraban en la 125.
- Bueno, ha sido un placer conocerles familia. - Se despedía Martha mientras Yadira tomaba el asiento delantero, con una linda sonrisa se despidieron ambas y se fueron.
-¿ Qué le pasa a esa chica? Odia al mundo o le sonríe de esa forma tán inocente. No la entiendo.
- Raúl, déjala tranquila ella tendrá sus problemas como todo el mundo. Vamos dentro, la tía Lines nos espera.
-¿ La tía Lunes?- No pudo evitar ese mal chiste, que acabó en un coscorrón de su madre.
La casa desde fuera era como el resto del pueblo: enormes ventanales de madera con sus contraventanas, techo en punta y una enorme chimenea, cuyo calor era lo poco que podían hacer para fundir la nieve. Las paredes, amarillas, entonaban muy bien con el resto de gamas cromáticas del resto de las casas cercanas. Azules, verdes, naranjas incluso rojos. Raúl supuso que sería para poder ver la casa cuando el tiempo no te haga ver otra cosa que el blanco de la nieve.
La Señora llamó a la puerta y pacientemente espero a que una mujer de cerca de noventa años abriera. Llevaba un vestido estampado gris de flores negras, y una especie de mocasines negros.
Su bastón de madera se sostenía débilmente ante el peso de la señora, ya que a su edad la fuerza no era su mayor virtud.
-¡ Qué alegría verte por fin hermana mía!- exclamaba feliz la anciana mientras abrazaba a la madre de los chicos. - Pasad vamos, fuera hace frío. Quitarse los abrigos y los colgais en el perchero.
- Ellos son Raúl y Carlos, tus sobrinos.
- Son adorables- añadió un pellizco de mejillas a cada uno para parecer más a una abuela.
- Venid, sentaos en el salón y entrar en calor. Nuestro hermano está a punto de llegar.
El salón, iluminado por una lámpara de tres bombillas era todo lo contrario a lo que se había imaginado Raúl en un principio. La chimenea, en la pared de la izquierda cubría el centro de ésta, brindandole un valor acogedor. Delante, tres sillones y una silla( cargada de ropa mojada) y una mesita entre medias, parecía ser el lugar de lectura y de relax antes de dormir.
Luego, otra gran mesa en el centro de la habitación era el comedor. De una preciosa madera negra a juego con las sillas. En la pared de la derecha, una enorme estantería acristalada con un espacio para la televisión, estaba repleta de figuritas, libros y películas VHS.
Raúl se sorprendió de que allí hubiera televisión, pero aún más que siguieran viendo las cintas tan anticuadas, que ni siquiera él las veía cuando nació porque ya existía el DVD.
La anciana Lines se percató de la mirada del joven hacia esas cintas, y se acercó a él.
- Esas películas eran de tu madre cuando aún vivía aquí. Aunque están pasadas de moda joven... En este lugar del mundo no todo llega cuando debe. Pero al fin y al cabo ¿ No hemos disfrutado de ellas? ¿ Por que dejar de hacerlo entonces, solo por que salga algo más nuevo?, Eso sólo sirve para saciar nuestra sed de gastar para estar a la última en todo.¿Verdad?.
Las palabras de su tía le dejaron pensativo. No habla como una señora perdida en ese infierno helado.
- Bueno chicos,¿ Por qué no vais a explorar la casa mientras hablo con vuestra mamá? Hace mucho que no se de ella.
Los chicos asintieron, Carlos, en cambio, se durmió tres segundos después.
Raúl, que tampoco tenía ganas de mirar la casa, abrió la puerta después de abrigarse y salió fuera.
Allí frente a la casa, se encontraba una sorprendía Yadira, a punto de llamar. El susto hizo que callera de culo sobre la nieve al resbalar debido al porche medio helado.
- Ten cuidado idiota.- increpó la chica mientras se levantaba rápidamente.
- Eh, no es mi culpa si no sabes llamar.
« ya basta dejen de discutir»
La señora Lines se acercó a la puerta, invitando a la chica a entrar.
- Querida te pusiste llena de nieve, tienes que quitarte esa ropa o te enfermaras.
- Gracias Lunes.- agradecía la joven con una sonrisa cálida.- Vine por qué mi madre quería que supieran que mi padre ya regresó, así que mañana mismo vendrá a mirar su coche.
- oh genial, qué alegría. Venga pasa, tomemos algo caliente. Pero primero acompañame al baño, y llamaré a tu madre para que te traiga ropa seca.
Ambas tomaron un pasillo que une el recibidor con el salón, y entraron a la última puerta, de frente a Raúl, y vio como la mirada fría de Yadira mientras cerraba la puerta dirigida a él significaba que no iban a ser precisamente amigos, y no era capaz de entender por qué le miraba así, como si le odiase, cuando siquiera le dirigió la palabra en todo el viaje.
Sea lo que fuese, no iba a ser algo que le quitase el sueño al joven. Bastantes problemas tenía con pasar el verano en aquel asqueroso lugar, y por muy hermosa que fuese Yadira no iba a dejar que le diese más motivos para odiar aquel infierno.
El día anterior había sido un caos para Raúl; llegar después de muchas horas de vuelo a un pueblo que no conocían ni los virus, conocer una chica aparentemente normal, que sin embargo resultó ser bipolar o simplemente idiota. Y cómo no, tras el incidente en el que se llenó de nieve toda, le regañaron por no tener cuidado. En ese instante es cuando se dió cuenta que realmente no le agrada esa chica, la odia y si no la vuelve a ver, pues mejor.Qué sorpresa cuando esa mañana, sábado, se levantó del dormitorio que compartía con su tío al cual al final no consiguió conocer pues no llegó a casa, y ve a aquella chica de cabellos dorados y piel de porcelana desayunando en el salón junto a su madre, la madre de él, y si tía.- ¿ Qué hace ella aquí? Si piensa caerse otra vez a la nieve que a mí no me culpen.Esas palabras salieron de su boca sin pensar, pero aún contra todo pronóstico la bronca no empezó por eso, si no por otro motivo el cua
De camino a casa, el joven tras mucho pensar decidió asistir a la fiesta cuya joven dependienta invitó. Sería una buena forma de al menos desconectar un poco. Aún así, beber bajo un puente al aire libre en un pueblo cuya temperatura ronda de los cero a los menos veinte grados casi de un segundo para otro, no era una buena idea. Pero no quería pensar mucho en ello, simplemente decidió ir y olvidarse de todo.Entre dos casas de enormes patios aún nevados, Raúl vió lo que parecía una pequeña plazuela. Tres bancos de madera rodeaban una zona de hierba, donde un columpio descansaba paciente a la espera de algún niño con ganas de jugar, pero debido a la nieve que estaba posada sobre él y el suelo es estaba claro que nadie usaría aquel lugar en mucho tiempo.Aún así, el joven se acercó decidido a sentarse para comer las golosinas que había comprado. La imagen de Yadira le vino a la cabeza en el momento que cayó de espaldas al suelo. Tal vez había sido muy
Una discoteca con música, mucha gente bebiendo en sillas y butacas repartidos por todo el lugar, y otra tanta bailando en el centro era lo que había allí dentro. Raúl se había imaginado a todos en el suelo bebiendo en grupitos, y algún tipo vendiéndoles las bebidas. Poco después descubrió que no sólo podían pedir "la botellona", si no como cualquier discoteca normal, podías pedir tus copas de toda clase.Unas luces encima de sus cabezas parpadeando de distintos colores daban el ambiente ideal para cualquier amante de la noche y las discotecas, pero Raúl se sentía mareado.- Al principio pasa.- Dijo Mary poniendo la mano sobre su hombre y dándole palmaditas de apremio.- Algún día serás un hombre de verdad.Su risa era encantadora para el joven, pero no le gustaba que le dijeran esas cosas y no responder.- No te preocupes, para cuando crezcas en todos los aspectos ya seré un hombre.- Le respondió poniendo la ma
La ventisca no hacía más que empeorar, hasta tal punto que la visión era completamente nula.Raúl, con sus manos tapando su cara para frenar el impacto de la nieve y el viento sobre su rostro avanzaba a paso lento, luchando contra la fuerza del aire que le empujaba hacía atrás. No tenía tiempo que perder. Tal y como estaba el tiempo, si no salían ambos de aquel lugar rápidamente acabarían literalmente congelados.-Yadira¿Dónde estás?- Gritaba cada vez más fuerte, su única esperanza era poder oír cualquier sonido que no fuera el de aquella ventisca para poder guiarse hacia la chica, pero no oía nada, siquiera su propia voz.Había pasado cerca de media hora desde que se adentró en el bosque. Incluso con aquel abrigo, el frío estaba atravesando sus huesos. Apenas podía andar y mantenerse derecho, caminando apoyándose en todos los árboles en su camino.Tropezó de nuevo, cayendo de boca sobre la nieve. Se levantó torpeme
Los aullidos a su alrededor dejó a Raúl completamente inmóvil. No podía empezar a correr con Yadira encima, y aún menos con el enorme agotamiento que sufría.La chica empezó a forcejear para salir de allí. Comenzó a llorar y a gritar con tanto pánico que se dejaba oír por todo el bosque.- Eh Yadira ¿que coño haces?. No puedes salir corriendo así.- El chico agarraba a la joven como un candado tras su espalda, empujándola hacia atrás.Ella gritaba desesperada, luchaba por salir de aquel abrazo y huir. Por alguna razón el pánico y el miedo se habían apoderado de ella. Luchaba tanto por liberarse que Raúl debía usar toda su fuerza para retenerla.- Vamos estate quieta ya, salir corriendo así no es la solución. No vemos nada.-Dejame imbécil.- Gritaba furiosa. No puedo estar aquí, enserio debo irme.Lloraba sin control, temblaba como una niña pequeña asustada de la oscuridad. Raúl compr
Esa noche, o más bien lo que quedaba de ella, fue un desesperado intento por dormir. Raúl no era capaz de conciliar del sueño, tenía la mente muy activa recordando los recientes acontecimientos.Las fuertes punzadas en la nariz era la segunda causa y más probable de su incapacidad de dormir, las vendas que le mantenían en su sitio eran realmente incómodas, pero no estaba enfadado. En el fondo sentía que se lo merecía por ser tán idiota.Desde su cama, escuchaba el fuerte viento que había vuelto a soplar, aún con más violencia. Pensó en Mary, No la vió desde que salió del bosque en busca de ayuda. Aún así, había cumplido su palabra; traerla sana y salva y darle aquel abrazo reconfortante que ahora podía entender que necesitaba.Decidió entonces, levantarse viendo la hora. Las siete y media de la mañana, suficiente para salir de allí y darse una ducha caliente. Aún sentía los estragos del aterrador frío en su cuerpo, aunque mucho más
La puerta se abrió al tiempo que un hombre de unos sesenta entraba por ella. Raúl se imaginaba que su tío, el cual llegaba días tarde, sería un anciano o de más edad como su madre. Y lo era, sí, pero no un anciano desvalido como imaginó.Aquel hombre tenía la musculatura propia de un campeón de boxeo de pesos pesados. Media metro noventa, calvo y con una barba canosa cubriendo su rostro. El otro hombre, era un joven de unos veinte, rubio y de ojos azules muy profundos. Su rostro era blanquecino como el de Yadira y por un segundo hasta parecían ser hermanos.- Hola familia, disculpen el retraso pero la caza fue muy bien. - Saludaba mientras besaba la mejilla de su hermana. El otro joven, le dió dos besos cordialmente y se sentó frente a Raúl, dándoles los buenos días.- Hola Mary, hacia tiempo que no te veía.- La sonrisa del joven dejaría embobada a cualquiera, Raúl se sintió incómodo tras aquel pensamiento, pero no le dió impo
Tras llamar a la puerta de su habitación, Mary y Raúl esperaron respuesta, la cual llegó segundos después.- Yadira ¿podemos pasar?. Estoy con Raúl así que si estás desnuda vístete.Le lanzó al joven una mirada pervertida, que ignoró por completo.- Pasad, estoy vestida.- Respondió entre risas.Parecía estar mejor, según vió Raúl tras pasar a la habitación.- Hola Raúl, no te esperaba. - Mintió la chica con voz indiferente. Sabía perfectamente que era ella quien quería que estuviera allí, pero no dijo nada.-¿ Cómo te encuentras?.- Preguntó el en un tono más amable. - Bajo ningún concepto quería verla con ojos de pena, eso sería lo peor que podría hacer por ella. No tenía intención de ser un psicólogo diciéndole que hacer, pero sí quería ayudarla de algún modo.- Muy bien, gracias.- Mientras respondía, se percató de la nariz vendada del joven. - Siento... Sien