No había nada que a Raúl le gustase más que el verano; las playas, el sol, las fiestas con los amigos... Sin embargo este año iba a ser totalmente diferente; Debía pasar esos tres meses en la ciudad natal de su madre, zenit, situado en Alaska.
El joven de apenas dieciséis años, cabello negro y mirada pícara se había estado documentado sobre aquel lugar que apenas sale en los mapas. Una ciudad entre las montañas, apenas comunicada por una pequeña carretera que cruzaba el bosque cercano, y el puerto por el otro, que al parecer no era más que una fruta natural gigantesca, donde los barcos pesqueros utilizan para amarrar y usarlo como camino hacia el pueblo, ya que conecta con una de las paredes montañosas a unos cien metros de él.
No había nada divertido allí, tan sólo un par de bares y un único supermercado, y varias veces por semana un mercadillo donde todo el mundo vendía sus manualidades, ropa e incluso verduras que por el clima era imposible obtener de otra forma.
En unas horas debían ir al aeropuerto, y llegar a aquel infierno donde su madre había nacido. Ni siquiera conocía a la familia que allí habitaban.
Se vistió sin ganas, una camiseta blanca con el logo de Marvel, su favorita y unos vaqueros negros ajustados y bajó a la planta baja, donde su madre se encontraba ultimando los últimos detalles junto a su hermano pequeño, de apenas cinco años.
- Hola cariño, ¿ Ya está todo listo?- le preguntó ella sin volver la cabeza, mientras seguía rebuscando en unos cajones del mueble de la televisión.
- Mamá, ¿ No vas a cambiar de idea?
Sus palabras sonaban desesperadas, no quería dejar a sus amigos sólo para pasar frío en un pueblo alejado de todo.
Su madre, una mujer de casi cincuenta años, pelo muy canoso y arrugas que la hacían parecer de mayor edad, cerró el cajón y miró a Raúl mientras se sentaba en una silla apoyada contra la pared.
- Hijo, ya te dije que no hay discusión posible, nos vamos a marchar porque hace más de veinte años que no veo a mis hermanos, y ya perdí a mis padres por estar tán lejos y no pude siquiera asistir a su entierro. Entiende que es mi hogar, y al igual que tú quieres estar con tus amigos, cosa que haces todo el año, yo quiero disfrutar de mi familia... La poca que me queda.
-¿ Y que pasa con papá?, Al menos podrías avisarle que nos vamos...
Sus ojos se tornaron vidriosos tras aquellas palabras del joven.
- Tu padre hace diez años que se marchó.¿ Crees que justo ahora va a volver?. El tiene su vida, y aunque no sepamos nada de él desde que se marchó te aseguro que si quisiera podría haber venido alguna vez.
Para Ana, hablar de su ex marido no era fácil y menos delante de sus hijos. Se levantó y cogió al pequeño Carlos en brazos para evitar seguir con la conversación.
- Ve a por las maletas, nos vamos ya.
Raúl, sin mediar palabra con su madre desde que entró al vehículo, se despedía de sus amigos vía WhatsApp mientras iban camino al aeropuerto.
No sería un viaje cómodo, deberían hacer escalas en varios países de entre seis a diez horas. El tiempo estimado de llegada total serían unos dos días y medio, ya que es una ciudad tan alejada de todo no pueden ir directamente por lo que su destino es otra ciudad a unos sesenta kilómetros, donde su hermana los recogería una vez llegasen.
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- Bienvenidos a Alaska. - Decía Ana a sus hijos mientras salían del aeropuerto, ya abrigados hasta las orejas.
Incluso con tanta ropa, el aire soplaba tan frío que para alguien como él, sería una causa probable para acabar muerto en varios segundos.
Todo lo que se veía era nieve, árboles nevados, coches congelados... El blanco sin duda era el color predominante en aquellas tierras.
Para Raúl su real preocupación no era que estuviera nevado, o que hiciera mucho frío ahí, si no que debían viajar sesenta kilómetros más hacia e norte, tan cerca del polo que sin duda si escupiese en el suelo llegaría totalmente congelado.
- Debemos esperar junto a aquella parada de autobús. - Señalaba su madre mientras caminaban sobre aquel suelo nevado. - No estaremos tan mal, no es un lugar tan inhóspito como piensas, te aseguro que vas a tener días donde te sobre tanta ropa.
- ¿Bromeas? Estamos tán al norte que si seguimos un poco más estaríamos viajando hacia el sur.
La mujer río sutilmente. Por primera vez en muchos años la había visto reír.
- Si, te estoy tomando el pelo, hace frío, pero estamos preparados para ello, de verdad.
Tras unos minutos de espera, un coche rojo, parecida a una ranchera paró frente a ellos. De su interior bajó una mujer de la edad de Ana y otra joven, hermosa. De dorados cabellos y ojos verdes. Una tez blanca la hacia ver como una preciosa muñeca de porcelana. Raúl se quedó mirándola en silencio, por alguna razón no pudo dejar de hacerlo.
La mujer habló, y lo trajo a la realidad.
- mi nombre es Martha, soy amiga de tu hermana.- Decía mientras daba dos besos a la madre de los chicos.
- ¿ Acaso pasó algo?- Preguntaba preocupada Ana mientras miraba hacia las dos chicas.
- Todo está bien, solo que su coche murió y nos pidió el favor. Por cierto ella es Yadira, mi hija.
La chica sonrió como saludo, y cuando las miradas de ambos se cruzaron, Raúl sentía como sus piernas tambaleaban. Jamás había tenido novia, aunque empezaba a tener interés, ninguna la atraía realmente y sin embargo aquella chica estaba haciendo que se sintiera extraño, pero para el no podía ser otra cosa que cansancio y frío.
Tras las presentaciones oportunas las dos mujeres se sentaron en la parte delantera, y detrás Yadira, Carlos y Raúl. Iba a ser un viaje de más de una hora, debido al estado del camino no se podía ir muy rápido.
- Bueno, pues si queréis podemos hablar de camino, para conocernos. - Decía Martha para romper el hielo.- Dime Raúl, ¿Tienes novia?
Tras esa pregunta, el chico miró de reojo a Yadira, pero ella siquiera movió una ceja. Estaba mirando a través de la ventanilla el hermoso paisaje de árboles que poco a poco iban apareciendo.
- No la tengo, y tampoco hay prisa.
- Haces bien, aún eres joven. - Está vez fue su madre quién hablo. - Por cierto, tienes una hija preciosa, seguro todo el pueblo va tras ella.
- No me interesa tener novio, disfruto de otras cosas más interesantes.
Su tono frío sorprendió a todos en el coche. Raúl no era muy perspicaz con esas cosas, pero tal vez había alguna razón para aquel tono. Tal vez una ex pareja problemática.
Tras aquello, ambas señoras hablaban de sus familias, lo que había cambiado el pueblo o simplemente de qué producto es mejor para lavar la ropa mientras cruzaban el helado bosque en dirección al infierno helado.
El viaje duró un poco menos de lo esperado. Las dos mujeres pasaron todo el trayecto hablando, El pequeño Carlos dormido en las piernas de Yadira. Ésta a su vez, se pasó todo el viaje mirando por la ventanilla, a ningún lado en específico, más bien como si su mente abandonase su cuerpo a algún recuerdo o lugar desconocido para Carlos, que no sabía que hacer en ese coche sin poder hablar con nadie. La única persona de su edad que podría darle conversación parecía totalmente indiferente a su presencia y eso era algo que no le importaba, pero habría agradecido algunas palabras de cortesía.Al entrar al pueblo, Carlos miró por la ventanilla como podía, ya que estaba llena de nieve y hielo.Todas las casas parecían formar parte de algún ejército militar; tan bien camufladas tras esos gorros de nieve que cubría techos incluso paredes.Las cadenas en los neumáticos era algo habitual, incluso vio un pequeño taller donde el lodo era un neumá
El día anterior había sido un caos para Raúl; llegar después de muchas horas de vuelo a un pueblo que no conocían ni los virus, conocer una chica aparentemente normal, que sin embargo resultó ser bipolar o simplemente idiota. Y cómo no, tras el incidente en el que se llenó de nieve toda, le regañaron por no tener cuidado. En ese instante es cuando se dió cuenta que realmente no le agrada esa chica, la odia y si no la vuelve a ver, pues mejor.Qué sorpresa cuando esa mañana, sábado, se levantó del dormitorio que compartía con su tío al cual al final no consiguió conocer pues no llegó a casa, y ve a aquella chica de cabellos dorados y piel de porcelana desayunando en el salón junto a su madre, la madre de él, y si tía.- ¿ Qué hace ella aquí? Si piensa caerse otra vez a la nieve que a mí no me culpen.Esas palabras salieron de su boca sin pensar, pero aún contra todo pronóstico la bronca no empezó por eso, si no por otro motivo el cua
De camino a casa, el joven tras mucho pensar decidió asistir a la fiesta cuya joven dependienta invitó. Sería una buena forma de al menos desconectar un poco. Aún así, beber bajo un puente al aire libre en un pueblo cuya temperatura ronda de los cero a los menos veinte grados casi de un segundo para otro, no era una buena idea. Pero no quería pensar mucho en ello, simplemente decidió ir y olvidarse de todo.Entre dos casas de enormes patios aún nevados, Raúl vió lo que parecía una pequeña plazuela. Tres bancos de madera rodeaban una zona de hierba, donde un columpio descansaba paciente a la espera de algún niño con ganas de jugar, pero debido a la nieve que estaba posada sobre él y el suelo es estaba claro que nadie usaría aquel lugar en mucho tiempo.Aún así, el joven se acercó decidido a sentarse para comer las golosinas que había comprado. La imagen de Yadira le vino a la cabeza en el momento que cayó de espaldas al suelo. Tal vez había sido muy
Una discoteca con música, mucha gente bebiendo en sillas y butacas repartidos por todo el lugar, y otra tanta bailando en el centro era lo que había allí dentro. Raúl se había imaginado a todos en el suelo bebiendo en grupitos, y algún tipo vendiéndoles las bebidas. Poco después descubrió que no sólo podían pedir "la botellona", si no como cualquier discoteca normal, podías pedir tus copas de toda clase.Unas luces encima de sus cabezas parpadeando de distintos colores daban el ambiente ideal para cualquier amante de la noche y las discotecas, pero Raúl se sentía mareado.- Al principio pasa.- Dijo Mary poniendo la mano sobre su hombre y dándole palmaditas de apremio.- Algún día serás un hombre de verdad.Su risa era encantadora para el joven, pero no le gustaba que le dijeran esas cosas y no responder.- No te preocupes, para cuando crezcas en todos los aspectos ya seré un hombre.- Le respondió poniendo la ma
La ventisca no hacía más que empeorar, hasta tal punto que la visión era completamente nula.Raúl, con sus manos tapando su cara para frenar el impacto de la nieve y el viento sobre su rostro avanzaba a paso lento, luchando contra la fuerza del aire que le empujaba hacía atrás. No tenía tiempo que perder. Tal y como estaba el tiempo, si no salían ambos de aquel lugar rápidamente acabarían literalmente congelados.-Yadira¿Dónde estás?- Gritaba cada vez más fuerte, su única esperanza era poder oír cualquier sonido que no fuera el de aquella ventisca para poder guiarse hacia la chica, pero no oía nada, siquiera su propia voz.Había pasado cerca de media hora desde que se adentró en el bosque. Incluso con aquel abrigo, el frío estaba atravesando sus huesos. Apenas podía andar y mantenerse derecho, caminando apoyándose en todos los árboles en su camino.Tropezó de nuevo, cayendo de boca sobre la nieve. Se levantó torpeme
Los aullidos a su alrededor dejó a Raúl completamente inmóvil. No podía empezar a correr con Yadira encima, y aún menos con el enorme agotamiento que sufría.La chica empezó a forcejear para salir de allí. Comenzó a llorar y a gritar con tanto pánico que se dejaba oír por todo el bosque.- Eh Yadira ¿que coño haces?. No puedes salir corriendo así.- El chico agarraba a la joven como un candado tras su espalda, empujándola hacia atrás.Ella gritaba desesperada, luchaba por salir de aquel abrazo y huir. Por alguna razón el pánico y el miedo se habían apoderado de ella. Luchaba tanto por liberarse que Raúl debía usar toda su fuerza para retenerla.- Vamos estate quieta ya, salir corriendo así no es la solución. No vemos nada.-Dejame imbécil.- Gritaba furiosa. No puedo estar aquí, enserio debo irme.Lloraba sin control, temblaba como una niña pequeña asustada de la oscuridad. Raúl compr
Esa noche, o más bien lo que quedaba de ella, fue un desesperado intento por dormir. Raúl no era capaz de conciliar del sueño, tenía la mente muy activa recordando los recientes acontecimientos.Las fuertes punzadas en la nariz era la segunda causa y más probable de su incapacidad de dormir, las vendas que le mantenían en su sitio eran realmente incómodas, pero no estaba enfadado. En el fondo sentía que se lo merecía por ser tán idiota.Desde su cama, escuchaba el fuerte viento que había vuelto a soplar, aún con más violencia. Pensó en Mary, No la vió desde que salió del bosque en busca de ayuda. Aún así, había cumplido su palabra; traerla sana y salva y darle aquel abrazo reconfortante que ahora podía entender que necesitaba.Decidió entonces, levantarse viendo la hora. Las siete y media de la mañana, suficiente para salir de allí y darse una ducha caliente. Aún sentía los estragos del aterrador frío en su cuerpo, aunque mucho más
La puerta se abrió al tiempo que un hombre de unos sesenta entraba por ella. Raúl se imaginaba que su tío, el cual llegaba días tarde, sería un anciano o de más edad como su madre. Y lo era, sí, pero no un anciano desvalido como imaginó.Aquel hombre tenía la musculatura propia de un campeón de boxeo de pesos pesados. Media metro noventa, calvo y con una barba canosa cubriendo su rostro. El otro hombre, era un joven de unos veinte, rubio y de ojos azules muy profundos. Su rostro era blanquecino como el de Yadira y por un segundo hasta parecían ser hermanos.- Hola familia, disculpen el retraso pero la caza fue muy bien. - Saludaba mientras besaba la mejilla de su hermana. El otro joven, le dió dos besos cordialmente y se sentó frente a Raúl, dándoles los buenos días.- Hola Mary, hacia tiempo que no te veía.- La sonrisa del joven dejaría embobada a cualquiera, Raúl se sintió incómodo tras aquel pensamiento, pero no le dió impo