Capitulo 6

La ventisca no hacía más que empeorar, hasta tal punto que la visión era completamente nula.

Raúl, con sus manos tapando su cara para frenar el impacto de la nieve y el viento sobre su rostro avanzaba a paso lento, luchando contra la fuerza del aire que le empujaba hacía atrás. No tenía tiempo que perder. Tal y como estaba el tiempo, si no salían ambos de aquel lugar rápidamente acabarían literalmente congelados.

-Yadira¿Dónde estás?- Gritaba cada vez más fuerte, su única esperanza era poder oír cualquier sonido que no fuera el de aquella ventisca para poder guiarse hacia la chica, pero no oía nada, siquiera su propia voz.

Había pasado cerca de media hora desde que se adentró en el bosque. Incluso con aquel abrigo, el frío estaba atravesando sus huesos. Apenas podía andar y mantenerse derecho, caminando apoyándose en todos los árboles en su camino.

Tropezó de nuevo, cayendo de boca sobre la nieve. Se levantó torpemente para seguir caminando cuando notó que había chocado con algo si, pero no era una raíz. Yadira se encontraba tirada en el suelo, inmóvil. Ni siquiera tras la patada de Raúl al tropezar la hizo moverse.

El joven rápidamente la cogió sobre su espalda y se paró entre unos árboles donde el viento era frenado algo más y la apoyó sobre uno de los troncos.

-Eh Yadira, despierta.- Insistía Raúl mientras le daba palmadas en la mejilla.

Estaba completamente helada. Su rostro de por sí blanco como porcelana, se estaba volviendo azulado. Estaba sufriendo hipotermia y si seguía allí mucho tiempo no sobreviviría.

Raúl se quitó su abrigo y tapó a la joven como si fuera una pequeña manta, y su bufanda roja la puso sobre el cuello de la chica para taparle de alguna manera la boca.

El frío que sentía Raúl era como millones de puñaladas atravesando su alma, sin embargo no iba a dejar que la chica muriese allí por su culpa.

Ahora, al menos Yadira estaba más abrigada, y sin pensar y para darle más calor, se agachó delante de ella y la abrazó lo más fuerte que pudo.la cubrió entre su cuerpo suplicando a los cielos que todo acabara bien.

- ¿Mary?- Su voz sonaba tan débil que el muchacho no pudo evitar apretar los dientes furioso consigo mismo.

Decidió no responder, si le decía que era Raúl se pondría peor y seguro intentaba marcharse. Al menos eso pensó hasta que ella habló de nuevo.

- Ah... Eres Raúl.- Tras decir eso le agarró del jersey fuertemente para sentir más el calor del chico.- No esperaba que fueras tú quien viniera a salvarme. Soy una tonta que no piensa en las consecuencias.

Ambos, en aquel abrazo de vida, lejos de todo pronóstico se sentían muy bien. Raúl sentía el calor de la joven, el calor de su aliento sobre su vuello... Y las lágrimas que caían de sus ojos verdes.

- Si no te pones el abrigo acabarás congelado.- la joven, aún sin fuerza en la voz era consciente de que solo llevaba un jersey que poco iba a abrigar en esa ventisca. 

- Estoy bien Yadira. Siento mucho haberme metido en tu vida, te prometo jamás acercarme a ti de nuevo, pero solo por esta vez deja que te proteja. Fue mi culpa que estés en esta situación, y prometí que volverías a casa.

Hablaba torpemente, los efectos del inmenso frío estaban haciendo añicos su fuerza vital. No iba a durar mucho tiempo pero sin saber por qué, no quería salir de aquel abrazo que había sido correspondido por la chica.

- No me importa si nos vemos  de nuevo Raúl, sé que empezamos con mal pie pero tengo mis motivos.- mientras hablaba le abrazaba aún más fuerte. Buscaba desesperadamente que ambos se mantuvieran calientes.- Hace dos años pasó algo que jamás podré olvidar, justo en este bosque... Y todo comenzó como esto. Yo perdida y él buscándome.

Lloraba en silencio, tan débil y vulnerable que le partía el corazón al chico. «¿Que hice?. Hable más de la cuenta y está así.».

- Ahora no me importa lo que haya pasado, ni si nos odiamos o no. Me da igual, voy a sacarte de aquí aunque sea lo último que haga.

Saliendo de aquel abrazo, la cargó de nuevo, poniendo esta vez la chaqueta encima de la que ya traía. Raúl era algo corpulento y la joven muy similar a Mary, solo que algo más alta y más desarrollada, así que el abrigo le quedaba mejor de lo que había esperado.

Empezó a caminar directo hacia el punto donde la encontró para desde ahí deshacer sus pasos y llegar a la salida.

- Raúl eres un idiota.- Decía mientras se aferraba a él. - No te las quieras dar de héroe para quedar bien.

Río tras su propio comentario. De alguna manera se sentía realmente protegida en sus brazos. 

- Gracias por venir.- Añadió es voz tan baja que Raúl no pudo oír.

La ventisca había llegado a un punto crítico. Para evitar caer o tropezar debía caminar muy despacio, y eso no hacía más que alargar el maldito infierno que sufria en su helado cuerpo. Empezaba a sentirse entumecido, en cualquier momento la joven caería de su espalda debido al frío que congelaba sus músculos.

«Todo saldrá bien» se repetía a sí mismo una y otra vez. Sabía que Yadira no podía oírle, pero unas vacaciones de verano no es el mejor momento para morir. Aunque sabía que no podría aguantar mucho más, la nula visión se hacía más evidente debido a la fatiga.

La joven, se abrazó al cuello del chico con más fuerza. Le daba ánimos a no rendirse, sentía ese mensaje. 

- Yadira, cuando salgamos de aquí me debes una. Y será lo que yo te pida, sin pegas ni objeciones.

- Así será idiota, pero más te vale que no te quieres aprovechar de mi debilidad actual.

No sonó a amenaza, había usado un tono amable al responder. Raúl sabía que se encontraba muy mal, y que posiblemente en unos días volvería a ser la misma antipática de siempre. Pero si por un milagro mantiene su promesa, había algo que tenía que pedirle.

- Otra cosa.- Añadió Yadira, con su cabeza a la altura del oído del joven.- Si me pides sexo te cortó la colita de crío que tendrás y se la doy a mi perro para que se la coma.- Está vez si iba en serio en su amenaza.

- Tranquila egocéntrica, no eres mi tipo.

-¿Enserio? Pues me miraste el primer día como si fuera la chica más hermosa que jamás cruzo mirada contigo.

Se le subieron los colores. No esperaba que se hubiera dado cuenta de ese detalle. Pero de alguna forma si seguían hablando sería más fácil llegar al final.

- Sí, lo admito. Eres hermosa. Eres muy hermosa. Tienes un pelo increíble, unos ojos que hechizarian a cualquiera. Pareces una muñeca de porcelana, de esas que están en un museo por qué son muy caras y únicas...

-¿ No te habrás enamorado?- Añadió con burla. Mira que a mí me gustan los chicos que sean hombres, y no lloricas que no quieren perder dos meses de su vida aquí.

No sabía si tomárselo como insulto, pero vista la situación decidió simplemente dejarla hablar lo que quisiera.

- No me he enamorado, pero eso no significa que no tenga ojos en la cara.

Yadira pareció satisfecha con la respuesta, y solo añadió algo más mientras cruzaban las últimas hileras de árboles antes de llegar a un nuevo problema.

- Ya me dirás en unas semanas si sigues pensando igual.- y un mordisco en su oreja le hizo estremecer.

- ¿Eres demasiado lanzada no?.

- Solo cuando veo que sufres.- La sonrisa que esbozó se borró de golpe cuando ambos oyeron lo que a su alrededor había aparecido. Los aullidos hambrientos dejaban claro que iban a ser comida de lobos en unos segundos.

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