De camino a casa, el joven tras mucho pensar decidió asistir a la fiesta cuya joven dependienta invitó. Sería una buena forma de al menos desconectar un poco. Aún así, beber bajo un puente al aire libre en un pueblo cuya temperatura ronda de los cero a los menos veinte grados casi de un segundo para otro, no era una buena idea. Pero no quería pensar mucho en ello, simplemente decidió ir y olvidarse de todo.
Entre dos casas de enormes patios aún nevados, Raúl vió lo que parecía una pequeña plazuela. Tres bancos de madera rodeaban una zona de hierba, donde un columpio descansaba paciente a la espera de algún niño con ganas de jugar, pero debido a la nieve que estaba posada sobre él y el suelo es estaba claro que nadie usaría aquel lugar en mucho tiempo.
Aún así, el joven se acercó decidido a sentarse para comer las golosinas que había comprado. La imagen de Yadira le vino a la cabeza en el momento que cayó de espaldas al suelo. Tal vez había sido muy brusco al abrir la puerta. Tal vez debería haberse disculpado... Pero la actitud de ella no era algo que Raúl aceptase, y más por orgullo que por otra cosa, se negaría a disculparse por nada.
Aunque había algo de nieve de la noche anterior en el banco el joven se sentía cómodo. Iba bien abrigado así que el frío no era problema. Desde aquel lugar, podía ver los picos de las inmensas montañas en la lejanía, asomando por encima de los tejados de las casas. Al parecer había lobos en aquellas tierras, por lo que el bosque no debería pisar, pero en las montañas, en las laderas más cercanas sí habría algo que podía hacer; esquiar. Algo que siempre había querido hacer y ahora tenía la oportunidad. Estaba tan enfurecido por viajar allí que no se paró a buscar de verdad las cosas buenas que tendría el viaje.
La voz de unos niños le devolvió a la realidad. Estaban jugando en aquel columpio.
«Vaya, parece que al final incluso pareciendo estar abandonado, hay gente que aún se acuerdan de ti».
Tras aquel pensamiento se acordó de su madre, ella había insistido mucho en viajar a aquel lugar donde había nacido, y él solo sabía poner pegas y malas caras. Pero tal vez debería entenderla, su única familia estaba ahí entre las nieves, y desde que su padre se marchó tuvo que luchar sola por sacar a dos hijos adelante. Raúl tampoco había ayudado mucho, solo se había preocupado por el mismo. Intentaría no quejarse tanto a partir de ese momento, al fin y al cabo solo serían dos meses.
Camino a casa, una idea le cruzó la cabeza. «¿Y si Yadira iba a esa fiesta?».
Por unos segundos se replanteó seriamente no ir, pero luego pensó en que si iba, sería con sus amigos. Seguramente ni se encontrarían entre tanta gente.
A quien sí quería ver de nuevo es a aquella chica que poco antes le había atendido. Mary, al menos así no estaría solo y podría conocer más sobre el pueblo y los lugares que un adolescente pudiera visitar.
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La noche había caído completamente. El cielo estaba totalmente cubierto de nubes negras amanazando con nevar, y una espesa niebla cubría todo a la vista.
Raúl, vestido igual que a la mañana se dispuso a salir. No iba a pasar frío vistiéndose mejor, sobre todo si debía pasar la noche al aire libre.
Su madre no había puesto objeción ninguna, al contrario de lo que había pensado el joven en un principio. Si salía y hacia amigos podría estar más cómodo y así su madre no se sentiría tan culpable.
Comenzó a caminar en dirección a la pequeña tienda donde había comprado a la mañana. No lo hacía por ver a aquella chica, sino era el único camino que conocía. Una vez llegó, la vió cerrada, y en ese momento cayó en la cuenta de un detalle importante; no sabía dónde estaba aquel puente. Se quedó pensativo, mirando a todas partes con la esperanza de encontrase con alguien pero hacia muchísimo frío, y nadie saldría a la calle a menos que fuera un joven imprudente con ganas de fiesta.
Decidió simplemente caminar por los alrededores, cogiendo calles al azar y luego girando solo a derecha o izquierda... Hasta que llegó a un pequeño aparcamiento donde una furgoneta blanca con el motor encendido le dió la oportunidad de preguntar.
El aparcamiento en cuestión pertenecía a un supermercado veinticuatro horas, a las afueras de la ciudad según pudo ver por la enorme carretera que llevaba aún más hacia el norte. «pobres lo que vivan aún más lejos de la civilización».
Una vez estubo lo suficientemente cerca como para poder tocar el lateral en forma de puerta, se detuvo al oír dentro una voz familiar.
- No seré capaz de superarlo nunca, y por muy fría que me haya vuelto, jamás me olvidaré de que acabé con una vida.
Era la voz de Yadira, temblaba al hablar debido a las lágrimas que pudo intuir derramaba. Pero Raúl no daba crédito a lo que escuchaba. «¿Había matado a alguien»?.
- Vamos, solo vayamos a pasarlo bien un rato y nos olvidamos de todo, además seguro que viene un chico que conocí hoy. Es muy guapo.
Al oír esa voz el joven deseó que la tierra le tragase y jamás le dejase salir; era Mary, la chica de aquella tienda.
Intentó alejarse antes de ser visto, no pensaba ir a la fiesta una vez se enteró de que eran amigas. Quería pasarlo bien no estar discutiendo con esa chica que solo le agradará molestar a los demás.
Dos pasos más, y la puerta trasera se abrió. Las chicas habían caldo de repente, le habrían visto allí de espaldas.
No quedaba, se giró con la esperanza de que no le hicieran caso, pero allí de pie estaba Yadira mirándole fijamente mientras Mary aún bajaba poniéndose un enorme abrigo de pelo marrón.
- Hola- comenzó a hablar el joven para disimular que ya había estado allí.- Resulta que hoy hay una fiesta en un puente y no sé llegar. Cómo oí el motor encendido pensé que podrían indicarme. Pero no sabía que estabas tú... Siento molestar.
Dicho eso se dio la vuelta para marcharse, cuando la joven de cabello dorados le detuvo.
- Espera Raúl, si gustas podemos llevarte, allí íbamos ahora.
Le hablaba con una gran sonrisa, tan hermosa que se quedó sin palabras hasta que Mary, rompió el silencio.
- Vaya, pero si ese es el chico del que te hablé. ¿Es que ya os conocíais?.
- Más o menos...- respondieron al unísono.
Mary, la joven de quince años, estaba conduciendo aquella camioneta y a su lado los dos jóvenes sentados. Más allá de todo lo malo que pudiera pasar, Yadira no se sentía incomoda, no le reprochaba si sus piernas se tocaban en alguna curva o que estuvieran hombro con hombro. Había llorado por alguna razón, nuestra de ello son sus ojos aún rojos, y en ese momento el joven Raúl sintió algo de remordimiento. Tal vez debería preguntar, preocuparse por aquella chica.
No le dió tiempo a decidir, habían llegado, pararon frente a una inmensa nave abandonada. Sus enormes puertas de rojo cobrizo medio abrireras, dejaban ver al otro lado un gran número de personas, bebiendo y bailando allí dentro.
-¿ Esto es el puente?- preguntó incrédulo.
- ¿Que esperabas, un puente de verdad?- el tono de Mary era burlesco.- Aquí no hay persona que aguante este frío tantas horas. Dentro hay calefacción y baños. Se está genial, ya lo verás.
Tras hablar, siguieron su camino hacia aquel edificio. Ya deseaba entrar y ver que clase de personas allí iban a beber.
-¿Donde se compra las bebidas?
- Dentro- respondió sorprendentemente Yadira.- Entras, te acercas a la barra y compras la botella que quieras junto a las bebidas y el hielo. Son unos veinte dólares, así que ya que vienes por primera vez tú pagas.
Eso último no era broma, se lo dijo en tono afirmativo, casi obligándole, pero no le importó, su madre le había dado algo más de dinero, y ya que hay que gastarlo en algo pues al menos que sirva para no pasar frío.
Una discoteca con música, mucha gente bebiendo en sillas y butacas repartidos por todo el lugar, y otra tanta bailando en el centro era lo que había allí dentro. Raúl se había imaginado a todos en el suelo bebiendo en grupitos, y algún tipo vendiéndoles las bebidas. Poco después descubrió que no sólo podían pedir "la botellona", si no como cualquier discoteca normal, podías pedir tus copas de toda clase.Unas luces encima de sus cabezas parpadeando de distintos colores daban el ambiente ideal para cualquier amante de la noche y las discotecas, pero Raúl se sentía mareado.- Al principio pasa.- Dijo Mary poniendo la mano sobre su hombre y dándole palmaditas de apremio.- Algún día serás un hombre de verdad.Su risa era encantadora para el joven, pero no le gustaba que le dijeran esas cosas y no responder.- No te preocupes, para cuando crezcas en todos los aspectos ya seré un hombre.- Le respondió poniendo la ma
La ventisca no hacía más que empeorar, hasta tal punto que la visión era completamente nula.Raúl, con sus manos tapando su cara para frenar el impacto de la nieve y el viento sobre su rostro avanzaba a paso lento, luchando contra la fuerza del aire que le empujaba hacía atrás. No tenía tiempo que perder. Tal y como estaba el tiempo, si no salían ambos de aquel lugar rápidamente acabarían literalmente congelados.-Yadira¿Dónde estás?- Gritaba cada vez más fuerte, su única esperanza era poder oír cualquier sonido que no fuera el de aquella ventisca para poder guiarse hacia la chica, pero no oía nada, siquiera su propia voz.Había pasado cerca de media hora desde que se adentró en el bosque. Incluso con aquel abrigo, el frío estaba atravesando sus huesos. Apenas podía andar y mantenerse derecho, caminando apoyándose en todos los árboles en su camino.Tropezó de nuevo, cayendo de boca sobre la nieve. Se levantó torpeme
Los aullidos a su alrededor dejó a Raúl completamente inmóvil. No podía empezar a correr con Yadira encima, y aún menos con el enorme agotamiento que sufría.La chica empezó a forcejear para salir de allí. Comenzó a llorar y a gritar con tanto pánico que se dejaba oír por todo el bosque.- Eh Yadira ¿que coño haces?. No puedes salir corriendo así.- El chico agarraba a la joven como un candado tras su espalda, empujándola hacia atrás.Ella gritaba desesperada, luchaba por salir de aquel abrazo y huir. Por alguna razón el pánico y el miedo se habían apoderado de ella. Luchaba tanto por liberarse que Raúl debía usar toda su fuerza para retenerla.- Vamos estate quieta ya, salir corriendo así no es la solución. No vemos nada.-Dejame imbécil.- Gritaba furiosa. No puedo estar aquí, enserio debo irme.Lloraba sin control, temblaba como una niña pequeña asustada de la oscuridad. Raúl compr
Esa noche, o más bien lo que quedaba de ella, fue un desesperado intento por dormir. Raúl no era capaz de conciliar del sueño, tenía la mente muy activa recordando los recientes acontecimientos.Las fuertes punzadas en la nariz era la segunda causa y más probable de su incapacidad de dormir, las vendas que le mantenían en su sitio eran realmente incómodas, pero no estaba enfadado. En el fondo sentía que se lo merecía por ser tán idiota.Desde su cama, escuchaba el fuerte viento que había vuelto a soplar, aún con más violencia. Pensó en Mary, No la vió desde que salió del bosque en busca de ayuda. Aún así, había cumplido su palabra; traerla sana y salva y darle aquel abrazo reconfortante que ahora podía entender que necesitaba.Decidió entonces, levantarse viendo la hora. Las siete y media de la mañana, suficiente para salir de allí y darse una ducha caliente. Aún sentía los estragos del aterrador frío en su cuerpo, aunque mucho más
La puerta se abrió al tiempo que un hombre de unos sesenta entraba por ella. Raúl se imaginaba que su tío, el cual llegaba días tarde, sería un anciano o de más edad como su madre. Y lo era, sí, pero no un anciano desvalido como imaginó.Aquel hombre tenía la musculatura propia de un campeón de boxeo de pesos pesados. Media metro noventa, calvo y con una barba canosa cubriendo su rostro. El otro hombre, era un joven de unos veinte, rubio y de ojos azules muy profundos. Su rostro era blanquecino como el de Yadira y por un segundo hasta parecían ser hermanos.- Hola familia, disculpen el retraso pero la caza fue muy bien. - Saludaba mientras besaba la mejilla de su hermana. El otro joven, le dió dos besos cordialmente y se sentó frente a Raúl, dándoles los buenos días.- Hola Mary, hacia tiempo que no te veía.- La sonrisa del joven dejaría embobada a cualquiera, Raúl se sintió incómodo tras aquel pensamiento, pero no le dió impo
Tras llamar a la puerta de su habitación, Mary y Raúl esperaron respuesta, la cual llegó segundos después.- Yadira ¿podemos pasar?. Estoy con Raúl así que si estás desnuda vístete.Le lanzó al joven una mirada pervertida, que ignoró por completo.- Pasad, estoy vestida.- Respondió entre risas.Parecía estar mejor, según vió Raúl tras pasar a la habitación.- Hola Raúl, no te esperaba. - Mintió la chica con voz indiferente. Sabía perfectamente que era ella quien quería que estuviera allí, pero no dijo nada.-¿ Cómo te encuentras?.- Preguntó el en un tono más amable. - Bajo ningún concepto quería verla con ojos de pena, eso sería lo peor que podría hacer por ella. No tenía intención de ser un psicólogo diciéndole que hacer, pero sí quería ayudarla de algún modo.- Muy bien, gracias.- Mientras respondía, se percató de la nariz vendada del joven. - Siento... Sien
Habían transcurrido tres días desde la comida en casa de Yadira. Desde entonces Raúl no vio a ninguna de las dos. Estaban a Miércoles y solo pensaba en el sábado próximo; la salida que Yadira le había obligado.Se encontraba leyendo un libro que encontró explorando la casa, cuyo título le pareció de lo más curioso; La sinfonía de Layla. Su historia le sumergió de lleno, y le ayudó a despejar la cabeza de todo lo demás.Zack, que al parecer también vivía en esa casa, daba vueltas por el salón donde Raúl se encontraba. Parecía impaciente por alguna razón, y dado que aún no había hablado con él desde que llegó pensó que sería buen momento.- Te ves impaciente Zack,¿Esperas a alguien?.El nombrado miró a Raúl, no se esperaba que hablara con él. En un segundo se sentó a su lado.- Dime Raúl.¿Cómo puedo enamorar a mi amada Yadira?.Esa pregunta dejó al chico sin palabras. ¿Qué tipo de con
Yadira lloraba en su cama desconsoladamente. Se sentía como una pequeña cría de lobo mirando los ojos del cazador que la apuntaba con su rifle, brindándole solo unos segundos de vida antes de disparar.Tenía un gran dolor en el corazón. Un dolor que prometió jamás volver a sufrir. Decidió darle una oportunidad a Raúl, y dejar que se acercase más a ella, pues en el fondo necesitaba agarrarse a algo y salir de esa nube de dolor y refinamiento. Sin embargo, verle espiándola mientras se suponía era su momento de tranquilidad e intimidad absoluta, más que sentir odio por él, lo sintió por ella misma. Fue una idiota que por una vez en mucho tiempo quiso confiar de nuevo en alguien que no volviera a convertir su corazón en una tumba sellada a todo, pero sentía ira sobre sí misma, y un enorme desprecio sobre Raúl. No podía entender como aquel chico que le salvó la vida, cuando tán débil estaba ahora la espiaba sin ningún pudor.Le daba mil vueltas mie