Mactodo estaba preocupado por la condición de Cielo. Sabía que cada minuto perdido ponía en peligro su vida. Necesitaba más Energía Plasma para sanarla. Mientras reflexionaba sobre su papel como líder, se reprochaba haber descuidado a Gwen.De repente, un hombre alto con bata blanca ingresó, sosteniendo algo que dejó a Mactodo perplejo. Sus ojos se abrieron con sorpresa, incapaz de disimular la conmoción.—¿Qué sucede? —preguntó Abel, al notar la reacción de Mactodo.—Déjanos solos —ordenó Mactodo, con voz grave.Sin decir una palabra, Abel obedeció y se fue.El hombre de la bata blanca se acercó con calma, cada paso resonando en la habitación silenciosa. Su mirada era neutra, pero su presencia se sentía abrumadora.—Debo proceder, Mac. Es inevitable, y necesitas descansar —dijo con firmeza.—Por favor, no lo hagas —imploró Mactodo, su voz apenas un susurro cargado de cansancio.El hombre no respondió.* * *Esa tarde de martes 28 de marzo, Gwen caminaba hacia la Agrupación Plasma. Si
Dos días después, Gwen, incapaz de detectar a Dodge, decidió buscar un rastreador en la Agrupación. El lugar estaba en silencio, con solo el zumbido de las máquinas y el murmullo lejano de algunos miembros como compañía.Explorando los cajones, encontró un cuaderno titulado "Las cinco mentes pensantes de la Agrupación Plasma". La curiosidad la empujó a abrirlo.Comenzó a leer. Los nombres estaban ahí: Mactodo, el líder y ejecutor; Rawdon, investigador de Habilidades Especiales; Danna, involucrada en los Inhaladores Plasma; Abel, encargado de las capturas para los proyectos. Pero había algo más. Una quinta mente.Gwen parpadeó, extrañada. No conocía a ningún otro miembro. También encontró referencias a individuos como Cielo, y un tal Iktan, así como análisis sobre la elevación de los Plasmáticos a una categoría llamada "Super Plasmáticos". El pensamiento la estremeció. Se preguntó si, así como la Agrupación la había convertido de Sanguínea a Plasmática, podría existir un caso inverso: P
Más tarde, Gwen, frustrada por sus constantes derrotas, decidió investigar sobre el Quinto Miembro de la Agrupación. Mientras buscaba pistas, sintió una mirada sobre ella. Era Abel, observándola desde la entrada de la sala.—¿Qué estás haciendo? —preguntó Abel, con una sonrisa torcida.—Buscando respuestas —respondió Gwen, cerrando de golpe uno de los cajones—. Rawdon no me ha enseñado nada útil. Necesito un nuevo mentor.—¿Buscabas sobre Quinta Mente? —adivinó Abel, cruzando los brazos con tranquilidad.Gwen lo miró con los ojos entrecerrados, sorprendida por su conocimiento.—¿Sabes algo de eso? —preguntó con desconfianza.—Sé más de lo que creés —dijo Abel, acercándose con pasos lentos—. Pero eso no importa ahora. Te enseñaré algo que sí te será útil.Abel le explicó los fundamentos de la "BarreTa Succinética", una versión ofensiva de la Barrera Succinética que había aprendido con Rawdon. Esta vez, Gwen no solo aprendería a protegerse, sino a usar esa misma energía para atacar.—Es
Jueves 6 de abril.Había pasado una semana desde la desaparición de Mactodo, y la paciencia dentro de la Agrupación Plasma comenzaba a desmoronarse. Los susurros en los pasillos, las miradas de reojo y el ambiente tenso eran imposibles de ignorar.Gwen continuaba su entrenamiento sola. Había perfeccionado sus técnicas de combate, pero la ausencia de Mactodo era un peso que no podía ignorar. Su ausencia se sentía como un vacío que nadie podía llenar.«¿Por qué se fue sin decirme nada?».Pero no había respuestas.* * *El misterio de la carta.Un día, la Agrupación recibió una carta encriptada. El revuelo fue inmediato. Los miembros se reunieron en la sala principal mientras Danna la sostenía entre sus manos, sus ojos escaneando el código.—¿Qué dice? —preguntó Rawdon, con los brazos cruzados.—Está encriptada —respondió Danna, con una expresión tensa—. Necesitamos más tiempo para descifrarla.—Yo puedo hacerlo —intervino Gwen, con decisión.Los ojos de Danna se estrecharon.—No es asunt
Las actividades criminales en Pueblo Plasmar no cesaban. Pero para Gwen, la verdadera amenaza no eran los ladrones ni los estafadores. La verdadera amenaza tenía nombre: Teo.No solo era un enemigo más. Él sabía su secreto, él representaba la amenaza más grande a su identidad y a su lugar en el pueblo.Si Teo hablaba, la escuela, o el pueblo entero, la verían de forma distinta. Ser una Sanguínea era un estigma que no podía permitirse cargar en público.Gwen no planeaba esperar a que eso ocurriera.* * *Lunes 10 de abril, 18:00 horas.El reloj en la muñeca de Gwen parpadeó con un destello azul. "Rastreador activado". La señal la condujo hasta una calle empedrada, donde la penumbra se extendía como una niebla pesada. Un oscuro callejón.«Ahí estás».—Te encontré, Calavera —murmuró Gwen para sí, sintiendo una mezcla de satisfacción y nervios.Desde la penumbra, Teo salió con las manos en los bolsillos. Sus ojos se encontraron.—¡Gwen! —dijo, sorprendido, pero con una sonrisa burlona—. ¿
Desesperada por respuestas, Gwen hurgaba entre los cajones de la Agrupación Plasma, buscando algo que le aclarara lo que realmente estaba ocurriendo.La habitación estaba en penumbras, el zumbido de las máquinas llenaba el silencio. Pero el silencio se rompió bruscamente cuando la puerta se abrió de golpe.Mactodo apareció en el umbral.—Veo que estás aburrida, Gwen —dijo, su voz cargada de ironía.Gwen se giró, sorprendida. El alivio que sintió al verlo se mezcló rápidamente con la rabia acumulada. Habían pasado días sin saber de él, y su frustración crecía con cada derrota.—¿Por qué te fuiste? —preguntó, con los dientes apretados—. Sin tu entrenamiento, ir contra Dodge fue casi imposible.Mactodo avanzó con pasos lentos, sus ojos observándola con la frialdad de quien ya conoce todas las respuestas.—Tienes razón —admitió, deteniéndose frente a ella—. Te dejé sola demasiado tiempo.Antes de que Gwen pudiera replicar, Mactodo atacó.El golpe fue preciso y brutal.Gwen cayó al suelo c
De vuelta en la Agrupación Plasma, el aire estaba cargado de tensión.Mactodo trabajaba con precisión quirúrgica. Usando Succinetismo, retiraba las balas del cuerpo de Gwen, mientras ella permanecía tendida en una camilla de metal, sudorosa y agotada. La extracción era exitosa, pero para Gwen, cada punzada de dolor era un recordatorio amargo de su vulnerabilidad.Mactodo rompió el silencio.—No debería estar haciendo esto por ti —dijo, su voz tan cortante como una hoja—. Pensé que ya habías aprendido a depender de ti misma.Sus palabras cayeron como un peso sobre los hombros de Gwen.Bajó la mirada, incapaz de sostener su escrutinio. Sabía que tenía razón. Su mayor debilidad no era física; era el miedo.—Teo… —empezó a decir, pero su voz se quebró.Mactodo levantó la vista, curioso.—¿Qué pasa con ese Plasmático? —preguntó con tono calmado, aunque su mirada exigía respuestas.—Él sabe mi secreto, Mac —confesó Gwen, tragando saliva—. Sabe que soy Sanguínea. Si habla, todo lo que he cons
Mactodo, viendo la renovada determinación de Gwen, intensificó su entrenamiento.Durante semanas, el Succinetismo se convirtió en el centro de su vida. Gwen aprendió a manipular objetos metálicos con precisión quirúrgica, detener balas en pleno vuelo y crear barreras de hierro capaces de soportar casi cualquier impacto. Cada día, Mactodo empujaba sus límites, diseñando ejercicios que desafiaban tanto su resistencia física como mental.Pero, con cada progreso, algo dentro de Gwen se debilitaba. La fricción entre su deseo de poder y su miedo a perderse a sí misma era un conflicto constante.Cuanto más dominaba el Succinetismo, más desconectada se sentía de su esencia Sanguínea. El poder que tanto había anhelado tenía un precio que comenzaba a pesarle.* * *Jueves 22 de junio.Las calles de Pueblo Plasmar estaban sumidas en un frío silencio, roto solo por los ecos de disparos lejanos. Gwen, en pleno entrenamiento, enfrentaba a un grupo armado con Armas de Municiones.El primer disparo c