Cada día, Gwen lograba un dominio impresionante sobre sus Habilidades Plasmáticas, especialmente el Succinetismo, lo que le permitió manipular nuevos metales y crear defensas eficaces contra ataques físicos.Los metales se movían con precisión bajo su control: monedas que flotaban en el aire, balas que se detenían a suspiros de su cuerpo, barreras que surgían como muros impenetrables. Se había convertido en una fuerza imparable.Sin embargo, cuanto más perfeccionaba sus habilidades, más sentía que algo dentro de ella se desmoronaba. La energía Plasmática que tanto la fortalecía también la desgastaba.* * *Un día, mientras regresaba a casa tras un arduo entrenamiento, una figura envuelta en un velo apareció frente a ella. La mujer tenía una presencia inquietante, y su voz resonó en la mente de Gwen como un eco que provenía de un pasado enterrado.—Parece que Mactodo ha tenido éxito en convencerte —dijo la mujer con calma, pero con una intensidad que helaba la sangre—. ¿Has aprendido a
Durante una sesión de entrenamiento con Rawdon, Gwen sintió algo diferente, experimentó cambios alarmantes en su comportamiento y en cómo sus poderes se manifestaban. Sus ataques se volvieron más violentos, más salvajes de lo que ella pretendía y más letales. Cada golpe que lanzaba estaba cargado con una furia inexplicable, parecía surgir de un lugar oscuro dentro de ella, una oscuridad que parecía alimentarse de sus emociones más profundas. El poder que había perfeccionado se sentía… extraño, casi incontrolable.Cuando uno de sus golpes alcanzó a Rawdon con una fuerza inesperada, él cayó al suelo, jadeando, apenas pudo defenderse de la intensidad del ataque. Gwen, al ver el daño que le había causado, se detuvo de repente, horrorizada por lo que había hecho.—Raw… —susurró, retrocediendo mientras él intentaba incorporarse.—Gwen, ¿qué fue eso? —preguntó Rawdon, con una mezcla de dolor y preocupación—. Esto no es sólo una Habilidad Plasmática… esto es otra cosa. Algo está pasando conti
🟢 El Enfrentamiento Inminente.El día había llegado más rápido de lo que Gwen esperaba. El enfrentamiento con Teo, tan temido como inevitable, estaba ahora a su alcance. Equipándose con el conocimiento y las habilidades que había perfeccionado bajo la guía implacable de Mactodo, Gwen sentía que por fin tenía el control. El rastreador de Plasmáticos en su muñeca parpadeaba suavemente, un recordatorio constante de lo lejos que había llegado.Gwen inspiró profundamente al entrar en la Fábrica Untzue, otro de los sitios abandonados de Pueblo Plasmar. Las paredes oxidadas y las sombras alargadas eran el escenario perfecto para la batalla que estaba a punto de librarse. La Energía Plasma vibraba en el aire, una tensión casi tangible que hacía eco de su propio estado mental.«¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar para obtener mi libertad?». Esa pregunta la había seguido desde el momento en que había aceptado el entrenamiento de Mactodo. No había una respuesta clara, pero sabía que cualquier
La bala penetró su piel como un hierro candente, arrancándole el aliento. El dolor fue agudo, paralizante. Gwen cayó de rodillas, su mano buscando desesperadamente apoyo en una pared oxidada para no desplomarse. El frío y la humedad del metal se mezclaron con la punzada en su costado, anclándola al momento. Su visión se nubló brevemente mientras el sudor le caía por la frente en gotas tibias.Desde su lugar, Teo observaba. Atravesando el polvo y los escombros, su figura se inclinó hacia adelante, sus ojos chispeantes con una mezcla de triunfo y cansancio.—Aún no lo entiendes, Gwen. No soy el enemigo —dijo, su tono tranquilo, casi cercano—. Si sigues este camino, te destruirás a ti misma. No te salvarás de lo que viene… ni tú ni tu Agrupación Plasma.Su voz resonó en las paredes metálicas de la Fábrica Untzué, pero Gwen ya no escuchaba. Intentó reprimir aquellas palabras, borrarlas de su mente como si nunca hubieran sido pronunciadas. Sin embargo, sus piernas temblaban, y el aire dens
Con el cuerpo agotado y la mente envuelta en un huracán de pensamientos, Gwen emprendió el largo camino de regreso a la Agrupación Plasma. Cada paso resonaba en el silencio de la noche, y aunque su herida comenzaba a sanar, el dolor persistía como un eco constante. La adrenalina aún recorría sus venas, pero algo más latía en su interior: la duda.Cuando llegó, Mactodo la esperaba, de pie bajo las luces tenues de la entrada. Una sonrisa calculada curvaba sus labios, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Gwen no pudo descifrar del todo.—¿Lo hiciste? —preguntó, su voz serena, pero cargada de expectación.Gwen asintió, su mirada fija en el suelo. Su poder había crecido, y había dominado el Succinetismo hasta límites que no imaginaba, pero la sensación de vacío dentro de ella seguía creciendo en su interior.—Sí, lo eliminé. Nadie más conocerá mi secreto —respondió, apenas un susurro.Mactodo entrecerró los ojos, su sonrisa ensanchándose ligeramente.—Has hecho lo que debía hacer
El eco de unas palabras resonaba en todos los rincones de Pueblo Plasmar e incluso sus alrededores. Desde los elegantes despachos del municipio hasta los rincones más oscuros de la Prisión Battuo, los Platos Transmisores emitían una voz firme y clara, pero distorsionada en su anonimato.—"La verdad no puede ser silenciada. Pueblo Plasmar, ¿hasta cuándo tolerarán los abusos de Marta y su séquito?".🕸️En el municipio, Marta, Alba y Afil escuchaban la transmisión con rostros tensos. Alba, siempre calculadora, mantenía una expresión serena, mientras Afil tamborileaba los dedos en la mesa, incapaz de contener su nerviosismo. Marta, por otro lado, tenía los labios apretados en una línea delgada.—Esto es una farsa —dijo Marta, rompiendo el silencio con voz gélida.—Pero una farsa que todos están escuchando, Mandataria —replicó Alba."Informante del Sol", como se hacía llamar, había hackeado los sistemas municipales. Los secretos de Marta ya no estaban a salvo.🕸️Dodge, por su parte, esc
En el municipio, Marta golpeó la mesa con ambas manos, haciendo que los papeles volaran por el aire.—¡Encuentren al responsable! —gritó, dirigiéndose a Alba y Afil.Alba, siempre meticulosa, apenas levantó la vista de su tableta mientras respondía con un tono calculador:—Estamos investigando, Mandataria, pero quien sea este o esta informante, tiene recursos inesperados —respondió, sin perder la calma.—No quiero excusas. Quiero resultados. Esta… este intruso no puede quedar impune.Afil tamborileaba los dedos nerviosamente, lanzando miradas fugaces hacia Alba y luego hacia Marta.—Hay algo más, Mandataria —dijo finalmente, su voz vacilante—. Algunos reportes indican que el hackeo pudo provenir desde el núcleo de nuestras comunicaciones… es decir, alguien con acceso interno.Marta se detuvo en seco, sus ojos fulminantes cayendo sobre Afil.—¿Estás sugiriendo que tenemos un traidor?—Es solo una hipótesis —respondió Alba con rapidez, intentando calmar la situación.—No son hipótesis l
La Cárcel de Battuo, oscura y opresiva, parecía devorar cada sonido. Las paredes de concreto atrapaban murmullos y suspiros de los condenados, convirtiéndolos en ecos lejanos. Gwen caminaba con paso firme, aunque cada vez que sus botas resonaban contra el suelo frío, una sombra de duda la acompañaba. Frente a las rejas de la celda de Teo, acostado sobre una cama de piedra.Teo alzó la vista. El tiempo había sido implacable con él; su rostro estaba marcado por la frustración y la rabia acumuladas.—Plasmática farsante, qué sorpresa verte de nuevo —dijo con una sonrisa torcida que no alcanzó sus ojos.Cuando Gwen abrió la puerta de la celda con una llave que había "adquirido" del Comisario Lagos, Teo se levantó, su expresión pasando de sorpresa a burla en un instante.—Oh, ¿vas a liberarme? ¿Crees que con eso comprarás mi silencio o me convencerás de que no eres una farsante? —su mirada chispeante de desafío.Gwen respiró hondo, intentando contener el impulso de golpearlo que sentía. La