Los pensamientos de Gwen eran un caos de ambición, orgullo y miedo. Mactodo, viendo su oportunidad, decidió presionar aún más.—Rawdon, ¿qué le dices?. Si Gwen lo piensa demasiado, se acobardará —dijo con una frialdad meticulosamente calculada que perforó su resolución.Gwen apretó los puños, sintiendo cómo la furia y la frustración ardían en su interior. No podía permitir que la consideraran débil. No podía volver a sentirse insignificante.—Yo no soy una cobarde —murmuró, aunque su voz traicionaba su inseguridad—. No volveré a ser Sanguínea. Sigamos con el plan —dijo finalmente, aunque su resolución interna no era tan firme como su tono quería aparentar.Las palabras escaparon antes de que pudiera detenerlas. Desde ese momento, se dio cuenta de que no podía permitir que el pueblo descubriera la verdad. Si Sunday revelaba la Escasez Plasma, el pueblo cambiaría. Los eventos locales se cancelarían, y con ellos desaparecería su oportunidad de ganar el Gran Multiatlón Anual (GMA) y volve
La voz de Sunday resonaba débilmente en la distancia, apenas audible en los pasillos de la Agrupación Plasma. Pero para Gwen, cada palabra era un recordatorio de lo que estaba en juego. Mientras avanzaba, su mente se debatía entre el miedo, la culpa y un deseo insaciable de proteger lo que había construido.—Detente Gwen —le gritó Abel —. Te he dicho que no podrás detener a tu hermano. Llegarás tarde, deja que nosotros lo hagamos.Al llegar al pasillo principal, Mactodo avanzó hacia Gwen con un dispositivo en la mano. Su sonrisa era calmada, pero Gwen podía sentir la presión detrás de sus palabras.—Has hecho lo correcto, Gwen. Pero, aunque la Succinicidad ha sido cortada, Sunday aún tiene voz. Usa esto —dijo, lanzándole el objeto. Gwen lo atrapó al vuelo, observándolo con recelo.La sala estaba cargada de tensión. Gwen miraba fijamente el aparato en su mano, el sudor perlaba su frente.—Habla con tu hermano, él tiene otro de esos. Te escuchará por ahí —su sonrisa era calmada, pero Gw
A lo largo de las semanas, la dependencia de Gwen a la Energía Dióxida creció, y con ello, las muertes Plasmáticas comenzaron a acumularse. Sabía que sus acciones estaban causando un daño irreparable, pero cada día que pasaba, su ambición crecía más fuerte que su culpa.Mientras tanto, Row recordaba lo que Cielo le había relatado sobre Ciudad Thaunlil y cómo la Escasez Plasma afectó a los "Super Plasmáticos" que vivían allí, convirtiendo ese municipio en un lugar desierto.Cuando Gwen se enfrentó nuevamente a Dodge y falló, el sábado 29 de julio, su frustración se intensificó. Mactodo la instaba a usar sus habilidades sin dudar, pero Gwen se sentía atrapada. El miedo a ser vista como una farsante la empujaba a ser más despiadada.La obsesión por derrotar a Gabi y a Dodge la consumía, y ya no le importaba lo que los demás pensaran de ella. "Todo lo que importaba era el GMA", se repetía, consciente de que Mactodo también quería su victoria, aunque desconociera sus verdaderas motivacione
A la mañana siguiente, en la entrada de la escuela, se confirmó la cancelación oficial del GMA. El evento que tanto había soñado ya no se llevaría a cabo, y el trato con la Agrupación Plasma no había sido suficiente para evitarlo.En medio de su confusión, su maestra Lima la confrontó.—Sé que eres una "híbrida" —le dijo con franqueza—. Y sé lo que estás haciendo. Aléjate de la Agrupación Plasma antes de que sea demasiado tarde.Desorientada, Gwen consideró seriamente volver a ser Sanguínea. No sólo huiría de la Agrupación Plasma, sino de Pueblo Plasmar. No quería que la Absorción Dióxida debilitara más al pueblo, pero el miedo a lo que podría suceder la detuvo. Se encontraba atrapada entre su deseo de redimirse con el pueblo y el poder que había obtenido como Vasija Plasma. Las palabras de su maestra Lima habían plantado una semilla de rebelión en su mente: "Aléjate de la Agrupación antes de que sea demasiado tarde". Esa noche, Gwen decidió actuar.* * *Agrupación Plasma, noche del j
La Carrera por la Libertad.El edificio parecía un laberinto mientras Gwen corría por los pasillos oscuros de la Agrupación Plasma. Su respiración era agitada, y la alforja que cargaba en el hombro se balanceaba con cada movimiento mientras su mente trabajaba frenéticamente para recordar la dirección que le había dado Danna: "Habitación 505".Las luces parpadeaban en intervalos irregulares, proyectando sombras que bailaban en las paredes. Los monitores de seguridad eran testigos silenciosos de su huida, pero Gwen sabía que el tiempo no estaba de su lado. Abel y Mactodo seguramente ya estaban tras ella, y no podía permitirse un error.Cuando llegó, encontró la puerta entreabierta. Al entrar, sus ojos recorrieron rápidamente el lugar. Nada a la vista, salvo una serie de puertas aseguradas: frente a ella la "Sala 505 A", a su derecha la "Sala 505 B", y otras más en fila, cada una con un panel de seguridad biométrico que emitía una tenue luz azul.Gwen frunció el ceño y se acercó a la "50
Gwen movía los dedos con agilidad y precisión, llenando la alforja con la mayor cantidad de Inhaladores Plasma que podía encontrar en la "Sala 505-B". A su alrededor, la oscuridad apenas era interrumpida por los destellos parpadeantes de las alarmas, que informaban que algo ocurría pero no indicaban precisamente en cual habitación o sala estaba ocurriendo el robo. El tiempo parecía estar a su favor, además había utilizado su Fuente Succina para bloquear la "Sala 505-F", donde habían acudido Mactodo y Rawdon, atrapándolos temporalmente. Pensó que eso le daría ventaja suficiente para registrar las salas y tomar lo que quisiera de ellas.Pero el tiempo no podía perpetuarse en su beneficio, su breve sensación de triunfo desapareció cuando la luz de la sala se encendió de golpe.—Danna, eres un estorbo. ¿Ahora qué quieres? —dijo Gwen, volteándose bruscamente.Pero no era Danna. Abel estaba de pie en el umbral de la Sala 505-B, su rostro iluminado por una mezcla de furia y satisfacción. Los
Gwen continuó con su arremolinada salida por los pasillos oscuros de la Agrupación Plasma. A pesar de su alforja cargada de Inhaladores a cuestas y del dolor en su hombro izquierdo por la presión ejercida en el ataque a Abel, su voluntad la mantenía en movimiento. Cada paso se sentía pesado pero la acercaba a la libertad.De pronto, sintió una gota fría impactar sobre su frente. Miró hacia arriba, pero la oscuridad no ayudaba. Más gotas comenzaron a caer, empapándola. «¿Los aspersores? ¿Por qué se encendieron? No importa», pensó, y siguió adelante como pudo. No podía permitirse detenerse.Al descender por la Escalera Adenea hacia el "piso menos uno", sintió una presencia detrás de ella. Antes de que pudiera reaccionar, un disparo atravesó su hombro izquierdo. El dolor la hizo tambalearse, y su alforja casi cayó al suelo. Giró bruscamente para enfrentarse al atacante.—¿Realmente pensaste que podrías salir de aquí tan fácilmente? —preguntó Mactodo con una sonrisa inquierante mientras e
El rugido de los escombros se extendía por la Usina Succina como un latido desbocado, sacudiendo los muros y haciéndose sentir bajo los pies. Cada impacto de acero contra acero era un estruendo seco, similar al grito de una bestia herida. El aire, cargado de óxido y polvo, era denso, casi tangible. Difícil de respirar. Imposible de ignorar.La joven Gwen corría. Sus pasos eran caóticos pero constantes, como si cada uno fuese una decisión de último momento. Esquivaba vigas caídas y maquinaria corroída mientras la monumentalidad de la usina la aplastaba con su sola presencia. Era diminuta en ese mundo de colosos metálicos, una sombra móvil en un abismo de hierro y óxido. Pero no se detenía.El polvo le cubría el rostro sudoroso, formando una máscara grisácea que picaba su piel. Sus pulmones, forzados, luchaban por cada bocanada de aire seco y metálico. El sabor del óxido le quemaba la garganta.A sus espaldas, la Usina Succina se desmoronaba. Los casi dos mil pasos cuadrados de aquella f