27. El peso de ser dos.

Desesperada por respuestas, Gwen hurgaba entre los cajones de la Agrupación Plasma, buscando algo que le aclarara lo que realmente estaba ocurriendo.

La habitación estaba en penumbras, el zumbido de las máquinas llenaba el silencio. Pero el silencio se rompió bruscamente cuando la puerta se abrió de golpe.

Mactodo apareció en el umbral.

—Veo que estás aburrida, Gwen —dijo, su voz cargada de ironía.

Gwen se giró, sorprendida. El alivio que sintió al verlo se mezcló rápidamente con la rabia acumulada. Habían pasado días sin saber de él, y su frustración crecía con cada derrota.

—¿Por qué te fuiste? —preguntó, con los dientes apretados—. Sin tu entrenamiento, ir contra Dodge fue casi imposible.

Mactodo avanzó con pasos lentos, sus ojos observándola con la frialdad de quien ya conoce todas las respuestas.

—Tienes razón —admitió, deteniéndose frente a ella—. Te dejé sola demasiado tiempo.

Antes de que Gwen pudiera replicar, Mactodo atacó.

El golpe fue preciso y brutal.

Gwen cayó al suelo c
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