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13. La Propuesta de Mactodo.

El aire era espeso y la luz tenue se filtraba por las grietas de las paredes de piedra. Gwen abrió los ojos lentamente. Su vista era borrosa al principio, pero pronto distinguió la figura de Sunday, inclinado sobre ella, con una expresión de preocupación.

—Fallé, hermano —murmuró Gwen, con la voz apagada por el dolor.

—No, Gwen, todo salió bien —respondió Sunday con una sonrisa forzada, cubriéndola con una bata blanca a modo de manto.

Gwen apartó la bata con lentitud. El aroma metálico la golpeó de inmediato. Bajó la mirada y vio su ropa manchada de rojo. Su cuerpo se tensó.

—Me han visto sangrar… —susurró con un tono desolado—. Ya no podremos vivir en paz.

—No te vieron, hermana —afirmó Sunday, con la voz firme pero sus ojos temblorosos—. Te trasladamos a este callejón antes de que alguien notara tus heridas.

Gwen frunció el ceño. La confusión se reflejó en sus ojos.

—¿"Trasladamos"? —preguntó, mirándolo con incredulidad—. ¿Cómo te salvaste? ¿Diego te ayudó?

Sunday bajó la mirada. An
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