El reloj colgante de Gwen marcaba el mediodía del domingo 26 de marzo. El sol filtrado entre las nubes dibujaba sombras irregulares sobre los adoquines de Pueblo Plasmar. El aire era denso y húmedo, pegándose a la piel con una presencia sofocante.Tres figuras surgieron de una calle lateral y le cerraron el paso con precisión calculada. Cracs. Los había enfrentado antes, pero esta vez, algo en sus miradas la puso en alerta: no era solo codicia, era intención.—Bonitos movimientos los de ayer, chica —dijo uno de ellos, adelantándose con una sonrisa torcida—. ¿Te los enseñaron en la Agrupación Plasma?Aunque no la tocaron, Gwen sintió la sacudida. Su pecho se tensó. «¿Cómo lo saben?», pensó, mientras su rostro se mantenía neutral.—No sé de qué hablas —respondió, impasible.El Crac avanzó con pasos lentos, disfrutando de la incomodidad de Gwen.—Tranquila. No vinimos a pelear… aunque… —hizo un gesto con la cabeza.Detrás de ella, un suave crujido de pasos. Demasiado tarde. Un pinchazo f
Las sombras del mediodía veían a Gwen dirigirse a la sede de la Agrupación Plasma. Su paso era firme, impulsado por la ira y la ansiedad. Mactodo había conseguido su objetivo: Gwen estaba cada vez más unida a sus poderes Plasmáticos, aunque ella se resistiera a aceptarlo.Las puertas de la Agrupación crujieron al abrirse. La mirada de Gwen no buscaba respuestas, sino explicaciones. El sol se filtraba a través de los cristales rotos, proyectando haces de luz sobre el suelo polvoriento. Su eco resonaba con cada paso firme y decidido. Las marcas de la batalla seguían frescas: la herida abierta en su pierna, el hombro adolorido y los restos del inhalador roto aún incrustados en su palma. Pero su mirada no titubeaba.Frente a Gwen, Mactodo, el líder encapuchado de la Agrupación, esperaba sentado en una silla de madera. Su expresión tranquila, casi burlona, le daba el aire de un cazador que observa a su presa. Sus ojos la siguieron con paciencia.—¡Fuiste tú! —la voz de Gwen cortó el aire—.
Una hora después, Gwen se movía por las calles de Pueblo Plasmar, preparada para utilizar sus habilidades de Fuente Succina en la búsqueda de Dodge, el habitante más importante a desafiar según Mactodo. Con el mapa en mano, se detuvo para orientarse, pero no tuvo que hacerlo por mucho tiempo. Lo vio frente a ella, aparentemente desprevenido.Dodge se giró con una calma irritante, como si ya supiera que estaba allí.—Ah, sos vos —dijo con una sonrisa ladina—. Estamos en el mismo problema. ¡Adiaŭ! —se despidió con un gesto casual y se dio la vuelta.Gwen apretó los dientes. La ira le subió al rostro como una llama encendida. Sin pensarlo, corrió tras él, sintiéndose invencible y decidida a no dejarlo escapar. Pero la seguridad de su movimiento se vio truncada por un dolor agudo. Una flecha le perforó el costado.—¡Ahh! —jadeó, llevándose la mano a la herida.Con el rostro crispado de dolor, se arrancó la flecha de un tirón seco. La sangre comenzó a fluir, pero Gwen cerró los ojos y acti
Mactodo estaba preocupado por la condición de Cielo. Sabía que cada minuto perdido ponía en peligro su vida. Necesitaba más Energía Plasma para sanarla. Mientras reflexionaba sobre su papel como líder, se reprochaba haber descuidado a Gwen.De repente, un hombre alto con bata blanca ingresó, sosteniendo algo que dejó a Mactodo perplejo. Sus ojos se abrieron con sorpresa, incapaz de disimular la conmoción.—¿Qué sucede? —preguntó Abel, al notar la reacción de Mactodo.—Déjanos solos —ordenó Mactodo, con voz grave.Sin decir una palabra, Abel obedeció y se fue.El hombre de la bata blanca se acercó con calma, cada paso resonando en la habitación silenciosa. Su mirada era neutra, pero su presencia se sentía abrumadora.—Debo proceder, Mac. Es inevitable, y necesitas descansar —dijo con firmeza.—Por favor, no lo hagas —imploró Mactodo, su voz apenas un susurro cargado de cansancio.El hombre no respondió.* * *Esa tarde de martes 28 de marzo, Gwen caminaba hacia la Agrupación Plasma. Si
Dos días después, Gwen, incapaz de detectar a Dodge, decidió buscar un rastreador en la Agrupación. El lugar estaba en silencio, con solo el zumbido de las máquinas y el murmullo lejano de algunos miembros como compañía.Explorando los cajones, encontró un cuaderno titulado "Las cinco mentes pensantes de la Agrupación Plasma". La curiosidad la empujó a abrirlo.Comenzó a leer. Los nombres estaban ahí: Mactodo, el líder y ejecutor; Rawdon, investigador de Habilidades Especiales; Danna, involucrada en los Inhaladores Plasma; Abel, encargado de las capturas para los proyectos. Pero había algo más. Una quinta mente.Gwen parpadeó, extrañada. No conocía a ningún otro miembro. También encontró referencias a individuos como Cielo, y un tal Iktan, así como análisis sobre la elevación de los Plasmáticos a una categoría llamada "Super Plasmáticos". El pensamiento la estremeció. Se preguntó si, así como la Agrupación la había convertido de Sanguínea a Plasmática, podría existir un caso inverso: P
Más tarde, Gwen, frustrada por sus constantes derrotas, decidió investigar sobre el Quinto Miembro de la Agrupación. Mientras buscaba pistas, sintió una mirada sobre ella. Era Abel, observándola desde la entrada de la sala.—¿Qué estás haciendo? —preguntó Abel, con una sonrisa torcida.—Buscando respuestas —respondió Gwen, cerrando de golpe uno de los cajones—. Rawdon no me ha enseñado nada útil. Necesito un nuevo mentor.—¿Buscabas sobre Quinta Mente? —adivinó Abel, cruzando los brazos con tranquilidad.Gwen lo miró con los ojos entrecerrados, sorprendida por su conocimiento.—¿Sabes algo de eso? —preguntó con desconfianza.—Sé más de lo que creés —dijo Abel, acercándose con pasos lentos—. Pero eso no importa ahora. Te enseñaré algo que sí te será útil.Abel le explicó los fundamentos de la "BarreTa Succinética", una versión ofensiva de la Barrera Succinética que había aprendido con Rawdon. Esta vez, Gwen no solo aprendería a protegerse, sino a usar esa misma energía para atacar.—Es
Jueves 6 de abril.Había pasado una semana desde la desaparición de Mactodo, y la paciencia dentro de la Agrupación Plasma comenzaba a desmoronarse. Los susurros en los pasillos, las miradas de reojo y el ambiente tenso eran imposibles de ignorar.Gwen continuaba su entrenamiento sola. Había perfeccionado sus técnicas de combate, pero la ausencia de Mactodo era un peso que no podía ignorar. Su ausencia se sentía como un vacío que nadie podía llenar.«¿Por qué se fue sin decirme nada?».Pero no había respuestas.* * *El misterio de la carta.Un día, la Agrupación recibió una carta encriptada. El revuelo fue inmediato. Los miembros se reunieron en la sala principal mientras Danna la sostenía entre sus manos, sus ojos escaneando el código.—¿Qué dice? —preguntó Rawdon, con los brazos cruzados.—Está encriptada —respondió Danna, con una expresión tensa—. Necesitamos más tiempo para descifrarla.—Yo puedo hacerlo —intervino Gwen, con decisión.Los ojos de Danna se estrecharon.—No es asunt
Las actividades criminales en Pueblo Plasmar no cesaban. Pero para Gwen, la verdadera amenaza no eran los ladrones ni los estafadores. La verdadera amenaza tenía nombre: Teo.No solo era un enemigo más. Él sabía su secreto, él representaba la amenaza más grande a su identidad y a su lugar en el pueblo.Si Teo hablaba, la escuela, o el pueblo entero, la verían de forma distinta. Ser una Sanguínea era un estigma que no podía permitirse cargar en público.Gwen no planeaba esperar a que eso ocurriera.* * *Lunes 10 de abril, 18:00 horas.El reloj en la muñeca de Gwen parpadeó con un destello azul. "Rastreador activado". La señal la condujo hasta una calle empedrada, donde la penumbra se extendía como una niebla pesada. Un oscuro callejón.«Ahí estás».—Te encontré, Calavera —murmuró Gwen para sí, sintiendo una mezcla de satisfacción y nervios.Desde la penumbra, Teo salió con las manos en los bolsillos. Sus ojos se encontraron.—¡Gwen! —dijo, sorprendido, pero con una sonrisa burlona—. ¿