—¿Eh? Es que que... —Tartamudeó el mesero con cara de disgusto.Nadia dejó los treinta dólares en la mesa y se marchó sin decir ni una sola palabra. Ya en la salida, no pudo contenerlo más y las lágrimas comenzaron a brotar incontrolables de sus ojos. El mesero quiso ir detrás de ella.—¡Señorita Vázquez!…Pero para su infortunio, ella ya se había ido. —¿Es que no lo saben? Esa muchacha era Nadia Vázquez, la hija del Grupo Nutrición. Además, es amiga de la señorita Luna García, del Grupo Prosperidad. Gran cantidad de los platos de este establecimiento son recetas escritas a mano por la señorita Luna y se las entregó directamente al cocinero para que la señorita Vázquez los disfrutara.Las personas que estaban riéndose a grandes carcajadas dejaron de hacerlo de inmediato. Esas cuatro eran precisamente modelos comerciales contratadas por el Grupo Nutrición. Acababan de firmar el contrato y aún no habían empezado las grabaciones. Ahora... lo había con torpeza perdido todo...—Pues... de
—Tienes un corazón muy grande que no te cabe en el pecho. Se meten contigo y tú lo olvidas al instante sin guardar absolutamente nada de rencor. ¿Quién te enseñó a comportarte así?Su madre la reprendía a boca llena, pero en el fondo sabía muy bien que su hija sentía realmente un dolor inimaginable cuando se metían con ella.—Mamá, llama a papá para que venga a comer.—Papá todavía está en la oficina, hoy volverá más tarde.Desde que Martín vació por completo la empresa, quedó en estado crítico. Si no fuera porque la señorita del Grupo Prosperidad era amiga de Nadia, la empresa no habría podido superar la grave crisis.Pensaban que Martín era un hombre muy honesto y que Nadia podría sostener la empresa al casarse con él, pero resultó que sus familiares no solo eran unos verdaderos parásitos, sino que además su avaricia les hacía querer devorar a la familia Vázquez por completo. Cuando fueran ancianos y la empresa no funcionara, la dejarían en manos de terceras personas, pero temían qu
—Hace muy poco, se rieron de Nadia en el SaborMex. Justamente, las personas que se metieron con ella eran artistas de la empresa, pero justo cuando iba a encargarme de ellas, desaparecieron y no consigo contactarlas, así que desde la empresa decidimos prescindir sus contratos, pero aún no han dado la cara. —¿Cómo? ¿Se rieron de Nadia? ¡¿Cómo no me habías contado antes algo tan importante?!A la señora Vázquez, Nadia era en realidad lo que más le importaba.—No te lo conté para no preocuparte, pero tranquila... vamos a descansar, mañana tengo una reunión en la empresa —dijo su marido con una voz muy grave.La señora Vázquez se tragó el disgusto temporalmente, aunque seguía sintiéndose muy angustiada y sin poder desahogarse.—Te preparé la bañera, ve a darte un buen baño y descansa.—¿Aún tienes cosas que hacer?La mujer se tapó en ese momento la boca y dijo bostezando:—Tengo que prepararle personalmente las medicinas a Nadia, el doctor dijo que no podíamos interrumpir el tratamiento.
Al entrar en la sala, los pesados pasos de las botas militares de José resonaban en el suelo de mármol. En el exterior, el viento despejó muy furioso las nubes y dio paso a una gran luna creciente que arrojaba una luz plateada a través de las ventanas y alargaba ferozmente la sombra del hombre.Justo cuando puso un pie en la antigua escalera, escuchó un ligero ruido procedente del segundo piso. De inmediato, retiró el pie y se quedó inmóvil, como si estuviera esperando a alguien en la segunda planta.Y así fue. Segundos más tarde, la figura de Nadia apareció en ese momento en su campo de visión. Tenía los párpados completamente caídos, la mirada vacía y un conejo de peluche en las manos. Bajó muy lento las escaleras y pasó al lado de José sin reconocerlo, como si no se hubiera percatado en absoluto de su presencia.Nadia atravesó la puerta y se aventuró en la noche sin rumbo aparente. El viento ondeaba su largo y hermoso cabello. José la siguió pacientemente hasta un pequeño almacén.N
«Yo fui quien me la llevé. Firmado: José Rojas», rezaba la nota.El señor Vázquez conocía, naturalmente, a José Rojas. Sabía que ese tipo era tal cual demonio. ¿Qué tenía que ver Nadia con él? De repente, el hombre comenzó a respirar con dificultad por el dolor agudo de su corazón. No fue sino hasta que su mujer sacó unas pastillas de su bolsillo y se las dio que pudo lograr tranquilizarse.Prisión de la Capital.En el interior de aquellos gruesos muros de concreto reforzado se alzaba un imponente edificio tal cual fortaleza. Soldados armados con rifles patrullaban por todas partes y el perímetro del lugar estaba cubierto de líneas listas para dar choques eléctricos y espinos. Ni siquiera un pájaro volando por el cielo podría entrar. El silencio absoluto a su alrededor era absoluto.Cuando Nadia despertó, vio el techo de color morado oscuro y percibió un extraño aroma. Se levantó con dificultad agarrándose la cabeza, la cual le dolía ligeramente.—¿Dónde estoy? ¿Dónde están mis padres?
El viento mecía con suavidad el pelo de Nadia y le desordenaba con delicadeza los mechones de cabello. Sostenía su conejito de peluche por las orejas, pero en su adorable rostro se mostraba una expresión pánico.Salió corriendo hacia José, quien se detuvo al verla. Nadia le agarró el cinturón militar y se escondió temerosa detrás de él. Extrañado por sus acciones, extendió un brazo y la cabeza de la chica apareció debajo de esta mientras sus dos manos se aferraban temblorosa a la ropa de José.—José... me atraparon y me trajeron acá y ellas se estaban metiendo conmigo.Todas las sirvientas de José tenían expresiones muy serias y amenazadoras en su rostro. Al escucharla llamar a José por su nombre de pila, fruncieron asombradas el ceño en señal de desagrado. Examinaron a Nadia con la mirada como solían hacer con los prisioneros. Cualquier mujer común estaría aterrorizada en esa difícil situación, pero ella no solo demostraba ser muy intrépida, sino que también llevaba en el rostro una e
—¡Eso sería genial! —contestó Nadia con gran entusiasmo.Las sirvientas que se llevaron fueron rápidamente reemplazadas por otras. Las nuevas eran igual de hermosas que los anteriores, de figura muy esbelta y vestidas con uniformes que se movían con gracia mientras preparaban una deliciosa comida.Nadia se puso los zapatos que estas le trajeron. Sin saber que estaba en grave peligro, caminó muy despreocupada hacia la mesa y devoró toda la comida con gran apetito.Las sirvientas fueron meticulosamente seleccionadas del subterráneo por ser las mejores. En solo un mes, ganaban tanto como una familia común en un año. Además de las tareas domésticas, también proporcionaban servicios físicos adicionales al dueño de la casa. Después de todo, todos los hombres se sentían solos durante la noche.No cualquier podía entrar en esa casa. Todas y cada una de las personas debían pasar un riguroso proceso de selección en el que se evaluaba tanto la apariencia como las habilidades culinarias.Una sirvi
En un estudio muy bien decorado con un impecable estilo europeo e iluminado por una luz tenue, se encontraba una imponente estatua de cobre de Jesucristo sobre un oscuro escritorio. La estatua tenía un crucifijo colgado del pecho.El ayudante estaba al otro lado, sosteniendo una fotografía.—Señor alcaide, será difícil localizar a esta persona. Allá no hay cobertura. Y ese hombre parece saber que le estamos buscando, pues desaparecieron sin dejar rastro alguno todas las pistas que encontramos.Sentado en una simple butaca, José jugueteaba con una pequeña navaja. La hoja estaba muy afilada y el mango estaba adornado con una esmeralda azul que irradiaba un resplandor brillante.—¿Cuál fue su última ubicación?—La Villa Invernal, pero cuando fuimos a buscarlo ya no había rastro alguno de él.—Di que vayan más hombres, que yo lo ordené. Lo quiero vivo o muerto.—Sí, señor —contestó enseguida el asistente.De repente, José recordó algo y esbozó una afilada sonrisa.—Bueno, no hace falta. Ir