Capítulo 895
En un estudio muy bien decorado con un impecable estilo europeo e iluminado por una luz tenue, se encontraba una imponente estatua de cobre de Jesucristo sobre un oscuro escritorio. La estatua tenía un crucifijo colgado del pecho.

El ayudante estaba al otro lado, sosteniendo una fotografía.

—Señor alcaide, será difícil localizar a esta persona. Allá no hay cobertura. Y ese hombre parece saber que le estamos buscando, pues desaparecieron sin dejar rastro alguno todas las pistas que encontramos.

Sentado en una simple butaca, José jugueteaba con una pequeña navaja. La hoja estaba muy afilada y el mango estaba adornado con una esmeralda azul que irradiaba un resplandor brillante.

—¿Cuál fue su última ubicación?

—La Villa Invernal, pero cuando fuimos a buscarlo ya no había rastro alguno de él.

—Di que vayan más hombres, que yo lo ordené. Lo quiero vivo o muerto.

—Sí, señor —contestó enseguida el asistente.

De repente, José recordó algo y esbozó una afilada sonrisa.

—Bueno, no hace falta. Ir
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