Las palabras del Teniente Hunter golpearon a Connor como un tren en movimiento. El hombre sacudió la cabeza y se le quedó mirando por espacio de unos segundos como reconectando su cabeza para poder comprender.
Era como si su mundo se estuviera desmoronando por completo, como si fuera completamente irreal, como si el protagonista de la desgracias fuera alguien más, y no él.
— ¿Qué le pasó a Rachel? — Soltó de golpe haciendo que Loretta se estremeciera.
— ¡Connor!
El cardiólogo se giró al escuchar su nombre, uno de sus colegas se acercó a él corriendo.
— Connor, intenté decírtelo esta mañana, pero estabas en cirugía…
— ¿Dónde está? — Preguntó angustiado.
— Escúchame por favor…
— ¡Maldición, Sanders! ¿Dónde está? — Gritó desesperado.
— Ella fue traída a este mismo hospital… — Hunter dijo.
Pero antes de que el policía terminara la frase, Connor ya había comenzado a correr hacia al ala de urgencias.
Connor escuchaba el sonido de su pecho golpear sus costillas y su respiración se aceleraba a medida que se desplazaba por los pasillos y volaba por las escaleras desde cardiología hasta la planta baja del edificio a todo correr.
Estuvo a punto de lanzar al suelo a una anciana que se le atravesó en el camino con una andadera, y tiró al piso toda una charola de muestras del laboratorio que estaba sobre un carrito de enfermería.
Tras él corrió el doctor Sanders, y detrás de este el Teniente Hunter.
—¿Alguien sabe en donde está Rachel Evans? — Connor entró en urgencias gritando a todo pulmón, mientras escaneaba con la vista el lugar — ¡Rachel Evans! ¿Quién la atendió?
Un silencio sepulcral reinó en el lugar mientras las personas lo miraban con pena. ¿Por qué diablos nadie hablaba, por qué lo miraban de esa forma?
— ¡Maldita sea! ¡Alguien diga algo, carajo!
Sanders por fin lo alcanzó y disminuyó la marcha acercándose a él con cuidado mientras le ponía una mano en el hombro y recobraba el aliento.
— Connor, debes ser fuerte…
— Carajo, Sanders, ¡Habla de una vez!
— Tu esposa falleció.
— No, no, no, ¡No! — Connor Evans se llevó las manos a la cabeza sin dejar de negar el hecho de que su esposa ya no respiraba, mientras daba vueltas y caminaba de un lado a otro como una bestia enjaulada y herida.
— ¿Dónde está? Sanders, ¡Dime dónde! — Con los ojos desorbitados y totalmente fuera de sí mientras el otro médico negaba con la cabeza.
Las paredes comenzaron a darle vueltas y el suelo pareció hundirse bajo sus pies, mientras seguía caminando en automático con la mirada nublada directo hacia la morgue, sin dejar de balbucear el nombre de su amada esposa.
— Rachel… amor, Rachel…
Sanders no se despegó de él ni un solo minuto, y tampoco el Teniente Hunter, que tenía sus interrogantes acerca del accidente de la señora Evans y apuntaba todo lo que observaba en una libretita.
«La reacción del esposo ante la noticia fue de total sorpresa», apuntó con bolígrafo y guardó sus notas en el bolsillo sin quitarle los ojos de encima a Connor.
El pasillo parecía interminable, pero al final la puerta de la morgue pareció burlarse de los sentimientos de Connor, que hubo de detenerse frente a ella.
— Amigo, debes aceptarlo, ¡Debes ser fuerte!
— ¡No puedo, ella es todo lo que tengo en la vida! — Gimio adolorido.
— No, ¡No lo es!, no puedes hacerle esto a Oliver, ¡Él necesitará a su padre ahora más que nunca!
—Mi Oliver... ¿Y cómo diablos le digo a mi hijo de cuatro años que su madre ya no está?
— Con valor, Connor, reuniendo todo el valor que puedas… — Sanders tenía un nudo atorado en la garganta.
El tierno y angelical rostro del pequeño Oliver cruzó por la mente de su padre como un aguijón que atravesaba su pecho, nunca esperó tener que criar a su hijo solo, ni que el niño creciera sin su madre, era cruel para él, cruel en todas sus formas.
Connor alargó la mano y empujó la puerta, vio un cuerpo cubierto con una sábana y se acercó con lentitud, levantó un extremo y se quedó sin habla. Era como si el rostro blanco e inerte de Rachel estuviera dormido.
El impacto del accidente había sido brutal, pero el rostro de su amada aún lucía como si durmiera, como si en cualquier momento pudiera abrir sus hermosos ojos y ofrecerle una sonrrisa.
— Rachel… — Apenas logró musitar mientras sentía como miles de dagas atravesaban su pecho de lado a lado desangrándolo por completo, el suelo volvió a hundirse y Connor recostó la espalda a la pared deslizándose hasta el suelo mientras un llanto desgarrador salía de su pecho.
Un rostro familiar se asomó por la puerta y los tacones de una mujer se acercaron al hombre que lloraba en suelo hecho pedazos.
Sus brazos lo envolvieron por completo y Connor se abandonó en ellos sintiéndose totalmente deshecho.
— ¿La conoce? — el Teniente preguntó al Doctor Sanders en voz baja.
— Sí, es su cuñada, la hermana de Rachel.
— ¿Sabe su nombre?
— Es Bethany Collins.
Hunter sacó de nuevo la libretita y apuntó:
«La dama elegante es hermana de la occisa, parece muy cercana al esposo»
— Beth… ella se ha ido… ¡Se ha ido Beth!¡Me ha abandonado!
— Estoy aquí yo, Connor, siempre estaré aquí para ti…
— ¡Esto es una m*****a pesadilla!
Connor lloró amargamente con profundo sentimiento durante horas perdiendo la nocion del tiempo, no se dio cuenta cuando oscureció, pero ninguno de los presentes se atrevió a dejarlo solo. Cuando por fin sintió algo de fuerzas, Sanders lo ayudó a levantarse y Bethany le ofreció un pañuelo.
Él se acercó de nuevo al cadáver de su mujer, y levantó un poco más la sábana.la observó por un momento y notó algo fuera de lo común. Frunció el ceño y miró a Sanders.
— ¿Ya hicieron la autopsia? ¿Quién la autorizó? — Preguntó al notar la incoherencia legal.
Bethany bajó la mirada y respondió.
— Fui yo, me dijeron que estabas en cirugía, sé que tu trabajo no es un juego, no era necesario poner en riesgo la vida de nadie más… — Dijo con voz suave.
— ¿Causa de la muerte? — Sintiendo las palabras más pesadas que nunca, había perdido la cuenta de cuantas veces hizo esa pregunta, pero esta vez le sonó distinto.
— Recibió múltiples traumatismos, pero llegó con vida a urgencias, sin embargo…
— ¿Entonces? ¿Qué pasó? — Preguntó con un nudo en la garganta.
— La tenían conectada a un respirador — Beth se apresuró a decir — Y de pronto todos corrían hacia ella y todo se volvió un caos y… — La mujer comenzó a llorar y su cuñado fue quien la abrazó ahora, mientras ella se aferraba con fuerza a sus fuertes brazos.
Sanders no explicó nada más, no había necesidad, pensó que, si su hermana no decía nada por el momento era mejor, no quería causarle más dolor a su amigo, ya lo hecho, hecho estaba.
El esposo tomó la esquina de la sábana y tras darle un beso en la frente al cadáver de su amada esposa cubrió su rostro sintiendo como el alma se le partía en dos con aquella última despedida.
— ¿Puedo hacer algo por ustedes? — Preguntó el médico forense que apenas entraba a su turno.
— ¿Cuándo pueden venir los de la funeraria por mi hermana? — Beth preguntó.
— ¿Quién es su hermana? ¿La donadora de órganos? ¿O la mujer del cáncer? — Preguntó de forma absolutamente impersonal, como un hombre que ya tenía tanto tiempo en ese oficio y que había dejado atrás la empatía del dolor ajeno hacía mucho.
— ¿Donadora? — Connor se detuvo en el acto.
El forense lo miró de arriba abajo ajeno a la relación del galeno con el frío cuerpo que descansaba sobre la mesa.
— Donadora de órganos, la mujer de ahí — Explicó señalando a Rachel — Donó hígado, riñones y corazón.
La noticia dejó a Connor sin aire y de nuevo las paredes quisieron aplastarlo.
— ¿Sanders…? — Tomando a su colega por el cuello de la camisa — Dime que no fue el de ella, Sanders, ¡Dime que no fue su corazón!
Arriba en Recuperación, Audrey apenas despertaba, abrió los ojos pesadamente sintiendo la boca completamente seca. — Agua… — No hables o te llenarás de aire y va a dolerte mucho. — Tengo sed… — Déjame preguntar si puedo darte agua. Loretta salió por un instante y Audrey se llevó las manos al pecho de manera instintiva sintiendo los gruesos vendajes que la envolvían. Su amiga regresó con un poco de agua y una pajilla. — Toma, bebe con cuidado, solo un poco, ¿Está bien? — ¿Dónde está el Doctor? — La rubia apenas podía hablar, pero quería darle las gracias al hombre que le había brindado la posibilidad de tener esperanza. — No lo he visto — Dijo sin levantar la mirada no quería preocuparla — Oye, ¡Es muy guapo! — Comentó juguetona quitándole peso al asunto. Audrey sonrió y luego se quejó. — No me hagas reír, siento como si el alma se me va a salir por el pecho — Dijo ahogada. — Está bien, no diré nada más… — Levantando las manos en señal de rendición. — Es casado, Lore… tien
Esa mañana, Audrey se había levantado muy temprano, se vistió con algo que pensó que la haría ver profesional, y se apresuró a tomar sus documentos antes de salir. — ¿No tomarás tu desayuno? — Loretta gritó desde la cocina de donde venía un dulce aroma a panqueques. — ¡Comeré cuando regrese, no quiero llegar tarde! — Audrey dijo desde la puerta, cerrando tras de sí. — ¡Genial! ¿Y ahora quién se va a comer todo esto? — Loretta refunfuñó para sí misma, mirando la torre sobre el plato y encogiéndose de hombros. La rubia aceleró el paso, y aunque no estaba lejos, decidió que era mejor llegar temprano y esperar, a que la tomaran por impuntual en su primera impresión. Abrazó el folder con sus documentos contra su pecho, inspirando profundo para calmar los nervios, y repasó en su mente algunas cosas que había preparado sobre las razones por las cuales deberían contratarla mientras acariciaba sin pensar la medalla de San Judas Tadeo, rogando internamente en que pudieran tomarla seriamente
Algunos días después:El móvil sonó repetidas veces sobre la mesa y Loretta lo vio encender y apagar la pantalla.—¿Audrey? Te están llamando — Le dijo desde su lugar en la mesita de trabajo del computador.—Dame un minuto, estoy en algo en la cocina.La morena puso los ojos en blanco y tomó la llamada.—¿Sí? ¿Diga?—Le hablamos del Memorial Hermann Heart & Vascular Institute, es acerca de su solicitud de empleo, ¿Hablo con la señorita Audrey Adkins?—Sí, con ella habla — Loretta dijo, poniendo la voz más suave, imitando a la de Audrey.—Felicitaciones, ha sido usted seleccionada para el puesto, debe presentarse mañana temprano, se le asignará su horario y también el servicio en donde trabajará.Loretta se levantó emocionada y entró en la cocina tomando el delicioso aroma del estofado de Audrey.—Mmm… ¡Huele delicioso!—¿Quién llamaba?—Si me das una buena porción te digo — Le respondió juguetona mientras metía una cuchara dentro de la olla y se robaba un trozo de carne.—Loretta, ¡Es
— Creo que las personas necesitan vivir su duelo — Audrey comentó suavemente sin quitarle los ojos de encima a Connor que seguía analizando unos estudios de un par de pacientes y comentaba con Sanders sus opiniones.— Estoy de acuerdo con eso, ¡Pero a ese hombre se le ha pasado la mano!, no lo conocí antes, pero si te puedo decir que ahora es un completo tirano, si no fuera porque es uno de los cirujanos cardiovasculares más prominentes de Houston, la gente no vendría a su consulta, todos lo comentan, no se da a querer.Alice describía a un hombre totalmente diferente del que Audrey había conocido.— Solía tener su foto en el consultorio.— ¿Qué?— El doctor Evans, tenía una bonita foto de su esposa en el consultorio.— ¿En serio? Ya no la tiene, de hecho, no hay nada de color en esa oficina, ¡Parece un mausoleo!El comentario puso una idea en la cabeza de Audrey, y ella sonrió.— ¿Qué te divierte?— Son cosas mías — Contestó dándole vueltas a una loca idea en su cabeza — No me hagas
Connor estaba hecho una furia, tomó del brazo a Audrey y tiró de ella con fuerza, la chica se mordió el labio para no quejarse pensando en que, de cierta forma se lo merecía, no le había pedido a nadie la autorización para ingresar en el consultorio del médico, y mucho menos a él para descargar sus fotos familiares y tapizar el lugar con ellas. Solo hasta ese momento se dio cuenta de que tal vez había sido una muy mala idea.Martha, la jefa de enfermeras, se les quedó mirando mientras negaba con la cabeza como pensando en el atrevimiento de la chica nueva, y Alice casi se tropieza con los dos a medio pasillo, replegándose contra la pared para que “el ogro” no la arrollara justo cuando pasaron junto a ella.Connor empujó la puerta y literalmente metió a Audrey adentro de un empujón, cerrando el pestillo para evitar que algún curioso abriera.— ¡Ahora vas a decirme en qué diablos estabas pensando cuando creíste que podías meterte en mis redes sociales y descargar fotos privadas para emp
El portazo sobresaltó a Audrey cuando Connor abandonó el consultorio, dejándola completamente confundida y sumida en una sensación de ser una completa estúpida.Se quedó de pie en medio de la oficina con el rostro bañado en lágrimas, preguntándose por qué siempre tenía la inclinación a querer resolverle la vida a los demás, aunque no se lo hubieran pedido, no era la primera vez que alguien le decía que no lo hiciera, pero si era la primera vez que la insultaban por ello.Se llevó la mano a la medalla de San Judas Tadeo, como lo hacía desde hacía meses cada vez que necesitaba algo de consuelo.«San judas, tú sabes que no quería ofenderlo», elevó una plegaria, «Yo quería recordarle lo bueno que ha tenido en la vida y que pudiera verlo todos los días aquí, en sus fotos, en el lugar en donde pasa la mayor parte de tiempo», continuó, mientras retiraba las fotografías familiares del médico y recogía los portarretratos guardándolos en una bolsa plástica sin dejar de hipear.Tomó la foto de l
Audrey sintió cómo un frío recorrió su estómago al escuchar la amenaza latente de Martha al decir que la acusaría de negligencia. Sabía lo que eso implicaba, su carrera terminaría antes de despegar, y revocarían su licencia para ejercer como enfermera, teniendo escasamente un par de días trabajando.Se llevó la mano a la medalla del santo y tragó grueso. No podía permitirse semejante situación, le debía demasiado a sus padres y estaban por perder su casa a menos que ella comenzara a amortizar las cuotas del banco con lo que ganara de su sueldo como profesional de la enfermería, si perdía el puesto y la licencia terminaría como empleada de alguna cafetería y no le alcanzaría para salvar la casa.— No, yo no me he equivocado, ese papel que usted tiene ahí no era el que estaba en ese archivo — Dijo con seguridad, pero sin ser altanera.Martha montó en cólera y movió los papeles en la cara de la rubia.— ¿Me estás llamando mentirosa? — el rostro de Martha se torció de la rabia, no podía c
Alice vio pasar a Martha y la siguió con la mirada, la mujer iba murmurando algo entre dientes, pero ella supo que no era nada bueno, que ahora tendrían que cuidarse más que nunca de su jefa, y que en cualquier descuido ella volvería su ira contra ambas.Suspiró, no era a la primera jefa a la que se enfrentaba, y Audrey no era la primera víctima que veía.— ¿Crees que acusen a la nueva de algo, Alice? — otra enfermera preguntó.— No lo creo, ella no es como las demás.— No, no es como las que se han ido.— Es fuerte.— Lo sé, la conozco desde que fue paciente en este mismo piso.Alice se le quedó mirando como esperando que le contara la historia completa.— ¿No te lo ha dicho? Ella fue receptora de un trasplante de corazón, el doctor Connor fue quien la operó… — Explicó bajando la vista al recordar los fatídicos eventos de ese día, pero no dijo nada más.— Ella me dijo que lo conocía, pero no presté mucha atención a eso — Comenzando a comprender por qué ella lo defendía tanto — ¿Es ci