Esa mañana, Audrey se había levantado muy temprano, se vistió con algo que pensó que la haría ver profesional, y se apresuró a tomar sus documentos antes de salir.
— ¿No tomarás tu desayuno? — Loretta gritó desde la cocina de donde venía un dulce aroma a panqueques.
— ¡Comeré cuando regrese, no quiero llegar tarde! — Audrey dijo desde la puerta, cerrando tras de sí.
— ¡Genial! ¿Y ahora quién se va a comer todo esto? — Loretta refunfuñó para sí misma, mirando la torre sobre el plato y encogiéndose de hombros.
La rubia aceleró el paso, y aunque no estaba lejos, decidió que era mejor llegar temprano y esperar, a que la tomaran por impuntual en su primera impresión.
Abrazó el folder con sus documentos contra su pecho, inspirando profundo para calmar los nervios, y repasó en su mente algunas cosas que había preparado sobre las razones por las cuales deberían contratarla mientras acariciaba sin pensar la medalla de San Judas Tadeo, rogando internamente en que pudieran tomarla seriamente en cuenta para el trabajo, así como poder tener la oportunidad de ver al Doctor Evans y agradecerle entregándole su medalla, que hasta ahora, tal y como él le había dicho, no la había abandonado.
Estaba ilusionada, y recordaba las palabras de su profesor cuando le sugirió presentarse como candidata de enfermería en el Memorial Hermann Heart & Vascular Institute, uno de los centros especializados en cirugía cardiovascular de Houston, y el lugar en donde literalmente ella había vuelto a nacer.
— ¿Señorita Audrey Adkins? — La secretaria la llamó por su nombre revisando en una agenda de notas y levantó la mirada tras las gafas.
— Aquí — Levantando la mano.
— Venga conmigo, el jefe de recursos humanos la verá de inmediato.
Audrey inspiró profundamente y se levantó de la silla aferrándose con fuerza al folder lleno de papeles. El hombre de cabello cano levantó la vista de su escritorio en donde apuntaba algo y le hizo señas a la secretaroa para que los dejara solos.
— Buenos días, señorita Adkins, he revisado su expediente y me sorprenden sus calificaciones universitarias.
— Muchas gracias.
— Veo que se ha preocupado por hacer capacitaciones en distintas áreas, y que bien podría asistir en distintos servicios médicos de cualquier hospital, pero que se inclina por cardiología.
— Sí, he asistido a diferentes capacitaciones del área, y…
— Sin embargo… — El hombre la interrumpió — No tiene ninguna experiencia laboral más allá de las prácticas profesionales — Agudizó de forma más bien cortante.
Audrey tragó grueso, ¡Si ese era un problema y solo estaban interesados en enfermeras con trayectoria, sus ilusiones de trabajar allí se irían rápidamente por el caño!
— Señor, si usted me da la oportunidad, yo le juro que no lo defraudaré, soy entregada en lo que hago, sigo instrucciones y me gusta trabajar en equipo — La rubia se apresuró a decir, intentando convencer al hombre de sus capacidades.
— ¿Por qué debería contratarla? — él Lanzó acribillándola con la pregunta.
— ¿Qué?
— Deme una buena razón para que considere darle el puesto, tengo una pila de hojas de vida ahí — Dijo señalando una mesita con una montaña de papeles — Deme una razón para escogerla a usted y no a una enfermera calificada con años de experiencia.
Audrey se limpió el sudor de las manos en su pantalón caqui, devanándose los sesos mientras encontraba una buena respuesta. De pronto, algo llegó a su cabeza tan claro como la luz del mediodía. Levantó la barbilla y contestó:
— Porque soy una sobreviviente.
— ¿Cómo dice?
— Estaba desahuciada, y en este hospital se me brindó una nueva oportunidad de vida, y me gustaría poder dar a otros de lo que recibí, es una especie de agradecimiento con esta Institución, y con mis padres por su esfuerzo invertido en mí.
El hombre se echó para atrás y se reclinó en el espaldar de su asiento mientras se rascaba el mentón. La miró por espacio de un largo minuto antes de volver a hablar.
— La llamaremos, señorita Adkins, muchas gracias por venir.
Audrey salió de oficina sin saber si había logrado convencer lo suficiente al jefe de Recursos Humanos de darle la oportunidad de probar su valía como profesional de la enfermería.
Atravesó el piso con la mirada baja y la mente dando vueltas, mientras repasaba cada momento de la entrevista y se preguntaba si hubiera podido hacerlo mejor.
Inspiró profundo, y sacudió la cabeza para sacar las preocupaciones de su mente mientras pensaba que debería aprovechar la oportunidad para buscar al Doctor Connor y conversar un minuto con él, en esto cavilaba cuando de pronto impactó contra el pecho firme de un hombre que venía en sentido contrario por el pasillo.
Audrey ni siquiera levantó la mirada, su atención estuvo en el suelo en donde estaban regados por todas partes los documentos de su folder y los que él traía en las manos.
— ¡Lo siento! — Dejó salir avergonzada y se inclinó a recoger los papeles que en ese momento eran un lío mezclado.
Las manos de él recogían con rapidez y organizaban a medias, mientras soltaba una maldición por lo bajo, haciendo que ella levantara la vista al reconocer la voz del cardiólogo.
— ¡Carajo!
— ¿Doctor Connor? — Ahí lo tenía de nuevo, era la oportunidad para decirle todo lo que había planeado desde hacía meses.
La mirada gris de Connor Evans pareció atravesarla por completo, como si ella fuera una especie de trago amargo en su camino, y como si ya no fuera el mismo Connor Evans que había sido tan amable con ella antes de su cirugía, dejándola totalmente desconcertada.
Audrey se llevó la mano al pecho de forma instintiva y él lo notó tensándose como la cuerda de un violín, haciendo que Audrey se sintiera por primera vez intimidada por el hombre a quien le debía tanto.
— No lo vi después de mi cirugía… — La dulce voz de la chica resonó en las entrañas del cirujano como un estruendo arrebatador de cual necesitaba escapar.
— Me fui de permiso — Contestó cortante bajando la vista de nuevo a los papales mientras sentía como la presencia de Audrey le quemaba las entrañas de una forma tortuosa.
— Yo vine a buscarlo varias veces… y…
— ¡Me fui de permiso! — Repitió en automático de forma grosera mientras tomaba del suelo lo que podía, y se levantaba como un resorte para atravesar el pasillo de tres zancadas, desapareciendo de la vista de Audrey.
La chica se quedó de rodillas en el suelo con los papeles en la mano, clavando su mirada en la espalda de Connor.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Audrey, mientras a su cabeza llegaban un sin fin de posibles razones por las cuales el hombre parecía odiarla, sin embargo, ninguna la convenció por completo, nada parecía tener sentido.
Se levantó, guardando con cuidado los documentos, y notó que, en medio del reguero de papeles, ella se había quedado con algunos de Connor.
Revisó y vio que eran estudios de un paciente, y por lo agitado que lo había visto, dedujo que los necesitaría de inmediato, no había tiempo para regresar después a entregarselos, debía ser ahora.
La idea de tener que ir a buscarlo después de su tenso momento la puso nerviosa, pero debía hacer lo correcto.
Continuó por el pasillo en busca del galeno, revisando cada habitación y preguntando al personal si lo habían visto hasta que escuchó la voz de Connor.
— Te juro que lo tenía aquí hace un minuto — Dijo en tono molesto — ¡Esa chica!, ¡Se los ha llevado!
— Con permiso — Audrey se asomó tímidamente a la habitación en donde Connor, otro médico y un paciente tenían una tensa conversación — Doctor Connor, creo que esto es suyo…
La joven dijo extendiendo los documentos faltantes del archivo del enfermo.
El rostro de Connor se transformó de inmediato, tornándose casi agresivo ante la presencia de Audrey y caminó hacia ella, arrebatándole los papeles de la mano.
— Doctor, quería que supiera que le estoy muy agradecida por todo, y que si hay algo en lo que lo haya ofendido, yo…
— ¿Por qué insistes en acercarte a mí?
— No entiendo… como le dije, quiero agradecerle…
— Será mejor que te vayas, no debes estar aquí — Le dijo en tono cortante y altanero sin darle espacio a la chica para que se quitara la cadena de San Judas para devolvérsela — Vamos ¡Fuera!
Le dijo cerrándole la puerta en la cara. Audrey sintió como las lágrimas inundaban su rostro, el hombre que había sido una especie de héroe para ella ahora se había convertido en un cruel tirano.
Algunos días después:El móvil sonó repetidas veces sobre la mesa y Loretta lo vio encender y apagar la pantalla.—¿Audrey? Te están llamando — Le dijo desde su lugar en la mesita de trabajo del computador.—Dame un minuto, estoy en algo en la cocina.La morena puso los ojos en blanco y tomó la llamada.—¿Sí? ¿Diga?—Le hablamos del Memorial Hermann Heart & Vascular Institute, es acerca de su solicitud de empleo, ¿Hablo con la señorita Audrey Adkins?—Sí, con ella habla — Loretta dijo, poniendo la voz más suave, imitando a la de Audrey.—Felicitaciones, ha sido usted seleccionada para el puesto, debe presentarse mañana temprano, se le asignará su horario y también el servicio en donde trabajará.Loretta se levantó emocionada y entró en la cocina tomando el delicioso aroma del estofado de Audrey.—Mmm… ¡Huele delicioso!—¿Quién llamaba?—Si me das una buena porción te digo — Le respondió juguetona mientras metía una cuchara dentro de la olla y se robaba un trozo de carne.—Loretta, ¡Es
— Creo que las personas necesitan vivir su duelo — Audrey comentó suavemente sin quitarle los ojos de encima a Connor que seguía analizando unos estudios de un par de pacientes y comentaba con Sanders sus opiniones.— Estoy de acuerdo con eso, ¡Pero a ese hombre se le ha pasado la mano!, no lo conocí antes, pero si te puedo decir que ahora es un completo tirano, si no fuera porque es uno de los cirujanos cardiovasculares más prominentes de Houston, la gente no vendría a su consulta, todos lo comentan, no se da a querer.Alice describía a un hombre totalmente diferente del que Audrey había conocido.— Solía tener su foto en el consultorio.— ¿Qué?— El doctor Evans, tenía una bonita foto de su esposa en el consultorio.— ¿En serio? Ya no la tiene, de hecho, no hay nada de color en esa oficina, ¡Parece un mausoleo!El comentario puso una idea en la cabeza de Audrey, y ella sonrió.— ¿Qué te divierte?— Son cosas mías — Contestó dándole vueltas a una loca idea en su cabeza — No me hagas
Connor estaba hecho una furia, tomó del brazo a Audrey y tiró de ella con fuerza, la chica se mordió el labio para no quejarse pensando en que, de cierta forma se lo merecía, no le había pedido a nadie la autorización para ingresar en el consultorio del médico, y mucho menos a él para descargar sus fotos familiares y tapizar el lugar con ellas. Solo hasta ese momento se dio cuenta de que tal vez había sido una muy mala idea.Martha, la jefa de enfermeras, se les quedó mirando mientras negaba con la cabeza como pensando en el atrevimiento de la chica nueva, y Alice casi se tropieza con los dos a medio pasillo, replegándose contra la pared para que “el ogro” no la arrollara justo cuando pasaron junto a ella.Connor empujó la puerta y literalmente metió a Audrey adentro de un empujón, cerrando el pestillo para evitar que algún curioso abriera.— ¡Ahora vas a decirme en qué diablos estabas pensando cuando creíste que podías meterte en mis redes sociales y descargar fotos privadas para emp
El portazo sobresaltó a Audrey cuando Connor abandonó el consultorio, dejándola completamente confundida y sumida en una sensación de ser una completa estúpida.Se quedó de pie en medio de la oficina con el rostro bañado en lágrimas, preguntándose por qué siempre tenía la inclinación a querer resolverle la vida a los demás, aunque no se lo hubieran pedido, no era la primera vez que alguien le decía que no lo hiciera, pero si era la primera vez que la insultaban por ello.Se llevó la mano a la medalla de San Judas Tadeo, como lo hacía desde hacía meses cada vez que necesitaba algo de consuelo.«San judas, tú sabes que no quería ofenderlo», elevó una plegaria, «Yo quería recordarle lo bueno que ha tenido en la vida y que pudiera verlo todos los días aquí, en sus fotos, en el lugar en donde pasa la mayor parte de tiempo», continuó, mientras retiraba las fotografías familiares del médico y recogía los portarretratos guardándolos en una bolsa plástica sin dejar de hipear.Tomó la foto de l
Audrey sintió cómo un frío recorrió su estómago al escuchar la amenaza latente de Martha al decir que la acusaría de negligencia. Sabía lo que eso implicaba, su carrera terminaría antes de despegar, y revocarían su licencia para ejercer como enfermera, teniendo escasamente un par de días trabajando.Se llevó la mano a la medalla del santo y tragó grueso. No podía permitirse semejante situación, le debía demasiado a sus padres y estaban por perder su casa a menos que ella comenzara a amortizar las cuotas del banco con lo que ganara de su sueldo como profesional de la enfermería, si perdía el puesto y la licencia terminaría como empleada de alguna cafetería y no le alcanzaría para salvar la casa.— No, yo no me he equivocado, ese papel que usted tiene ahí no era el que estaba en ese archivo — Dijo con seguridad, pero sin ser altanera.Martha montó en cólera y movió los papeles en la cara de la rubia.— ¿Me estás llamando mentirosa? — el rostro de Martha se torció de la rabia, no podía c
Alice vio pasar a Martha y la siguió con la mirada, la mujer iba murmurando algo entre dientes, pero ella supo que no era nada bueno, que ahora tendrían que cuidarse más que nunca de su jefa, y que en cualquier descuido ella volvería su ira contra ambas.Suspiró, no era a la primera jefa a la que se enfrentaba, y Audrey no era la primera víctima que veía.— ¿Crees que acusen a la nueva de algo, Alice? — otra enfermera preguntó.— No lo creo, ella no es como las demás.— No, no es como las que se han ido.— Es fuerte.— Lo sé, la conozco desde que fue paciente en este mismo piso.Alice se le quedó mirando como esperando que le contara la historia completa.— ¿No te lo ha dicho? Ella fue receptora de un trasplante de corazón, el doctor Connor fue quien la operó… — Explicó bajando la vista al recordar los fatídicos eventos de ese día, pero no dijo nada más.— Ella me dijo que lo conocía, pero no presté mucha atención a eso — Comenzando a comprender por qué ella lo defendía tanto — ¿Es ci
— Audrey, ¿llegaste? — Loretta gritó desde la cocina en donde estaba liada con algo en el horno.— Sí, aquí estoy — Contestó sin mucho ánimo, estaba exhausta.— ¡He preparado galletas! — gritó con emoción saliendo de la cocina con la bandeja humeante, pero la expresión del rostro de la rubia le cortó las alas de inmediato — ¿Qué pasa, amiga? ¿Por qué tan achicopalada?— ¡Ay, amiga! No sé si fue buena idea ir a trabajar a ese hospital…— Pero, ¿De qué hablas? ¡Estabas emocionada con tu nuevo empleo!— Es que está siendo muy difícil, Lore… — Se limitó a decir.La morena se sentó junto a ella para confortarla.— Todo comienzo es duro, Audrey.— Sí, pero mis jefes me odian.— ¿El Doctor Connor no es uno de tus jefes? ¿Cómo puede odiarte?— No lo sé, pero es el que más me odia.Durante las siguientes semanas, Audrey intentó mantenerse lejos del Doctor Connor, se limitó a hacer al pie de la letra su trabajo y a huir de su presencia cada vez que coincidía con él en algún lugar, sin embargo,
— Connor, ¡Ahí estás! Te estaba buscando, ya el paciente está en pabellón… ¿Qué te pasa? ¡Parece que hubieras visto a un fantasma! Estás pálido.Sanders se le quedó mirando extrañado.— Sanders… ¿Recuerdas que te dije que desde que Rachel… desde que ella se fue, Oliver ha estado muy rebelde?— Sí, me dijiste incluso que Beth quiere internarlo… — Negando con un movimiento de cabeza.— Bueno, no sé si esto sea bueno o sea malo, pero mira con quién va tomado de la mano — Le dijo señalando la espalda de Audrey, que iba con el pequeño conversando y riendo.Sanders se llevó la mano al mentón e inspiró profundo.— ¿Es en serio? ¿Audrey?— ¡Ujum!… no se había acercado con esa familiaridad a nadie desde hacía meses, y en cuanto ella lo saludó, prácticamente se hizo su nueva mejor amiga.— Tal vez es buena con los niños — Sanders intentó quitarle hierro al asunto mirando de reojo la reacción de Connor, que todavía clavaba la mirada en la rubia — Ya déjalo, Connor, alégrate de que el niño comien