— Lamento tener que darle esta noticia, y sobre todo en su caso, creo firmemente que una joven como usted debería tener más oportunidades, pero esto se escapa de mis manos, señorita Adkins. — El galeno dijo pausadamente y con un deje de amargura en la boca.
Audrey observó sus profundos ojos grises y esperó tensa a que sus labios se separaran de nuevo para terminar de hablar.
— Hemos llegado al punto de no retorno. Me temo que no hay otra solución…
— ¿A qué se refiere, doctor? — La chica rubia de hermoso y pálido rostro se inclinó hacia adelante en la silla, nerviosa por saber más.
El Dr. Connor bajó la vista sobre la superficie del escritorio, verdaderamente incómodo con la situación.
— Necesita un trasplante de corazón, no hay otra forma de solucionar su estado actual de salud…
— ¡Pero doctor, usted es un excelente médico! Yo sé que, con un buen tratamiento… ¡Quiero decir, haré todo lo que me diga!
— Lo sé, eres de los pocos pacientes que se apaguen religiosamente a las instrucciones, pero ya un tratamiento en tu caso no es posible, existe alto riesgo de arritmias letales, Audrey — Cambiando su todo y forma de dirigirse a ella, mientras la miraba dulcemente, odiaba esta parte del trabajo en la que debía dar tan malas noticias a alguien tan joven con la chica — El debilitamiento del músculo es… muy grave, me temo que solo yendo al siguiente nivel tendrás una posibilidad de vivir, lo siento mucho — con voz amable.
El rostro de la joven se trasformó y Connor estuvo tentado a levantarse y darle un abrazo para confortarla, pero sería inapropiado, había aprendido con los años de ejercicio médico a mantener sus sentimientos separados del trabajo, sin embargo, el verla así lo impulsaba a levantarse para consolar a la chica, apretó los puños e hizo acopio de su sensatez para no moverse un solo centímetro.
Inspiró profundo tratando de poner una coraza entre su paciente y su humanidad, mientras la hermosa chica que le inspiraba tanta ternura se desmoronaba frente a él.
Las lágrimas se abrieron paso en el rostro de Audrey sin permiso mientras lloraba en silencio, Connor le extendió una servilleta para que se secara el rostro.
— Hay algo más que debo decirte…
Ella levantó el rostro y su triste mirada golpeó a Connor directo en el pecho.
— Debido a su tipología sanguínea no será fácil hallar un donante.
— ¿Qué factores influyen en esto, doctor? — Ella quiso saber.
— Son varios: la salud de ambos, donante y receptor, la talla del donante debe coincidir con la tuya, la tipología sanguínea. Tú eres O RH-, eso es un problema, solo puedes recibir un trasplante de alguien O negativo…
— Comprendo, no es fácil…
— No, y en tu caso me temo que menos…
— Entiendo —Dijo estoica limpiándose la nariz.
— Debes mudarte a las inmediaciones del hospital, tienes que estar cerca en caso de que haya un corazón disponible.
— Eso no será problema, vivo a diez minutos de aquí.
Connor asintió con un leve movimiento de cabeza tratando de impostar una dulce sonrisa.
— Debes estar lista para cuando te llamen, ¡Completamente disponible!
Afuera, Loretta la esperaba caminando de un lado para otro.
— ¿Cómo te fue?
La rubia negó con la cabeza.
— ¿Qué significa eso?
— Solo con un trasplante tendré oportunidad… — La respuesta de Audrey sonó irreal para Loretta.
— No entiendo, ¡Eres joven!, ¡Eres hermosa, joder! ¡No puedes estar condenada de esa forma!
— Debo tener todo listo por si ocurre un milagro.
Loretta la miró con sorpresa.
— No tengo opción, aunque no es fácil encontrar un donante compatible.
Su amiga la abrazó cálidamente y la reconfortó por un rato. La quería, eran tan diferentes como el agua y el aceite, pero más unidas que un par de hermanas.
— Creo que iré a decírselo a John…
— No entiendo cómo ese troglodita puede hacer algo por ti ahora.
— Es mi novio, además, si tengo suerte de que consigan un corazón para mí, él debe saber todo lo que implica.
La morena negó enfática con la cabeza.
— ¡No me gusta, John, y lo sabes!
— Solo es un cabezota, nadie es perfecto.
Loretta llevó a Audrey en su auto hasta el Complejo Deportivo Universitario en donde estaba la Pista de Atletismo, la Piscina Olímpica y el Estadio en donde John jugaba un partido de fútbol americano. Era el Mariscal de campo, pero ya había terminado el partido y no quedaba mucha gente.
— ¿Te espero?
— No, esta conversación será larga, John me llevará a casa más tarde.
— Llámame si necesitas algo.
La rubia asintió, y luego caminó entre las gradas buscando a su novio mientras el frío comenzaba a soplar anunciando lluvia. Alguien le indicó que estaba en los camerinos, así que se dirigió hacia allá, pero se detuvo en seco ante los ruidos que venían de dentro, le pareció que había una pareja en plena faena amorosa, por lo que ya iba a darse la vuelta cuando lo escuchó:
— ¡Oh, nena! ¡Así, así!
Audrey sintió como si le hubieran lanzado un balde de agua fría y de inmediato el corazón golpeó su pecho.
— ¿John?
— ¡Maldición! ¿Audrey? — La voz del Mariscal chilló desde el otro lado y la rubia avanzó hasta tenerlos en frente.
John estaba desnudo mientras una chica exuberante se acomodaba a horcajadas sobre él sin nada más que sus bragas.
— ¿Qué carajos está pasando? — Audrey lanzó elevando la voz en una octava mientras algo presionaba con fuerza su pecho.
— Vamos, Audrey, hace mucho que ni siquiera tenemos se*xo, ¡No puedo tener lo que necesito por temor a que te infartes, o algo!
Audrey dejó caer su mandíbula sin dar crédito a lo que John decía.
— ¡No puedo creerlo! ¡No tengo la culpa de estar enferma!
— ¡Y tú no puedes culparme a mí por querer un poco de diversión de la que tú no me das!
— ¡Eres un canalla!
— Lo siento, pero lo nuestro ya no está funcionando.
— ¿Y cuándo lo descubriste? ¡Porque yo no me había enterado! — Ella dejó salir con impotencia y llevándose la mano al pecho por el dolor.
— ¿Lo ves? Tienes dolor, ¡Es la prueba de lo que te digo! No podemos ni siquiera discutir sin que estés al borde del colapso.
— ¿Sabes qué? ¡Esto se acaba ya!
— ¡Sí, porque ya no quiero volver a saber nada más de ti!
La rubia salió del lugar destrozada, mientras su corazón bombeaba descontrolado en su pecho, escuchó tras ella las risas de la pareja que continuó en lo suyo.
Afuera, sus lágrimas se mezclaban con la lluvia que había comenzado a caer sobre el campus. Caminó temblorosa sobre las charcas, con los ojos nublados y la cabeza dando vueltas. Se había hecho ilusiones con John, quizás demasiadas, ¡Pero era un idiota indolente!
El móvil sonó en su bolsillo y ella apenas si pudo responder.
— ¿Audrey?
— Lore, ¡Ven a buscarme!
— ¿Qué pasa?
— ¡Solo ven ya! — Alcanzó a decir entre sollozos antes de resbalarse en el borde de la Piscina Olímpica e ir a dar al fondo.
La rubia dejó caer el móvil e intentó volver a subir, pero no pudo, mientras más lo intentaba, más le jugaba en contra la fuerza de gravedad tirando de ella hacia el suelo.
No sabía nadar, desde niña tuvo el deseo de aprender, pero por su condición cardíaca nunca pudo hacerlo, ella intentó mantener el aire en sus pulmones dejando salir solo un poco, pero mientras más se acercaba al piso era más difícil hacerlo.
El agua se abrió camino por sus fosas nasales y luego comenzó a tragarla a bocanadas, mientras hacía esfuerzos desesperados e inútiles por regresar a la superficie. Movió los brazos y las piernas con todas sus fuerzas hasta quedar exhausta mientras la oscuridad la envolvía por completo.
El revuelo en Urgencias era total cuando la joven llegó prácticamente sin signos vitales.
— ¡Se hundió en una piscina! — Alguien gritó — ¿Cuál es el nombre de la paciente?
— ¡Audrey Adkins! — Loretta contestó — Es paciente del Doctor Evans.
— ¡Llamen al Doctor Evans!
Mientras el paramédico le hacía RSP para que reaccionara.
— ¡Aquí estoy! — El Doctor Connor se apresuró a evaluar la situación — Esta paciente está en lista para trasplante, ¡Necesitamos reanimarla de inmediato!
Dijo, tomando el control y retirando al paramédico, para terminar de hacer él mismo el trabajo.
— ¿Qué sucedió?
— Se cayó a la Piscina de la Universidad, yo… la encontré flotando en el agua… — Sollozó la morena.
— No está respirando — Observó otro médico.
De inmediato, Connor presionó su nariz, acomodó su cuello hacia atrás ligeramente y posó sus labios sobre los de Audrey para dar respiración boca a boca.
— ¡Vamos, Audrey! — dijo mientras hacía presión con fuerza sobre el pecho de la rubia e intercalaba con las respiraciones boca a boca — ¡Vamos, quédate conmigo!
La luz lastimó sus ojos, la silueta de un hombre guapo y su voz profunda y masculina la hizo entender en dónde estaba. —¿Audrey? ¿Cuántos dedos ves aquí? — Le preguntó mientras le alumbraba el rostro con su linterna. —¿Doctor Connor? —¿Qué hacías en la piscina? — Le reprendió con la dulzura que lo caracterizaba. —Yo… —Debes cuidarte, no puedes arriesgarte de esa manera — el rostro afable y dulce de Connor la hizo sentir irresponsable — Debo estar seguro de tu seriedad con esto… —¡Estoy comprometida! ¡Lo prometo! Connor sonrió y a la chica le pareció que la sonrisa iluminaba su cara. Tenía hombros anchos, buena estatura, brazos fuertes, mentón angulado y labios llenos, y su mirada le daba tanta confianza y esperanza que la rubia se perdió por un momento en el gris de sus ojos como si fuera una adolescente. —Está bien, confío en ti, tu amiga me ha contado lo que pasó— Sin perder su amabilidad y su buen talante. Audrey tragó grueso. —Me dijo que estabas muy triste por lo que hab
Las palabras del Teniente Hunter golpearon a Connor como un tren en movimiento. El hombre sacudió la cabeza y se le quedó mirando por espacio de unos segundos como reconectando su cabeza para poder comprender.Era como si su mundo se estuviera desmoronando por completo, como si fuera completamente irreal, como si el protagonista de la desgracias fuera alguien más, y no él.— ¿Qué le pasó a Rachel? — Soltó de golpe haciendo que Loretta se estremeciera.— ¡Connor!El cardiólogo se giró al escuchar su nombre, uno de sus colegas se acercó a él corriendo.— Connor, intenté decírtelo esta mañana, pero estabas en cirugía…— ¿Dónde está? — Preguntó angustiado.— Escúchame por favor…— ¡Maldición, Sanders! ¿Dónde está? — Gritó desesperado.— Ella fue traída a este mismo hospital… — Hunter dijo.Pero antes de que el policía terminara la frase, Connor ya había comenzado a correr hacia al ala de urgencias.Connor escuchaba el sonido de su pecho golpear sus costillas y su respiración se aceleraba
Arriba en Recuperación, Audrey apenas despertaba, abrió los ojos pesadamente sintiendo la boca completamente seca. — Agua… — No hables o te llenarás de aire y va a dolerte mucho. — Tengo sed… — Déjame preguntar si puedo darte agua. Loretta salió por un instante y Audrey se llevó las manos al pecho de manera instintiva sintiendo los gruesos vendajes que la envolvían. Su amiga regresó con un poco de agua y una pajilla. — Toma, bebe con cuidado, solo un poco, ¿Está bien? — ¿Dónde está el Doctor? — La rubia apenas podía hablar, pero quería darle las gracias al hombre que le había brindado la posibilidad de tener esperanza. — No lo he visto — Dijo sin levantar la mirada no quería preocuparla — Oye, ¡Es muy guapo! — Comentó juguetona quitándole peso al asunto. Audrey sonrió y luego se quejó. — No me hagas reír, siento como si el alma se me va a salir por el pecho — Dijo ahogada. — Está bien, no diré nada más… — Levantando las manos en señal de rendición. — Es casado, Lore… tien
Esa mañana, Audrey se había levantado muy temprano, se vistió con algo que pensó que la haría ver profesional, y se apresuró a tomar sus documentos antes de salir. — ¿No tomarás tu desayuno? — Loretta gritó desde la cocina de donde venía un dulce aroma a panqueques. — ¡Comeré cuando regrese, no quiero llegar tarde! — Audrey dijo desde la puerta, cerrando tras de sí. — ¡Genial! ¿Y ahora quién se va a comer todo esto? — Loretta refunfuñó para sí misma, mirando la torre sobre el plato y encogiéndose de hombros. La rubia aceleró el paso, y aunque no estaba lejos, decidió que era mejor llegar temprano y esperar, a que la tomaran por impuntual en su primera impresión. Abrazó el folder con sus documentos contra su pecho, inspirando profundo para calmar los nervios, y repasó en su mente algunas cosas que había preparado sobre las razones por las cuales deberían contratarla mientras acariciaba sin pensar la medalla de San Judas Tadeo, rogando internamente en que pudieran tomarla seriamente
Algunos días después:El móvil sonó repetidas veces sobre la mesa y Loretta lo vio encender y apagar la pantalla.—¿Audrey? Te están llamando — Le dijo desde su lugar en la mesita de trabajo del computador.—Dame un minuto, estoy en algo en la cocina.La morena puso los ojos en blanco y tomó la llamada.—¿Sí? ¿Diga?—Le hablamos del Memorial Hermann Heart & Vascular Institute, es acerca de su solicitud de empleo, ¿Hablo con la señorita Audrey Adkins?—Sí, con ella habla — Loretta dijo, poniendo la voz más suave, imitando a la de Audrey.—Felicitaciones, ha sido usted seleccionada para el puesto, debe presentarse mañana temprano, se le asignará su horario y también el servicio en donde trabajará.Loretta se levantó emocionada y entró en la cocina tomando el delicioso aroma del estofado de Audrey.—Mmm… ¡Huele delicioso!—¿Quién llamaba?—Si me das una buena porción te digo — Le respondió juguetona mientras metía una cuchara dentro de la olla y se robaba un trozo de carne.—Loretta, ¡Es
— Creo que las personas necesitan vivir su duelo — Audrey comentó suavemente sin quitarle los ojos de encima a Connor que seguía analizando unos estudios de un par de pacientes y comentaba con Sanders sus opiniones.— Estoy de acuerdo con eso, ¡Pero a ese hombre se le ha pasado la mano!, no lo conocí antes, pero si te puedo decir que ahora es un completo tirano, si no fuera porque es uno de los cirujanos cardiovasculares más prominentes de Houston, la gente no vendría a su consulta, todos lo comentan, no se da a querer.Alice describía a un hombre totalmente diferente del que Audrey había conocido.— Solía tener su foto en el consultorio.— ¿Qué?— El doctor Evans, tenía una bonita foto de su esposa en el consultorio.— ¿En serio? Ya no la tiene, de hecho, no hay nada de color en esa oficina, ¡Parece un mausoleo!El comentario puso una idea en la cabeza de Audrey, y ella sonrió.— ¿Qué te divierte?— Son cosas mías — Contestó dándole vueltas a una loca idea en su cabeza — No me hagas
Connor estaba hecho una furia, tomó del brazo a Audrey y tiró de ella con fuerza, la chica se mordió el labio para no quejarse pensando en que, de cierta forma se lo merecía, no le había pedido a nadie la autorización para ingresar en el consultorio del médico, y mucho menos a él para descargar sus fotos familiares y tapizar el lugar con ellas. Solo hasta ese momento se dio cuenta de que tal vez había sido una muy mala idea.Martha, la jefa de enfermeras, se les quedó mirando mientras negaba con la cabeza como pensando en el atrevimiento de la chica nueva, y Alice casi se tropieza con los dos a medio pasillo, replegándose contra la pared para que “el ogro” no la arrollara justo cuando pasaron junto a ella.Connor empujó la puerta y literalmente metió a Audrey adentro de un empujón, cerrando el pestillo para evitar que algún curioso abriera.— ¡Ahora vas a decirme en qué diablos estabas pensando cuando creíste que podías meterte en mis redes sociales y descargar fotos privadas para emp
El portazo sobresaltó a Audrey cuando Connor abandonó el consultorio, dejándola completamente confundida y sumida en una sensación de ser una completa estúpida.Se quedó de pie en medio de la oficina con el rostro bañado en lágrimas, preguntándose por qué siempre tenía la inclinación a querer resolverle la vida a los demás, aunque no se lo hubieran pedido, no era la primera vez que alguien le decía que no lo hiciera, pero si era la primera vez que la insultaban por ello.Se llevó la mano a la medalla de San Judas Tadeo, como lo hacía desde hacía meses cada vez que necesitaba algo de consuelo.«San judas, tú sabes que no quería ofenderlo», elevó una plegaria, «Yo quería recordarle lo bueno que ha tenido en la vida y que pudiera verlo todos los días aquí, en sus fotos, en el lugar en donde pasa la mayor parte de tiempo», continuó, mientras retiraba las fotografías familiares del médico y recogía los portarretratos guardándolos en una bolsa plástica sin dejar de hipear.Tomó la foto de l